Colombia: el cóndor andino retorna a sus territorios ancestrales

Se cree que hay entre 130 y 150 cóndores volando en cielo colombiano. De ellos 90 pueden ser silvestres y el resto sobrevivientes de procesos de reintroducción

Olga Cecilia Guerrero Rodríguez
 
Para los indígenas Arhuacos que habitan en las estribaciones de la Sierra Nevada de Santa Marta, en el Caribe colombiano, el cóndor andino (Vultur gryphus) simboliza el espíritu guerrero de los ancestros… el guardián del aire, las montañas y los nevados.
Es en la Sierra donde se encuentra la población de cóndores silvestres más grande y antigua de Colombia.
Cerca de un centenar de enormes pájaros negros conforman el grupo que sobrevuela ‘la montaña costera más alta del mundo’ como la describe la ciencia, o ‘el centro del universo… que regula la salud de la tierra’, como la conocen los nativos.  Desde esas escarpadas cumbres es que en las últimas décadas, algunos individuos del grupo han salido para remontarse en las corrientes de viento que viajan hacia los Andes.
Ruta del repoblamiento
El cóndor andino es emblema nacional desde hace 183 años, cuando fue incluido como parte del escudo de armas, con sus alas extendidas a punto de alzar el vuelo.

Los expertos indican que para que haya un proceso de repoblamiento efectivo se necesita un seguimiento constante de las poblaciones actuales, apoyo a la comunidad y garantía de abundante alimento.

Para 1989 los reportes del libro Aves de Colombia, de Steven Hilty y William Brown, indicaban que el cóndor existía únicamente en dos extremos de Colombia: en el nororiente las poblaciones se restringían a la Sierra Nevada de Santa Marta, en los departamentos de Cesar, Guajira y Magdalena. Y en el sur, en el páramo de Chiles, en Nariño.
En el resto de los corredores paramunos donde se sabía habían sido abundantes las aves, a comienzos del siglo XX, se carecía de información.
Miguel Barrera Rodríguez, investigador de la ruta de repoblamiento del cóndor en Colombia, cuenta que las probabilidades eran dos: o estaban muy escondidos o la especie había desaparecido definitivamente de estas zonas.
En 1997 se confirmó su presencia en el Perijá (Cesar), más tarde aparecieron reportes de avistamientos en el Páramo de Cáchira (Norte de Santander) con 10 ejemplares.
A partir de 2003 los biólogos recibieron datos de la Sierra Nevada del Cocuy, Chita o Güicán (Boyacá), donde no se tenían informes desde 1977; lo mismo que del páramo de Almorzadero (Santander), área vecina a El Cocuy.
El ave fue acercándose al centro del país y en 2012 apareció el último registro que se ha tenido más al sur de la cordillera oriental: ocurrió en el páramo de La Rusia (Boyacá), cuando soldados del Ejército fotografiaron una hembra juvenil.
“Da la impresión de que se estuvieran redistribuyendo por sí mismos desde la Sierra Nevada de Santa Marta hacia el sur. De ahí para allá no sabemos, pero sospecho que si ese proceso sigue, van a llegar hasta los páramos de Chingaza y a Sumapaz (Cundinamarca). Este último es muy importante porque conecta a las aves de la cordillera Oriental con la Central. Pienso que en algún momento se dará esa conexión, si es que ya no ha pasado y no la hemos registrado”, explica Barrera a Mongabay Latam.
Para el biólogo, la importancia de esto es que de ahí al sur no hay interrupción porque los Andes siguen hasta Tierra del Fuego en Chile y Argentina. “Lo más destacable es que es un proceso de recuperación natural muy eficaz, ya que se trata de ocupar nichos con buena oferta de hábitat, ampliando el área de distribución de la especie y disminuyendo la competencia por hábitat, lo que estamos haciendo los biólogos son solo pañitos de agua tibia”.
