ESTO ES PARTE DEL CIRCO






- Plantando árboles en los desiertos

Un equipo de biólogos y meteorólogos de la NASA planteó una alternativa muy “práctica” para dejar de utilizar combustibles fósiles. Su plan es plantar enormes áreas con árboles de crecimiento rápido – por ejemplo, eucaliptos – en los desiertos del Sahara y del interior de Australia. ¿Que falta agua? ¡No hay problema! Los árboles serán regados con agua de mar tratada en una serie de plantas costeras de desalinización y canalizadas a través de una vasta red de irrigación. Facilísimo.
Tal plan destruiría, por supuesto, los desiertos, que no son tierras inservibles sino ecosistemas ricos y diversos en sí mismos. Ignora por completo la interdependencia fundamental de todos los fenómenos en la sutil urdimbre de la vida y ni siquiera se cuestiona dónde, cuándo y cómo se sentirán los impactos de ese cambio masivo.
El costo estimado del proyecto es enorme – US$ 1,9 billones por año. Pero los inventores consideran que “es la opción más prometedora y práctica (¡!) en base a la tecnología disponible actualmente para resolver el grueso del problema.”
Están conscientes de que hay algunos inconvenientes, pero dicen que “Si se requieren sacrificios para detener el calentamiento global, los ecosistemas casi inexistentes del Sahara central y los del interior de Australia parecen ser candidatos razonables, comparados con las demás opciones.” Si la idea es tan “práctica”, ¿por qué no sacrifican a otros “candidatos razonables”, como los desiertos que abundan en Estados Unidos, en lugar de los de África y Australia? Como diría Alicia (la del país de las maravillas): las soluciones climáticas se están volviendo “curioríficas y curioríficas”.
Fuente de información: “Forests in the desert: the answer to climate change?”, David Adam, guardian.co.uk, http://www.guardian.co.uk/technology/2009/nov/04/forests-desert-answer-climate-change
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- Detrás del atractivo nombre de “biochar”

Algunos malabaristas del circo climático están lanzando al aire el carbón para nuevamente atraparlo, pero ahora con un nombre atractivo. La propuesta de transformar residuos en carbón vegetal y enterrar miles de millones de toneladas en el suelo cada año convierte al carbón en “biochar”.
El carbón se produce a través de un proceso llamado pirólisis, por el cual la biomasa se expone a altas temperaturas en ausencia de oxígeno. Esto produce dos tipos de combustible además del carbón, el gasoil vegetal y el syngas, que pueden ser utilizados para calefacción y energía o refinados para fabricar agrocombustibles, es decir, gasolina para automóviles y, posiblemente, también para aviones.
Los promotores del “biochar” dicen que podría “refrescar el planeta”. Miles de millones de toneladas de biomasa, sobre todo de los árboles y de residuos agrícolas, serían transformadas en “biochar”. Pero no tienen en cuenta que esto requeriría la plantación de muchos millones de árboles… Se necesitaría mil millones de hectáreas de plantaciones para cultivar los árboles necesarios para producir “biochar” a una escala lo suficientemente grande como para generar un impacto sobre el clima.
¿Dónde se llevaría a cabo esta “solución de geo-ingeniería para el cambio climático global”? No en Estados Unidos, ni en Europa: África es el principal objetivo para el “biochar”.
Percibida convenientemente como un continente con abundante tierra disponible, que sólo espera ser “desarrollado”, África ya está experimentando la apropiación masiva de tierras para producir agrocombustibles y para inversiones agrícolas extranjeras. Las comunidades indígenas, los bosques, los recursos hídricos y la producción de alimentos se han visto gravemente afectados por las expulsiones, la inseguridad alimentaria y los conflictos territoriales que se suman a los impactos negativos del cambio climático.
Si bien es evidente que el “biochar” no está en posición de ganar la aceptación de la CMNUCC como solución para el cambio climático, la atmósfera de urgencia climática hace que los defensores de este remiendo tecnológico reduccionista tengan esperanzas de que su producto ingrese rápidamente en el mercado de carbono y que obtenga su acreditación en las negociaciones climáticas internacionales. Además, al circo climático podría gustarle el producto.
Fuente de información: “Biochar Land Grabbing: the impacts on Africa”, en http://www.gaiafoundation.org/documents/Biochar%20Africa%20briefing.pdf
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- Acrobacias varias: barcos de nubes, espejos espaciales, mares pulverizados con hierro y cosas por el estilo

