«El Manantial», cantera de hombres «libres»

 

¿Qué somos antes? ¿Individuos o colectivo?: Sobre dicha disyuntiva gira el argumento de El Manantial, un film de 1949 con Gary Cooper en el papel de actor principal. Al arquitecto Howard Roarke le ofrecen construir uno de los edificios más representativos de la ciudad. Solo pone una condición; construirlo “a su manera”.

 
Pero los miembros del consejo de administración del periódico “The Banner” también ponen las suyas.
Tiene dos opciones; o someterse, corrompiendo en algún grado su integridad personal, o mantenerse firme y perder una oportunidad irrepetible para alcanzar el éxito profesional.
La película El Manantial promueve una ecuación en la que la variable “libertad” prevalece sobre todas las demás.
Aun cuando pueda ser contraproducente y abocar al propio fracaso.
Aun cuando no aporte nada al colectivo y merme al conjunto de la sociedad.
Una ecuación individuo-colectivo que “romantiza”, pues, la libertad.
La industria del cine norteamericano está plagada de ejercicios propagandísticos de este tipo, por cierto.
Y lo está porque el modelo socioeconómico del que depende requiere de una cantera con capacidad para producir un número suficiente de individuos que se consideren “libres” a sí mismos.
Paradójicamente, entre los propósitos encomendados a algunos de los pocos que finalmente resultan elegidos se encuentra el perfeccionamiento del marco -colectivo- en el que un mayor número de individuos puedan quedar diluidos.

Fuente: El Captor - www.elcaptor.com/economia.
—————
La política y las buenas personas

Dentro de la necesidad por clasificar absolutamente todo, en el ámbito político también podemos encontrar  la división entre personas de izquierdas y personas de derechas.

 
De igual forma, en el ámbito moral, disponemos de individuos buenos e individuos malos.
Ahora planteemos una combinación aleatoria de cualquiera de los dos aspectos.
Por ejemplo, ser de derechas y a la vez buena persona.
O bien, ser de izquierdas y a la vez mala persona.
¿Son combinaciones compatibles?
Dicho al revés, las personas de izquierdas, ¿son necesariamente buenas personas?
En cuanto a las personas de derechas, ¿son necesariamente malas personas?
Antes de pronunciarnos respecto a cualquiera de estas afirmaciones, hay que decir que no todos tenemos las mismas nociones sobre las mismas cosas.
O que cualquiera de nosotros no tiene por qué ser “de izquierdas” o “de derechas” en su totalidad,  o buenas o malas personas, de un modo estricto y absoluto.
Curiosamente, lo que para algunos constituye una “buena acción” y confiere a alguien la cualidad de “buena persona”, para otros esa misma acción convierte a quien la practica en “mala persona”.
Así, ¿es cierto que todos tenemos una brújula moral exclusiva, con criterio propio para tomar decisiones y establecer conclusiones complejas?
El problema del relativismo moral, ¿realmente existe?
¿Quizás se trata de la consecuencia de las disputas, feroces, que se producen entre las facciones que pugnan por el dominio de lo que “ha de ser” la realidad?
Un ejemplo clásico para ilustrarlo
Ilustremos esto con el clásico ejemplo de las donaciones de los empresarios; hay quienes las consideran “buenas acciones”, y hay quienes las consideran “malas acciones” si no van acompañadas de contribuciones tributarias “acordes” al nivel de ingresos.
¿Son sus propias conclusiones o han sido inducidas por determinados grupos de poder económico o político?
Nos adentramos aquí en el abismo de las profundidades conceptuales; ¿qué quiere decir “acorde”? ¿Qué quiere decir “suficiente”, “generoso”, “solidario”,…?
¿Son términos dinámicos, con sentidos que pueden evolucionar en el tiempo?
El terreno de las grandes preguntas
Nos adentramos, aún más, en el terreno de las grandes preguntas: ¿por medio de qué mecanismo son conferidos los significados a los conceptos?
O, ¿Quién los confiere?
Los significados no son intrínsecos, esenciales, eternos y universales
Si no existe nada intrínseco, o, por así decir, estático en el mundo de los fenómenos biológicos, tal cualidad tampoco es posible en el mundo de las ideas y las palabras.
En cierto sentido, lo único que puede merecer la consideración de “intrínseco” es  la capacidad existente en algún recóndito rincón de la civilización humana para alcanzar -¿imponer?- amplios consensos sobre contenedores de significado originalmente vacíos. Huecos.
Lo peculiar también respecto al “quién confiere los significados”
Sea cual sea la respuesta, existen grandes incentivos para pretender ostentar el monopolio de esta actividad.
Incluso puede llegar a darse la paradoja de que el significado de conceptos diversos, opuestos o antagónicos, se determine en el mismo origen, como a veces hemos podido comprobar.
Es decir, que haya quien decida y construya el significado acerca de lo que es “ser de izquierdas”, “de derechas”, “buena” o “mala” persona, estableciéndolo sin más base que la arbitrariedad de su propio interés.
Por esta razón, cuando los monopolistas consiguen generar consensos sobre conceptos elementales para la convivencia de la colectividad, antes han tenido que inculcarlos y dispersarlos en los propios individuos, después en las familias, posteriormente en las poblaciones, más tarde en las sociedades y finalmente en culturas enteras donde los matices ya no tienen cabida.
Una forma de totalitarismo
Sin una pluralidad real de puntos de vista y sin las manos libres para que el individuo pueda conducirse en lo político o en lo moral con cierta autonomía e independencia, lo que queda es, en cierto modo, una forma de totalitarismo.
A la construcción de lo bueno, lo malo, lo acorde, la izquierda, la derecha… contribuyen también ahora, en la edad de la economía moderna, las redes sociales, que en paralelo a un barniz lúdico-festivo deciden mediante sus algoritmos qué contenidos deben prevalecer para cementar el “trabajo” desarrollado por instituciones educativas, medios de comunicación, foros religiosos, e incluso, sindicatos y partidos políticos.
Un mirada terrible y caricaturizada sobre la construcción y manipulación de las coordenadas mentales de los humanos se proyecta en la película “Canino”, cuyo visionado es absolutamente recomendable para entender este… “concepto”.

CANINO es el tercer largometraje del cineasta griego Yorgos Lanthimos. Con esta película, llamativa en su planteamiento, el director y guionista profundiza en los peligros del aislamiento social y muestra cómo los instintos pueden superar la barrera del conocimiento y la razón.
Fuente: El Captor - www.elcaptor.com/economia.

Entradas populares de este blog

Científicos declaran oficialmente el fluoruro (flúor) como una neurotoxina

Francia: ‘Mi orina contiene glifosato, ¿y la tuya?’ Denuncia contra el polémico herbicida

Japón decidió deshacerse de todos los hornos de microondas en el país antes de finales de este año