Un océano de luz y plástico: ser un ave marina está cada vez más complicado
La pardela cenicienta se pasa la mayor parte de su vida en alta mar, volando bajo, acechando silenciosa a sus presas favoritas: calamares y pequeños peces que nadan cerca de la superficie, como anchoas. Esta ave, prima de los albatros y los petreles, tiene un cuerpo optimizado para vivir en el océano, que le permite volar cómodamente entre los fuertes vientos y sumergirse bajo las olas hasta 15 metros en busca de comida. Pero todo cambia cuando la pardela cenicienta vuelve a tierra para reproducirse y su camino se cruza con el de los seres humanos.
Juan F. Samaniego
Cuando llega el momento de construir los nidos e incubar el único huevo que ponen las hembras, las pardelas cambian su vuelo silencioso por un andar patoso y un constante ir y venir de sonidos nasales y guturales muy altos. Para el polluelo, una vez roto el cascarón, empiezan los problemas. Una de las áreas de cría favoritas de esta especie está en Canarias y Madeira (y en particular en los islotes Alegranza y Desertas). Allí, cuando la nueva generación alza el vuelo por primera vez, las luces de las infraestructuras y edificios que salpican la costa las despistan. En lugar de volar mar adentro, los polluelos se desorientan y acaban colisionando con los edificios o aterrizando en lugares que no se parecen en nada a su hábitat.
La contaminación lumínica es la causa principal de muerte no natural de la pardela cenicienta. Pero analizando los estómagos de los polluelos encontrados en Canarias, un equipo de científicos del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) ha descrito otro gran problema: más del 90 % de las aves habían ingerido plásticos. “Hemos monitorizado desde el año 2009 la ingesta de plástico por pollos de pardela cenicienta que mueren como consecuencia de la contaminación lumínica y los porcentajes de ingestión de plásticos son próximos a ese 90% desde entonces”, explica Airam Rodríguez, investigador del MNCN y autor principal de un nuevo estudio en el que se analiza el problema.
La corriente de Canarias, la corriente del plástico
La corriente de las islas Canarias es un afloramiento de aguas frías y profundas, ricas en nutrientes, que influye en el clima y en los ecosistemas de casi todos los archipiélagos macaronésicos (como Madeira, Cabo Verde o las propias Canarias). Es una corriente de gran productividad biológica y de mucha biodiversidad y, como tal, de gran riqueza pesquera. Esto, unido a la actividad turística, provoca que las aguas que rodean a las islas sean muy transitadas y que los focos de contaminación se multipliquen.
“La mayor parte de los plásticos que encontramos en los estómagos de los polluelos son pequeños fragmentos de nailon. Aunque no estamos 100% seguros, creemos que provienen de actividades relacionadas con la pesca que se lleva a cabo en la corriente de Canarias, esa zona con tanta productividad y que tan importante es para las flotas españolas y europeas”, añade Airam Rodríguez. Tras analizar el contenido estomacal de 116 polluelos de pardela cenicienta en Tenerife, Gran Canaria y Lanzarote, se identificaron 1.159 fragmentos plásticos. Las fibras transparentes o blancas que desprenden las redes y los cabos eran los residuos de mayor prevalencia.
Además, al tratarse de polluelos que estaban completando sus primeros vuelos y que todavía no habían iniciado su vida en alta mar, la gran cantidad de plásticos encontrada indica que estos residuos son un elemento habitual en la comida que les dan sus progenitores. «Sabemos que los padres se alimentan en zonas diferentes, porque los hemos seguido mediante GPS en este y en otros estudios. Además, hemos analizado isótopos estables que nos permiten ver que los pollos se han alimentado de presas diferentes. Pero la cantidad y el tipo de plásticos ingeridos por los pollos fue similar en todas las islas”, apunta el investigador. Para los científicos del MNCN, esto indica que la presencia de plásticos es uniforme a lo largo y ancho de la corriente de Canarias.
Los problemas de comer plástico
Las aves marinas como las pardelas, agrupadas en la orden de los procelariformes, tienen (como la mayoría de las aves) el estómago dividido en dos cámaras, llamadas proventrículo y ventrículo. En el primero se lleva a cabo la digestión química y en el segundo, la física, triturando lo que se ha ingerido. Cuando los padres capturan comida para sus polluelos, la llevan en sus proventrículos y luego la regurgitan en el nido. Sin embargo, cuando el contenido pasa al ventrículo, regurgitarlo es mucho más difícil por causa de una estrechez que separa ambos estómagos. Para los fragmentos que no se descomponen, como los plásticos, resulta completamente imposible hacerlo.
“Es por esta razón que las pardelas y otras aves similares tienden a acumular más plásticos en el tubo digestivo, ya que solo pueden expulsarlos por la vía anal cuando son de pequeño tamaño”, explica Airam Rodríguez. “La acumulación de plásticos ocupa un volumen en el estómago y puede causar sensación de saciedad aunque en realidad no nutre. Además, algunos plásticos pueden obstruir el tubo digestivo e incluso producir úlceras. Por último, también pueden transmitir contaminantes a los tejidos de las aves”.
Este es uno de los aspectos clave que los investigadores del MNCN estudian dentro del proyecto PlasThreat, un proyecto más amplio para entender la amenaza de los plásticos y los microplásticos en el medioambiente, financiado por el ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades y por la Unión Europea a través de los fondos NextGeneration. El proyecto, además de estudiar la presencia de plásticos y su impacto en las especies marinas, busca definir los métodos que permitan seguir la evolución de la salud de los ecosistemas y de este problema ambiental. Y aquí la pardela vuelve a jugar un papel clave.
“La pardela cenicienta es un fantástico modelo de estudio, pues la población canaria se alimenta en la corriente de Canarias, una zona de alta productividad pesquera y muy importante para las flotas españolas, europeas y mundiales. Además, parte de esta zona está bajo disputa territorial con Marruecos y el Sáhara, por su alta productividad y por los acuerdos pesqueros firmados entre la UE y los países de África Occidental. Así, tener una especie independiente que puede informarnos sobre la salud de ese ecosistema del cual nos estamos alimentando es muy interesante”, concluye Airam Rodríguez.
Fuente: https://climatica.coop/pardela-cenicienta-oceano-plastico-ave-marina/ - Imagen de portada: Ejemplar de pardela cenicenta en la costa de Gran Canaria. Foto: EDUARDO ROBAINA.