Hiperconsumo al borde del precipicio...

“Sigamos adelante”, le dice Thelma a Louise al final de la célebre película, sentadas las dos en su coche ante un enorme precipicio. Ven el suicidio como la única salida para no volver a lo de siempre en sus vidas. Es una decisión que toman conscientemente. Pues bien, pareciera que esa es ahora la consigna en esta sociedad de hiperconsumo, pero para una ciudadanía que, al contrario de Thelma y Louise, no es /no quiere ser consciente de lo que hay al final del recorrido. De esto va este artículo en la antesala de la orgía consumista que se inaugura con el próximo Viernes Negro para el Planeta.


Ángel Encinas Carazo 

Coordinador del área de Consumo de Ecologistas en Acción 


¿Es grave, doctor?

Las noticias alarmantes se van amontonando en este otoño del Hemisferio Norte lleno de presagios: subidas imparables de todas las energías, desabastecimiento de sectores industriales y países enteros, llamadas a acumular víveres por países como China y Austria,... Son todas ellas manifestaciones de una inestable recuperación poscovid y seguramente el anuncio de cambios profundos y decisivos en nuestras vidas. Pocos, muy pocos, se atreven a hablar del enorme elefante que tenemos en la habitación: el descenso energético, que, según los expertos, se está produciendo ya, sin que haya planes conscientes para abordarlo. Como el cáncer, que crece de forma indefinida y acelerada hasta acabar consigo mismo y el ser que habita, el capitalismo “necesita crecer y expandirse siempre hacia nuevas zonas y nuevos productos” solo puede existir creciendo hasta el final. Por eso tiene que continuar la fiesta como sea. 

En cualquier caso, “demasiadas cosas que parecían improbables están ocurriendo al mismo tiempo”. La sociedad de hiperconsumo de masas ha tocado fondo. No puede ser de otro modo cuando se basa en el crecimiento sin límite, y mientras que los datos físicos, geológicos y biológicos le impiden seguir por esa vía a causa de la finitud del planeta. Ante la enorme avalancha de alertas, llega ya la hora de la frenada y el retroceso, y para no pocos el hundimiento, el colapso[1].

Empieza de nuevo la fiesta zombi en los salones del Titanic

El monstruo Amazon y las grandes corporaciones del consumo ya están en el tema con su publicidad. En muy pocos años han conseguido universalizar el malhadado “Black Friday” estadounidense, y que sea el inicio de este circo demencial del hiperconsumo compulsivo. Es más: con el argumento de los problemas de desabastecimiento comentados anteriormente, se han inventado un “Black Friday anticipado” en las dos semanas centrales de noviembre. Ciertamente impresiona la capacidad del capitalismo para sacar negocio y rentabilidad al riesgo de colapso.

Sin embargo, salvo con mercancías y servicios puntuales, una oportunidad más para incrementar precios y beneficios,  no supondrán seguramente el fin de la fiesta por ahora, pero sí que nos anticipan un futuro cada vez más próximo marcado por el descenso energético de los combustibles fósiles y de materiales estratégicos imprescindibles en un contexto ya imparable de caos climático. Todas las fiestas se terminan, y este modo de vida imperial que llevamos celebrando una pequeña parte de la humanidad desde hace 200 años lo hará más pronto que tarde en un planeta finito y acosado en todos sus límites.

Mucho frío fuera, como para salir de la fiesta

En palabras de Branko Milanović “el capitalismo no existe fuera de nosotros. Esta mercantilización extraordinaria de casi todas las actividades, incluidas las que solían ser privadas, fue posible a causa de nuestra internalización de un sistema de valores que sitúa en la cima la obtención de dinero. Si este no fuera el caso, no habríamos convertido en mercancía prácticamente todo lo que puede ser mercantilizado”.

Esta internalización del sistema mercantil de valores es el mayor problema para salir de la fiesta, es la complicidad de drogadictos que han conseguido imponernos a través de los medios y el combustible que los alimenta, la publicidad. El sistema publicitario ha conseguido ocupar el lugar abandonado por los padres y no cubierto por la escuela, formateando con enorme eficacia nuestras mentes, colonizando nuestro imaginario y desviando nuestras necesidades. Recluidos en una jaula dorada llena de ruido y distracciones, no es nada fácil salir de ella. Por eso no está solo Serge Latouche, uno de los referentes mayores del decrecimiento, cuando escribe: “Dado que el progreso, el crecimiento y el consumo ya no son una elección consciente, sino una droga a la que estamos todos acostumbrados, y a la que es imposible renunciar voluntariamente, solo una catástrofe <<práctica>> y el fracaso histórico de la civilización fundada sobre ellos puede ayudarnos a abrir los ojos de los adeptos fascinados”[2].

En cualquier caso, y con los datos en la mano, si no vamos a un colapso repentino, sino gradual, como sostiene la mayoría de los analistas, lo que sí o sí nos espera muy pronto es el decrecimiento. Pero no es lo mismo un decrecimiento ordenado, controlado y dirigido socialmente, que una depresión caótica. Como dice Fernando Valladares, “una recesión sobreviene, un decrecimiento se programa. Por tanto, una recesión siempre tendrá más y peores efectos colaterales que un decrecimiento planeado”.

Posiblemente el problema que nos afecta a todos, incluidos los partidos progresistas, es que  ”lo ecológicamente necesario es hoy cultural y políticamente imposible”. Hace mucho frío fuera del salón del baile.

No hay cambios estructurales sin cambios individuales

Mientras tanto, podemos y debemos seguir haciendo pequeñas cosas con nuestras prácticas de consumo. ¿Para qué?, para demostrar que se puede salir de la fiesta, que hay vida más allá. Como bien nos hace ver Luis González Reyes, si es muy cierto que no se puede realizar ningún avance de fondo y realmente relevante sin cambios estructurales, el cambio de los hábitos individuales es fundamental porque no hay cambios estructurales sin cambios personales, porque nos sirve de gimnasia ciudadana para empoderarnos frente a la drogadicción consumista, y porque comunicamos más con los actos que con los discursos.

Como dice Jorge Riechmann en su último poemario, “Darnos la mano en la oscuridad/no derrota al monstruo/Pero nos salva del miedo”[3].


[1] Puedes consultar en Internet y RRSS el posicionamiento de autores de la importancia de Antonio Turiel, Pedro Prieto, Antonio Aretxabala, Ferrán Puig Vilar, Luis González Reyes, Juan Bordera, Carlos Taibo, Adrián Almazán, Carlos de Castro, Jorge Riechmann, Manuel Casal Lodeiro y revistas como “Viento Sur”“15-15-15”, más un largo etc que se pueden encontrar en esta bibliografía del colapso de J. Riechmann (2019, sin actualizar).

[2] Serge Latouche (2012). Salir de la sociedad de consumo. Ed. Octaedro, pg.122 

[3] Jorge Riechmann (2021). “Z”. Huerga y Fierro Editores. pg.103 


Fuente: https://www.elsaltodiario.com/consumo-que-suma/hiperconsumo-al-borde-del-precipicio-(1)-un-black-friday-gripado - Imagen de portada: Imagen de la campaña de Ecologistas en Acción frente al modelo de consumo que representa Amazon 


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