Las camisas de fuerza de la democracia

                             Chile: La libertad para ser oprimidos
Por Mario Briones R.
 
Los cambios involucrados en la sociedad que nos ha tocado vivir, probablemente a partir del industrialismo, ha producido fenómenos políticos, económicos y sociales, cuyos lineamientos han controlado la forma en que se conducen las relaciones humanas, con tal convicción, que tal vez fue la hebra que inspiró a F. Fukiyama a escribir en 1992, “El fin de la Historia y el último hombre”, como su acto de mayor rendición intelectual y pleitesía al capitalismo.
Como si hubiera ocurrido un juicio final, sólo quedó en pié la doctrina económica neo liberal, desterrando o declarando muerto el resto del pensamiento filosófico, económico y social que existe, sobre el cual nos falta qué consensuar, para cambiar el iluminismo neo liberal que ha trastocado y degradando lentamente el núcleo donde se generan las decisiones personales, el corazón del hombre.
Con cada crisis fue aumentando la desarticulación de la integridad en la convivencia humana, con la familia, los amigos, en el trabajo, siendo reemplazadas por relaciones de interés económico, hasta que nos fuimos olvidando de nuestra propia naturaleza solidaria. El poder fue forjado al amparo de una ideología política y económica, basado en el crecimiento sin límites de un mundo idílico, propuesto por un fanatismo agresivo que repetía hasta el cansancio, ser los portadores del camino a la riqueza y la equidad, donde la libertad sería un concepto inútil e innecesario de invocar.
Ronald David Laing, un psiquiatra escocés, hace varias décadas atrás expresó una idea muy interesante, dijo, “Cuando lo que pensamos que hacemos no coincide con lo que en verdad hacemos, caemos en suposiciones que influyen sobre nuestras actitudes y podemos llegar a encontrarnos lo bastante confundidos como para no advertir que estamos perpetuando prácticas que no comprendemos.” Efectivamente, nos condicionaron para decirnos que íbamos a ser los nuevos tigres asiáticos, hasta que nos dimos cuenta que éramos simples gatos caseros, que habíamos perdido otra cuota de libertad.
Los que sí se convirtieron en enormes y agresivos tigres fueron los empresarios que sembraron el terror en los trabajadores con su visión atomizadora de la sociedad, una necesidad vital para ellos, porque les permitió implantar en las empresas una concepción individualista de vanguardia, cuyo principio fue la explotación del trabajador medido ahora en “valor agregado”, dentro de altos niveles de especialización y educación que fue demandando la globalización, la misma que ellos armaron para aumentar las utilidades. Fijados los estándares para el lucro y cuando el resultado no coincidía con lo esperado, crearon un nuevo concepto, la famosa “flexibilidad laboral” que cumplió dos objetivo, culpar al trabajo por una supuesta “rigidez” y justificar el despido de millones de trabajadores en todo el mundo.
Junto con la fragmentación de la sociedad en individuos sin cohesión, se forjó una condicionante más nefasta aún, demolieron el concepto de vocación personal, lo que es propio de la diversidad humana, la opción que tienen las personas para ser felices, la misma que en otras épocas permitió la existencia de un Beethoven o de un Miguel Ángel. El trabajo pasó a ser “mano de obra” escindida dentro de una faceta multifuncional, lo que significaba que un profesor saliera en la mañana a dictar un par de horas de clases en un liceo, y en la tarde se convirtiera en chofer de taxi, para poder sobrevivir.
Prestigiosas universidades financiadas por los magnates empresariales, aportaron nuevas teorías cuya finalidad fue corregir la estela de pecados que ha dejado el capitalismo a su paso, y como un medio para socializar a las nuevas camadas de ingenieros y economistas dispuestos a comprar cualquier teoría, que les permita escalar en las nuevas posiciones de éxito, desde donde re-construir y recrear este modelo de explotación humana, con expresiones formuladas matemáticamente, donde Ud., como ya lo estará pensando, es el componente con valor, cero (0), posición en la cual no puede darse cuenta, en qué parte de la economía le infligen la derrota y donde lo oprimen con nuevas exigencias, hasta que Ud., se encuentra pateando al perro, o insultando al primero que se ponga por delante, por qué no logra entender qué sucede.
Nuestro país ha cambiando es cierto, sin embargo, seguimos imbuidos en la misma esencia del país donde un día se alzó el tirano para dictaminar que sólo habrían leyes “buenas”, erradicando del reinado todas las que eran “malas” para siempre. Por eso la “genialidad“ de los que aconsejaron al tirano, que aún se ven deambulando por la corte, fue estipular que de todas las leyes “buenas”, la mejor de ellas, la que fijó la rueda de la fortuna, es la que prohíbe a los súbditos jóvenes preguntar o cambiar las leyes “buenas”, aún si fuesen injustas o arbitrarias. La facultad para hacerlo quedó como herencia para los viejos y sabios consejeros de la corte, cuando coincidan 3/5 ó 4/7 de ellos para cambiarlas.
Y de ahí para adelante quedó establecido por los siglos de los siglos, que los dueños de la verdad del pensamiento humano universal le sería dado a “El Mercurio” o “La Tercera”. Lo que digan ellos será verdadero y “bueno”, lo demás será “malo”, por lo tanto, es un invento la existencia de jóvenes frustrados que viven en la pobreza con familias que sucumbieron hace rato a la descomposición social y que no fueron la protección que cualquier niño necesita para crecer. Por eso tiran piedras y es suerte que no sean balas.
Como estamos en presencia de una ideología transnacional, cada vez más jóvenes norteamericanos toman un rifle de alto poder y disparan contra sus compañeros o profesores en un colegio o universidad de EE.UU., sin que se asocien estos actos con la descomposición social de la sociedad norteamericana, cuyo modelo económico está dejando en el abandono a millones de jóvenes con o sin estudios universitarios, cuyos líderes se esconden en la cobardía para no decirles que, “no hay espacio para ellos”, porque ya no los necesitan, ahora usan robots.
¿Qué poder de libertad tenemos hoy para decidir algo? La misma que estableció Henry Ford en 1908 cuando produjo su auto Ford T. y dijo, “Los clientes pueden pedir cualquier color para su auto, siempre que este sea negro”, es decir, nada. Por ello, la era “fordiana” no solo es recordada como la producción en cadena de los automóviles Ford T, también fue el encadenamiento del trabajo humano.
A través del tiempo y desde la niñez (niños que apenas caminan van a los pre-kinder) construyen en el inconsciente necesidades compulsivas que son asociadas a una escala de valores fundada en el reconocimiento material que luego miden con el éxito personal de unos pocos privilegiados, un jugador de futbol ó una actriz de cine, etc. Los nuevos estándares de producción para los países del tercer mundo, están propiciando que niños africanos sean raptados y vendidos por sus propios familiares, para trabajar en plantaciones de cacao. A eso llaman “valor agregado” en la cadena de producción de las transnacionales y es la forma en que el mundo civilizado puede disfrutar de deliciosos chocolates, a un alto precio, a bajo costo, pero con enormes utilidades.
En ese mismo sentido, el desplome de un precario edificio de 8 pisos con 3.122 trabajadores en su interior, en el suburbio de Daca, Bangladesh, que provocó la muerte de más de 300 trabajadores no es más que un costo residual en la producción de prendas de vestir de marca, para que las grandes cadenas de retail, puedan venderlas en el primer mundo, a un alto precio. La ley de “las ventajas comparativas” justifica que en Bangladesh, estén los 4.500 talleres textiles insalubres, donde producir a bajo costo.
Poco sabemos, porqué a través del tiempo, el comportamiento humano ha ido conspirando contra su propia naturaleza, perdiendo libertad de expresión. Los sociólogos, psiquiatras, y otras disciplinas tienen mucho que decir. Sin embargo, cobra mucha fuerza la idea que se activan mecanismos defensivos internos como negar, aislarnos, etc., producen una represión interna, que inconscientemente bloquea lo que nos angustia, hasta que nos vamos quedando sólo con la libertad para ser oprimidos.
Fuente: elciudadano.cl -  Imagenes: www.sexenio.com.mx -
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España: La camisa de fuerza de la democracia
Arturo González

