Argentina: Coronavirus y crisis ambiental, las dos pandemias

Según el biólogo  Raúl Montenegro la pandemia que asola a la población del planeta en estos días es comparable con la destrucción sistemática que como especie humana infligimos al ambiente a escala también global, . Un llamado de atención especial para las dirigencias políticas, notoria y lastimosamente carentes de formación y de convicciones en materia ambiental. No aprendimos la lección de la gripe Española ni del SARS CoV. ¿Podremos evitar la próxima pandemia?
 

por Raúl Montenegro

Decimos que existe una pandemia cuando, por ejemplo, un microorganismo -como el virus Covid-19- afecta simultáneamente a varios países. Nosotros consideramos que hay también una pandemia ambiental, pues actividades corporativas asociadas con gobiernos irresponsables destruyen el ambiente de muchos países provocando centenares de miles de víctimas sin que nadie las contabilice ni difunda.
Hay muchas causas y responsables de esta pandemia ambiental. Los cultivos industriales de OGMs (Organismos Genéticamente Modificados) en los cuales se usan dantescas cantidades de plaguicidas que dañan la salud y reducen la biodiversidad natural. Las actividades megamineras como Veladero o La Alumbrera en Argentina, que destruyen las cuencas hídricas y contaminan ríos y aguas subterráneas. Las industrias contaminantes que dañan la salud de las personas y el ambiente, como las cementeras de Holcim-Lafarge o las fábricas de Monsanto-Bayer. Los reactores nucleares de potencia como Atucha I, Atucha II y Embalse en Argentina, que para producir un escaso 6% de toda la energía eléctrica aumentaron desmesuradamente nuestra deuda externa y nos someten a eventuales accidentes nucleares que podrían ser 20 veces peores que Chernobyl. Contaminan, además, impunemente el ambiente con bajas dosis de materiales radiactivos y gastan recursos económicos alarmantes. Y la lista sigue, al igual que la impunidad con que se despliegan todas estas actividades.
En Argentina y otros países latinoamericanos la crisis ambiental afecta a millones de personas en forma silenciosa. Una de esas crisis es la del agua, pues se destruyen las cuencas hídricas, incluidas cuencas altas en glaciares y periglaciares, y se contaminan insensatamente las masas de agua, superficiales y subterráneas. Los ríos se parecen cada vez más a desiertos pues se asume como normal que ya no viva en ellos la biodiversidad natural que los caracterizaba. Muchos se han transformado en pestilentes cloacas abiertas.
Por eso el Movimiento Plurinacional del Agua para los Pueblos decidió organizar una masiva marcha en la ciudad de Buenos Aires para el 22 de marzo. Al agravarse la situación debida a la expansión del virus Covid-19, se decidió postergar su realización y hacer para esa fecha una gigantesca marcha virtual a través de los medios y redes sociales. Esta marcha virtual fue un éxito que todavía resuena en las redes.
Como parte de nuestro aporte a esa Marcha Plurinacional, desde la Fundación para la defensa del ambiente (FUNAM) y desde el Campus Córdoba del Colegio de los Premiados con el Nobel Alternativo -que tiene su sede en la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Córdoba- hicimos un llamado sobre las dos pandemias que nos afectan: la viral y la ambiental.
Es interesante mencionar que el ser humano viene conviviendo con poblaciones virales que ocasionalmente se disparan pandémicamente. En el caso del Covid-19, su letalidad del 3% es más alta, por ejemplo, que la del dengue (0,04%), la gripe estacional (0,1%) y la hepatitis B (0,1%) pero es superada por el cólera (3,2%), sífilis (33%), ébola (50%), peste bubónica (60%), tuberculosis no tratada (60%) y HIV no tratado (80%). En cuanto a facilidad de contagio el Covid-19, con un valor de 2,0 (la media de personas que va a contaminar una persona infectada), supera las cifras de la sífilis (0,9), gripe estacional (1,0) y ébola (1,9). Pero está por debajo de la tuberculosis no tratada (2,3), peste bubónica (3,5), hepatitis B (5), HIV no tratado (6), rubeola (9), cólera (9,5) y dengue (11).
