¿Vamos hacia una primavera silenciosa, sin pájaros?
¿Se escucharía hoy a Rachel Carson?
Rachel Carson consiguió con su libro Primavera silenciosa (1), publicado en 1962, que se prohibieran el DDT y otros pesticidas sintéticos, y salvar la vida de los pájaros. Hoy son los seres humanos quienes están directamente amenazados por tecnologías diseñadas para extraer el máximo beneficio al menor coste privado y con el máximo coste de recursos naturales.
La antes abundante agua limpia se ha convertido en un recurso escaso. Sin embargo, las aguas tanto subterráneas como superficiales de Estados Unidos se están contaminando y haciendo que sean inservibles por medio de la explotación minera en la cima de montañas, el fracking (2) y otras “nuevas tecnologías”. Por ejemplo, los rancheros de Montana se están viendo obligados a abandonar sus actividades a causa de la contaminación del agua.
La explotación de petróleo en alta mar y los residuos químicos de la agricultura han destruido la pesca en el Golfo de México. En otras partes del mundo los explosivos utilizados para mejorar el rendimiento de la pesca a corto plazo han destruido los arrecifes de coral que mantenía la vida de los peces. El resultado de la deforestación para la producción agrícola a corto plazo ha sido convertir en tierra estéril bosques tropicales ricos en biodiversidad. La “generación del ahora” está dejando a las futuras generación un planeta carente de recursos.
Se construyen despreocupadamente plantas nucleares en zonas sísmicas o afectadas por tsunamis. Barras de combustible utilizadas se almacenan en las plantas, una práctica que aumenta el potencial destructivo de un accidente o catástrofe natural.
La amenaza más reciente proviene de las semillas modificadas genéticamente que producen plantas resistentes a los herbicidas. El ingrediente activo del herbicida de Monsanto, el Roundup, es el glifosato, un elemento tóxico que actualmente está contaminando las aguas subterráneas de España y que según el Organismo de Vigilancia Geológica de Estados Unidos, ahora “se suele encontrar en la lluvia y ríos de la cuenta del río Mississippi”.
En 2011 Don Huber, un patólogo de las plantas y microbiólogo de los suelos, escribió al secretario de Agricultura estadounidense acerca de las consecuencias no esperadas que tenían los organismos modificados genéticamente (OMG) y los herbicidas que se utilizan con ellos. Entre ellas citaba los efectos nocivos sobre los micro nutrientes críticos, la fertilidad de los suelos y los valores nutricionales de los alimentos. Citaba la degradación de las vías metabólicas que impide a las plantas acumular y almacenar metales como el hierro, el manganeso y el zinc, minerales que son importantes para el funcionamiento del hígado y la respuesta inmunitaria tanto de los animales como de los seres humanos. Citaba los efectos tóxicos sobre los microorganismos del suelo que han destruido el equilibrio natural lo que ha provocado un gran aumento de las enfermedades de las plantas. Citaba las muertes de ganado a causa del botulismo, el envejecimiento prematuro de los animales y un aumento de la infertilidad tanto en los animales como en los seres.
Huber afirmó en una entrevista que el poder de la industria agrícola ha hecho casi imposible investigar los OMG y que las agencias reguladoras que tiene la responsabilidad de proteger al público dependen de estudios interesados hechos por esta misma industria y carecen de una ciencia objetiva independiente sobre la que basar sus decisiones reguladoras (3).
En resumen, para garantizar unas cosechas extraordinarias durante algunos años estamos destruyendo la fertilidad de los suelos, y la vida animal y humana.
La humanidad lleva muchos años destruyendo el mundo. En su fascinante libro 1493 (4) Charles C. Mann describe los efectos adversos sobre el medio amibente, la población y las civilizaciones de la globalización desatada por Cristóbal Colón. Entre ellos se incluye la propagación internacional de enfermedades humanas y de las plantas, la deforestación, la destrucción de pueblos y de imperios, y el impacto que tuvo en la lejana China la plata española extraída del nuevo mundo.
Mann nos proporciona una lección de historia sobre las consecuencias involuntarias e imprevisibles de las acciones de las elites y de aquellos a quienes dominan estas elites. El gobierno chino había fijado la tasación en términos de la cantidad de plata, pero la importación de la plata española infló los precios (disminuyó el valor de una cantidad dada de plata) y dejó al gobierno sin ingresos suficientes.
