‘Invernando’, de Katherine May: un refugio infalible para el tiempo del frío

Hace años que vuelvo a este libro cuando llega el frío. Siempre igual:… Este libro, cuyo elocuente subtítulo es 'El poder del descanso y del refugio en tiempos difíciles'  en ese momento en que empieza a faltar la luz y la energía se vuelve también más tenue, como si algo acechase, me acerco a la estantería y lo abro por esa página que tiene la esquina doblada:

"Las plantas y los animales no luchan contra el invierno, no fingen que no está teniendo lugar ni tratan de seguir con la misma vida que tenían en verano. Se preparan. Se adaptan. Llevan a cabo extraordinarios actos de metamorfosis para superarlo. El invierno es un tiempo para apartarse del mundo, optimizando la escasez de recursos, mediante acciones de una eficacia brutal y desapareciendo de la vista; pero ahí es donde se produce la transformación. El invierno no es la muerte del ciclo vital, sino su crisol."


Texto: Laura Casielles

Lo he prestado, regalado, recomendado. A amores, a amigas, a mi madre. Al fin y al cabo, quién no necesita en algún momento hacerse cargo de la llegada del invierno. Se trata justamente de “Invernando”, de Katherine May, editado en castellano por Roca Editorial. Su versión en inglés —publicada por primera vez en 2020— se convirtió rápidamente en un bestseller, con 150.000 copias vendidas en Estados Unidos, donde llegó al primer puesto de la lista de ventas del New York Times. Desde entonces, cada año vuelve a entrar en esas listas en algún momento del invierno. Obviamente su subtítulo sirve para entender por qué.  
Y, en efecto, exactamente de eso va este libro, que tiene algo de ensayo, algo de narración personal y mucho de mirada poética sobre el mundo. Habla del invierno literal, estacional, sí, pero también de su vertiente metafórica: esos momentos de la vida en los que el camino se pone árido y difícil como en un largo noviembre de los ánimos. May escribe en primera persona acerca de una experiencia tan inevitable como aparentemente insólita en nuestro mundo hiperacelerado: la de verse obligada a parar. “Aquí estoy, enferma por haber trabajado demasiado y durante demasiado tiempo”, cuenta. “Y lo que es peor, casi he olvidado como se descansa”.
En ese momento de frío y oscuridad personal, la autora vuelve su mirada a la naturaleza, y también a la manera en la que las sociedades han afrontado tradicionalmente el invierno, para tratar de aprender algo. Algo que le sirva para su propia travesía de la estación.  
Entre septiembre y enero de ese año especialmente duro, May investiga desde distintas perspectivas la manera en la que se pueden atravesar la oscuridad y el frío. Viaja a países del norte a explorar ropas, comidas y saunas; atiende a la rueda del año para comprender qué pasa con Yule y con Samhain; explora la historia para entender maneras diferentes de relacionarse con la noche; relee los mitos que hablan de metamorfosis en el hielo y de periplos subterráneos hasta la primavera; visita los lugares rituales donde se celebran los cambios de estación. Tiene muchas conversaciones: sobre la enfermedad, sobre el duelo, sobre la sensación de andar perdida. Mira brotes de los árboles y animales que hibernan. Diferentes ventanas para asomarse a una misma idea: “Puede que invernar no sea una opción, pero sí podemos elegir cómo invernar”.
La invitación es clara: a no dejarnos llevar por la inercia de nuestro tiempo, que nos aleja de los ritmos de la naturaleza en una permanente obligación de productividad y exhibición. Entender que hay épocas que piden más bien reposo, recogimiento, silencio. Y que, lejos de ser un fracaso, esas épocas son de hecho indispensables para que la vida pueda repararse, reproducirse, continuar. Como un árbol que en invierno suelta sus hojas y guarda la energía disponible para proteger esos brotes cubiertos de escamas que saldrán a la luz en primavera; como un lirón capaz de construir la madriguera perfecta y luego hacer descender su temperatura todo lo que haga falta hasta que el mundo vuelva a ofrecer lo que necesita para seguir viviendo.

Aunque no he visto venir mi invernación, al menos la he cogido en sus albores (…) Estoy resuelta a adentrarme en ella de manera consciente, a convertirla en una especie de ejercicio para entenderme mejor (,,,) Noto cómo se acerca la caída; sé que hacer pasteles y sopas no puede salvarme para siempre. Esto va a empeorar; se hará más oscuro, más solitario. Quiero tumbarme en un lecho de paja para amortiguar el golpe cuando llegue.  Quiero prepararlo todo.

Esta página también tiene la esquina doblada en mi ejemplar. Y supongo que en el de muchos de esos miles de personas en todo el mundo. A veces un libro es un éxito simplemente porque dice algo que necesitamos escuchar. En estas páginas hay muchas intuiciones de un mal común, y de un remedio evidente que nos empeñamos en ignorar. La evidencia de que “atravesamos estaciones en las que florecemos y estaciones en las que se nos caen las hojas, revelando nuestros huesos desnudos. Con el tiempo, volvemos a echarlas”.
Ahora que en este hemisferio es la época de atravesar de nuevo el invierno —el del calendario, el que todas y todos compartimos—, es buen momento para abordar este libro. Y dejarnos, tal vez, marcas en el camino para que cuando llegue ese otro invierno —el personal que cíclicamente le toca a cada una— nos sea quizá más intuitivo qué tenemos que hacer para preparar una buena madriguera y dejarnos reposar.

Fuente: https://climatica.coop/resena-invernando-katherine-may/ - Imagen de portada: Lirón caretero ('Eliomys quercinus'). Foto: Carlos Sanz / Vwpics/VW Pics a través de ZUMA Press Wire.

 

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