Emigraron por competencia
¿Qué es lo que comen los cóndores para mantener la población? se preguntaba Barrera mientras observaba planear a juveniles en la Sierra y pensaba en la importancia de ver cóndores pequeños porque era indicio de que la población se estaba dinamizando. La respuesta llegó del antropólogo Javier Rodríguez, quien le explicó que durante la época de la Colonia hubo varios intentos de poblar la Sierra Nevada, pero fue muy complicado por la compleja topografía.
El avance colonizador alcanzó a introducir ganado vacuno, caprino y cerdos cimarrones (domesticados que se volvieron silvestres), que formaron una fauna cimarrona abundante. De esos animales se alimentan los cóndores. Además, dijo que algunas comunidades de la zona, si bien no quieren mucho al cóndor, sí lo respetan y son incapaces de agredirlo.
“Las tasas reproductivas que hay allá son normales. Los cóndores tienen una estrategia de reproducción lenta pero efectiva con alto grado de sobrevivencia, aunque se crea lo contrario, y el resultado es que la población ha crecido mucho y la competencia hace que algunos migren para otras partes. Como hay hábitat y comida en todos los páramos de la cordillera oriental, ellos se han expandido. En resumen, es por la competencia que habría unos 100 o 120 en la sierra, los demás han tenido que emigrar”, explica Barrera.
Cóndores nativos en Santander
Una población nativa que se cree proviene de la Sierra es la del páramo de Almorzadero, en Santander. Muchos de sus habitantes dicen no haberlo conocido antiguamente, otros tienen como referencian al buitre negro, golero o gallinazo (Coragyps atratus), que también proviene de la familia Catarthidae. Esta palabra se deriva del griego ‘Kathartes’ que significa ‘el que limpia’, y obedece a los hábitos carroñeros que permiten ser el gran reciclador de la naturaleza.
Por eso causó novedad el vuelo de esas aves majestuosas en los gélidos parajes de los municipios de Cerrito, Guata, San Andrés, Málaga, Concepción y Carcasí.
Es allí donde la organización Neotropical, liderada por el biólogo Francisco Ciri con el apoyo del investigador Fausto Sáenz, identifica el territorio, evalúa la población y trabaja con las comunidades. Han participado de este proceso que ya lleva tres años la Corporación Autónoma Regional de Santander (CAS), las alcaldías de la zona y la Universidad Javeriana.
Para llegar a Cerrito los investigadores deben viajar siete horas desde Bogotá y permanecer temporadas de ocho a 15 días. Luego van tras los refugios del cóndor en jornadas de 4 a.m. hasta medianoche. El equipo toma la alimentación y se hospeda en casas campesinas o acampa en áreas montañosas, generalmente con bajas temperaturas y mal tiempo. De esta manera Neotropical realizó un censo simultáneo regional (a la misma hora en muchos puntos) en el que encontró que hay 14 ejemplares nativos.
La organización, además de los estudios sobre población y hábitat, debe atender conflictos cóndor-humano, ya que se han presentado muertes de corderos recién nacidos al no tener un buen manejo de las crías por parte de sus dueños. Neotropical lo explica de esta manera: las aves se alimentan de la placenta que cae de la oveja, pero cuando esta abandona al recién nacido para que salga solo, el cóndor se lo come. “Hemos tenido que ir a recoger cóndores muertos por consumo de cebos envenenados”, indica Ciri.
Una de sus principales tareas es ejecutar programas educativos para la comunidad y buscar alternativas que permitan la convivencia hombre-fauna.
“La gente poco a poco va aceptando la educación ambiental. Por eso necesitamos darle mejores condiciones de vida para que haya un intercambio, en el que el gobierno ayuda a las familias y estas quieran proteger a los cóndores. Esperamos plantear un turismo rural por avistamiento porque sin el apoyo de la comunidad estos animales no sobreviven, es imposible que haya conservación. Esto es clave porque la caza acabó con la fauna de gran tamaño y aquí ya no hay alimento silvestre para las aves, las únicas fuentes de comida son los ganados de la gente que habita los páramos”, explica Ciri.
