Anatomía política de un desastre petrolero





Por Nikolas Kozloff

A resultas del masivo derrame de petróleo de BP en Luisiana, la Casa Blanca anunció un alto en las nuevas exploraciones petrolíferas costeras. Pero lo que realmente se necesita es una moratoria total de toda explotación petrolífera costera. A la vista de su triste registro, Ken Salazar difícilmente puede ser considerado el burócrata adecuado para un programa de tal ambición, que implicaría necesariamente una transición radical: de los combustibles fósiles a las energías alternativas.


¿Quién es el responsable del gran desastre medioambiental originado por el derrame de petróleo en el Golfo de México? A medida que el país se percata de la ciclópea magnitud del accidente, los medios de comunicación aputan, fundadamente, a la compañía petrolera BP. Sin embargo, no se ha prestado suficiente atención al papel de Ken Salazar y de su ruinoso Departamento del Interior, una entidad gubernamental que, en teoría, regula las perforaciones petrolíferas costeras.
Con un presupuesto rayano en lo 16 mil millones de dólares, el de Interior es un importante Departamento que supervisa más de 500 millones de acres de tierras federales [más de 200 millones de hectáreas; T.], incluidos los parques nacionales; cerca, pues, de un quinto de la superficie de los EEUU. Los programas del Departamento abarcan desde la protección de especies en peligro de extinción hasta la oferta de arriendos de gasíferos y petrolíferos.
En fecha tan reciente como fines de 2009, la Administración Nacional para el Océano y la Atmósfera (NOAA, por sus siglas en inglés) alertó a Interior de que la frecuencia de fugas y derrames en las torres extractoras de petróleo estaba muy subestimada, y de que se estaba descuidando peligrosamente la amenaza y el impacto que un gran derrame podría tener en las poblaciones costeras. Añadiendo leña al fuego, el Washington Post informa ahora que Interior dejó exentas el año pasado a las instalaciones de BP en el Golfo de México de todo escrutinio analítico sobre su posible impacto medioambiental.
¿Podría no ser todo eso sino la punta del iceberg? A la vista del deslustrado pilotaje de Interior por parte de Salazar, es más que probable. Comoquiera que sea, tendremos más información en las audiencias venideras en el Capitolio. La próxima semana, el Comité de Medio Ambiente y Obras Públicas del Senado abordará el derrame, en una audiencia que vendrá a insertarse en un apretado calendario de sesiones. Aunque todavía no se han anunciado los testigos, está excluido que Salazar preste testimonio. El secretario está ya en fase de control de daños, y acaba de anunciar que su Departamento instituirá una comisión para revisar las condiciones de seguridad de las perforaciones costeras y otros asuntos tecnológicos, así como para estrechar la supervisión de las pruebas a que han de someterse los equipos industriales.
¿Cómo pudo permitir el gobierno que ocurriera tamaña catástrofe? Se trata del tipo de accidente que uno habría esperado bajo la presidencia de Bush, cuando las grandes transnacionales petrolíferas tenían barra libre, pero no bajo la administración de Obama. En realidad, bajo Bush, el Departamento de Interior llegó a ser un objeto de ludibrio general tal, que casi podría decirse que actuaba como una filial de la propia industria petrolífera.
De acuerdo con el inspector general de Interior, Earl Devaney, que investigó durante dos años al Departamento, había “una cultura de abuso y promiscuidad substanciales” entre el personal del Servicio de Gestión de Minerales (MMS, por sus siglas en inglés), dependiente del Departamento de Interior. El ente gestiona miles de millones de dólares de suministros de petróleo y gas natural entregados por las compañías a modo de pagos en especie por perforar en tierras federales.
Devaney halló que cerca de una docena de empleados de MMS se drogaban con cocaína e iban bebidos a iban a fiestas con personal de las compañías petroleras que hacían negocios con la agencia. En un asombroso y atente caso de doloso conflicto de intereses, los empleados de MMS tenían relaciones sexuales con contactos proporcionados por la industria y aceptaban regalos de los representantes de la industria del gas y el petróleo. A causa de eso, muchos empleados de MMS fueron luego o sancionados o despedidos.
El vaquero del Salvaje Oeste cabalga hacia la ciudad


