"Se deben crear alternativas al desarrollo"
Entrevista a Arturo Escobar
elnacional.cat
Arturo Escobar, antropólogo colombiano, se doctoró en Estados Unidos y es profesor en la Universidad de Carolina del Norte, pero trabaja mucho en Colombia, especialmente con comunidades negras. Vive a caballo entre Norteamérica y Colombia. Es uno de los mayores especialistas mundiales en antropología del desarrollo, pero también ha estudiado los movimientos sociales, el diseño, las transiciones civilizatorias y la ecología política. Ha venido a Barcelona, una ciudad que visita con cierta frecuencia, para asistir al congreso de Antropólogos Iberoamericanos en Red (AIBR). Nos recibe, relajado, en el jardín de una cafetería de la plaça Molina, muy cerca de Gràcia, un barrio que le fascina por la vitalidad de sus movimientos sociales.
Usted se formó en ciencias, pero terminó por dedicarse a la Antropología. ¿Cómo fue eso?
Yo estudié química en Cali, y tras terminar mis estudios empecé a preocuparme por el hambre en el mundo desde una vertiente técnica. A partir de aquí me vi obligado a cuestionar las políticas de desarrollo, e inevitablemente terminé por plantearme la misma ideología del desarrollo, que es usada como vehículo de penetración cultural. Cuando llegué a este punto, me pasé a la antropología y en este ámbito me fueron de mucha utilidad las teorías de Michel Foucault. A partir de las teorías de Foucault, que explica la utilidad del discurso como herramienta de dominio, empecé a trabajar sobre la invención del desarrollo.
Muchos europeos, cargados de buena voluntad, creen que la cooperación al desarrollo europea es la que puede resolver la situación de los pueblos de Latinoamérica. Usted, ¿qué les diría?
Tendría muchas cosas que decirles. En primer lugar se tendría que matizar sobre las posibilidades de la cooperación al desarrollo para solventar los problemas del mundo. Y se debe distinguir las intenciones de la cooperación de sus prácticas. Mucha gente que trabaja desde Europa con América Latina tiene muy buenas intenciones y desea realmente mejorar las condiciones de las poblaciones pobres y explotadas de esta zona. Pero la mayor parte de la cooperación no consigue impactar sobre los problemas más graves de los latinoamericanos.
¿Toda la cooperación es igual?
Es evidente que hay muchos tipos de cooperación. Yo distinguiría entre tres tipos: la cooperación al desarrollo, la más clásica; la cooperación a la justicia social, que coincidiría con lo que hacen organizaciones como Intermón Oxfam, que pretenden un desarrollo alternativo; y finalmente, lo que yo llamo “cooperación para las transiciones civilizatorias”, la opción más radical y la que yo, desde una visión latinoamericana crítica, creo que se debería reorientar toda la cooperación. Ya no se trata de buscar un modelo de desarrollo alternativo, sino de encontrar alternativas al desarrollo.
¿Qué piensa de las iniciativas de cooperación al desarrollo clásicas?
Por una parte tenemos las iniciativas más convencionales, como la ayuda multilateral, cuyo máximo ejemplo sería la política del Banco Mundial: esto ni siquiera se podría considerar cooperación. Por otra parte tenemos la cooperación clásica, que asume que el mundo seguirá funcionando de la misma forma que ahora funciona, aunque con pequeñas modificaciones. Es lo que proponen muchas de las agencias de ayuda bilateral: pretenden mejorar la situación de la gente manteniendo el sistema. La cooperación para el desarrollo, en esta opción sólo puede funcionar, como mucho, como paliativo, ayudando a grupos particulares. Puede implicar una cierta mejora, a nivel de escuelas, de sanidad, de ayuda alimentaria… Pero esto no conduce a ningún tipo de desarrollo, ya que agrava la dependencia. Ayuda más a los que ayudan que a los ayudados. Diría que es un tipo de estrategia que, como mucho, va a reducir ligeramente la pobreza. Es la continuación de las viejas teorías del desarrollo aplicadas a la situación contemporánea.