Cree que las disposiciones sanitarias actuales no ayudan a los cóndores porque cuando el ganado muere estos no pueden comer los cadáveres. Las normas dicen que deben ser enterrados o incinerados.
Lo mejor de su trabajo, advierte, es aportar al conocimiento de la especie y convocar a varias universidades con tesistas de maestría y doctorado. También lograr que unas 40 familias campesinas comprendan la importancia del ‘mensajero del sol’.
La Fundación creó este año el Festival Nacional de Cóndor, en Cerrito, donde también adelanta un proyecto de seguridad alimentaria para fomentar las huertas caseras, en la vereda El Hatico. “Queremos dignificar al cóndor y esto va desde el conocimiento de los locales hasta los caricaturistas nacionales que comparan a los cóndores con ratas cuando tocan temas de corrupción. Ellos deben conocer mejor la especie, ¿qué ideario están construyendo?”, se pregunta Ciri.
Libres en los páramos 
 El cóndor es monógamo, su pareja es para toda la vida, con ella construyen nidos en grietas rocosas y riscos impenetrables como estos del páramo Almorzadero en Santander. 
Foto: Fausto Sáenz – Alejandra Parrado.

Para las zonas donde no existían cóndores silvestres se instauró en 1989 el Programa Cóndor Andino, que buscaba rehabilitar las rutas naturales de dispersión del animal a lo largo de las tres cordilleras colombianas.
Fue promovido por la autoridad ambiental de la época, el Instituto de Recursos Naturales (Inderena), la Fundación RenaSer, ocho corporaciones autónomas y luego, el Ministerio del Medio Ambiente.
Se basó en la reintroducción de cóndores al medio natural, traídos de fuera del país, en especial del Programa de Cría en Cautiverio del Zoológico de San Diego (Estados Unidos).
La primera liberación de las 70 realizadas fue en el páramo de Chingaza (Cundinamarca), y a partir ese momento hasta 2005 siguieron Puracé (Cauca), Chiles (Nariño), Parque de los Nevados (Caldas), páramos de Belmira, San Cayetano y Sicunsí, lo mismo que en el Parque Nacional Natural El Cocuy (Boyacá), este último entre 2011 y 2013.
“Se calcula que casi tres décadas después debe haber nacimientos no registrados, hay información de muchos cóndores juveniles, pero no se puede verificar si son nativos, liberados o mezclados. Ahora ya están revueltos, eso es bueno por una parte, pero para el seguimiento científico no”, advierte Barrera.
Cree que tocaría hacer capturas y estudios genéticos para saber cómo están las poblaciones y en el caso de los que viene de afuera, leerles el microchip que traen.
De las entidades que han trabajado en el programa, la más juiciosa en el seguimiento ha sido Corpocaldas, asegura. “Las demás áreas no porque son zonas muy grandes algunas con terrenos inaccesibles. Cuando comenzaron las primeras liberaciones el orden público era muy complicado, era casi imposible ir a ciertos sitios, por tanto, se perdió mucha información valiosa”.
En 2005 el Ministerio de Ambiente y Corpoboyacá actualizaron el Programa Nacional para la Conservación del Cóndor Andino y diseñaron el Plan de Acción 2006-2016, que incluye un Comité Técnico Nacional para fortalecer el programa.
Finalizado el Plan de Acción, en el que se convocó a las entidades con una serie de tareas, ¿cuáles son los avances del repoblamiento?
Antonio José Gómez Hoyos, funcionario del área de Bosques, Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos del Ministerio de Ambiente, relata que en 2015 se hizo un taller internacional con expertos de Chile y Ecuador. Se concluyó que existen vacíos en los datos de la reintroducción y no se tiene consenso sobre las poblaciones naturales.
Gómez Hoyos y estudiosos del tema indican que esto hace que las cifras que se manejan en diferentes instancias no sean las definitivas, a pesar de las investigaciones y la experiencia acumulada todos estos años. No se ha logrado analizar de manera continua y precisa el estado actual de los grupos poblacionales (número de individuos y estructura), ni conocer en detalle su genética y ecología (hábitat, reproducción, crianza y vuelo).