Se suponía que el ascendiente de Ken Salazar en Interior cambiaría la naturaleza, viscosa como el petróleo, de la política practicada en el Departamento. Un hombre del Oeste cuyas raíces familiares se hunden en el siglo XVI, Salazar raramente se dejaba ver sin las botas y el sombrero característicos del buen vaquero. El nombramiento de Salazar por Obama fue celebrado por muchos grupos que se habían significado en la lucha por proteger de la perforación petrolífera y gasística remotas áreas rurales y prístinas cuencas acuíferas. Antes de convertirse en Senador Demócrata por Colorado, Salazar había desempeñado el cargo de director del Departamento de Recursos Naturales. También había trabajado, en su despacho de abogado privado, como defensor de causas medioambientales y relacionadas con el agua.
Como Secretario de Interior, Salazar ofreció limpieza y transparencia. En las audiencias de su confirmación en el cargo, dejó dicho que pudiera haber determinadas áreas en las que podrían haberse rebasado los límites fijados a la producción de petróleo en la costa. En realidad, en 2006, Salazar votó a favor de la Ley de Seguridad Energética en el Golfo de México, ley que puso fin a las protecciones de que hasta entonces gozaba la costa del Golfo de Florida y abrió cerca de 4 millones de hectáreas de las costas de Florida, Alabama, Mississippi y Luisiana a las perforaciones petrolíferas y gasísticas.
En la convicción de que Obama había traicionado sus promesas de cambio realizadas en campaña electoral, unos indignados grupos de defensa de la vida salvaje dirigieron una carta al presidente para protestar por el nombramiento de Salazar como Secretario de Interior. Habría sido mejor, sostenían, nombrar a un representante Demócrata como Raúl Grijalva, de Arizona, que tenía credenciales archiverdes.
En un escrito publicado en el New Mexico Independent, el ecologista y antiguo hombre del sector petrolero y gasístico Jim O’Donnell, observó que “el señor Salazar no es un visionario. No es un agente del cambio. El señor Salazar tiene un muy interesante y convincente pasado como hombre del Oeste norteamericano. Sin embargo, desde mi punto de vista, tiene escaso interés en la protección de la biodiversidad y aún menos interés en una economía libre de combustibles fósiles. No representa el cambio que necesitamos”.
El hombre que se anda con rodeos
“Las palabras apropiadas para describir a Ken Salazar”, opinaba el New York Times en enero de 2009, “son que es amistoso, accesible, que sabe escuchar, que es un hombre genial a la hora de buscar compromisos, un verdadero perito en la forja de acuerdos”. Pero, añadía el cotidiano neoyorquino, “todo eso constituye también el punto débil de Ken Salazar”. Lo que fundamentalmente necesita ahora mismo el Departamento de Interior, proseguía el NYT, es a alguien capaz de romper cabezas cuando sea necesario y de trazar firmemente la línea fronteriza frente a los poderosos grupos comerciales –promotores, rancheros, compañías petrolíferas y gasísticas, o una industria automovilística descarriada— que llevan demasiado tiempo tratando al Departamento como una extensión pública de sus intereses privados.”
En el año y medio que siguió a su nombramiento, Salazar hizo poco para desmentir la pobre descripción de sus carácter realizada por el NYT. En la agenda del nuevo Secretario estaba el muy caliente asunto de la perforación petrolífera costera. En los últimos días de la presidencia de Bush, tanto el Congreso como la Casa Blanca, consintieron que expirara el plazo de una prohibición federal de las perforaciones petrolíferas costeras y que afectaba a la exploración de nuevas áreas abiertas a lo largo de la línea costera estadounidense.
Enfrentado a ciertas decisiones política y moralmente difíciles, Salazar tomó el partido de aplazarlas. El Secretario declaró que se paralizarían las nuevas perforaciones petrolíferas costeras, y entretanto, el gobierno abriría un período de seis meses de discusión pública. Se animó hasta cierto punto a los ecologistas a participar, pero no tardaron estos en percatarse de que la jugada no había bastado siquiera para detener a los promotores de las perforaciones petrolíferas costeras.
En abril de 2009, Salazar fue personalmente a Alaska, en donde los pescadores le pidieron que no se siguiera adelante con la promoción petrolífera de la Plataforma Extracontinental en la Bahía de Bristol. Rebecca Noblin, una abogada con despacho en Anchorage del grupo ecologista Centro por la Diversidad Biológica –un grupo que litigó en su día para que los osos polares figuraran en la lista de especies amenazadas protegidas por la Ley de Especies Amenazadas— declaró a la Anchorage Press sentirse decepcionada con Salazar, que no había convocado ni a científicos ni a ecologistas durante su visita.
“Resulta difícil saber qué impresiones ha podido dejar la audiencia en el Secretario Salazar”, observaba Anchorage Press. “Poco después del testimonio de Noblin, procedió a algunas observaciones finales que indicaban que había escuchado los comentarios, pero poco más”, añadía el periódico. “En un posterior encuentro con los periodistas, justo antes de marcharse, no se comprometió a nada”.
Salazar prosiguió sus viajes, presidiendo otra audiencia en Nueva Orleáns. Allí fue confrontado por unos activistas ecologistas que tomaron el micrófono para explicar que seguir promoviendo las exploraciones petrolíferas costeras redundaría en graves daños para los sensibles ecosistemas oceánicos. Darryl Malk-Wiley, del Sierra Club, pidió un estudio analítico detallado de las posibles fugas y derrames, declarando que en los últimos huracanes se había derramado centenares de millones de galones de crudo, en parte a causa del envejecimiento de las infraestructuras de la industria petrolífera y gasística.
Si Salazar se dejó conmover por los ruegos ecologistas, no dejó entreverlo. La nación necesita un “plan energético global”, dijo, aunque no especificó si eso incluiría más perforaciones petrolíferas en las líneas de costa estadounidenses.
El futuro de las exploraciones petrolíferas costeras
Tal vez las audiencias concedidas aquí y allá no hayan sido sino una pantalla de humo para Salazar, mera fachada pública. Como sabemos ahora, Interior ignoró las alertas lanzadas por NOAA mientras Salazar ingeniaba tranquilamente con la Casa Blanca un terrible plan petrolífero costero. En marzo del presente año, y a mayor escarnio de los ecologistas, Obama anunció finalmente que llevaría a cabo una ampliación de las prospecciones petrolíferas y gasísticas en las costas del Golfo de México, entre otras áreas.
A resultas del masivo derrame de petróleo de BP en Luisiana, la Casa Blanca anunció un alto en las nuevas exploraciones petrolíferas costeras. Pero lo que realmente se necesita es una moratoria total de toda explotación petrolífera costera. A la vista de su triste registro, Ken Salazar difícilmente puede ser considerado el burócrata adecuado para un programa de tal ambición, que implicaría necesariamente una transición radical: de los combustibles fósiles a las energías alternativas.

www.ecoportal.net

Nikolas Kozloff es autor de No Rain In the Amazon: How South America’s Climate Change Affects The Entire Planet [Sin lluvia en la Amazonía: Cómo el cambio climático en Suramérica afecta al conjunto del planeta], editorial Palgrave Macmillan, abril 2010.
Traducción para www.sinpermiso.info: Miguel de Puñoenrostro - Mayo 2010

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