Los carroñeros están en declive (y eso podría afectar la salud de los humanos)

La ausencia de grandes carroñeros como los buitres permite la proliferación de otras especies oportunistas que portan enfermedades que pueden acabar saltando al ser humano. Terminar con el estigma que rodea a los carroñeros y proteger su hábitat es clave para frenar su declive: Salir al monte a observar fauna suele ser sinónimo de madrugar. Los mamíferos terrestres prefieren las horas más frescas del día (y con menos presencia humana). Y la mayoría de aves alcanza su momento de máxima actividad con las primeras luces. Pero la cosa cambia si queremos observar buitres. Estas grandes rapaces dependen de las corrientes de aire caliente que ascienden desde el suelo para elevarse y planear sin gastar mucha energía. Por eso, no suelen alzar el vuelo hasta media mañana, cuando el sol ya ha caldeado la tierra.

Juan F. Samaniego

Ver buitres planeando en círculos en las alturas, en busca de algo que llevarse a la boca, no es demasiado complicado en la península Ibérica. Las poblaciones de buitre leonado y buitre negro, ambas especies protegidas, están en aumento: el último censo de SEO/Birdlfe arroja cifras cercanas a las 31.000 parejas para el buitre leonado y a las 2.600 parejas para el negro. Sin embargo, las tendencias a nivel global son diferentes: los buitres, como la mayoría de especies de grandes carroñeros, están en declive.
Tras analizar el estado de conservación de 1.376 especies de carroñeros, un equipo de investigadores de la Universidad de Stanford ha concluido que el 36% de ellas están amenazadas o en declive. El estudio, publicado en la revista PNAS, señala que esta crisis de los carroñeros afecta especialmente a los de gran tamaño y a los llamados carroñeros obligados (aquellos que se alimentan en exclusiva de carroña). Por el contrario, señala que está aumentando el número de carroñeros de pequeño tamaño y que no se alimentan en exclusiva de carroña.


“La evidencia que encontramos es clara”, señala Rodolfo Dirzo, profesor de ciencias ambientales y biología en la Facultad de Humanidades y Ciencias de Stanford y coautor del estudio. “Los carroñeros están en declive, pero este no es homogéneo. Se observa especialmente en las especies grandes y especializadas. Al mismo tiempo, esto deja espacio para los carroñeros más pequeños, que son problemáticos porque son fuentes de enfermedades zoonóticas. Además, no pueden compensar la pérdida de grandes carroñeros, ya que no pueden consumir tanta carroña”.
Y es que la ausencia de animales como los buitres o las hienas acaba afectando la salud humana, tanto por la persistencia de animales en descomposición en el medio como por la proliferación de otras especies que portan enfermedades que pueden saltar al ser humano.
Los desequilibrios en los ecosistemas (y en la salud)
Aunque a veces nos cueste vernos como una especie más del planeta, el Homo sapiens sigue dependiendo con fuerza de los ecosistemas que lo sustentan. Lo hace para respirar, para conseguir comida y agua limpia, para prosperar en un clima benigno o para proteger su salud. Por eso, cualquier desequilibrio en el entorno puede entrañar riesgos inesperados. Las implicaciones del declive de las especies carroñeras en la salud humana todavía no se comprenden en su totalidad, pero el estudio de Stanford recoge algunos ejemplos claros.
A partir de la década de 1990, las poblaciones de buitres del sur de Asia (sobre todo, en la India y Nepal) sufrieron un descenso tan repentino que estuvieron a punto de colapsar. El uso intensivo de diclofenaco en animales había provocado un aumento de los cadáveres de ganado con residuos de este medicamento antiinflamatorio (comercializado como Voltaren). Resultó que era tóxico para los buitres y su uso veterinario acabó siendo prohibido en la India en 2006. Pero el daño estaba hecho: se estima que las poblaciones de buitres tardarán varias décadas en alcanzar niveles estables.
La gran consecuencia de la ausencia de estas aves carroñeras fue la proliferación de perros salvajes, que de repente se encontraban con una nueva fuente de alimento abundante y disponible. Esto resultó en 39 millones de mordeduras de perros por encima de la media entre 1992 y 2006, y alrededor de 48.000 muertes humanas adicionales asociadas con la rabia. “Estamos empezando a entender con exactitud cómo dependemos de cada especie”, añade Chinmay Sonawane, estudiante de doctorado y autora principal del estudio. “Creo que a medida que conozcamos mejor estas conexiones, seremos más propensos a proteger estas especies, porque, a su vez, estaremos protegiendo nuestra salud”.
Otro estudio, también recogido por la investigación publicada ahora, resalta el papel esencial de los carroñeros en controlar las infecciones de brucelosis entre alces y bisontes (al hacer desaparecer los cadáveres de animales enfermos reducían los contagios) en Wyoming, Estados Unidos. Por extensión, los carroñeros lograron reducir el riesgo de contagio al ganado doméstico y a los humanos, donde se manifiesta como una enfermedad difícil de diagnosticar y de tratamiento largo y complejo.
“El artículo refuerza las evidencias disponibles de estudios previos, que ya demostraban con buitres que la ausencia de carroñeros obligados beneficia en general el crecimiento de poblaciones de carroñeros facultativos y/o especies oportunistas. Esto puede facilitar la proliferación de patógenos, con la consiguiente amenaza para la salud humana”, explica Antoni Margalida, investigador del Instituto Pirenaico de Ecología (IPE-CSIC), en declaraciones a Science Media Centre. “De ahí que las aproximaciones bajo el paradigma de una sola salud (one health) sean cada vez más necesarias, porque salud animal, biodiversidad y salud humana están interrelacionadas”.
La investigación de Stanford identifica tres factores clave en el declive de los carroñeros: la pérdida de hábitat, la ganadería intensiva y el comercio de fauna silvestre. Los autores abogan por políticas que ayuden a la recuperación de los carroñeros, como la protección de sus hábitats y la reducción de la caza furtiva. Señalan también que es importante eliminar el estigma que rodea a estos animales. «Existe el prejuicio de que los carroñeros son animales desagradables y que deberíamos deshacernos de ellos, pero son importantes no solo para el funcionamiento de los ecosistemas, sino también para el bienestar humano”, concluye Rodolfo Dirzo.

Fuente: https://climatica.coop/carroneros-declive-afectar-salud-humanos/ - Imagen de portada: Foto: Steve West.

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