Cierto que con el consentimiento de los votantes (y de los no votantes, pero actualmente todos los ciudadanos llevamos puesta una camisa de fuerza como la que impide a los locos sus movimientos; con la diferencia de que en este anómalo caso los locos son quienes nos la han puesto y no los que la llevamos. Se han tensado tanto las cuerdas de la democracia que no podemos revolvernos contra los loqueros. 
España es un manicomio, y nosotros sufrimos esas reglas de organización y conducta. El Gobierno es el director del centro psiquiátrico, y el Parlamento su Consejo de Administración. No queda resquicio para que la reclamación social de toda índole sea escuchada y atendida. Por culpa de la maldita mayoría absoluta, auténtica marca registrada de este modelo de camisa de fuerza. Si somos buenos y nos portamos bien, dentro de cuatro años, ya dos y medio, nos permitirán la posibilidad de cambiar de marca y sastre, pero entretanto somos enfermos en tratamiento. Si te desmandas te muelen a palos, y si quieres ejercer tus derechos te dejan sin postre, sin recreo y sin trabajo. El Reglamento funciona a la perfección. Y abarca todos los campos, la economía, los derechos laborales, sociales, educativos, humanos. Y el director del Centro no da explicación alguna, no lo considera necesario, ya cuenta con la carta-papeleta de conformidad de ingreso.
No obstante hay locos de primera, locos de segunda, y hasta locos de tercera cuyo número aumenta sin tregua.
En realidad el Centro es una dictadura disfrazada. Aquí no hay descamisados. Y si alguien intenta descamisarse lo apiolan socialmente. Porque en el fondo los locos unos están contentos y otros, resignados. Se saben víctimas sin remisión. Algunos sufren brotes de violencia, pero con la sola queja, puesto que no hay lugar para practicar la acción, son enviados a las celdas de castigo. ‘Todo se puede conseguir sin violencia’, reza en el frontispicio del Centro psiquiátrico, antes llamado manicomio. Como si el nombre cambiara los contenidos.
El tratamiento médico-político es durísimo, te medican contra la protesta y lentamente te van extirpando el aguijón del inconformismo. Algunos locos esconden gasolina, pero pronto son descubiertos. Otros se manifiestan por las tardes en las plazas, calles y jardines del Centro, y los loqueros saben que eso entra en la terapia del desahogo. En los edificios colindantes hay otros centros también psiquiátricos con menos clientes.
Las camisas de fuerza son el uniforme. Lo peor y más humillante de ellas son los esfuerzos que los encamisados hacen con los brazos para, impotentes, intentar liberarse. Porque mataron nuestros físicos, pero no nuestras ansias, nuestros deseos y nuestros corazones. La libertad es la hermana mayor de la democracia. No necesita uniformes. Simplemente, los locos quieren que se les escuche. Yo, al menos, tengo la sensación de estar prisiones dentro de una camisa de fuerza tanto a escala individual como colectivo. No les había votado para esto. No sé si ustedes tienen esa misma sensación o es que efectivamente estoy loco.
Fuente: : publico.es - Imagenes: ulpilex.es - notianza.blogspot.com

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