10 años del Acuerdo de París: ¿qué ocurre con el objetivo de 1,5 ºC y con las cumbres del clima?

El 12 diciembre de 2025 es el décimo aniversario del Acuerdo de París, el mayor pacto climático hasta la fecha. Desde 2015, la temperatura media global no ha dejado de aumentar, los eventos extremos son cada vez más extremos, la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera ha batido récords cada año y las cumbres del clima se han convertido en un foro que ni siquiera es capaz de condenar los combustibles fósiles, principales responsables del cambio climático.

Eduardo Robaina

En este punto surgen dos tipos de pensamientos: por un lado, quienes consideran que gracias al Acuerdo de París –negociado en la COP21 de 2017– estamos mejor que si no hubiese habido nada, y por otro lado, quienes creen que estamos peor que nunca a pesar de tener el Acuerdo de París.  Tras la reciente COP30 de Belém, considerada a todas luces un fracaso, muchas voces se preguntan si las cumbres del clima, tal y como las conocemos, siguen teniendo utilidad para combatir la crisis climática. Todo ello, mientras el calentamiento global alcanzó los 1,5 ºC el año pasado y es cuestión de tiempo que sea de forma continuada.

En 2022, planteamos a ocho especialistas qué pensaban tanto de las cumbres del clima como del grado y medio. Ahora, casi cuatro años después, les hacemos las mismas preguntas. Pablo Rodríguez Ros, doctor en Ciencias del Mar y coordinador de Espacios Marinos Protegidos de la Fundació Marilles

    •    Sobre el objetivo del 1,5 ºC:
Estamos muy cerca y parece inevitable [superar los 1,5 ºC de forma continuada]. Siempre hay que tener un determinado nivel de ambición. No conviene sentar precedentes al ir moviendo la portería, porque esto puede desincentivar esa ambición: si vamos a estar siempre moviendo el límite parece que el límite no es importante. No obstante, es importante transmitir que, aunque se supere el grado y medio, siempre es mejor 1,6 que 1,7 y, por supuesto, que 2.
Lo primero que hay que hacer es reconocer el fracaso colectivo, y dentro de ese fracaso colectivo, recuperar la energía para seguir trabajando por el mismo objetivo –incluso si hubiera que llevarlo a 2 ºC o más– y aprender de lo que no ha funcionado durante todo este tiempo.
    •    Sobre las COP:
Las COP son, sobre todo, termómetros geopolíticos. En los últimos años, apenas han tenido otra función que la de reflejar la correlación de fuerzas entre los distintos gobiernos y poderes ante la lucha contra el cambio climático.
Más allá de eso, es un mecanismo lleno de fallos e ineficiencias que sirve para lo que sirve, que es más bien poco. Aun así, su valor como termómetro geopolítico es francamente importante. Hace mucho tiempo que dejé de tener grandes expectativas en que las COP puedan impulsar transformaciones radicales o del calibre que sería necesario. Haría falta contar con más mecanismos de este tipo, y sobre todo que fueran vinculantes.
Con todo, las COP siguen siendo útiles para entender dónde estamos y si ese lugar es, realmente, donde queremos estar.

Julia Steinberg, doctora en Economía, profesora, activista y autora del IPCC

    •    Sobre el objetivo del 1,5 ºC:

