Australia / La granjera nonagenaria libre de definiciones: «No soy lesbiana, soy Isla Roberts»
Conductora de carruajes, granjera, ganadera, casi nonagenaria, completamente independiente y en pareja ya en la ancianidad con una mujer de su edad, Isla Roberts no se considera lesbiana, ni queer, ni una revolucionaria, ni nada de nada. Se considera Isla Roberts, una granjera más de Australia Meridional. Su vida, sin embargo, es lo suficientemente extraordinaria para que sus nietos la registren e incluso para acabar convertida en una película documental que rompe tópicos sobre ancianas, granjeros y la Australia profunda.
Por Jose A. Cano
La película de Marion Pilowsky ha llegado a los cines europeos tras dos años desde su estreno en el continente oceánico. Recibida como una película de temática queer, plantea también los límites de ciertas costumbres y modelos de explotación en la Australia rural, encarnadas en el empeño de la protagonista de continuar conduciendo carruajes de caballo el tiempo suficiente como para llevar a uno de sus nietos al altar. Más que una lucha contra los límites de la edad, o de la naturaleza que ha aprendido a domesticar de una forma u otra, Roberts pelea contra la idea de los demás de cómo debe o no vivir su vida, que ya es decir.
No deja de ser curioso que el conflicto se dé generacionalmente hacia abajo, por decirlo así, y no entre los iguales de Isla, otros ancianos que la conocen desde hace más de medio siglo y simplemente se alegran de seguir viéndola a diario y continuar vivos. Renegando de un marido muerto hace años –que limitaba su forma de entender la vida, la granja y a Isla en general y del que se separó en su día–, la mujer ahora se encuentra con el empeño de nietos y bisnietos en que abrace una definición de “salir del armario” que ni le va ni le viene.
Su pareja, Susan Phillips-Rees, sí asume las etiquetas que cree que pueden corresponder a su sexualidad, con un enfoque vital algo más urbanita y abrazando costumbres que a Isla también le resultan pintorescas, como el veganismo. La conductora de carruajes, convencida de hacer lo que le dé la gana como buenamente pueda mientras el cuerpo aguante, no parece tener problemas con las costumbres ajenas, aunque le vuele el cráneo eso de no comer carne, como buena granjera australiana.
Con todo, la vida familiar de Roberts no es nada fuera de lo común. Mantiene el contacto con sus vecinos, sus sobrinas o sus nietos y bisnietos, acude a eventos ganaderos y discute del tiempo con unos y con otros. Aunque su forma de llevar la granja esté lejos de los conceptos de sostenibilidad o ecologismo que puedan plantearle a su alrededor, no lo vive como un conflicto, sino como parte de las diferencias que crea el fluir de la vida. Quizás el magnetismo de la señora, más allá de la energía y alegría de vivir que transmite en todo momento, esté en esa renuncia no tanto a las etiquetas como a los juicios y restricciones a los que parecen venir asociadas.
Parte de la poesía de Isla’s Way es que el director de fotografía, David Magarey Roberts, es, precisamente, uno de los nietos de Isla, así que la luz con la que elige congelar en el tiempo la historia de la conductora de carruajes es con la que retrata, en realidad, su propia historia familiar. Cuando la conductora de carruajes visita la antigua granja donde vivió con el marido muerto, ahora en ruinas, Magarey Roberts está rodando las cenizas de un origen compartido que no fue del todo feliz. Cuando retrata a su abuela junto a Susan, está cerrando ese círculo.
La épica de Roberts, por otro lado, se debate entre el individualismo de la cowwoman y el sentimiento de pertenencia obvio de quien se sabe parte de una especie en peligro de extinción. Aunque muchos análisis se han centrado en su negativa a identificarse como una persona queer –“no soy lesbiana, soy Isla Roberts”, afirma en el arranque de la película–, el colectivismo desfasado de Isla se expresa en otras maneras, no encajando necesariamente en las definiciones que necesite ningún marco ideológico.
Así, el paseo en carruaje al nieto el día de su boda tiene la importancia del ritual, un espacio que comparten pese a cierta incomprensión de la cosmovisión del otro, creando un relato propio, más allá de la necesidad de encajarse en lugares. Una ventana a la esperanza de la comunicación basada, si se me permite la cursilada impropia, en el amor.
Fuente: https://climatica.coop/resena-documental-islas-way/ - Imagen de portada: Foto: ‘Isla’s Way’.