El Coronavirus es también una enfermedad para la cual no hay vacuna desarrollada, ni tiene medicamentos antivirales reconocidos y probados. Todo lo anterior, unido al inédito contexto mediático y de redes sociales ha generado una situación de pandemia inédita, pese a haber existido pandemias previas con 50 millones de víctimas, como la gripe mal llamada española. Mirando retrospectivamente no hay precedentes para las masivas medidas de aislación adoptadas en muchos de los 199 países con casos confirmados (27 de marzo de 2020).
Tampoco tiene precedentes la pandemia ambiental que afecta a casi todas las naciones, incluido el Cambio Climático Global, todo lo cual agrava cualquier situación de crisis. Grandes poblaciones concentradas en espacios urbanos reducidos, dispersión por avión del virus, extensos sectores poblacionales sin cobertura de salud, crecientes fuentes artificiales que pueden aumentar la generación de virus patógenos con mutaciones peligrosas, crean también inéditos escenarios de crisis sanitarias. Está claro, por el desorden general con que se están organizando los esfuerzos comunes, que pese a la existencia previa de pandemias mortíferas, la humanidad no supo aprender las duras lecciones recibidas. Es por ejemplo un síntoma de máxima estupidez humana que se sigan realizando las maniobras militares conjuntas de países de la OTAN en Europa, la llamada Defender Europa.
Los virus forman parte de la biodiversidad de nuestro planeta. El problema es que muchas de sus especies que se desplazaban en circuitos relativamente cerrados de fauna nativa fueron abiertos al usarse sus especies como alimento, medicina o mascotas, y en sus nuevos ciclos humanos pueden afectar gravemente nuestra salud. Lo que sí debemos descartar son todas las fantasías de países fabricantes de virus y complots. En el caso de los coronavirus es una familia de virus bien conocida, Coronaviridae, con una docena de especie patógenas para los humanos, tres de las cuales resultan muy peligrosas: el SARS-CoV, o gripe aviar; el SARS-CoV-2, más conocido ahora como Covid-19, y el MERS-CoV, la enfermedad respiratoria viral de Oriente Medio. Unas 60 especies, principalmente del género Betacoronavirus, han sido identificadas, muchas de ellas específicas por ejemplo de una sola especie de murciélago. Durante cientos y posiblemente miles de años estas especies evolucionaron conjuntamente y hasta 2002 solo eran considerados patógenos menores para los humanos. A partir de entonces eso cambió, y en 2019 el SARS CoV-2 pasó a tener un ciclo viral más amplio que nos incluye. Nuestra humanidad, como lo demuestran las estadísticas sanitarias, ofrecía condiciones inmejorables para su rápida reproducción y expansión. Sin embargo no será la peor de las pandemias ni la última.
Los virus son microorganismos caracterizados por tener su código genético en una molécula de ADN (ácido desoxirribonucleico) o bien ARN (rionucleico), tal el caso de los Coronavirus. Irónicamente los virus no pueden reproducirse por sí mismos. Solo pueden hacerlo parasitando células vivas. Ingresan, se adueñan del sistema reproductivo de la célula para hacer copias de sí mismos, y al romperse la célula, los nuevos virus se diseminan para empezar a parasitar otras células. En una forma distinta de virus, el Poliovirus, una sola célula parasitada puede llegar a liberar 10.000 individuos virales.
Claro que el éxito de una pandemia no se debe solamente a las capacidades de un virus para reproducirse en una persona infectada, la capacidad inmunológica de esa persona o la existencia de aviones que faciliten la dispersión de personas que tengan el virus. Las sociedades humanas organizadas con gobiernos unipersonales inexpertos e incapaces pueden transformarse en eficaces aliados del éxito viral