Obviamente, con cada año de aumento de las emisiones, cada objetivo de calentamiento se vuelve más y más difícil. El límite de 1,5 grados ya se superó en 2024, y solo una detención total e inmediata de las emisiones, un abandono total e inmediato de los combustibles fósiles y de la ganadería, puede ser aún compatible con ello. Pero mantengo la segunda parte de mi respuesta [de 2022]: alcanzar o no los 1,5 °C no importa para la política o la acción, porque las prioridades que necesitamos implementar urgente e inmediatamente para llegar a 1,5 °C son exactamente las mismas que necesitamos implementar para mantenernos dentro de 1,6 o 1,7 grados… No es una cuestión de qué hacemos, sino de cuán rápido somos capaces de hacerlo. Y esa pregunta es política, se trata de poder, no de tecnología.
    •    Sobre las COP:
Las COP fueron diseñadas –por países productores de combustibles fósiles como Arabia Saudí– para fracasar. Al imponer desde el inicio el principio del consenso para la toma de decisiones, estos países han garantizado la parálisis diplomática. La lección de la COP30 es la de un mundo dividido: los poderes económicos de los combustibles fósiles y la agroindustria, tanto estatales como corporativos, por un lado, y la totalidad de la sociedad civil y la humanidad por el otro. Ese conflicto está ahora claramente al descubierto.
Hay múltiples vías de acción ahora que este conflicto es tan evidente. Exponer la obstrucción climática ejercida por diversos intereses industriales, como ha venido haciendo la Climate Social Science Network, es vital. Necesitamos investigar y exponer la obstrucción climática con mucha más fuerza. Organizarse para cambiar la regla del consenso en las COP es, obviamente, una campaña necesaria. Trasladar la diplomacia climática a otros escenarios, como movilizarse por el tratado de no proliferación de combustibles fósiles, mucho más vinculante y agresivo, es otra. Todas estas opciones son vías necesarias para la acción climática, y todas requieren comprender que estamos en una fase de conflicto abierto entre la humanidad y los intereses industriales de los combustibles fósiles y la agroindustria.