¿Cómo actuaría la cooperación para la justicia social?
Se trata de iniciativas más ambiciosas. La cooperación para la solidaridad, cuyo paradigma sería OXFAM, busca transformar el mundo. Se enfoca en tres ámbitos: la desigualdad, los derechos humanos y la destrucción ambiental. Propone que la cooperación debe contribuir a cambiar esta situación injusta. En este sentido, modifica algunas de las premisas del desarrollo, pero, en conjunto, forma parte de la teoría del desarrollo dominante, capitalista y patriarcal.
¿Cuál es la propuesta de la cooperación para las transiciones civilizatorias?
Se trata de una cooperación que cuestiona las creencias básicas de la teoría del desarrollo: el crecimiento, el individualismo, el progreso, la eficiencia, el capitalismo… Este tipo de cooperación apuesta por otra forma de pensar y construir lo que antes se llamaba desarrollo. Por ejemplo, en algunos puntos de América Latina han aplicado la teoría del buen vivir, una concepción holística, heredada de los pueblos indígenas, que plantea otra forma de relacionarse con las personas, con las comunidades y con el universo, y que no tiene nada que ver con las teorías del crecimiento capitalista.
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Arturo Escobar, antropólogo colombiano, se doctoró en Estados Unidos y es profesor en la Universidad de Carolina del Norte, pero trabaja mucho en Colombia, especialmente con comunidades negras. Vive a caballo entre Norteamérica y Colombia. Es uno de los mayores especialistas mundiales en antropología del desarrollo, pero también ha estudiado los movimientos sociales, el diseño, las transiciones civilizatorias y la ecología política. Ha venido a Barcelona, una ciudad que visita con cierta frecuencia, para asistir al congreso de Antropólogos Iberoamericanos en Red (AIBR). Nos recibe, relajado, en el jardín de una cafetería de la plaça Molina, muy cerca de Gràcia, un barrio que le fascina por la vitalidad de sus movimientos sociales.
Usted se formó en ciencias, pero terminó por dedicarse a la Antropología. ¿Cómo fue eso?
Yo estudié química en Cali, y tras terminar mis estudios empecé a preocuparme por el hambre en el mundo desde una vertiente técnica. A partir de aquí me vi obligado a cuestionar las políticas de desarrollo, e inevitablemente terminé por plantearme la misma ideología del desarrollo, que es usada como vehículo de penetración cultural. Cuando llegué a este punto, me pasé a la antropología y en este ámbito me fueron de mucha utilidad las teorías de Michel Foucault. A partir de las teorías de Foucault, que explica la utilidad del discurso como herramienta de dominio, empecé a trabajar sobre la invención del desarrollo.
Muchos europeos, cargados de buena voluntad, creen que la cooperación al desarrollo europea es la que puede resolver la situación de los pueblos de Latinoamérica. Usted, ¿qué les diría?
Tendría muchas cosas que decirles. En primer lugar se tendría que matizar sobre las posibilidades de la cooperación al desarrollo para solventar los problemas del mundo. Y se debe distinguir las intenciones de la cooperación de sus prácticas. Mucha gente que trabaja desde Europa con América Latina tiene muy buenas intenciones y desea realmente mejorar las condiciones de las poblaciones pobres y explotadas de esta zona. Pero la mayor parte de la cooperación no consigue impactar sobre los problemas más graves de los latinoamericanos.
¿Toda la cooperación es igual?
Es evidente que hay muchos tipos de cooperación. Yo distinguiría entre tres tipos: la cooperación al desarrollo, la más clásica; la cooperación a la justicia social, que coincidiría con lo que hacen organizaciones como Intermón Oxfam, que pretenden un desarrollo alternativo; y finalmente, lo que yo llamo “cooperación para las transiciones civilizatorias”, la opción más radical y la que yo, desde una visión latinoamericana crítica, creo que se debería reorientar toda la cooperación. Ya no se trata de buscar un modelo de desarrollo alternativo, sino de encontrar alternativas al desarrollo.
¿Qué piensa de las iniciativas de cooperación al desarrollo clásicas?
