Nuevo Paradigma de Patagonia sin Represas




Avanzar hacia un desarrollo energético sustentable en lo económico, social y ambiental en Chile, requiere un cambio del patrón convencional sesgado y una fuerte innovación en las tecnologías y combustibles tradicionalmente dominantes.
Hoy día gracias a numerosas opciones tecnológicas, podemos enfrentar la mayor demanda eléctrica de Chile, sin tener que destruir la Patagonia Chilena. Existen a nuestra disposición grandes avances en materia de investigación de producción de energía que nos permite abrirnos a nuevas y avanzadas alternativas de generación energética. Se han realizado significativas investigaciones que hacen que hoy podamos contar con información acerca de distintos tipos de Energía, como la eólica, solar y mareomotriz, entre otras. Sin embargo, avanzar hacia un desarrollo energético sustentable en lo económico, social y ambiental en Chile, requiere un cambio del patrón convencional sesgado y una fuerte innovación en las tecnologías y combustibles tradicionalmente dominantes. Esto requiere de un activo rol del Estado para su implementación.


Amor y Sabiduría
¿Cómo lo Explicaríamos a las Futuras Generaciones?

Mons. Luis Infanti de la Mora

Unos miran los recursos naturales solo para explotarlos y enriquecerse; otros los miran como un don de Dios a cuidar y usar con amor y sabiduría, pensando también solidariamente en las generaciones futuras, en la comunión humana y hermandad con todos los seres. 
“¡Qué lindo es Chile!”. Así comenzaba un programa que destacaba las bellezas, a veces olvidadas o no suficientemente valoradas, de nuestro país. Entre ellas se encuentra Aysén, hermosa y bendita tierra nuestra. Región apreciada por muchas personas, instituciones y empresas.
Los seres humanos tenemos un potencial incalculable: el amor, don y esencia de Dios. Estamos llamados a entregárselo a las personas, amándolas, valorándolas, respetándolas… Esto vale también para la naturaleza que Dios ha puesto a nuestra disposición, dejando también en nuestras manos la gran responsabilidad de su cuidado. Su amor y sabiduría nos regalan una biodiversidad tan henchida de belleza, armonía, misterio y perfección, que en ella reconocemos la mano del Ser Superior. Las bellezas naturales de Aysén no son solo para los ayseninos, sino para todo el mundo, y por esto me alegra la actual preocupación de muchos por los recursos naturales de Aysén. 
¿Tendremos todos, sin embargo, las mismas preocupaciones e intereses? Me temo que no. Unos miran los recursos naturales solo para explotarlos y enriquecerse; otros los miran como un don de Dios a cuidar y usar con amor y sabiduría, pensando también solidariamente en las generaciones futuras, en la comunión humana y hermandad con todos los seres. Y la naturaleza en sí misma, bien puede ser a perpetuidad una fuente limpia, sana y legítima de economía, si cuidamos de no herirla o destruirla. El egoísmo puede depredar y aniquilar los bienes naturales, rompiendo de manera irreversible el equilibrio querido por el Creador. Dañar la naturaleza en Aysén es ofender a los ayseninos y a toda la humanidad, así como por el contrario, amarla es amar a ambos. Los grandes cuestionamientos ambientales que se dan actualmente en torno a la Región de Aysén se deben a las intenciones de empresas privadas de construir megacentrales hidroeléctricas en los ríos más caudalosos y prístinos de la zona, proyectos con altos riesgos de impacto negativo en los ámbitos de lo ecológico y sociocultural. Científicos, políticos y empresarios tienen oficialmente legitimada su palabra sobre estos proyectos. Pero sería un grave insulto, y un escandaloso error de la democracia, no considerar seriamente a los que tenemos la ciencia, el amor y el arte de vivir en estas tierras. 
Se hace urgente la educación orientada a la responsabilidad ecológica y la modificación de estilos de vida consumista y hedonista que causan serios daños a la naturaleza y al ser humano. Sería entonces muy saludable una mayor austeridad, autodisciplina y espíritu de sacrificio de quienes piensan desde, y viven en, la opulencia. Esta desbordante riqueza de unos pocos a costa de la pobreza y explotación de muchos, a la postre siempre se sustenta también en la depredación irreversible de los recursos naturales.
Se hace urgente recuperar el amor y la sabiduría para que gocemos de la deseada paz con Dios, con los hermanos y con la creación.