Andreu Escrivà, licenciado en Ciencias Ambientales y doctor en Biodiversidad

    •    Sobre el objetivo del 1,5 ºC:
Me reafirmo bastante en lo que dije la otra vez. No podemos asumir que pasar del 1,5 ºC ya implica pasar a los 2 ºC, como si no hubiera nada entremedias. El siguiente objetivo, si no llegamos a 1,5 ºC, es 1,51 ºC; y si no llegamos a 1,51, es 1,52; y si no, 1,53, y así sucesivamente. No hay líneas espaciales ni temporales; son divisiones que hemos hecho en base al mejor conocimiento científico, así que no podemos saltar directamente a los 2 ºC en el marco mental.
Esto va en línea con lo que dicen algunos estudios sobre los tipping points o umbrales de temperatura: son muy útiles y tienen una base real en cuanto a políticas públicas e impactos en la salud y los ecosistemas globales, pero a nivel comunicativo son peligrosos. Puede malinterpretarse y creerse que cruzar estas barreras —sea un punto de inflexión o una temperatura concreta— significa que ya está todo perdido.
Hay distintas investigaciones que apuntan justamente a esto: «Oye, cuidado, que estamos comunicando mucho estos puntos de inflexión y, si metemos tanto miedo con ellos —que, ojo, tiene un motivo, porque acojona pasarlos—, podemos generar una sensación de desesperanza, de que no hay nada que hacer».
Otra reflexión es que, cuando muchos decíamos que el 1,5 ºC era factible, lo era en cuanto a los datos crudos. Yo no creo en esa especie de condena cuasi religiosa de que los seres humanos estamos condenados a hacerlo mal y no hay forma de cambiar. Se podía haber cambiado. El hecho de que no se haya hecho responde a una decisión. La omisión de acción también es una acción en sí misma, cuyo resultado es el impulso del cambio climático.
No estaba mal insistir en que era posible no superar el 1,5 ºC, no como una especie de coaching climático, sino en el sentido de que los números daban, a pesar de que fuera increíblemente difícil y de que implicara cambiar un montón de formas de funcionar del mundo: cuestiones geopolíticas, de consumo, de producción de energía, etc. Entonces, el hecho de sobrepasar el grado y medio es una decisión política, social y empresarial; y, sobre todo, es fruto del marco capitalista en el que vivimos, al que le importa más acumular capital y generar beneficios que salvaguardar la vida del planeta y nuestra salud.
Yo creo que vamos a llegar a los 2 ºC, como lo he creído siempre. Pero por el simple hecho de que la trayectoria actual —y la de hace 5, 10 y 15 años— nos lleva a sitios muy peligrosos, hay que insistir en que es posible otra línea de acción. Aquí es donde se equivocan los que alguna vez nos han acusado de decir que «esto va más rápido y es mucho peor de lo esperado». Justamente porque las predicciones y el contexto nos llevan a superar los 1,5, los 2 e incluso los 2,5 ºC, hay que insistir en el mensaje de que la posibilidad de no sobrepasar esos umbrales existía. Ahora creo que ya no existe la posibilidad real de parar en el grado y medio.
Otra cuestión fundamental es: una vez pasemos del grado y medio, ¿cómo de rápido llegamos a los 2 ºC? Esa es la clave. Necesitamos entender que vivimos en un cambio climático acelerado y peligroso. Vamos encaminados a uno de 2,7 ºC, algo catastrófico. Deberíamos intentar por todos los medios quedarnos en 2 ºC, que implica impactos muy severos, pero no tanto como una subida de 3 ºC.
En lo que más énfasis deberíamos poner es en tener ese objetivo y tardar lo más posible en alcanzarlo. La cuestión no es simplemente llegar a 1,5 o quedarnos en 1,98 ºC. Prefiero quedarme en 2,2 ºC a lo largo de 150 años que en 1,98 ºC en 25 años. La cuestión es el tiempo. No te adaptas igual —ni la sociedad ni los ecosistemas— en 150 años que en 25.
El objetivo es conseguir que ese aumento de 1,5 a 2 ºC, que parece imparable, se produzca durante el mayor tiempo posible. Y para eso creo que hay que volver a insistir en lo siguiente: los 2 ºC son más que factibles a nivel de emisiones. Lleguemos a lo que lleguemos, que sea lo más tarde posible.
    •    Sobre las COP:
Lo que más me frustra es que nos están poniendo cada vez más difícil defender las COP.
Antes no teníamos sensación de perspectiva, ahora sí. Han pasado 20 años desde la entrada en vigor del Protocolo de Kioto y 30 años desde el inicio de las COP, y lo que se percibe es que no estamos avanzando como deberíamos, especialmente después de haber acordado unos objetivos que, sin llegar a ser ambiciosos —pues eran muy mejorables—, sí iban por el buen camino.
Lo que ha pasado a partir de la recuperación de la «normalidad» —entre muchas comillas— tras la pandemia es que las COP han seguido en un plano muy alejado de lo necesario para hacer frente a una crisis climática cada vez más evidente.
Además, el cuestionamiento o alejamiento de la sociedad hacia las COP tiene que ver con que hace 15 años el conocimiento sobre ellas era muy bajo. Ahora, gracias a las redes sociales y al trabajo de periodistas sobre el terreno, podemos ver las costuras del evento: la saturación de lobistas, los jets privados, los discursos vacíos y la exclusión de comunidades indígenas.
Por eso digo que no nos dejan defender las COP. Tras unos años en los que las he criticado muchísimo, diciendo que no valían, hablar con gente que ha participado, que ha estado negociando sobre el terreno, te hace darte cuenta de que hay mucho trabajo y mucha gente muy buena partiéndose los cuernos para que se cierren acuerdos. Aunque sean acuerdos bilaterales o secundarios y no el gran texto final, es innegable que ha habido progresos. La trayectoria previa a la COP de París era una y la posterior es otra. No es la que marca el Acuerdo de París, es diferente.
Las COP han tenido un papel importante y actualmente representan un nodo de multilateralidad que, en un mundo tan separado, tan reaccionario y tan individualista, es necesario preservar a toda costa. El problema es que no nos están ofreciendo argumentos para defenderlas.
El multilateralismo es la única opción para abordar un problema como este (si no, lo otro es una especie de ecofascismo global), pero nos lo ponen muy difícil. En los últimos años, y particularmente en este, ha habido muy pocos avances. Además, está la cuestión no menor del léxico: que sigamos sin hablar de combustibles fósiles, de poner eso negro sobre blanco, ya que son los causantes de esta crisis.
Al final, lo que le llega a la gente es que no se acuerda nada, que lo que se acuerda es insuficiente, y que encima ni siquiera se puede hablar de lo que realmente está provocando esto. La sensación que queda es de inutilidad, de lejanía, de burocracia, de greenwashing, y de bienqueda. Y eso me preocupa. Un mensaje destructivo contra las COP es contraproducente. Puede ser legítimo y hasta necesario para algunas posturas, pero en estos momentos no nos beneficia. Si nos cargamos las COP, ¿luego qué? Esa es la gran pregunta. ¿Hacemos esa coalición de países que quieren ir mucho más rápido y nos olvidamos de los otros?

