Muyuna Fest, cine selvático para aprender a flotar en un mundo que se hunde

La primera muestra de cine flotante de la historia emerge sobre las aguas del barrio de Belén, en la ciudad de Iquitos (Perú) para fomentar la conservación de la Amazonía y la soberanía audiovisual de los pueblos originarios: Todas las selvas comparten ese olor tan especial en el que se combinan la humedad y la exuberancia. Pero más allá de sus cualidades sensoriales y embriagadoras, la jungla esconde una vasta y compleja realidad donde convergen la explotación indiscriminada de personas y recursos naturales, la pérdida de biodiversidad y la desaparición del acervo de muchas culturas que se ven arrolladas por el avance de las lógicas mercantiles. La destrucción de los bosques tropicales y de los universos que protegen es, a su vez, un fenómeno cuyo impacto trasciende fronteras y contribuye a la crisis social y climática que se da a escala global.

Ramón P. Yelo
Iquitos (Perú)

Es en este escenario de debacle donde surge el Muyuna, un festival de cine flotante en el que se dieron cita las selvas del mundo para exponer sus diferentes facetas. “Creemos que las selvas están muy alejadas y desconectadas unas de otras pero comparten una serie de amenazas como la extracción acuífera de oro o el cultivo intensivo de aceite de palma en países como el Congo, Guinea, Perú o Ecuador”, precisa Daniel Martínez-Quintanilla, creador audiovisual y co-director de la iniciativa.
El lugar escogido para la ocasión fue la localidad de Iquitos, situada en las profundidades de la Amazonía peruana. Esta ciudad de medio millón de habitantes, paradigma de la presión que ejerce la urbe sobre el bosque amazónico, fue la sede de los talleres de formación y las exhibiciones del festival que se desarrollaron en distintos puntos del municipio desde el 15 al 26 de mayo. El escenario principal, una estructura flotante de madera, fue construido en el distrito de Belén, conocido como la Venecia Amazónica dadas las inundaciones que sufre anualmente debido a las crecidas fluviales. Es por eso que, durante la estación de lluvias, sus habitantes no caminan por sus calles, sino que las navegan.
La convocatoria tuvo un éxito inesperado y el equipo del festival recibió más de 1.100 filmes de diferentes países del mundo, de los cuales seleccionó una treintena para ser proyectados y considerados de cara a la premiación. Además, se presentaron cuatro largometrajes y numerosos cortometrajes elaborados en el marco de actividades de instrucción y creación audiovisual como los talleres en Belén y en la comunidad indígena del pueblo Ikitu (el cual da nombre a la ciudad que hospedó el certamen) o el Laboratorio Flotante, en el que se rodaron diferentes historias durante la travesía de un barco carguero que partió de Pucallpa con dirección a Iquitos.
Queda patente que el proyecto se distingue por su exotismo y ambición, pero también por las dificultades e incertidumbres de todo tipo que surgieron durante el proceso. Livia Silvano,  cineasta de 23 años, es una de las productoras del festival y expresa su satisfacción tras haber contribuido a organizar un evento que parecía imposible: “Nos decían que estábamos locos, que no teníamos dinero, que no teníamos tiempo o gente suficiente, pero ahora todo está pasando y ya no parece una locura”.
Cruce de caminos
La Muyuna es el torbellino de agua que se forma en el punto de encuentro entre dos corrientes fluviales a distintas velocidades. En la cosmovisión amazónica, estos remolinos son fuente de vida y de peligros, así como un vórtice de acceso para los seres mágicos que viven en las profundidades de los ríos. El festival, de esta manera, apela a este concepto y pretende ser un espacio de intercambio y colaboración para todas las personas que aman y defienden las selvas del mundo y a los pueblos originarios que las habitan. “La muyuna es el lugar donde bailan los peces pero también es esta mezcla de personas, ideas y emociones que se han encontrado y han ido dando vueltas desde que se empezó a pensar en el festival hasta el día de hoy”, describe Silvano con gran entusiasmo.
Es por ello que esta iniciativa es, ante todo, un ejercicio de confluencia entre trayectorias diversas con un mismo fin. Así lo percibe Julio Trino, productor cinematográfico y co-director del certamen, para quien “es maravilloso comprobar cómo personas con diferentes competencias y procedencias se unen por una pasión y atacan con todo, cómo llegan por múltiples caminos a la conclusión de que el cine es una herramienta de lucha”. Y es que el proyecto expone sus connotaciones políticas a través del lenguaje audiovisual de muchas de las películas seleccionadas, las cuales abordan temas relacionados con la resistencia cultural y la defensa de los derechos humanos y el medio ambiente.