Los investigadores lamentan que muchos de los individuos han perdido sus marquillas de identificación, lo cual complica el reconocimiento en terreno.
Las razones para que no haya un estudio sistemático van desde las dificultades de acceso a las zonas de anidación, hasta la falta de presupuestos, coordinación interinstitucional, interrupción de monitoreo y falta de estrategias de educación ambiental y social, en algunas regiones.
Volvió moderadamente
 Los cóndores tienen una amplia capacidad de vuelo que les permite buscar el alimento consistente en animales descompuestos, este no está adaptado biológicamente para ser cazador. Foto: Olga  Núñez
 
Para 2002 se estimó una población nacional de 60 individuos. Han pasado 15 años y el Libro Rojo de Aves de Colombia  publicado en marzo pasado por la Universidad Javeriana y el Instituto Humboldt, da la noticia de que a 2017 serían de 130 a 150 cóndores los que vuelan en el cielo colombiano.
“De estos 90 pueden ser silvestres y entre 35 y 40 corresponderían a los sobrevivientes del proceso de reintroducción y las nuevas evidencias de reproducción”.
El libro considera este avance como una “moderada recuperación poblacional como consecuencia de medidas de conservación y un programa de reintroducción en parte de su distribución histórica” y mantiene a la especie en la categoría En Peligro Crítico de extinción en estado silvestre.
Antonio José Gómez dice que se requieren fondos para hacer un censo simultáneo en todos los núcleos poblacionales. “Hay conversaciones iniciales con el Zoológico de San Diego para temas de financiación, pero por ahora no hay confirmación ni fechas”.
Pese a que hay ofrecimiento de nuevas donaciones, el Ministerio quiere verificar primero el estado del Plan de Acción y de los animales: “Las liberaciones se han detenido en los últimos años porque la línea estratégica del programa de conservación quiere evaluar cómo va el proceso para saber si ha funcionado y se pueden traer más especímenes”.
Nacen en zoológicos
La otra parte del programa de reintroducción comprendía a los zoológicos. Una de las primeras parejas de cóndores traídas de San Diego (1989) fue llevada al Zoológico de Cali (Valle) con fines de reproducción y estudio. Tres años después aparecieron los primeros huevos.
En 1993 se creó infraestructura para que los animales anidaran, y en efecto, en 1995 nació una hembra denominada Calima. Esta vez el huevo salió del nido a una incubadora artificial y luego fue incubado y criado por un par de gallinazos rey (Sarcoramphus papa), indica el reporte de Germán Corredor en el Programa de Conservación de Cóndor Andino (2006).
Hasta el 2005 en el zoológico habían nacido siete cóndores, de los cuales dos murieron. De los cinco restantes tres crecieron con gallinazos rey como padres sustitutos y los otros dos a través de una técnica de títeres parentales. Calima y un macho llamado Andino fueron liberados en el Parque Los Nevados en 1997 y 1999. Yacaira, en el páramo de Siscunsí, en Boyacá, en 2004 y los dos restantes se enviaron al Centro de Rehabilitación de Alta montaña en Guasca (Cundinamarca), que dirige el médico veterinario Orlando Feliciano.
La Sociedad de Ornitólogos de Chile en convenio con la Asociación Colombiana de Parques Zoológicos (Acopazoa) donó en 2015 los últimos seis cóndores que entraron al país. En el Bioparque Wakatá del Parque Jaime Duque, cerca de Bogotá, son seguidos dos cóndores mediante cámaras y análisis de datos comportamentales. Dos más son estudiados en el zoológico de Medellín (Antioquia) y la otra pareja, en el Aviario Nacional, en Cartagena (Bolívar). El fin de este proyecto es lograr la reproducción para una posterior liberación de crías.
“Se ha hecho monitoreo y en este momento hay una pareja en enamoramiento. Se esperará hasta mayo de este año para saber si hay posibilidades que haya monta o postura para una posible cría”, destacó Gómez.