Eva Saldaña, directora Ejecutiva de Greenpeace España y Portugal

    •    Sobre el objetivo del 1,5 ºC:
Sostenerlo es ahora más importante que nunca por varias razones.
Primero, porque rebajar la ambición empeoraría la situación. Cada día que pasa sin que se tomen decisiones contundentes que nos alejen de los peores escenarios es un desastre en la vida real que pone en jaque a la humanidad y su vida en la Tierra. Cada décima de grado cuenta y el nivel de desastres aumenta con el nivel de calentamiento. Las consecuencias del cambio climático, como los eventos meteorológicos extremos, son más evidentes que nunca y su frecuencia e intensidad van en aumento. Miles de personas los sufren, sobre todo aquellas que se encuentran en mayor situación de vulnerabilidad y que, sin embargo, han contribuido menos a que estemos en la situación que estamos.
En segundo lugar, la acción climática de los gobiernos es muy insuficiente. En 2024 ya se sobrepasó temporalmente el 1,5ºC de aumento en la temperatura global. La ventana se estrecha y, sin embargo, según los planes de reducción de emisiones presentados por los países no llegamos al 60% que, según nos marca la ciencia, necesitamos para 2035. Esto nos estaría situando en escenarios de aumento de temperatura de entre 2,3 y 2,5 ºC con consecuencias aún más terribles.
Por último, porque es más que una responsabilidad moral. En la COP30 el compromiso con el objetivo de 1,5 ºC se ha mantenido, lo que ha faltado es el compromiso de los países que tienen la responsabilidad política y jurídica (como dictaminó la Corte Internacional de Justicia el pasado mes de junio) de actuar frente a la emergencia climática y de desplegar todas las soluciones posibles que están encima de la mesa y que siguen bloqueadas por unos pocos, entre ellos las grandes corporaciones fósiles y la industria del agrobusiness, que ponen sus beneficios por encima de las personas, el planeta y la democracia.
    •    Sobre las COP:
Sobre las cumbres del clima, tres apuntes.
El primero, repensar y revalorizar este espacio: las COP son una oportunidad anual única que no se puede dejar escapar. Líderes de todo el mundo, medios de comunicación y sociedad civil tienen un espacio para poder trabajar conjuntamente a escala global, cambiar el rumbo de la historia y anunciar con su altavoz las soluciones al mundo. Pero allí también operan las dinámicas de poder de aquellos que quieren seguir manteniendo un statu quo que les beneficia en contra de todas nosotras.
El segundo es que vamos en la dirección correcta, pero hay que acelerar mucho el ritmo: cada día que pasa se entiende más que necesitamos un cambio de paradigma de enorme magnitud y por eso mismo llegar a consensos cuesta más. El consenso no se puede convertir en el veto de unos pocos. Pero sin las COP no tendríamos el Acuerdo de París con el compromiso de no sobrepasar el 1,5º de temperatura global, el Transitioning Away de todos los combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas), la Financiación Climática que va creciendo para que países del sur global puedan abordar sus planes de mitigación, adaptación, pérdidas y daños o un nuevo mecanismo de Transición Justa, el BAM (Belem Action Mechanism), que ponga a personas y trabajadoras en el centro de la ecuación y se siga avanzando en justicia climática. Todo ello gracias al gran trabajo de los movimientos de los pueblos originarios, de la juventud, de las organizaciones sociales, de las voces de los países más vulnerables y de algunas líderes valientes que comienzan a romper las dinámicas.
La tercera es que el marco de la ONU es necesario y la acción a todas las escalas lo es aún más: de la COP30 salimos con más de 80 países que apoyan una hoja de ruta para el abandono de los combustibles fósiles y más de 94 que apoyan la hoja de ruta para el fin de la deforestación y la protección de los bosques. No han entrado en el texto, pero hay una masa crítica creciente que decantará la balanza a nuestro favor. No podemos seguir con acuerdos de mínimos sino con acción contundente acorde a la ciencia, cada una en el ámbito de sus responsabilidades, en todos los contextos, escalas y actores para cambiar un sistema socio-económico completamente fallido. Y para ello hay que pararles los pies y exigir responsabilidades a los grandes contaminadores y las grandes fortunas. Exigirles que cambien sus modelos de negocio y de vida y que contribuyan con la generación de una arquitectura financiera global diferente, retirando los subsidios tóxicos y articulando un fiscalidad justa que les grave con impuestos que contribuyan a la justicia climática.
No podemos dejar de caminar hacia el horizonte de la acción, la justicia y la esperanza. Para eso estamos.