En este sentido, cabe reparar en el concepto que, según los organizadores, funda este cruce de caminos que ha llevado a la consecución de un festival flotante en el corazón de la selva: la soberanía audiovisual. Dicha noción remite al derecho de todas las personas a intervenir y ejercer control sobre las representaciones audiovisuales de su propia realidad. De esta forma, potenciar, difundir y facilitar estas capacidades es la vocación principal de Sacha Cine y Sauntr, dos de las organizaciones impulsoras del certamen. La tercera entidad involucrada, Espacio Común, desarrolla proyectos de arquitectura y acondicionamiento urbano en colaboración con poblaciones vulnerables.
Sacha Cine surgió a principios de 2017 como un “club de amantes del cine” interesados en “trabajos audiovisuales con temáticas comprometidas, estructuras arriesgadas y poso moral profundo”, tal y como reza su presentación en redes. Poco a poco, la asociación fundada por Trino fue creciendo y desarrollando nuevas actividades como la producción cinematográfica y la organización de talleres de cine comunitario. Una de sus largometrajes más recientes, Sonido Amazónico, ha recorrido diversos festivales internacionales y fue proyectada durante el Muyuna en una sala de cine que se vio abarrotada de asistentes, entre los que se encontraban el director del filme, Luis Chumbe, así como buena parte de Los Fabulosos Wembler's de Iquitos, la legendaria banda que inventó la cumbia amazónica y protagoniza la cinta.
El certamen también contó con el apoyo y la colaboración de Kinomada, una red internacional de cineastas dedicados a la organización de laboratorios interculturales para la creación intensiva de cortometrajes en diferentes partes del mundo, y del Proyecto ÍCARO (Identidad para la Creación Audiovisual de Relatos Originarios), un colectivo formado por documentalistas de la Amazonía y Lima que realizan talleres de cine comunitario en lenguas originarias para poblaciones indígenas. “Empezamos a trabajar con las comunidades y nos dimos cuenta de que entregar la cámara a la gente y que las personas se vean reflejadas en la pantalla genera un espacio de empoderamiento y transformación”, comenta Martínez-Quintanilla, fundador de ÍCARO, mientras relata las primeras experiencias de hace más de una década.
El poder de la cámara

Gimena Cariajano, productora del festival, desconocía las posibilidades del cine como herramienta narrativa hasta que participó a través de la Organización de Estudiantes de los Pueblos Indígenas de la Amazonía Peruana en uno de los talleres del Proyecto ÍCARO. La  cineasta loretana de 24 años rememora aquellos momentos con gran emoción: “ Cuando tuve mi primer taller de cine comunitario, descubrí una herramienta para contar mi experiencia y alzar nuestra voz, para contar la realidad de un pueblo de la Amazonía y denunciar las problemáticas que se viven”.
Hasta la fecha, Cariajano ha producido varios cortometrajes como Nuwa Senchi, en el que aborda la violencia y opresión sufridas por las mujeres indígenas en la región peruana de Loreto, o Ipira Mama, sobre la pérdida de la lengua originaria del pueblo Kukama. También orienta sus inquietudes audiovisuales a la creación de contenido en redes, donde cuenta su experiencia como mujer indígena tras mudarse de una pequeña localidad rural a la ciudad de Iquitos. Es por eso que la joven productora siente una profunda alegría de pensar en “el nacimiento de muchas personas más que van a tomar el cine como herramienta de lucha y de protesta” gracias al alcance del Muyuna Fest.
Otra de las jóvenes cineastas que desempeñó un papel clave en la organización del festival es Livia Silvano. Ella también descubrió su vocación por el relato audiovisual gracias a los talleres formativos de Kinomada y el Proyecto Ícaro donde, según la productora iquiteña, elaboró su primer cortometraje sin tener noción alguna del proceso. “Mi primera película se llama Rafita y cuenta la historia de mi papá y de mis vivencias con él”, especifica Silvano. Su  última producción, Bufeo, ganó en 2023 un fondo de 200.000 dólares del Ministerio de Cultura del Perú y es una denuncia del abuso sexual que enmascara el mito del delfín rosado amazónico, el cual narra cómo estos seres mágicos salen las noches de luna llena y toman forma humana para raptar a las jóvenes de una comunidad y dejarlas embarazadas.
Todo empieza en Belén
Silvano nació y creció en el barrio de Belén y es aquí donde conoció a Daniel Martínez-Quintanilla durante la ejecución de su primer cortometraje, en el que éste participó como asesor y director de fotografía. “Acabábamos de grabar la película cuando Belén estaba inundado y Dani me habló de crear una muestra de cine flotante antes de que se fuera el agua”, recuerda la cineasta loretana.
