EL SÍNDROME DEL COMETA HALLEY Y DE NOSTRADAMUS




El mundo tiene una atracción fatal hacia los finales. Cada vez que se aproximaba el cometa Halley, millones de personas se persignaban ante la creencia de que todo se iba a acabar. Nostradamus aparece de tanto en tanto para decir que todo termina al fin. Cualquier meteorito que se visualiza en los modernos aparatos tecnológicos es un alerta sobre lo que puede suceder. Hay miles y miles de signos que nos despiertan el ansia por terminar. Ahora, otro nuevo hecho nos pone los límites y dispara todo tipo de teorías apocalípticas; es el famoso cambio climático.

Ninguna de las convenciones, reuniones internacionales o conferencias de las partes despertó tanto terror como la próxima de Copenhague, donde se buscará un acuerdo post Kyoto sobre gases de efecto invernadero. Como si la firma en un documento fuera la panacea para liberarnos de un futuro en versión catástrofe.

En los últimos días se han acelerado estos pesimistas pronósticos. Se hace sin medias tintas. Se habla a calzón quitado del fin del mundo y los hacen destacadas personalidades del mundo científico, económico y académico. Uno de ellos, Jeremy Rifkin, quien se hizo famoso por su teoría económica sobre el hidrógeno. Para el economista internacional, en apenas 30 o 40 años el mundo no será tal como lo conocemos. Aseguró que las predicciones del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), que auguran un incremento en las temperaturas de 3 grados centígrados para el presente siglo, volverán al Planeta a la situación climático en que se encontraba hace 3 millones de años. Si ese aumento fuera de tres grados más –algo previsto por los científicos si no se toman medidas urgentes para la mitigación- sería “el fin de la civilización humana”, precisó.

En el mismo sentido, pero con un tono más dramático, el director de la Federación Nacional de Productores Agrícolas de Kenia, John Mutunga, dijo que si no se logra un acuerdo de la comunidad internacional en la próxima XV Conferencia de las Partes, “África podría desaparecer muy rápido”. Para el dirigente africano se deberán tomar medidas que detengan el incremento de la temperatura en un límite de 1,5 grados centígrados. La marca de los 2 grados que piden los países desarrollados ya no parece ser una tabla de salvación. Llegar a ese “extremo” sería “letal y desastroso” para todo el mundo, dijo.

Hasta organizaciones poderosas como la Agencia Internacional de la Energía consideraron que para evitar “lo más parecido a la destrucción del planeta” se deberá invertir hasta el 2030 ni más ni menos que 3,5 billones de dólares, lo que representa el 1 por ciento del Producto Bruto Mundial. Si esto no sucede, la temperatura del planeta se elevaría en “6 grados centígrados”. El director de Análisis Económico de ese organismo, Faith Birol, vaticinó que “el equilibrio total del planeta está en juego”. Muchas palabras y muchos actores diciendo lo mismo. ¿Es una tragedia anunciada?. Si así fuese, la inoperatividad de los líderes mundiales debe asustarnos en serio. Hasta tal punto la ineficacia se hizo carne en todo el planeta, que organizaciones ambientales suplicaron al presidente brasileño, Lula Da Silva, -una estrella que brilla cada vez más en el firmamento internacional- que tome cartas en el asunto e influya en sus colegas para que se llegue a un rápido acuerdo. El fin del mundo parece que está cerca y ya no se trata de predicciones futuristas de Nostradamus. El síndrome parece mutar hasta convertirse en una aterradora realidad.

Fuente: medioymedio.com.ar

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