Aquí llegan los acróbatas. El comité de expertos del Centro de Consenso de Copenhague está trabajando duro para sopesar soluciones verdaderamente reales para alterar el clima alterado. Veamos.
Los “barcos de nubes” se presentan como uno de sus proyectos más baratos y viables: 1.900 barcos a energía eólica, sin tripulación, dirigidos por satélite, recorrerían los océanos absorbiendo agua y esparciéndola en minúsculas gotitas a través de altas chimeneas para crear grandes nubes blancas. Estas nubes, según se predice, reflejarían alrededor del uno o dos por ciento de la luz solar que de otra forma calentaría el océano. Se reconoce que el proyecto podría afectar los patrones normales de lluvias y que la solución es ponerlos bastante lejos de la tierra, ... pero no de los ecosistemas marinos…
Esta idea “brillante” costaría sólo US$ 9 mil millones para ser probada y lanzada dentro de 25 años. Una ganga. Otros proyectos incluyen enviar espejos al espacio en cohete espacial para desviar los rayos del sol, esparcir hierro pulverizado sobre los mares para aumentar la cantidad de plancton que absorbe CO2, imitar los efectos de las erupciones volcánicas, que protegen de los rayos solares, por medio de una neblina química que tendría un efecto refrescante durante más de un año. Todo esto ha sido descartado por caro e inviable. ¡Imagínense!
El director del comité de expertos de dicha institución, Bjorn Lomborg, tiene ideas claras y afortunadamente llama al pan pan y al vino vino. Él cree que esos proyectos podrían probar que hay mejores formas de enfrentar el cambio climático que la de simplemente reducir las emisiones de CO2: “Debemos debatir sobre todas las opciones, no sólo la políticamente correcta de reducir el CO2.”
No podemos evitar citar algunos comentarios sobre esta noticia publicada por telegraph.co.uk (http://tiny.cc/pYlIv), que reflejan los sentimientos que estas “soluciones” despertaron en personas sensatas: “Brillante: ¿por qué no pensé en esto? ¿Esparcir el agua del océano en el aire para mitigar el creciente nivel del mar y curar la obesidad? Y mi plan sólo les costaría a ustedes, contribuyentes, US$ 230.000.000.000.” “Dirán que soy estúpido pero, ¿acaso Venus no está cubierto de nubes? Nubes que han permitido que la temperatura de la superficie aumente tanto como para derretir plomo.” “¿Cómo van a proteger a esos barcos contra los piratas somalíes? Está bien, esto me hizo reír. Y si me dicen que soy el único que pensó en “La Guerra de las Galaxias” cuando lo leyó, me voy a sentir muy desilusionado.”
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- El mercado de carbono: trapecistas sin red  

