Un mundo mejor es posible… ¿fantasía o factible realidad?

Desde los inicios del ecologismo moderno, hace unas pocas décadas, muchas cosas han ido cambiando. Es mucho lo que hemos aprendido sobre las incidencias de la actividad humana en el ecosistema planetario. También hubo grandes avances tecnológicos tendientes a minimizar el tremendo impacto ambiental que provocamos con cada una de las actividades que desarrollamos. Un ejemplo interesante es el de la energía. El constante aumento en el consumo energético, amenazado por la inminente agotabilidad de los recursos y la luz de alarma encendida por el cambio climático, han empujado a algunas de las grandes empresas del sector a producir innovaciones tecnológicas tendientes al aprovechamiento de fuentes de energía renovables.

Ricardo Natalichio

Pero muchos otros temas, como la correcta utilización del agua, la reducción y reaprovechamiento de los residuos, la extracción de metales o la deforestación, siguen aun manteniendo increíbles niveles de atraso tanto cultural como tecnológico.
Resulta evidente que, para que empresas y gobiernos tomen cartas en algunos asuntos, el colapso debe verse cercano y ser realmente amedrentador.
Sabemos desde siempre que el fin único de las empresas en un sistema capitalista, es la maximización de sus beneficios económicos. Es por eso que resulta muy dificil pensar que desde ese sector, surja un interés altruista y espontáneo por minimizar el impacto ambiental negativo que generan a costa de una posible reducción de sus ganancias.

Entonces, sería razonable pensar que la llave de esta puerta que nos lleve a un cambio de rumbo, hacia un planeta que produzca y consuma de una forma mas ambientalmente amigable, se encuentra en los Estados. Esos Estados que tienen como primordial objetivo, o al menos deberían tenerlo, el bienestar de sus pueblos. Tanto los presentes, como los futuros que habiten en sus territorios.
Pero esos Estados, o mejor dicho, los Gobernantes a cargo de tomar las decisiones en esos Estados, suelen ser presionados de diferentes formas por las empresas, o sobornados por las mismas, con el fin de que no produzcan cambios que puedan perjudicarlas. Si el Estado o el Gobierno son débiles o corruptos, no tendrán la voluntad o la fuerza suficiente como para enfrentar esas presiones y tomar las decisiones que, con el fin de mejorar el bienestar de sus pueblos, puedan de alguna forma enfrentar los intereses del sector empresarial.
Y como puede un estado ser fortalecido? Con el apoyo de la sociedad civil. Pero no en las elecciones, sino en el día a día. Con el trabajo de las ONG, con la educación y concientización. Con un pueblo que entienda los beneficios presentes o futuros de cada medida que adopte y las apoye con ahínco. Con un pueblo encolumnado detrás de la idea de que las cosas pueden cambiar, de que un mundo mejor es posible y de que tenemos el poder para lograrlo.
Ese fortalecimiento, ese contrato entre el Gobierno y el pueblo, puede nacer de uno u otro lado, no es eso en fin lo mas importante, sino que se forje y genere en cada uno el deseo y la decisión de aportar cada día un granito de arena para que esa fantasía, sea cada vez mas posible, mas real.

Ricardo Natalichio - Director www.ecoportal.net

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