«No pensamos en los residuos como un gran problema climático, pero lo es»
Al estar rodeados de mitos, falsedades y opacidad, no pensamos en los residuos como un gran problema climático. Sin embargo, “el 5% de todas las emisiones de los gases de efecto invernadero se atribuyen a los residuos sólidos y otro 8%, a los alimentarios. Juntos, suponen más que el transporte marítimo y el aéreo unidos”, explica el periodista británico Oliver Franklin-Wallis. En su libro Vertedero (Capitán Swing) realiza una investigación sobre la crisis mundial de los residuos –pasando por la India, Reino Unido, Ghana u Oklahoma, en Estados Unidos– con el fin de sacar a la luz la realidad que se esconde tras esta industria multimillonaria. Por el camino, se encuentra con empresas y activistas que demuestran que todavía estamos a tiempo de poner remedio a esta catástrofe medioambiental.
Entrevista de: Carlos Madrid
¿Por qué la industria de la basura es tan opaca? ¿Por qué no podemos saber dónde acaba lo que tiramos?
Los residuos son, por naturaleza, repugnantes: huelen, son sucios, inseguros, desagradables a la vista… Por eso, a lo largo de los siglos hemos construido un sistema de gestión diseñado para ocultarlos. Como resultado, pocos de nosotros vemos dónde acaban. Confiamos en que el sistema se encargue de ello. A lo largo de los años, la industria ha abusado de este procedimiento, de modo que la economía de los residuos que conocemos se basa, en el mejor de los casos, en datos erróneos y, en el peor, en mitos y falsedades. Este libro intenta abrir el telón de ese mundo.
Cada vez generamos más residuos. Tanto es así que en un momento llega a afirmar que “la economía actual se basa en la basura”. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
No pensamos en ello, pero los conceptos de materiales de «un solo uso» y «desechables» son, históricamente hablando, extremadamente nuevos. La mayoría de los plásticos no se popularizaron hasta la década de 1950. La moda rápida es aún más reciente. Producimos 2.000 millones de toneladas de residuos al año, y serán 3.300 millones en 2050. El problema de los residuos es que nosotros pagamos los costes, mientras que los productores se quedan con los beneficios. Es lo que los economistas llaman una «externalidad».
Incluso el propio reciclaje, como ocurre con el cartón o el plástico, depende del consumo para que siga funcionando.
Así es: la mayoría de las formas de reciclaje requieren una alimentación constante de material nuevo para seguir funcionando. Por eso, hablar de economía circular me parece a menudo engañoso. La cuestión con el reciclaje es que es la mejor opción que tenemos. Las alternativas son los vertederos, que producen metano y dejan estas bombas de relojería subterráneas para las generaciones futuras, o la incineración, que debemos abandonar lo antes posible. El reciclaje reduce las emisiones y crea empleo, si lo hacemos correctamente.
Sin embargo, durante décadas creímos que mucha de la basura se reciclaba. Hoy sabemos que no es así. ¿Qué pasa con ella entonces?
Durante muchas décadas, gran parte de los residuos del mundo –sobre todo los plásticos– se reciclaban en el extranjero, principalmente en China. Pero en 2018, este país decidió que no quería ser el contenedor de basura del mundo y cerró sus puertas. Desde entonces hemos visto que muchos de esos residuos no se reciclaban, sino que se quemaban o se vertían. Ahora los países han despertado y se preguntan: ¿qué merece la pena reciclar y quién debe hacerlo?
Muchos de estos residuos acaban en países como Vietnam o Ghana, donde no son reciclados. El problema es que muchas personas viven de nuestra basura, de nuestra ropa y tecnología. ¿Hay que afrontar este problema a nivel mundial? ¿Y tiene sentido hacerlo desde una mirada occidental?