Michael Oppenheimer, profesor de Geociencias y Asuntos Internacionales en la Escuela de Asuntos Públicos e Internacionales de Princeton (SPIA), investigador y autor del IPCC

    •    Sobre el objetivo del 1,5 ºC:
En primer lugar, la temperatura media mundial casi con toda seguridad superará los 1,5 grados durante un periodo sostenido (de muchos años) dentro de poco y se mantendrá en ese nivel hasta que se hayan implementado recortes mucho más exhaustivos y profundos en las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) en, aproximadamente, los 10 países con mayores emisiones y, al mismo tiempo, los países con emisiones más bajas pero crecientes obtengan una proporción progresivamente mayor de su crecimiento energético de fuentes no fósiles. Con el tiempo, para minimizar este periodo de mayor riesgo, el mundo podría aspirar a lograr una trayectoria de rebasamiento (overshoot) que nos llevaría de nuevo por debajo del objetivo. Sin embargo, desde la perspectiva actual, necesitamos planificar para varias décadas con un peligro climático inaceptablemente alto y trabajar para reducir este riesgo a través de políticas gubernamentales que, junto con medidas contundentes para reducir las emisiones de GEI, también enfaticen la planificación e implementación de políticas de adaptación y medidas para minimizar el riesgo, especialmente para las poblaciones vulnerables. Debido a una grave falta de conocimiento sobre sus consecuencias y a los desacuerdos entre los países sobre su prudencia, es dudoso que se intente la inyección de aerosoles estratosféricos a gran escala como medida de mitigación durante los próximos 20 o 30 años, si es que llega a intentarse.
    •    Sobre las COP:
En segundo lugar, las COP todavía tienen sentido, pero no con el propósito de cooperar en compromisos adicionales de emisiones. Las COP seguirán siendo un foro importante para la negociación de cuestiones que son clave para muchos países en desarrollo, concretamente los acuerdos para garantizar una asistencia financiera y técnica adecuada a los países en desarrollo que sufren daños por las emisiones de otros países, pese a que añaden pocas emisiones propias al cómputo global. En otras palabras, la suficiencia de los mecanismos para abordar las pérdidas y daños, la adaptación y, potencialmente, la compensación y la transición energética, quedan por resolver. Sería una pérdida de esfuerzo diplomático durante la próxima década o dos continuar las discusiones sobre objetivos de emisiones más ambiciosos mientras los países clave siguen teniendo dificultades para cumplir sus NDC [siglas en inglés de las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional, es decir, sus planes climáticos en materia de reducción de emisiones]. El esfuerzo por reducir emisiones debería centrarse, ante todo, en el ámbito interno: en resolver la compleja disputa política nacional entre, por un lado, unas empresas de energía renovable cuyas capacidades crecen con rapidez y, por otro, el poder político de los proveedores consolidados de combustibles fósiles.