Ello se ve claramente hoy. La humanidad está pagando el precio de presidentes elegidos democráticamente que tienen escasa cultura, desconfían de la buena ciencia y tienen una notable incapacidad para manejar las situaciones creadas por una pandemia viral. Son los casos de Donald Trump en Estados Unidos, Jair Bolsonaro en Brasil y Sebastián Piñera en Chile, donde –inconcebiblemente- las fuerzas de seguridad vienen usando este drama sanitario para desactivar ilegalmente los liderazgos de las fuertes protestas sociales. Estos inesperados aliados de los virus terminan provocando con su torpeza mayores números de personas infectadas y mayor cantidad de muertes. Ojalá que las sociedades puedan elegir mejores líderes y que tanta mala práctica de presidentes, ministros, parlamentarios y jueces llegue alguna vez a la Corte Penal Internacional en La Haya (Holanda). Los casos emblemáticos de Estados Unidos y Brasil, aunque también los de Italia, España y Chile, no deben volver a repetirse. Afortunadamente en muchos países sus máximas autoridades actuaron rápida y eficientemente ante la pandemia, incluida Argentina.
Esta pandemia no será seguramente la peor registrada por la humanidad. Pero es la primera pandemia «en vivo» y a nivel global con pleno funcionamiento de las redes sociales. Del mismo modo que la guerra del Golfo fue la primera cubierta en directo y por televisión a nivel global, el Covid-19 está llevando a todos los tipos de pantallas una pandemia viral en expansión. Es un verdadero experimento social, sanitario, mediático y de big data con final abierto.
La grave pandemia mediatizada y socializada en redes, y su superposición silenciosa con una pandemia ambiental sin precedentes, está mostrando que la humanidad no logró montar sistemas eficientes de prevención. Y lo que es peor, con capacidades hospitalarias tan limitadas que cuando los países no aplanan las curvas de casos positivos sus sistemas sanitarios colapsan. Italia y España son dos ejemplos trágicos de capacidades instaladas insuficientes donde el heroísmo de los equipos de salud ha sido más útil socialmente que años de gobiernos incapaces para montar sistemas universales de cobertura sanitaria e infraestructuras adaptadas a pandemias. Negociados corruptos y malos ahorros en salud, incluido descenso de Ministerios de Salud a meras Secretarias, son ejemplos patéticos de mala gobernabilidad.
Está claro que ante una pandemia como la que estamos viviendo nadie puede escaparse de las dramáticas consecuencias de las desigualdades en los sistemas nacionales de salud. Quienes creyeron que la salud era solamente un gasto, y que podía reducirse –como lo siguen pensando de la educación- esos presidentes y ministros tienen hoy en sus espaldas miles de muertos que nunca debieron morir. No redujeron el gasto público, aumentaron el número de tumbas. El mundo no será igual, está claro. Pero si los líderes y las sociedades no asumen que la mejor protección es acceso universal a la salud, normativas que prohíban el uso, consumo y tráfico de especies nativas (posibles reservorios de virus patógenos), convenciones que anulen toda posibilidad de uso lucrativo de las pandemias, redes científicas internacionales para la vigilancia, prevención y actuación pandémica, economías con fondos intocables para otra finalidad que no sea la de situaciones de pandemia, la próxima pandemia será quizás más letal que la del Coronavirus.

Prof. Dr. Raúl A. Montenegro, Biólogo Presidente de FUNAM (Fundación para la defensa del ambiente) Profesor Titular Plenario de Biología Evolutiva (Universidad Nacional de Córdoba) Director, Campus Córdoba Right Livelihood College (RLC)
Email: biologomontenegro@gmail.com
Fuente: La Izquierda Diario

Entradas populares de este blog

Científicos declaran oficialmente el fluoruro (flúor) como una neurotoxina

Francia: ‘Mi orina contiene glifosato, ¿y la tuya?’ Denuncia contra el polémico herbicida

Japón decidió deshacerse de todos los hornos de microondas en el país antes de finales de este año