El ave, conocida como ‘mensajera del sol’ fue categorizada para Colombia como En Peligro Crítico (CR), la recuperación de la población se considera como moderada por el Libro Rojo de Aves de Colombia, publicado en marzo de este año. Foto de Mauricio Ramírez, Fundetrópico.
Ven resultados
El último cóndor visto en el Parque Nacional Natural de Los Nevados, en los departamentos de Caldas Quindío, Risaralda y Tolima, fue en 1967.
La pérdida de la especie en el área protegida hizo que hace 20 años iniciara el programa de repoblamiento a cargo de la Corporación Autónoma Regional de Caldas (Corpocaldas), en alianza con la Unidad de Parques Nacionales.
Al área protegida llegaron 14 aves a la fecha. Las primeras cinco fueron monitoreadas por tres años, tiempo en que se lograron adaptar. Una migró hacia Nariño, en el sur del país. Luego los seguimientos fueron más distanciados. En un censo simultáneo reciente lograron avistar nueve cóndores, pero confían en que el mal tiempo y la falta de cobertura en toda el área les impidió saber de los demás.
Los investigadores han realizado estudios de rango de vuelo, concluyendo que las aves tienen un alcance que supera las 58 000 hectáreas. También analizaron la disponibilidad de hábitat, en la que determinaron que el parque podría albergar hasta 50 cóndores con suficientes sitios de anidación y alimento para el crecimiento poblacional.
En reproducción hay buena nuevas. “Quince años después de iniciado el programa, confirmamos un primer nacimiento que ya ‘vuela’ en el parque de Los Nevados. Esto significa que los cóndores ya están maduros, porque cuando llegaron eran pichones y casi no sabían volar. Ya han quemado etapas para poder reproducirse”, informa el biólogo Oscar Ospina, responsable del proyecto.
No ha sido el único polluelo, ha habido tres nacimientos adicionales y hay rumores de dos más, según reportes de guardacóndores.
Las condiciones para este resultado del programa según Ospina son la perfecta adaptación de los especímenes a la región, así como abundante alimento disponible porque hay mucha fauna silvestre y ganadería —esta última aporta cadáveres de las reses para la conservación de las aves. También, un proceso de educación ambiental y trabajo comunitario en 12 municipios, con énfasis en que el cóndor no mata animales vivos y en una buena higiene del ganado al nacer.
“Trabajamos tres personas coordinando el proyecto desde la Corporación, pero lo importante es la comunidad de 100 personas que mientras hace sus labores cotidianas, desarrolla guianza turística y está pendiente de los cóndores. Ellos nos informan las actividades de los animales porque en el parque funciona la figura formal de guardacóndores. Ahí participan desde los niños hasta los adultos que viven en área. Aquí los cóndores no están siendo cazados o perseguidos”, afirma Ospina.
Sacar adelante este proyecto tiene sus costos. Significa un presupuesto entre 30 y 40 millones de pesos anuales (14 000 dólares). “Lo que se invierte es una parte, pero hay costos sociales, administrativos y técnicos que no se cuantifican. Lo mejor que se podría hacer es que las comunidades conserven el ecosistema para que no haya que efectuar procesos de recuperación de la especie, eso sería mucho más rentable socialmente”, argumenta el líder del proyecto en Corpocaldas.
Para él, lo más difícil de trabajar con cóndores es entender su biología y comportamiento porque eso dificulta la ejecución del programa. Además los hábitats donde vive son inhóspitos para el ser humano y generan muchas complicaciones para el desplazamiento y la comunicación.
El reto próximo de los ‘condoreros’ es importar dos hembras de Estados Unidos para que no haya concentración de genes y descartar problemas de consanguinidad. El fin es instalarles transmisores satelitales para monitorear con más detalle sus desplazamientos.