María José Sanz, directora Científica del Basque Center for Climate Change (BC3) y miembro y autora del IPCC


    •    Sobre el objetivo del 1,5 ºC:

Seguimos acumulando emisiones en la atmósfera, en algunos casos con tendencias más reducidas a las de años anteriores, pero la acumulación sigue. Por tanto, la concentración de CO₂ en la atmósfera sigue aumentando; no está completamente compensada por ningún sumidero en estos momentos y, por tanto, es esperable que esa temperatura siga aumentando.
Como sigue aumentando, cuanto más tardemos, obviamente, en reducir las emisiones a cero —de forma que no siga acumulándose CO₂ en la atmósfera y se pueda secuestrar parte del que está ya en ella— será cada vez más difícil alcanzar o quedarnos por debajo del 1,5.
Esto es algo que ya lleva a muchos científicos a hablar de lo que se llama el sorpasso, o el overshoot en inglés, que quiere decir que nos podríamos pasar de 1,5 grados y deberíamos, por tanto, tomar medidas muchísimas más exigentes para volver hacia atrás.
Esto tiene sus ventajas porque nos da más tiempo, pero también tiene sus inconvenientes, porque hay una inercia que nos está llevando también a una aceleración de los impactos. Que, además, tienen otro problema, y es que hay actividades de mitigación —sobre todo las que conllevan secuestro de carbono por ecosistemas biológicos— que son vulnerables a estos impactos y, por tanto, es esperable que no sean tan eficientes como esperamos si los impactos siguen aumentando.
Es por ello fundamental que tratemos de hacer lo más posible por intentar quedarnos por debajo del 1,5. Y para ello es obvio que ya estamos trabajando en las transiciones; está claro que las transiciones son algo que hay que hacer y prácticamente está reconocido por la mayor parte de los sectores. Están trabajando en ello, pero obviamente no a la suficiente velocidad porque hemos esperado demasiado.
Y esto es un poco el problema que tenemos actualmente. Por tanto, sabemos qué hay que hacer, pero tenemos que esforzarnos más en el cómo y en acelerar la reducción de emisiones. Y, además, actualmente es imperioso que trabajemos ya en temas de adaptación. Es decir, la integración de la adaptación y la mitigación son críticos y fundamentales, de hecho, para alcanzar los niveles de mitigación que necesitaríamos para quedarnos por debajo del 1,5 en el mejor de los casos; pero es cada vez más probable que tengamos un sorpasso de este 1,5.
    •    Sobre las COP:
A raíz de la COP30, celebrada recientemente en Belém, lo que me gustaría subrayar es que sigue siendo necesario el proceso multilateral en el ámbito de cambio climático porque es un problema global y porque las soluciones están en manos de todos. Para que estas soluciones se pongan en marcha de forma efectiva es necesario que todos estemos en la mesa para discutir cómo abordarlo.
Es obvio que la COP tenía unas expectativas de poder avanzar de una forma muy explícita en lo que sería el abandono de los combustibles fósiles y al final esto ha quedado un poco diluido, pero también es cierto que hay otros temas en los que se ha avanzado bastante, como el nuevo el mecanismo de transición justa, que es un tema bastante nuevo en estos foros multilaterales de cambio climático. En este sentido, se ha avanzado también en temas de género tras aprobarse el plan de acción.
Quizás hubiéramos esperado una expresión de mayor ambición en cuanto a las NDC, pero no se ha producido. A pesar de todo, insisto en que es necesario este proceso multilateral, que todos tengan voz y que todas las voces tengan el mismo peso para no excluir a nadie.
En cuanto a la financiación, es un tema también recurrente e importante para que los países en vías de desarrollo puedan avanzar de forma adecuada. Y aquí sí que se han producido algunos avances, si bien no se ha comprometido la financiación que sería de esperar para poder abordar problemas tan acuciantes como los impactos, pérdidas y daños, o la financiación para las transiciones.

Peter Kalmus, científico del clima en el Laboratorio de Propulsión a Reacción de la NASA y activista climático


    •    Sobre el objetivo del 1,5 ºC:

En 2025, el objetivo de 1,5 °C no tiene ningún sentido. A estas alturas, tras décadas de inacción continuada (debida, en gran parte, a los lobbies y a la desinformación de la industria de los combustibles fósiles), no existe ningún escenario realista en el que la humanidad pueda lograr este objetivo. El promedio anual de 2024 ya superó los 1,5 °C; el mayor emisor histórico del planeta, Estados Unidos, tiene un presidente que cree que el calentamiento global es una farsa y está haciendo todo lo posible para acelerar las emisiones y retrasar la transición a las renovables; y la humanidad sigue aumentando las emisiones de dióxido de carbono año tras año.
    •    Sobre las COP:
Mientras las COP sigan infiltradas por lobistas de los combustibles fósiles, no tendrán sentido. La industria de los combustibles fósiles es la causa principal del calentamiento global, y han dejado claro que continuarán mintiendo y bloqueando la acción gustosamente tanto tiempo como puedan; basta ver la comparecencia de sus ejecutivos ante el Congreso de EE. UU. hace unos años. Los ejecutivos y lobistas de la industria quieren que pensemos que actúan de buena fe, pero han demostrado una y otra vez que solo les importan las ganancias. Cuando sean excluidos de las COP, el proceso tendrá sentido.

Irene Rubiera, abogada y comunicadora especializada en clima y derechos humanos

    •    Sobre el objetivo del 1,5 ºC:

Sin duda, el objetivo de 1,5 °C conserva todo su sentido, ahora más que nunca.
Vivimos un momento paradójico: mientras los datos científicos confirman que hemos superado temporalmente ese umbral, retirarlo de la narrativa central sería un error estratégico y moral profundo. Mantenerlo vigente no es un mero tecnicismo legal (aunque es crucial para la coherencia del derecho internacional), sino el imperativo moral detrás de toda acción climática que se precie. Mover esa meta (mover la portería, como decimos llanamente) equivaldría a redefinir, a la baja, lo que consideramos un planeta habitable y seguro.
Este objetivo es mucho más que un número, es la cifra que ha guiado y unido a la ciencia, a los activistas y a la ciudadanía mundial. Es el baluarte que ha generado la presión social sin precedentes que hoy obliga a los países a rendir cuentas en cada cumbre. Abandonarlo sería, en la práctica, hacernos trampas al solitario, desinflando la ambición política justo cuando más urge acelerar la transición y traicionando a la futuras generaciones de este planeta.
La evidencia científica no es discutible: cada décima de grado importa, pero aún estamos a tiempo de evitar las peores consecuencias. Para ello necesitamos que ese límite siga intacto en los textos, en las negociaciones y en la calle. Un futuro viable y justo es posible, pero solo se construirá con un compromiso inquebrantable con el 1,5 °C. Bajarlo ahora no es realismo, es una rendición.
    •    Sobre las COP:
Sí, el multilateralismo está en crisis. Sí, las cumbres avanzan más despacio de lo que deberían. No, no podemos abandonar ese espacio. Es importante recordar esto: la razón de ser de las cumbres nunca fue la buena fe de los gobiernos, sino ser el escenario donde la presión social se vuelve imborrable y políticamente ineludible. Sin las decenas de miles de personas en las calles y la voz de los pueblos indígenas, el proceso multilateral habría sucumbido hace años al bloqueo sistemático de los intereses fósiles.
Estas cumbres son el baluarte institucional que la sociedad civil ha conquistado a fuerza de movilización, el lugar donde se hace tangible la contradicción brutal entre la inacción de los gobiernos y la demanda mayoritaria de justicia climática, haciendo que el coste de dinamitar el Acuerdo de París sea demasiado alto para cualquier país.
Por eso merece la pena seguir y seguiremos ahí, porque nuestra presencia en las salas de negociación no es una concesión, es la condición sine qua non: estamos ahí para que el precio del fracaso sea insostenible para los países, para que los lobbies fósiles tengan que esconderse y trabajar a oscuras, para que países como Colombia o Panamá se vean arropados por nuestro aplauso cuando se atreven a dar un paso adelante. Seguimos ahí porque nuestra presencia lo cambia todo.

Fuente: https://climatica.coop/10-anos-del-acuerdo-paris-15-cop/ - Imagen de portada: Empezando por arriba a la izquierda y en el sentido de las agujas del reloj: Irene Rubiera, Pablo Rodríguez Ros, Andreu Escrivà, Julia Steinberger, Peter Kalmus, Eva Saldaña, María José Sanz y Michael Oppenhaimer. Foto: de fondo, una manifestación durante una cumbre del clima. IISD/ENB.

 

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