No hay nada como crear un problema para obtener un negocio. Al menos para los avezados hombres y mujeres de negocios. Así, detrás de las guerras está el negocio armamentista. Detrás de la inseguridad ciudadana, producto en gran medida de modelos de inequidad económica y social, está el negocio de la seguridad: seguros, sistemas de vigilancia, rejas, alarmas y políticos “salvadores” de mano dura. Detrás de la enfermedad está el negocio de la “salud”: la industria del medicamento y el poder médico corporativo. Y detrás del cambio climático están – ya adivinaron: las empresas y gobiernos que con su modelo de desarrollo extractivista, globalizado y consumista lo provocaron. Desde la Revolución Industrial destaparon la caja de Pandora de los combustibles fósiles enterrados en el subsuelo durante millones de años y los liberaron en forma de gases de efecto invernadero, provocando el recalentamiento de la atmósfera de la tierra. Después de muchos años se comprobó los graves impactos que ha tenido esto en el clima. Pero ellos no tienen miras de cambiar, y encima de todo quieren hacer dinero. Aquí llegan los trapecistas. 
El mercado de carbono, adoptado por el Protocolo de Kyoto de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, es un sistema complejísimo que ha sido adoptado por gobiernos, instituciones financieras y empresas para hacer frente al cambio climático. Se basa principalmente en tratar la capacidad del planeta de reciclar el dióxido de carbono, uno de los principales gases de efecto invernadero causantes del cambio climático, como un nuevo recurso escaso al que se lo convierte en mercancía, se le pone un precio y se lo vende al mejor postor. Esto evita que empresas y gobiernos cumplan verdaderamente el objetivo de reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero. Se apuesta así a una “solución de mercado”, vale decir, a crear sistemas de compra y venta de carbono, que se divide en unidades medibles. Supuestamente la “mano escondida” del mercado dará la solución. Mientras, el cambio climático es una “oportunidad” para el negocio. Y tras ella se lanzan los trapecistas, columpiándose en sus mercados, haciendo piruetas en el aire. Las piruetas son tales que terminan cumpliendo los objetivos de reducción ¡sin que ocurra ninguna reducción!
La comercialización de carbono adopta dos formas principales: el mecanismo bautizado como ‘cap and trade’ y la “compensación”.(1)
En el “cap and trade” un gobierno o autoridad central (como la Comisión Europea, por ejemplo) establece un tope (cap) sobre la cantidad de gases de efecto invernadero que puede emitirse en un área específica. Todas las empresas tienen determinados permisos de contaminación (créditos de carbono) y aquéllas que exceden el límite fijado pueden comprarles créditos a las que emiten menos. A la fecha, gran parte de los permisos se han otorgado de manera gratuita. El número de permisos concedidos se calcula de acuerdo a los niveles actuales de contaminación por gases de efecto invernadero, así que quienes más emitieron en el pasado, hoy son los más recompensados por el subsidio. En este estilo funciona el Sistema Europeo de Comercio de Emisiones (ETS), actualmente el mayor mercado de carbono.
La otra forma de comerciar el carbono es la “compensación”. Este sistema habilita a empresas, gobiernos, instituciones financieras internacionales e individuos – inicialmente de países del norte – que realizan actividades contaminantes, a financiar en otro lado - países empobrecidos del sur a los que hay que llevarles el “desarrollo” - proyectos que supuestamente permiten evitar emisiones de carbono. Con eso se supone que estarían compensando las emisiones – que de todas maneras continúan haciendo. La fórmula es: yo contribuí al cambio climático, te pago para que no lo hagas (supuestamente), pero ¡yo lo sigo haciendo! Perdón, ¿y la reducción? Así funciona el Mecanismo de Desarrollo Limpio administrado por Naciones Unidas.
Varios agentes bursátiles y economistas de la escuela de quienes estuvieron detrás de la reciente crisis financiera fueron los ideólogos del mercado de carbono, que ha resultado ser un fracaso con respecto a su pretendido objetivo de hacer frente al cambio climático. En efecto, desde su creación ha hecho lo opuesto a incentivar y reunir fondos para una transición hacia una economía libre de combustibles fósiles: no solamente permite a los principales contaminadores de combustibles fósiles eludir su responsabilidad de realizar un imperioso cambio estructural sino que sigue “exportando” ese modelo destructivo a países del sur. Un ejemplo son los proyectos de plantaciones de árboles a gran escala como “sumideros de carbono”, o para agrocombustibles, que ocupan territorios, desplazan pueblos, acaban con ecosistemas.

Por otro lado, la mercantilización de las emisiones de carbono ha dado lugar a un nuevo “colonialismo climático”. El comercio de carbono constituye una forma de privatización del aire limpio, de la atmósfera, y la privatización del permiso a contaminar. Quienes pueden pagar, pueden comprar “permisos” para contaminar el aire de otros. 