Por una parte tenemos las iniciativas más convencionales, como la ayuda multilateral, cuyo máximo ejemplo sería la política del Banco Mundial: esto ni siquiera se podría considerar cooperación. Por otra parte tenemos la cooperación clásica, que asume que el mundo seguirá funcionando de la misma forma que ahora funciona, aunque con pequeñas modificaciones. Es lo que proponen muchas de las agencias de ayuda bilateral: pretenden mejorar la situación de la gente manteniendo el sistema. La cooperación para el desarrollo, en esta opción sólo puede funcionar, como mucho, como paliativo, ayudando a grupos particulares. Puede implicar una cierta mejora, a nivel de escuelas, de sanidad, de ayuda alimentaria… Pero esto no conduce a ningún tipo de desarrollo, ya que agrava la dependencia. Ayuda más a los que ayudan que a los ayudados. Diría que es un tipo de estrategia que, como mucho, va a reducir ligeramente la pobreza. Es la continuación de las viejas teorías del desarrollo aplicadas a la situación contemporánea.
¿Cómo actuaría la cooperación para la justicia social?
Se trata de iniciativas más ambiciosas. La cooperación para la solidaridad, cuyo paradigma sería OXFAM, busca transformar el mundo. Se enfoca en tres ámbitos: la desigualdad, los derechos humanos y la destrucción ambiental. Propone que la cooperación debe contribuir a cambiar esta situación injusta. En este sentido, modifica algunas de las premisas del desarrollo, pero, en conjunto, forma parte de la teoría del desarrollo dominante, capitalista y patriarcal.
¿Cuál es la propuesta de la cooperación para las transiciones civilizatorias?
Se trata de una cooperación que cuestiona las creencias básicas de la teoría del desarrollo: el crecimiento, el individualismo, el progreso, la eficiencia, el capitalismo… Este tipo de cooperación apuesta por otra forma de pensar y construir lo que antes se llamaba desarrollo. Por ejemplo, en algunos puntos de América Latina han aplicado la teoría del buen vivir, una concepción holística, heredada de los pueblos indígenas, que plantea otra forma de relacionarse con las personas, con las comunidades y con el universo, y que no tiene nada que ver con las teorías del crecimiento capitalista.
¿De qué premisas parte la cooperación para las transiciones civilizatorias?
La cooperación para las transiciones civilizatorias cuestiona el mundo. Cuestiona las normas de este mundo, lo que no hacían los otros tipos de cooperación. Cuestiona el mundo moderno globalizado del capitalismo y argumenta que este tipo de mundo es la causa de la crisis social, climática y de significado que estamos viviendo hoy en día. Por eso aboga por la transición civilizatoria; es decir, por acabar con el modelo occidental del capitalismo patriarcal.
¿Cómo actúa la cooperación para la transición civilizatoria?
En primer lugar, esta cooperación parte de la base que se deben crear condiciones para el “buen vivir” como alternativa al desarrollo. No se trata tanto de conseguir un gran crecimiento, sino de garantizar el acceso de las poblaciones a aquellos bienes que ellas mismas consideran esenciales. En segundo lugar, esta cooperación actúa desde lo que se ha llamado “justicia cognitiva”: no sólo debe partir de los juicios de los expertos que vienen de las organizaciones del Norte, sino que la base de actuación deben ser los conocimientos que tienen las comunidades y las poblaciones. Se debe evitar imponer la propia visión del mundo a los otros, una cosa muy difícil en la práctica, pero uno de los principios básicos de este concepto de cooperación. En conjunto, la cooperación debe formar parte de una estrategia global, que no aborde sólo cambios en una región del Sur, sino que pretenda una reforma global del planeta, porque los problemas tienen un origen común. El Norte global debe reflexionar, también, sus estrategias, y debe plantearse muy seriamente el decrecimiento. La cooperación debe ser un puente entre transiciones: entre las del Sur global y las del Norte global.
¿Debemos, pues, renunciar al crecimiento?