Belén es una de las zonas más depauperadas de la región de Loreto, donde la pobreza monetaria (definida por el coste de la canasta básica de alimentos y otros enseres) supera el 40 %, según datos del Instituto Nacional de Estadística e Informática. Martínez-Quintanilla llevaba un tiempo barruntando la idea de organizar una proyección de cine flotante en la selva y pensó que la Venecia Amazónica era el lugar indicado: “Es un barrio lleno de historias, visualmente espectacular, pero sobre todo es un barrio que necesita reconocerse y creemos que la pantalla puede contribuir a eso”.
Ante la propuesta, Silvano respondió que su padre, Rafael, hacía de todo y podía construir un escenario de madera flotante antes del final de la estación, así que se pusieron manos a la obra. De esta forma, el 4 de junio de 2021 tuvo lugar la I Muestra de Cine en Lenguas Originarias del Perú con impulso de Sacha Cine y Proyecto Ícaro. Tras la celebración de esta primera experiencia, se abrió el camino hacia un objetivo más ambicioso bajo el siguiente lema: “En un mundo que se hunde, aprendemos a flotar”.
Aprender a flotar
Los organizadores del Muyuna Fest escogieron la consigna antes mencionada refleja la resiliencia extraordinaria de las poblaciones que viven en lugares como el barrio de Belén, donde la precariedad inunda cada día que pasa pero la vida resiste ante la adversidad. “Vivir en Belén es difícil, así que la gente niega su propia identidad y quiere ser mestiza lo antes posible para evitar la discriminación”, añade Martínez-Quintanilla.
El retroceso o desaparición de las culturas nativas es un fenómeno que se extiende por toda la Amazonía y se ve favorecido por la extensión del tejido urbano y de la presencia de actividades extractivas en el territorio. Cariajano siempre reivindica sus raíces achuar y señala que “cuando las personas olvidan su identidad y sus tradiciones y los jóvenes se avergüenzan de ser indígenas”, se acentúan las divisiones y eso provoca “mucha más discriminación, mucho más racismo y mucho más desprecio hacia los pueblos indígenas”.
De esta manera, la resistencia cultural emerge como una respuesta a la invasión de la selva por parte de las lógicas de la urbe y el mercado, tal y como argumenta Martínez-Quintanilla: “La gente que tiene una identidad minoritaria genera comunidad y esa comunidad al final trata de frenar un poco la debacle”. Es por ello que los talleres de cine comunitario se revelan como una herramienta poderosa a la hora de transferir competencias que promuevan el ejercicio de la soberanía audiovisual entre las comunidades que se ven silenciadas por la exclusión social y la falta de recursos.
Para el Muyuna Fest, se dispusieron cuatro actividades de capacitación audiovisual a las que asistieron cientos de personas: dos en la ciudad de Iquitos, uno con los alumnos del colegio San Francisco de Belén y otro en San Antonio de Pintucayu, comunidad nativa del pueblo Ikitu. Julio Trino nació en Granada (España) pero reside en Iquitos desde 2016 y sostiene que “hay un interés muy genuino por el cine acá en Iquitos, o sea, a la gente le gusta participar, le gusta observar y le gusta mirarse”.
La misma inquietud manifestaron los niños y adolescentes que participaron en los talleres de Belén, donde trataron problemáticas como la violencia sexual, la contaminación de los ríos y la venta de especies exóticas. Silvano fue una de las encargadas de dinamizar estas actividades y resalta el talento innato de muchos de los participantes: “La mayoría de los jóvenes de Belén no tienen celulares y te sorprende como se adaptan a la cámara a la cámara y aprenden a componer planos”.
De igual forma, los talleres celebrados en la comunidad de San Antonio convocaron a decenas de locales interesados. “Aquí siempre han imperado los sueños, los mitos y las visiones y hemos comprobado que el lenguaje audiovisual se adapta muy bien a la mirada de las comunidades”, explica Martínez-Quintanilla.
Laboratorio con destino a Iquitos
Es imposible llegar por tierra a Iquitos, la ciudad más grande del mundo sin acceso por carretera, por lo que la mayoría de las personas y las mercancías se desplazan por vía fluvial  debido al elevado coste del transporte aéreo. Henry 4 es el nombre de uno de los buques que abastece la localidad loretana y fue el escenario del Laboratorio Flotante, uno de los experimentos más llamativos del festival.
