Construcción

Relato: Mi abuelo siempre decía que una de las cosas de las que se sentía más orgulloso era de haber construido “una casa que nos resguarde de la naturaleza”. No solo es que adorase a mi abuelo, es que le admiraba por ser alguien que se construyó su casa, por supuesto con ayuda de otra gente. Hizo cosas alucinantes para su tiempo, ese en el que el máximo valor estaba en quien atrofiaba sus músculos para cultivar solo su intelecto, como si el intelecto pudiese tener un desarrollo pleno en un cuerpo fofo. Vivió en esa época en el que las personas eran tan torpes que tenían que hacer todo de forma individual, en lugar de realizarlas en colectivo.

Luis González Reyes


Pero con los años he ido viendo cómo mi abuelo también era hijo de su tiempo. “Una casa que nos resguarde de la naturaleza”. Como si la naturaleza fuese algo de lo que resguardarse y no precisamente eso que nos permite vivir bien. Las casas ahora son naturaleza, forman parte de ella. Las orientamos con el sol para que nos caliente en invierno. Las forramos de plantas que nos refresquen en verano. Instalamos filtros que permiten que el agua se integre otra vez en el ciclo hidrológico sin alterarlo. Sobre los tejados crece comida, que se cocina después de manera pausada en los hornos solares. Los aislamientos son los mismos que permiten a los seres vivos protegerse: la paja que usan los suelos o la lana. Y las estructuras son las que, una vez desaparezca la casa, no dejarán huella, como la madera y la piedra.
Bueno, eso en lo que es de nueva construcción, porque en realidad la mayoría de las casas son como una gran ñapa que pone remiendos a las viejas construcciones intentado hacerlas más naturaleza.
A veces tengo diálogos imaginarios con mi abuelo. Él me dice que nuestras casas han perdido mucho confort. Por ejemplo, que ya no somos capaces de crear climas dentro de ellas, como hacían en su tiempo. Hacer que en nuestros hogares siempre fuese primavera, cuando no verano en el invierno e invierno en el verano. Creo que mi abuelo alucinaría con lo frescas que pueden llegar a estar nuestras casas en los tórridos veranos, pero aun así es cierto que no se acercan a la temperatura a la que podía poner la suya.
En esos diálogos, me gusta explicarle que nuestra idea de confort es otra. Hemos desterrado la de su tiempo. Ya no queremos (bueno, ni podemos) tener aires acondicionados, porque sabemos que consumen mucha energía. Y no solo energía, también materiales que cuesta conseguir. Disfrutar de máquinas así es concebir el confort como un privilegio, pues solo unas pocas personas lo pueden tener. Y esto es tan cierto ahora, como en los tiempos de mi abuelo.
Además, es un confort como cárcel. Tener un habitáculo fresco a costa de hacer el exterior más ardiente e insoportable por la emisión de gases de efecto invernadero y por el calor que desprende el aire acondicionado.
Nuestro confort es un confort que entiende que nuestra suerte está ligada a la de los ecosistemas y que debemos trabajar con ellos para enfriar el clima. No nuestro clima hogareño, sino el clima en el que se desarrolla la vida. Ya no nos resguardamos de la naturaleza. Nuestras casas son naturaleza.

Entrevista.
¿Cómo sería el sector de la construcción en una sociedad decrecentista?
La clave en la construcción es la rehabilitación de lo existente para conseguir:
- Mayor autonomía gracias a que las casas produzcan energía, estén muy bien aisladas, reciclen el agua, consigan una refrigeración natural, usen cocinas solares, incluyan huertos, tengan una orientación bioclimática, etc.
- La climatización artificial debe ser austera: calentar y enfriar a las personas o a las estancias (por ejemplo, el baño durante la ducha) y no al conjunto de las casas.
- En la construcción, se deben usar materiales naturales reciclables, como madera.
- Las casas deben ser un espacio de biodiversidad, con cubiertas verdes, cajas anidaderas, etc.
- Y por supuesto, deben ser de acceso universal, pero no en propiedad, sino en derecho de uso.

Este relato forma parte de la colección “relatos decrecentistas”, escrita por María y Luis González Reyes, ilustrada por Emma Gascó y con la dirección artística de la grabación realizada por Nelo Royner para Perifèries. La experiencia busca ser integradora, pues el relato se puede escuchar, leer o mirar. Además, se acompaña de una pequeña introducción de cómo sería la energía en un contexto decrecentista.
Fuente: https://www.elsaltodiario.com/ecotopias/construccion - Imagen de portada: Construcción EMMA GASCÓ

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