Imperativos Eticos
Es clave recordar que la cultura precede al Estado/Nación. El Estado se genera desde la cultura y no a la inversa. Si la cultura precede, un Estado armonioso y una sociedad armoniosa son consecuencia de una cultura armoniosa, basada en valores que necesitan ser internalizados e institucionalizados.
Necesitamos entender y cultivar las dinámicas, elementos, estructuras y fenómenos naturales que sustentan la estabilidad de la biosfera como sistema integrado, del cual formamos parte.
Demasiadas veces, cuando se habla de desarrollo sustentable, no se asume que la degradación ambiental es un fenómeno sociocultural, una consecuencia de una sociedad mal estructurada que entre otros fenómenos negativos destruye la base ecológica en la que se sustenta. 
Constatamos que no puede existir armonía social habitando ecosistemas degradados y no se puede lograr sustentabilidad ecológica desde sistemas sociales desequilibrados. A mayor degradación social mayor degradación ecológica y viceversa. La necesidad del cuidado del medio ambiente es algo demasiado obvio. Una sociedad que ve esto, y que no actúa correctamente en este vital ámbito claramente tiene errores epistemológicos inmanentes en su entramado sociocultural que generan este “punto ciego” letal. 
La historia de la humanidad muestra que los sistemas sociales que generan inequidad, pobreza y degradación humana y se estructuran en agudas y estratificadas pirámides jerárquicas, generan simultáneamente la destrucción del entorno. Si hacemos la observación por el otro extremo, constataremos que las sociedades que destruyen su entorno son socioculturalmente patológicas. Afortunadamente existen numerosos ejemplos de lo contrario: pueblos arraigados con culturas comunitarias armoniosas, con sistemas sociales que tienden a la horizontalidad, adaptados con notable inteligencia y éxito incluso a los ecosistemas más extremos del planeta.
Nuestra sociedad necesita internalizar realidades tales como que la naturaleza y la humanidad conformamos un continuum espacio-temporal. Por lo tanto nuestro desafío siempre ha sido, y sigue siendo lograr la adaptación más creativa, inteligente y eficiente posible a nuestro entorno natural. Cuidar la naturaleza es cuidarnos. Cultivar la naturaleza es cultivarnos.
Necesitamos entender y cultivar las dinámicas, elementos, estructuras y fenómenos naturales que sustentan la estabilidad de la biosfera como sistema integrado, del cual formamos parte. Incluso hoy necesitamos urgentemente emprender, local y globalmente, la restauración de ecosistemas para lograr, por ejemplo, la estabilización del sistema climático de nuestro planeta. Para esto tenemos que disminuir drásticamente, y también eliminar, prácticas y opciones sociales y tecnológicas entrópicas.
Necesitamos asumir como sociedad que la energía del sol que sustenta y dinamiza toda la vida sobre la Tierra ingresa a la biosfera exclusivamente a través de los organismos fotosintéticos: plantas, fitoplancton… Mientras más vivos e incontaminados estén los océanos y mientras más bosques crezcan en la Tierra, habrá más energía disponible para todos los seres de la biosfera, incluyéndonos a nosotros.
Necesitamos asumir que la naturaleza se sustenta y equilibra en la diversidad y la complejidad de la comunidad biótica. Mientras más naturaleza se desarrolle en el planeta mejores posibilidades de homeostasis para la biosfera y la humanidad. 
Necesitamos responder a la necesidad vital de armonía ambiental que tenemos los seres humanos. Necesitamos raíces e identidad sociocultural y ecológica; necesitamos comunidad, e incluir en esta a la naturaleza que nos sustenta; necesitamos belleza para un desarrollo humano armonioso. La belleza y la armonía socioecológica no son lujos, son una necesidad vital y un derecho de todos los seres humanos.
Necesitamos asumir e internalizar que son los ecosistemas, la biosfera y Gaia quienes sustentan nuestras sociedades y economías, y no a la inversa; que el aire, agua, alimentos y calidad de vida son producidos por la naturaleza, no por nuestras tecnologías e industrias.
A pesar de que la civilización se niega a asumirlo, es evidente que en este planeta existen claros límites ecológicos, capacidades de carga ecosistémicas acotadas, etcétera. Esto no limita nuestro desarrollo. Respetando estos límites podemos “jugar” infinitamente con los elementos de la naturaleza. Nuestras opciones de desarrollo, así como las tecnológicas dependen de nuestros valores, de nuestra cultura, de nuestros deseos. Ningún tipo de desarrollo es inevitable y ninguna opción tecnológica es obligada. Tenemos infinitas opciones.
Lo único que debiera “limitar” y orientar nuestro desarrollo, es el respeto real, irrestricto, profundo por todas las personas, complementado con la lúcida comprensión de las reglas básicas del juego de la vida. Tal como los ecosistemas se sustentan en la biodiversidad y la complejidad de la comunidad biótica, los sistemas sociales se benefician, se estabilizan y son mucho más creativos y productivos con la libertad real de todos sus miembros, con la diversidad y la riqueza cultural.
Muchos de los principios y valores practicados por diversos pueblos a lo largo de la historia de la humanidad para lograr la sustentabilidad comunitaria y ecológica son aplicables hoy en las sociedades modernas. Actualmente, sin embargo, en muchos casos, poder aplicarlos implica cambios significativos, tanto estructurales, a nivel societal, como conductuales, a nivel individual.
 
