Nosotras no queremos que el Ecuador vuelva a la normalidad

Desde el 13 de octubre venimos celebrando, inmersas en una vorágine de sentimientos encontrados —el orgullo, el alivio, la alegría, esperanza y zozobra se entremezclan y desembocan en una nueva dimensión emocional para la cual aún no hemos hallado el término apropiado— lo que representa un gran logro para las clases populares del Ecuador como fruto de la valiente, perseverante y lúcida acción de resistencia liderada por lxs compañerxs indígenas del Ecuador, en unión con los diversos colectivos populares y movimientos sociales vinculadxs al movimiento feminista, a la lucha organizada de trabajadorxs, campesinxs, artesanxs, estudiantes y muchxs más: la derogatoria del decreto 883 —que estipulaba la eliminación del subsidio al combustible y la liberación de los precios del diésel y la gasolina extra a costos internacionales—, como fruto de un claro fracaso de la estrategia represiva, criminalizadora y negligente de un gobierno que se vio obligado a aceptar la propuesta de negociación pública y televisada planteada por el pueblo en resistencia, representada por la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie).
Por: J.Bilbao
Colectiva CAPAS Antipatriarcal


Nos negamos a asumir la normalidad. No cesaremos en nuestra inextinguible batalla por desmantelar la normalidad, por comenzar a construir lo extraordinario.
La noche del 13 de octubre, quienes nos mantuvimos pegados a la pantalla de nuestros televisores, computadores y celulares, fuimos testigxs de un claro acto de auto-humillación por parte del propio presidente Moreno y su equipo de Gobierno, quienes definitivamente vieron frustrada su última oportunidad de pretender hacer creer al pueblo ecuatoriano que obran en pro de sus necesidades y en aras de redirigir las enrevesadas riendas políticas, económicas y sociales de un país históricamente sometido al rentismo y a la concatenación de las sangrantes deudas con el capital transnacional —las eternas deudas que han condenado a las clases populares, campesinas y racializadas a la progresiva pauperización mediante la descarada bifurcación de la riqueza pública hacia los voluminosos caudales de la parasitaria lumpenburguesía local y los abusivos acreedores internacionales—.
Celebramos como un gran logro, el punto de inflexión que supuso el mero hecho de que la negociación fuese televisada y, por ende, alcanzara a gran parte de la ciudadanía ecuatoriana: muchas personas que la siguieron, contaminadas en exceso por no haber podido o querido salvaguardarse de la obvia tergiversación de la función originaria de la comunicación por parte de los medios tradicionales convertidos en aparatos de propaganda y blindaje de los poderes fácticos del Ecuador, desecharon muy probablemente la banda que les había impedido, por mucho tiempo, comprender lo que estaba ocurriendo con su amada patria.
Lo mainstream, lo diseñado para adormecer y promover el odio y el miedo al diferente, al indio, al pobre, al rojo o a la feminazi, no tuvo esa noche, aunque fuese por una sola vez en la historia, otra que reflejar la aplastante verdad que tanto trabajo le había costado ocultar: la voz sensata y clara de lxs olvidadxs y marginadxs que, una vez se alcanza a escuchar, genera comprensión, identificación, empatía, y deja en evidencia el cinismo y el oportunismo (además de la incapacidad y la falta de inteligencia) que se ocultan tras las estridentes monsergas oficialistas que se magnifican a través de los medios de desinformación.
A este logro que tiene que ver, por supuesto, con el inicio del despertar de algunas capas aletargadas de la sociedad ecuatoriana, cabe incorporar el reconocimiento de la gran labor contrainformativa y organizativa liderada y facilitada por parte de los medios de comunicación alternativos, de colectivxs de la sociedad civil defensoras de la causa y de los derechos de quienes salieron a exigir que se respetara de una vez la dignidad de quienes dan de comer al país.
La caída del decreto 883, por supuesto, es la ganancia más visible y aplaudida de la resistencia, y también nos unimos a la celebración de la misma: lxs indígenas que tuvieron el coraje de sentarse en las mesas de negociación ante quienes pretendieron, con una mano, dividirlxs, desvirtuarlxs y aniquilarlxs mientras, con la otra mano, aplaudían su espíritu de resistencia y les abrían la puerta de la negociación y el entendimiento, lograron que los precios del combustible y, con ello, los de los productos de primera necesidad, volvieran a su cauce. Es algo grande, que todo Ecuador debe agradecer al movimiento indígena, una importante victoria sin lugar a dudas.
No obstante, no por ello la lucha, la resistencia, la vigilia del pueblo que no se deja engañar, debe terminar en este punto. Ni muchísimo menos. En estos días post-crisis, en los que todo parece haber vuelto a la normalidad, vale preguntarnos qué es lo que supone la normalidad y si, ese volver a la normalidad, tal y como entienden la normalidad aquellxs que imploraban por la paz en la avenida de los Shyris, más preocupados por las horas de trabajo perdidas y por los adoquines dañados que por las vidas estropeadas (algunas, por siempre), es la normalidad que buscamos, la normalidad que nos interpela.
La paz y la normalidad de lxs privilegiadxs, aquella que ningunea y olvida el sufrimiento de lxs ciudadanxs precarizadxs, abusadxs de mil formas en una sistemática espiral de violencias estructurales patrocinadas por la alianza del patriarcado con el colonialismo, racismo, capitalismo y especismo, no nos representa. Tampoco nos representa el doloroso silencio e impunidad ante lxs ocho compañerxs asesinadxs de la mano de la Policía Nacional, prexs políticxs, torturadxs, desaparecidxs y heridxs por la terrible represión comandada por María Paula Romo —quien debe dimitir y rendir cuentas ante la justicia— en las fatídicas 12 jornadas de resistencia atropelladas por incontables crímenes de lesa humanidad, contra el digno pueblo que salió a exigir respeto y derechos.
Y, por supuesto, tampoco nos sirve una normalidad en la que se criminaliza, persigue, amenaza y detiene de forma arbitraria y en silencio a líderes políticxs y socialxs —sean correístas, sean indígenas, sea quien sea— en esta absurda caza de brujas que de adviene y promete llevarse a muchas personas por delante.
Es por ello que, desde la Colectiva CAPAS Antipatriarcal, nos negamos a asumir la normalidad. No cesaremos en nuestra inextinguible batalla, junto con todxs aquellxs compañerxs con lxs que la senda de la persistencia y la fe en la posibilidad de transformación nos lleve a toparnos, por desmantelar la normalidad, por comenzar a construir lo extraordinario que sería ver la dignidad convertida en costumbre.

Fuente: https://www.elsaltodiario.com/mapas/nosotras-capas-mujeres-indigenas-no-queremos-que-ecuador-vuelva-normalidad - Imagen de portada: Manifestación protagonizada por mujeres indígenas, el 12 de octubre en Quito.

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