Todos, Norte y Sur, debemos renunciar a la obsesión por el crecimiento. La obsesión por el crecimiento llevó al capital y a la modernidad que destruyeron y siguen destruyendo el planeta. El Sur necesita crecer en algunas áreas como salud y educación, para proporcionar condiciones decentes de vida para su población. Pero el Sur no puede evolucionar pensando sólo en el crecimiento y manteniendo una ideología extractivista. El decrecimiento debe ser para todos: las transiciones deben ser para todo el planeta. Debemos bajarnos del tren del progreso, que es el que está acabando con nosotros.
¿Dónde pretende conducir el mundo este tipo de cooperación?
No se quiere implantar un único proyecto como alternativa al modelo existente. Lo que se quiere es consolidar una multiplicidad de modelos en que se va a cuestionar la modernidad globalizada. El principio más interesante lo sugirió la revolución zapatista: “Queremos un mundo donde quepan muchos mundos”. A partir de aquí se ha acuñado el concepto de pluriverso, una alternativa al concepto tan extendido de universo. Hay un solo planeta, pero hay muchos mundos que pueden tener alternativas válidas y que deben poder convivir. En el mundo, hoy, hay conceptos de sociedad distintas; la cooperación para las transiciones se orienta hacia crear condiciones para que estos mundos subalternos puedan sobrevivir en el planeta.
¿Cómo debe ser la cooperación para no terminar oprimiendo a los supuestos beneficiarios?
Una cooperación responsable debe contribuir a la liberación de la madre tierra. Debe ayudar, también, a la autonomía de las comunidades y los pueblos implicados. Y, finalmente, debe contribuir al pluriverso. Para que esto sea así, debe trabajar con organizaciones de base que trabajen por sus derechos, por el buen vivir, por la defensa de la madre tierra… Pero, en realidad, muy pocas ONG pueden o quieren ayudar o financiar organizaciones políticas de base. Con frecuencia se niegan a trabajan con organizaciones étnicas y territoriales, que son las que tienen mayor capacidad de transformación social.
Con frecuencia los partidarios de la cooperación para las transiciones civilizatorias se refieren al posdesarrollo. ¿Qué es esto?
Se trata de una teoría que aparece en los años noventa, sobre todo por parte de intelectuales del Sur Global, como reacción al discurso del desarrollo. Se trata de una crítica a la modernización, al crecimiento… Desde el posdesarrollo los intelectuales de África, Asia y América Latina se negaron a que se les etiquetara como subdesarrollados y a que se los pretendiera desarrollar. El posdesarrollo no es una etapa que se alcanza, sino un espacio que se crea; un espacio para pensar las sociedades del Sur al margen del paradigma del desarrollo.
La cooperación para las transiciones civilizatorias cuestiona el mundo. Cuestiona las normas de este mundo, lo que no hacían los otros tipos de cooperación. Cuestiona el mundo moderno globalizado del capitalismo y argumenta que este tipo de mundo es la causa de la crisis social, climática y de significado que estamos viviendo hoy en día. Por eso aboga por la transición civilizatoria; es decir, por acabar con el modelo occidental del capitalismo patriarcal.
¿Cómo actúa la cooperación para la transición civilizatoria?
En primer lugar, esta cooperación parte de la base que se deben crear condiciones para el “buen vivir” como alternativa al desarrollo. No se trata tanto de conseguir un gran crecimiento, sino de garantizar el acceso de las poblaciones a aquellos bienes que ellas mismas consideran esenciales. En segundo lugar, esta cooperación actúa desde lo que se ha llamado “justicia cognitiva”: no sólo debe partir de los juicios de los expertos que vienen de las organizaciones del Norte, sino que la base de actuación deben ser los conocimientos que tienen las comunidades y las poblaciones. Se debe evitar imponer la propia visión del mundo a los otros, una cosa muy difícil en la práctica, pero uno de los principios básicos de este concepto de cooperación. En conjunto, la cooperación debe formar parte de una estrategia global, que no aborde sólo cambios en una región del Sur, sino que pretenda una reforma global del planeta, porque los problemas tienen un origen común. El Norte global debe reflexionar, también, sus estrategias, y debe plantearse muy seriamente el decrecimiento. La cooperación debe ser un puente entre transiciones: entre las del Sur global y las del Norte global.