“El Ministerio de Ambiente ha sido un aliado estratégico, pero sería conveniente reintroducir más cóndores porque eso podría acelerar el proceso de conservación en el país”, pide el funcionario de Corpocaldas.
Corpocaldas y Parques Nacionales en varias oportunidades trataron de hacer capturas para instalar equipos a las aves, pero tras varios intentos consideran que es una tarea titánica.
Guardacóndores en Boyacá
En Boyacá, el programa regional de repoblación y conservación del cóndor andino inició en 2004 con la reintroducción de seis ejemplares en el páramo de Siscunsí, cerca de la ciudad de Sogamoso.
A la fecha se han liberado 15 cóndores andinos en dos núcleos de repoblación: Parque Regional Natural Siscunsí-Ocetá y el Parque Nacional Natural El Cocuy-Güicán.
Según la Fundación Fundetrópico, a cargo del proceso,  en el departamento pueden existir unos 40 ejemplares, entre reintroducidos y silvestres. “Es probable que la población nativa de cóndores de Güicán y Siscunsí incluya ejemplares que se hayan desplazado hace varias décadas desde la Sierra Nevada de Santa Marta”. De los reintroducidos se ha reportado la muerte de cuatro individuos, por causas humanas.
Según Fundetrópico en las montañas del departamento de Boyacá podrían habitar unos 40 cóndores, es posible que estén mezclados entre nativos y reintroducidos. Muchos de los liberados han perdido sus marquillas de identificación. Foto de Olga Lucía Núñez.
“A pesar de las muertes reportadas, se ha cumplido con el programa y la población de cóndores en Boyacá ha incrementado. Los ejemplares reintroducidos han tenido una buena adaptación al hábitat natural, las poblaciones nativas han aumentado y existen indicios de reproducción in situ (en el lugar donde anidan), esto garantiza éxito en los esfuerzos realizados. El buen resultado se refleja también en la concienciación y participación de las comunidades campesinas, su vinculación es indispensable para que el proceso tenga un margen de éxito y pueda mantenerse en el tiempo”, indica a Mongabay Latam Olga Lucía Núñez Izquierdo, bióloga de la Fundación Fundetrópico.
Esta organización creó y capacitó al primer grupo de guardacóndores comunitarios, quienes realizan labores de seguimiento durante las primeras etapas de liberación de cóndores y apoyan los censos.
También conformó la Red de Vigías del Cóndor Andino de más de 200 personas, en los dos corredores, quienes voluntariamente y con conocimiento previo brindan información sobre avistamientos, que puedan conocer en medio de sus labores del campo. Ellos complementan la información del proyecto, junto con la telemetría convencional y satelital.
La presencia de cóndores en la región también se ha convertido en un estímulo para el ecoturismo. Es una entrada económica adicional para los habitantes de las montañas, aunque piden más apoyo, organización y fortalecimiento. Los campesinos ofrecen guianzas, alquiler de caballos, alimentos y souvenirs a los turistas.
Paralelo al inicio del proyecto Cóndor, Fundetrópico y el Municipio de Sogamoso formaron ecoguías regionales en Siscunsí y establecieron seis rutas ecoturísticas en esta zona.
Corpoboyacá es la entidad que mayor apoyo económico ha dado al programa desde su inicio y la Gobernación de Boyacá ha realizado algunos aportes. Sin embargo, Fundetrópico considera que los recursos financieros de estas entidades estatales a veces son limitados y están sujetos a muchas condiciones, lo cual ha restringido la continuidad de las actividades y su alcance.
Olga Lucía Nuñez ha luchado junto con el geólogo Mauricio Ramírez para mantener vivo el programa. “Cuando se logra gestionar recursos con el Estado hay mayor ingerencia en los procesos. Cuando no, con recursos propios tratamos de hacer seguimiento y comunicarnos con la red de vigías. Este proyecto más que un trabajo remunerado, es un compromiso con la población del páramo y con la vida misma, es una pasión, nos gustaría contar con un apoyo financiero de largo alcance para darle continuidad”.

Fuente: https://es.mongabay.com/

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