Un grupo de once personas de diferentes edades y procedencias se embarcaron en Pucallpa con destino a Iquitos y la intención de hacer cine durante el trayecto. “Veníamos de realidades muy distintas pero nos apoyamos en todo como una familia porque éramos compañeros de viaje y de rodaje”, confiesa Gabriela Delgado, una de las facilitadoras de la iniciativa. Según la documentalista peruana, un viaje de estas características permite conocer la selva en sus múltiples facetas: “Vas navegando por el río y te encuentras con diferentes comunidades, ves el bosque y luego la deforestación, ves el agua limpia y después la contaminación”.
El primer paso del experimento consistió en un proceso colectivo de escucha para indagar en los intereses de cada participante y en los motivos para implicarse en esta aventura. “Después de definir la búsqueda personal de cada uno, llegó el momento de la búsqueda audiovisual, de observar y encontrar”, alude Delgado.
Mauro López fue uno de los embarcados y se sorprendió al comprobar que el buque estaba lleno de historias interesantes: “Me di cuenta de que el cocinero tenía como mala onda y un día me quedé hablando con él a ver qué le pasaba”. Tras una larga conversación, el joven bonaerense se enteró de que su interlocutora era una mujer trans. “Me contó que se sentía oprimida porque la empresa no le dejaba pintarse o responder al nombre que ella quería, así que empecé a llamarla por su nombre, Bibi, y dejó de estar de mal humor”, concluye López.
Después de cinco días de travesía, el grupo desembarcó en Iquitos dispuesto a mostrar el resultado del experimento que tomaría la forma de ocho cortometrajes. Trino, por su parte, reconoce en este tipo de experiencias la huella de Sacha Cine y de las demás organizaciones involucradas en el impulso del certamen: “Un sacha doctor es un doctor que no es doctor y creo que lo que hacemos a veces es eso, un cine que no es cine, pero eso lo convierte en más cine todavía”.
Cine flotante
Las piezas audiovisuales elaboradas en los espacios formativos del festival se proyectaron en diferentes puntos de la ciudad y el área metropolitana de Iquitos, mientras que los cortometrajes admitidos para la competencia fueron exhibidos en el escenario principal, edificado sobre las aguas del barrio de Belén. El proceso de construcción estuvo a cargo de Espacio Común y, una vez más, contaron con la inestimable colaboración de Rafael Silvano, el padre de Livia.
Paula Villar es una de las fundadoras de Espacio Común y describe la estructura de madera como “una reinterpretación de las viviendas palafíticas de Belén que incorpora distintos elementos identitarios en su envolvente como las hojas de yarina, redes y cuerdas de pesca y tejidos y tramas de distintas culturas selváticas”. Según la arquitecta alicantina, implementar proyectos comunitarios que emocionen e impliquen a la población requiere explorar sus materiales y técnicas de construcción e intercambiar conocimientos: “Fuimos a Belén en diciembre y conocimos a los vecinos del barrio, realizamos entrevistas y talleres e investigamos la historia constructiva del lugar”.
Levantar un escenario sobre el agua es una tarea complicada pero, gracias a la experiencia de los constructores locales, se elaboró un diseño adaptado a las condiciones del entorno. “Esta pantalla es más grande y más complicada que la anterior, pero vengo realizando este trabajo ya muchos años y estoy seguro de que lo conseguiremos”, detalla Silvano.
Finalmente, la plataforma estuvo lista para la proyección de los cortometrajes en competencia y se convocó a los vecinos del barrio para que asistieran al evento. Decenas de botes empezaron a congregarse en las cercanías del escenario mientras el sol caía sobre el río Itaya. Fueron tres noches de cine flotante y más de treinta cortometrajes que la gente pudo disfrutar recostada sobre las barcas y mecida por las aguas de Belén.
Silvano, por su parte, se muestra satisfecho con el resultado obtenido y expresa que está “muy contento de ver que mi hijita está cumpliendo sus sueños y de haber contribuido a la celebración de un evento como éste en la comunidad”.
Y así es como llegó a su fin la primera edición del Muyuna Fest, el primer festival de cine flotante en tributo a las selvas del mundo. Durante el desayuno del día siguiente, Trino intercambia impresiones con sus compañeros y señala la importancia de reforzar los espacios formativos y de replicar la experiencia: “Es necesario que los individuos desarrollen su propia mirada y su propia identidad y creo que el cine ayuda a eso”.


Fuente: https://www.elsaltodiario.com/cambio-climatico/muyuna-fest-cine-selvatico-aprender-flotar-un-mundo-se-hunde - Imagen de portada: Las barcas se agolparon frente al colegio de San Francisco para disfrutar de tres noches de cine flotante.  DANIEL MARTÍNEZ-QUINTANILLA

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