El reciclaje es una enorme fuente de ingresos para millones de personas en todo el mundo. Y el mercado de segunda mano es aún mayor. El problema empieza cuando enviamos materiales que en realidad no son reciclables, o no son reutilizables, a países que no tienen sistemas avanzados de gestión de residuos, como Ghana. Allí hemos inundado el país con tanta basura de moda rápida que se puede ir a playas cubiertas de residuos de ropa hasta donde alcanza la vista.
Hechos como este, entre otros, hacen que sea una de las industrias más contaminantes y dañinas para el medioambiente. ¿Cuánto contamina?
No pensamos en los residuos como un gran problema climático, pero lo es. Se calcula que el 5% de todas las emisiones de los gases de efecto invernadero se atribuyen a los residuos sólidos y otro 8%, a los alimentarios. Juntos suponen más que el transporte marítimo y el aéreo unidos. Esto se debe en parte a que los residuos producen una enorme cantidad de metano, un gas de efecto invernadero que es mucho más eficaz para atrapar el calor que el dióxido de carbono.
Para combatirlo, ¿con los actos individuales es suficiente? ¿O debe recaer el peso sobre las empresas y gobiernos?
Todos generamos residuos cada día. Todo lo que posees ahora será un día un residuo, y alguien tendrá que limpiarlo. Pero históricamente culpamos a los individuos en parte porque, desde los años sesenta, la industria de los envases, los fabricantes de plásticos y otras grandes firmas han llevado a cabo enormes campañas de marketing culpándolos de ello en lugar de a las personas que realmente fabrican y se benefician de estos productos. Esto tiene que cambiar. Cuando se deja que grandes contaminadores como Coca-Cola se autorregulen durante tanto tiempo, el resultado es que se retractan de sus compromisos climáticos cuando les conviene. Así que ahora sabemos que la única respuesta son los cambios legales y el trabajo conjunto de los países para arreglar el sistema.
Aun así, en el libro usted se muestra positivo en muchos momentos. ¿Qué podemos hacer para cambiar el sistema?
Me siento positivo. En los últimos años, muchos países se han despertado y han aprobado leyes para luchar contra los residuos: para que los productores paguen más, para introducir iniciativas de derecho a reparación, para pasar a materiales mejores. Y hay innumerables personas que reducen los residuos de forma innovadora, ya sea mediante aplicaciones de reventa, startups de alquiler o materiales sostenibles. Lo importante no es cambiar solo como individuos, sino reconocer que necesitamos un cambio mucho mayor, uno que comprenda lo antinatural que es nuestro sistema actual.
También pone ejemplos de activistas y personas individuales que luchan contra ello. ¿Puede nombrar alguno que le llamara la atención?
¡Hay tantos! Me parece inspirador seguir a Boyan Slat, el director general de Ocean Cleanup, que pesca plásticos desechados en el océano Pacífico y construye interceptores en los principales ríos para evitar que lleguen al océano. Es un gran ejemplo de una empresa que persigue un gran objetivo y lo hace realidad, en lugar de un montón de promesas de greenwashing que no significan nada.
La basura nos explica como sociedad. ¿Qué dice de la actual?
Que no pensamos en el futuro hasta que es demasiado tarde. Tomemos una botella de refresco de plástico: podría tardar hasta 450 años en degradarse en el medioambiente. En el proceso, va a liberar microplásticos y nanoplásticos que podrían tener graves efectos sobre la salud de los seres humanos y el resto de la vida en este planeta. Producimos alrededor de 500.000 millones de botellas de plástico al año, ¡y eso es solo un tipo de residuo! La basura es el equivalente físico del calentamiento global: es algo que todos vemos y tocamos cada día. Tú puedes cambiar las cosas. Así que la pregunta que deberíamos hacernos es: ¿quién va a limpiar lo que tú ensucies cuando ya no estés?
Fuente: - Imagen de portada: El periodista británico Oliver Franklin-Wallis, autor del ensayo 'Vertedero'. Foto: CEDIDA POR EL ENTREVISTADO