¿Debemos, pues, renunciar al crecimiento?
Todos, Norte y Sur, debemos renunciar a la obsesión por el crecimiento. La obsesión por el crecimiento llevó al capital y a la modernidad que destruyeron y siguen destruyendo el planeta. El Sur necesita crecer en algunas áreas como salud y educación, para proporcionar condiciones decentes de vida para su población. Pero el Sur no puede evolucionar pensando sólo en el crecimiento y manteniendo una ideología extractivista. El decrecimiento debe ser para todos: las transiciones deben ser para todo el planeta. Debemos bajarnos del tren del progreso, que es el que está acabando con nosotros.
¿Dónde pretende conducir el mundo este tipo de cooperación?
No se quiere implantar un único proyecto como alternativa al modelo existente. Lo que se quiere es consolidar una multiplicidad de modelos en que se va a cuestionar la modernidad globalizada. El principio más interesante lo sugirió la revolución zapatista: “Queremos un mundo donde quepan muchos mundos”. A partir de aquí se ha acuñado el concepto de pluriverso, una alternativa al concepto tan extendido de universo. Hay un solo planeta, pero hay muchos mundos que pueden tener alternativas válidas y que deben poder convivir. En el mundo, hoy, hay conceptos de sociedad distintas; la cooperación para las transiciones se orienta hacia crear condiciones para que estos mundos subalternos puedan sobrevivir en el planeta.
¿Cómo debe ser la cooperación para no terminar oprimiendo a los supuestos beneficiarios?
Una cooperación responsable debe contribuir a la liberación de la madre tierra. Debe ayudar, también, a la autonomía de las comunidades y los pueblos implicados. Y, finalmente, debe contribuir al pluriverso. Para que esto sea así, debe trabajar con organizaciones de base que trabajen por sus derechos, por el buen vivir, por la defensa de la madre tierra… Pero, en realidad, muy pocas ONG pueden o quieren ayudar o financiar organizaciones políticas de base. Con frecuencia se niegan a trabajan con organizaciones étnicas y territoriales, que son las que tienen mayor capacidad de transformación social.
Con frecuencia los partidarios de la cooperación para las transiciones civilizatorias se refieren al posdesarrollo. ¿Qué es esto?
Se trata de una teoría que aparece en los años noventa, sobre todo por parte de intelectuales del Sur Global, como reacción al discurso del desarrollo. Se trata de una crítica a la modernización, al crecimiento… Desde el posdesarrollo los intelectuales de África, Asia y América Latina se negaron a que se les etiquetara como subdesarrollados y a que se los pretendiera desarrollar. El posdesarrollo no es una etapa que se alcanza, sino un espacio que se crea; un espacio para pensar las sociedades del Sur al margen del paradigma del desarrollo.
Usted tiene una sólida formación científica, pero no confía demasiado en los expertos, ¿por qué?
El conocimiento experto ha servido para crear y consolidar las formas de dominación que existen hoy en día, y esto lo aprendí leyendo a Foucault. Pero, por otra parte, en mi trabajo con las comunidades me empecé a dar cuenta de los conocimientos sofisticados que tienen los activistas. Saben cómo quieren que sea la vida de sus comunidades, y normalmente no se les presta atención. Las comunidades, como menos influidas por la modernidad están, mejor saben cómo convivir y cómo relacionarse con su entorno. En conjunto, los estudios de los expertos han contribuido a invisibilizar los conocimientos y saberes importantes y válidos que tienen muchos pueblos.
¿Qué ha cambiado del mundo con el estallido de la crisis de 2008? ¿Ha habido un replanteamiento del modelo?