Un gobierno o una dinastía posterior expulsó a los chinos de la costa para privar a los piratas de recursos. Los millones de personas desplazadas deforestaron las laderas de las montañas para mantenerse por medio de agricultura de terrazas. El resultado de esta deforestación fueron las inundaciones que no solo se llevaron por delante las terrazas sino también las cosechas de los fértiles valles que estaban más abajo. En consecuencia, las inundaciones se convirtieron en uno de los mayores obstáculos para la producción de alimentos en China.
Los primeros esclavos fueron los habitantes originarios del nuevo mundo conquistado, pero los “indios” no eran inmunes a las enfermedades europeas. Los blancos europeos constituyeron la segunda oleada de esclavos, pero los europeos no eran inmunes ni a la malaria ni a la fiebre amarilla. A falta de una alternativa, la esclavitud recayó sobre los negros, muchos de los cuales eran inmunes a la malaria y a la fiebre amarilla. Así, una fuerza de trabajo negra pudo sobrevivir en entornos infectos y pantanos recién creados en los que cultivar caña de azúcar, pantanos que eran el caldo de cultivo ideal para la malaria y la fiebre amarilla transmitidas por los mosquitos. Por supuesto, Mann se limita a informar, no está justificando la esclavitud, ni negra ni de ningún tipo.
Mann señala que el humilde mosquito tuvo un gran impacto en la historia estadounidense. La Línea Mason-Dixon Line divide la Costa Este en dos zonas, el sur, donde las enfermedades transmitidas por los mosquitos eran una amenaza endémica, y el norte, donde la malaria no era una amenaza. En el sur una persona que hubiera sobrevivido a la infancia y se convirtiera en adulta había adquirido la inmunidad. Los habitantes del norte carecían de esta protección.
Esto tuvo enormes consecuencias cuando los ejércitos del norte invadieron el sur. Mann informa de que la “enfermedad mató dos veces más soldados de la Unión que las balas o cañones confederados”. Entre los veranos de 1863 y 1864 el índice anual oficial de infección de lo que se denominaban “fiebres intermitentes” era del 233%. La enfermedad abatía más de dos veces al soldado medio del norte. En un año se infectaron 361.968 soldados. La mayoría de las muertes por malaria eran indirectas ya que la enfermedad debilitaba tanto a los soldados que morían de disentería, rubeola o infecciones.
El mosquito fue el aliado más poderoso del sur y, a pesar de la enorme superioridad numérica de las fuerzas de la Unión, prolongó tanto la guerra que Lincoln se vio obligado a hacer algo a lo que se oponía y declaró la emancipación de los esclavos. Así, escribe Mann, no es exagerado concluir que los negros fueron liberados por el mismo mosquito de la malaria que había convertido a los negros en la fuerza de trabajo preferida.
Mann demuestra que mucho antes del nacimiento del capitalismo la codicia llevó a los hombres a tratar de forma bestial a sus congéneres. También demuestra que las decisiones políticas, ya estén movidas por la codicia o por una bienintencionada motivación sociopolítica, inevitablemente tienen consecuencias inesperadas. Esta multifacética historia es una buena ilustración del viejo refrán “el hombre propone y Dios dispone”.
La colonización del nuevo mundo por parte del viejo devastó a los pueblos del nuevo mundo, pero este contraatacó con la propagación de las plagas que afectaron a las patatas europeas y con la inflación europea y española.
La destrucción del medio ambiente se produjo fundamentalmente a consecuencia de la deforestación y de las posteriores inundaciones que arrasaron los suelos. Antes de la tecnología moderna y de los productos químicos tóxicos, el planeta había sobrevivido a la humanidad.
Hoy las perspectivas para el planeta son diferentes. La población humana es vasta comparada con la épocas anteriores (lo que supone una presión mucho mayor sobre los recursos) y las consecuencias desastrosas de las nuevas tecnologías se desconocen en el momento en que se utilizan, cuando lo fundamental es el beneficio que se espera obtener de ellas. Además, estos costes son externos a los negocios, la corporación o la unidad económica. Los costes se infligen al medio ambiente, al resto de los seres humanos y de la vida animal. Estos costes no se incluyen cuando el negocio calcula su beneficio y la recuperación de lo invertido. Los costes externos de fracking , de la explotación minera en la cima de montañas, de la agricultura química y del los OMG pueden exceder el valor de los productos comercializables.