En síntesis, estos principios y valores debieran expresarse en las siguientes prácticas fundamentales: 

1) La comunidad: Necesitamos transformar el “Chile S.A.” en una comunidad basada en la reciprocidad, la solidaridad y el servicio. Esto no es utopía, es absolutamente factible, ha sido y es practicado por comunidades humanas. 
2) La autosuficiencia: no hay “ventaja comparativa” superior. Un país autosuficiente en términos de necesidades básicas de su población es más resiliente ante las fluctuaciones del mercado global. Desarrollar una agricultura orgánica diversificada a lo largo de todo el país únicamente puede aportar beneficios. Simultáneamente crea un flujo alimentario interno que mejora la calidad de vida de la población y un mercado externo de productos exportables de alta calidad. Si la agricultura orgánica es desarrollada con sabiduría es esencialmente sustentable porque no sólo no degrada el medio ambiente sino, que lo enriquece.
3) La descentralización: La autosuficiencia solamente puede darse con la diseminación territorial que siempre han practicado los pueblos arraigados, así llamados indígenas. Esto, en lenguaje moderno, se llama descentralización, desarrollo local, comunal, regional… el micro desarrollo, la micro economía. Necesidad de que se fomente el mundo rural. Este es el verdadero piso, los cimientos de un país, la infraestructura básica. Esto implica fomentar la diversidad de las economías locales a lo largo del país. Descubrir y cultivar potenciales regionales y locales. Con el conocimiento y las tecnologías apropiadas, y el apoyo de una comunidad solidaria se pueden utilizar sustentablemente todos los ecosistemas. La descentralización real desconcentra el poder político, así como los recursos, tanto materiales como culturales, contribuyendo a una estructura social horizontal versus la estructura verticalizada, piramidal del Chile actual, y de la mayoría de los países del mundo, que es una de las causas de los graves problemas que nos aquejan. Del mismo modo, se desconcentra la basura, el esmog y otros impactos que llegan a ser problema solamente por su magnitud o escala, es decir, cuando sobrepasan los umbrales de asimilación de un ecosistema, zona, cuenca, localidad o región. 
4) Las tecnologías apropiadas y la economía sustentable: El desarrollo de la autosuficiencia nos lleva a la incesante búsqueda de tecnologías apropiadas y de actividades económicas o productivas igualmente apropiadas social y ecológicamente, es decir, actividades que claramente beneficien a toda la comunidad sin degradar el entorno, sino incluso enriqueciéndolo. Tenemos que evolucionar, liberarnos de la “mentalidad minera” hacia los recursos naturales que se instaló en la cultura chilena desde nuestra colonización, basada en la extracción de “riquezas” para enviarlas a las “madre patrias”. Una economía sustentada en la explotación de materias primas y recursos naturales es primitiva y además un callejón sin salida, social y ecológicamente insustentable. Necesitamos ser mucho más amorosos “pastores” y “jardineros” que codiciosos mineros respecto a nuestro medio ambiente. Hoy, países modernos que “vienen de vuelta” basan su economía en la oferta de servicios, incluyendo los “naturales”, o servicios ambientales y ecológicos que provee la naturaleza. 
5) Calidad de vida como riqueza cultural: el país necesita iniciar una profunda transformación cultural para ayudar a los chilenos a liberarse de la angustiosa ansiedad por lograr la afluencia económica, y de la incultura del consumismo. El país necesita redescubrir que calidad de vida para todos no es en absoluto sinónimo de opulencia económica generalizada. El consumismo es un indicador social negativo. Vanamente, se consume para llenar el vacío, para intentar darle sentido a la vida. Está claro que esto no se logra porque el consumo no reemplaza las actividades culturales y no satisface las necesidades espirituales. El país debe centrar sus esfuerzos en lograr el bienestar real de todos los chilenos —físico, emocional, psicológico, espiritual— y no sólo en generar capitales, que, más encima, son monopolizados. Estrictamente hablando, lo que necesitamos no es cantidad de dinero sino calidad de servicios: de salud, educacionales, culturales, confort habitacional, seguridad. Fundamentalmente necesitamos afecto. Sentir el cariño de nuestra comunidad, sentir que el país se preocupa en forma personalizada de cada uno de nosotros. Esto es exactamente lo opuesto de lo que la mayoría siente hoy: que el país es indiferente a nuestras necesidades y sufrimientos cotidianos, e incluso que el Estado, los gobiernos y la clase política son los causantes de ello al permitir, o propiciar, la acumulación de fortunas en manos de unos pocos versus el bienestar y calidad de vida de la mayoría. Esta percepción y experiencia solo puede agudizar la creciente ingobernabilidad, el descontento, la desmoralización y la violencia que sufre hoy en forma creciente el país.
 6) Círculo virtuoso: para lograr la sustentabilidad social y ecológica en Chile necesitamos generar un círculo virtuoso con todos estos principios, valores y prácticas: necesitamos urgentemente un país pacífico, en paz consigo mismo; un país donde no exista la pobreza, ni la delincuencia que es una de sus consecuencias; un país hospitalario, empapado de cultura y arte; limpio, bello, lo más rico posible en recursos naturales… ¿Utopía? Sí, pero absolutamente factible, realizable en el mediano plazo si la comunidad nacional se pone esta meta, a desear este cambio, y a trabajar como un todo para lograrlo. Necesitamos que este sea un proyecto nacional, transversal, consensuado al máximo, y que la comunidad en su conjunto trabaje por hacerlo realidad.