Ni el Estado ni los actores políticos ha realizado ningún replanteamiento del sistema. Incluso las mismas personas que llevaban las altas finanzas en 2008 son las que las siguen llevando hoy en día. Sólo ha habido una mínima regulación del sistema financiero, pero sus bases son las mismas. En contrapartida, ha habido desde la base movimientos que se han planteado que era necesario un cambio: Occupy Wal Street, los indignados en España, las protestas afroamericanas en Estados Unidos, los movimientos campesinos en América Latina, nuevas propuestas intelectuales por la transición en diferentes partes del mundo… Este es el otro lado de la moneda. Gustavo Esteva, el pensador crítico mexicano, afirma que el modelo ya llegó a su fin y que las transiciones ya están ocurriendo. Están aumentando, a nivel mundial, los activismos en muchos sectores: en el ámbito de los alimentos, del transporte, de la salud, de la alimentación, de la energía…
¿Qué impacto tienen las redes sociales en la vida colectiva? ¿Suponen la aparición de nuevas formas de sociabilidad?
No tengo mucha esperanza en la solidaridad creada por las redes sociales. En los años noventa era optimista: creía que las redes sociales iban a crear nuevas formas de comunidad. En la práctica se ha exacerbado el individualismo, la separación, la adicción, la desconexión... Las redes sociales tienen un gran potencial para contribuir a la transición civilizatoria, porque pueden conectar sociedades a nivel local, regional y transnacional. Pero deben ser usadas de forma inteligente, para recrear comunidades reales, no sólo virtuales. Las redes deben fortalecer las comunicaciones cara a cara, no suplirlas. Pero hasta ahora, a nivel global, no han jugado este papel.
Fuente: decrecimiento.info - Imagenes: Pymex - Necesito De Todos
El conocimiento experto ha servido para crear y consolidar las formas de dominación que existen hoy en día, y esto lo aprendí leyendo a Foucault. Pero, por otra parte, en mi trabajo con las comunidades me empecé a dar cuenta de los conocimientos sofisticados que tienen los activistas. Saben cómo quieren que sea la vida de sus comunidades, y normalmente no se les presta atención. Las comunidades, como menos influidas por la modernidad están, mejor saben cómo convivir y cómo relacionarse con su entorno. En conjunto, los estudios de los expertos han contribuido a invisibilizar los conocimientos y saberes importantes y válidos que tienen muchos pueblos.
¿Qué ha cambiado del mundo con el estallido de la crisis de 2008? ¿Ha habido un replanteamiento del modelo?
Ni el Estado ni los actores políticos ha realizado ningún replanteamiento del sistema. Incluso las mismas personas que llevaban las altas finanzas en 2008 son las que las siguen llevando hoy en día. Sólo ha habido una mínima regulación del sistema financiero, pero sus bases son las mismas. En contrapartida, ha habido desde la base movimientos que se han planteado que era necesario un cambio: Occupy Wal Street, los indignados en España, las protestas afroamericanas en Estados Unidos, los movimientos campesinos en América Latina, nuevas propuestas intelectuales por la transición en diferentes partes del mundo… Este es el otro lado de la moneda. Gustavo Esteva, el pensador crítico mexicano, afirma que el modelo ya llegó a su fin y que las transiciones ya están ocurriendo. Están aumentando, a nivel mundial, los activismos en muchos sectores: en el ámbito de los alimentos, del transporte, de la salud, de la alimentación, de la energía…
¿Qué impacto tienen las redes sociales en la vida colectiva? ¿Suponen la aparición de nuevas formas de sociabilidad?
No tengo mucha esperanza en la solidaridad creada por las redes sociales. En los años noventa era optimista: creía que las redes sociales iban a crear nuevas formas de comunidad. En la práctica se ha exacerbado el individualismo, la separación, la adicción, la desconexión... Las redes sociales tienen un gran potencial para contribuir a la transición civilizatoria, porque pueden conectar sociedades a nivel local, regional y transnacional. Pero deben ser usadas de forma inteligente, para recrear comunidades reales, no sólo virtuales. Las redes deben fortalecer las comunicaciones cara a cara, no suplirlas. Pero hasta ahora, a nivel global, no han jugado este papel.
Fuente: decrecimiento.info - Imagenes: Pymex - Necesito De Todos