Otras propuestas, como el uso de biochar, energía nuclear e ideas fantasiosas como las referidas en algunos artículos de este boletín, están siendo consideradas seriamente en diversos sistemas de comercio de carbono. El propio inversionista multimillonario George Soros lo dijo con claridad: “Es posible especular con el sistema; es por eso que gusta a tipos de las finanzas, como yo – porque allí se encuentran oportunidades financieras”.
Más allá de la insensatez e irresponsabilidad de estos trapecistas de lanzarse – y lanzarnos – alegremente al vacío, y sin red, la tragedia es que crean entelequias, como los “créditos de carbono” o la “compensación” de emisiones, y hacen creer al mundo que funcionan como mercancías. O que funcionan siquiera. Así se han armado estructuras enormes, sesudas, con economistas y premios Nobel incluidos y alimentadas por cuantiosas cantidades de dinero, en torno a una enorme incoherencia. Esa incoherencia es la de igualar las emisiones de carbono de la biosfera (de los vegetales, el suelo, los océanos, los animales y los humanos), cuyo carbono se ha mantenido circulando en equilibrio desde que la vida humana se desplegó en el planeta, con las emisiones de carbono de los combustibles fósiles, el carbono subterráneo que recién irrumpió en la atmósfera hace unos 200 años y alteró ese equilibrio. Ese carbono sencillamente no puede ser devuelto por ahora al fondo de la tierra.(2) Y todas las propuestas que se hacen desde el mercado de carbono meten todo en la misma bolsa (o Bolsa) y no contemplan la medida de parar con lo que es el origen del problema: la extracción de combustibles fósiles.
¡Qué lejos está la solución del mercado de carbono de la verdadera solución al cambio climático: encontrar para la humanidad las formas de mantener bajo tierra lo que queda de combustibles fósiles y reorganizar los sistemas de energía, transporte y vivienda de las sociedades industriales! 
(1) “Carbon Trading. How it works and why it fails”, Tamra Gilbertson and Oscar Reyes, Dag Hammarskjöld Foundation, November 2009, http://www.dhf.uu.se/pdffiler/cc7/cc7_web.pdf 
(2) “An Introduction to Carbon Trading”, European Youth for Action, http://eyfa.org/eyfa_newsletter/carbon_trading
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- Carbono neutro: como por arte de magia

Es indudable que la temática del cambio climático ha llegado a la opinión pública. Pero en general queda en los titulares y el común de la gente tiende a pensar que es cierto que se avecina un gran problema pero que la ONU está trabajando por resolverlo y que seguramente la ciencia algo inventará.
Entonces los organismos especializados trazan “escenarios”, modelos, proyecciones, complejas fórmulas que presentan el tema de un modo aséptico y despolitizado, sin abordar el origen del problema: el consumo de combustibles fósiles. En cambio, se inventan fórmulas que distraen y dilatan las soluciones. Es lo que ocurre con la idea de que se puede ser “carbono neutro”: los magos del circo meten toneladas de dióxido de carbono en sus galeras, que luego muestran vacías para aplauso del público.
La cosa funciona así: se propone a empresas o individuos que pueden dejar en cero las emisiones de carbono que emiten por sus diversas actividades (su “huella de carbono"). Para ello alcanza con poner dinero en proyectos que supuestamente reducirían de la atmósfera la misma cantidad de carbono que emiten. Esto se ha convertido en otro “nicho de mercado”.
La empresa The Carbon Neutral Company lo ha aprovechado. En su página web ofrece un sistema para calcular la “huella de carbono” de las distintas actividades de personas o empresas: lo emitido en viajes en avión, en auto o en transporte público, o por consumo de energía, calefacción, etc. Todas esas actividades que el interesado va especificando dan un resultado que se mide en toneladas de emisiones de dióxido de carbono. ¡He ahí el rastro delator! Pero a no desesperar, ni pensar en cambiar el estilo de vida, porque la empresa brinda la solución: para “neutralizar” esas emisiones alcanza con invertir determinada cantidad de dinero – también resultante del cálculo – en algunos de los proyectos de su portafolio. Un sector de esos proyectos es, faltaba más, la forestación con plantaciones de monocultivos de árboles.
Pero, al igual que el acto de la galera ¡esto es un truco! Como ya ha argumentado el autor Kevin Smith, no sólo es imposible evaluar con certeza la cantidad de CO2 que absorben los árboles sino que, fundamentalmente, el carbono fósil encerrado en las profundidades de la tierra difiere totalmente del carbono que forma parte del ciclo del carbono vivo. Toda vez que se queman combustibles fósiles el carbono encerrado se convierte  en carbono activo. Pero no es posible hacer el procedimiento inverso. El carbono fósil liberado puede ser retenido por un tiempo en la madera de un árbol, pero a la larga,  cuando esa madera se queme o se descomponga, ese carbono terminará liberándose nuevamente a la atmósfera, sumándose al carbono activo.
La compensación de emisiones de carbono es un engaño. Los magos del carbono neutro quieren hacer negocios generando un estado de complacencia, y lo más grave es que con eso contribuyen a dilatar la toma de conciencia para la necesaria adopción de medidas drásticas con las que frenar el cambio climático.

Boletin 148 WRM

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