Haciendo Patria
La patria no nace, se hace. La hacen sus habitantes, los originarios o los que llegan a una tierra adoptada. La hacen primero los vínculos entre las personas que encuentran bueno vivir juntos porque hay una comunidad de sentimientos, de pasado y proyectos para el porvenir. La hace el vínculo con el territorio, con la naturaleza, con un saber encontrar las fuentes de vida y la capacidad de entrelazar el destino de cada uno con el aire, los ríos, las montañas, los bosques y todo aquello que le da un carácter particular y propio al país de uno. La patria se hace cada día con la vista en el futuro porque queremos esta patria para nosotros y para los que nos sucederán.
Patria no se hace destruyendo la riqueza, vendiendo el patrimonio permanente, centralizando el progreso en sitios lejanos al que la produce sin devolver a ese territorio la posibilidad de un crecimiento que se sustente en sus características esenciales.
 Hacer patria fue la justificación del ecocidio que permitió la colonización salvaje, el sobrepastoreo y la destrucción sistemática de las praderas que no sostenían la masa abrumadora de ganado que les impusieron para ganancia fácil y que hoy son un páramo agotado que tardará cientos de años en reencontrar su fuerza y lozanía. Para hacer patria se autorizó la quema indiscriminada de magníficos bosques, milenarios e irreemplazables y llevar gente a poblar territorios que se destinarían a la ganadería, permitiendo el enriquecimiento de unos pocos y dejando una estela de degradación ambiental que compromete el futuro de muchos.

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