El mundo de los negocios no tiene interés en tener en cuenta estos costes porque hacerlo reduce sus beneficios y podría indicar que el coste total de la producción excede el valor del resultado. Los gobiernos han demostrado ser extremadamente ineficaces a la hora de controlar los costes externos debido a la habilidad de los intereses privado en influir en las decisiones del gobierno. Aunque un país hiciera frente a estos costes, otros países se aprovecharían de la situación. Las compañías que externalizan algunos de sus costes pueden pueden vender menos caro que las que asumen todos los costes de su producción. De este modo el planeta puede ser destruido por el beneficio y la conveniencia a corto plazo de una generación.
La principal lección del muy interesante libro de Mann es que los seres humanos de ahora no tiene una idea mejor de las consecuencias de sus acciones que los supersticiosos y nada científicos seres humanos de hace siglos. El hombre tecnológico moderno se deja engatusar tan fácilmente por la propaganda como el hombre antiguo por la superstición y la ignorancia.
Si usted duda de que la civilización occidental viva en una realidad artificial creada por la propaganda, vea este documental sobre las psyops (operaciones psicológicas, http://www.youtube.com/watch?v=lZiAV6fU2NM&feature=player_embedded #!). El documental hace un buen trabajo a pesar de divagar sobre dos cuestiones secundarias sobre las que adopta una postura tendenciosa. Es un tanto duro a la hora de culpar a los ricos y pasa por alto que Stalin, por ejemplo, tilizaba muchísima propaganda y no buscaba hacerse millonario. No todos los ricos están en contra de la gente. Multimillonarios como Roger Milliken y Sir James Goldsmith luchan en contra la deslocalización y la globalización, que aumenta la falta de poder de la gente en relación a las elites. Ambos han hablado en vano a favor de la gente.
El documental también culpa a la Constitución [estadounidense] de limitar la participación de la gran mayoría de la gente en el gobierno sin reconocer que la Constitución restringe el poder del gobierno y garantiza las libertades civiles convirtiendo a la ley en un escudo para el pueblo en vez de en un arma en manos del gobierno. No es culpa de la Constitución ni del padre fundador James Madison que el pueblo estadounidense sucumbiera a la propaganda de Bush y de Obama y renunciara a sus libertades civiles para estar “a salvo” de los “terroristas musulmanes”.
El documental muestra que la propaganda es una forma de control mental y, en efecto, el problema de Estados Unidos es que las mentes están controladas.
En 1962 Rachel Carson pilló a Monsanto con la guardia baja y logró hacerse oír. Hoy no hubiera conseguido que se le hiciera tanto caso. Operaciones psicológicas preparadas de antemano habrían entrado en acción para desacreditarla. Acabo de leer un artículo de un economista que escribe que unos economistas han decidido que el ecologismo es una religión, es decir, un sistema de creencias sin bases científicas que predica unos “valores religiosos”. Esto demuestra la poca importancia que los economistas atribuyen a los costes externos y la capacidad de los costes externalizados de destruir el poder productivo del planeta. Por ello, la pregunta “¿nos espera una primavera silenciosa?” no es mera retórica. Es real.
Notas de la traductora:
(1) Primavera silenciosa , Barcelona, Crítica, 2010 [traducción al castellano de Joandomènec Ros].
(2) El fracking , o fractura hidráulica, es una costosa y contaminante técnica de extracción de gas o petróleo por medio de la inyección a presión de algún material, normalmente agua, en el terreno.
(3) Véase las muy documentadas obras de Marie-Monique Robin, El mundo según Monsanto , Barcelona, Península, 2010, y Nuestro veneno cotidiano , Barcelona, Península, 2012.
(4) Este libro no está traducido al castellano, pero sí 1491, una nueva historia de las Américas antes de Colón , Madrid, Taurus, 2006 [traducción de Miguel Martínez-Lage y Federico Corriente].
PAUL CRAIG ROBERTS fue editor de The Wall Street Journal y secretario asistente del Secretario del Tesoro estadounidense. Es autor de HOW THE ECONOMY WAS LOST , publicado por CounterPunch/AK Press. Su último libro publicado es Economies in Collapse: The Failure of Globalism , publicado en Europa, junio de 2012. Se puede contactar con él a través de su página web website .
Fuente: http://www.counterpunch.org/2012/06/20/silent-spring-for-us/ Imagenes: seedmagazine.com - desdemimisma.blogspot.com - fotosjoseangelrodriguez.blogspot.com Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos