Nazismo: ¿Volverá la bestia?

La victoria del movimiento hitleriano constituyó una respuesta lógica, si bien irracional, al triunfo del capitalismo, que cumplió todas sus promesas y que por lo mismo abocó al desconcierto a porciones cada vez mayores de la humanidad.

Hitler restauró un antiquísimo y bárbaro sentimiento de superioridad colectivo. Pero en el instante en que resucitó es vieja fórmula bárbara, la fórmula de superioridad natural de la propia horda que pone a los únicos dignos del epíteto de humanos frente a un universo de extranjeros ante los que sólo cabe la sospecha o la misericordia, en ese instante ya se preparaba la respuesta a una pregunta que afecta directamente a los humanos y su cotidianeidad: ¿Hay recursos para todos?. ¿Hay bastante para garantizar la libertad general frente al temor y la miseria?
Es evidente que la formula jeffersoniana:
“La tierra pertenece siempre a la generación viva. Ésta puede utilizarla, así como todos sus frutos, a su antojo durante su usufructo.”
Ya no lleva por el buen camino, más bien que ya no hay camino.
Basta escuchar las fanfarrias con que los neocaníbales de la desregulación atruenan al mundo desde sus cimas semánticas. Se atreven a proponer sin más que se les suministre aún más dinero y más libertad de corsario a los que se están comiendo el mundo, para que se lo puedan comer más deprisa.
Desde el fin oficial del colonialismo, sustituido por formas de gobierno mucho más cómodas, ha surgido en la cambiante jungla de proyectos de todo tipo, cuyos beneficiarios y sufridores casi siembre han sido los más pobres, una nueva ‘cultura sahib’ [líderes nombrados por los occidentales].
Dentro de las sociedades que fueron patria del capitalismo son legión los ‘liberales de izquierda’, es decir, esa elegante minoría que gracias a los avances técnico industriales ha podido evitarlos conflictos básicos por el pan, la cerveza y el vehículo móvil y que puede dedicarse a problemas más generales, y allí recluta su personal la ‘cultura sahib’.
Pero, una vez que esta autodestrucción por cuenta propia haya avanzado lo bastante, ¿podrán seguir aferrándose a su inocencia estos virtuosos liberales?. Cuando se trate de arroz, pozos y patatas, cuando del embustero entramado de la ‘virtual reality’ emerja el patrón real del combate humano por un lugar en la biosfera, ¿será capaz este puñado de virtuosos de plantarse ante el embate de la realidad?.
¿Y los viejos conservadores? Qué harán con su piano Bechstein, con el saloncito de música, ¿cabrían en el bote salvavidas?.
La pregunta política que se le plantea al ‘planet manager’[los gestores del planeta] de las sociedades del bienestar es naturalmente la cuestión del posible consenso de los principales grupos sociales. Si se diera la inevitable confrontación con la realidad vital del planeta. ¿cabe contar con que estos grupos renunciarán a los logros sustancias de su historia, como por ejemplo los derechos humanos o la protección de las minorías desfavorecidas en aras de la salvación de la civilización (y de su propia nivel de vida)?
Mi opinión es que por supuesto.
Recordemos la situación de la mayoría fiel al Estado alemán entre 1933 y 1934, éstos se prestaban divinamente a fomentar lo que precisa el hitlerismo del futuro: la parcelación de los individuos en mundos diversos y con ello la parcelación de la responsabilidad, que sólo fue acercándose a Auschwitz en pequeños fragmentos que se reflejaron en cada uno de los soldados, de los trabajadores especializados de las fábricas de munición, de los peones de las carreteras del Reich.
Hoy tras medio siglo de modernización, la responsabilidad moral se ha compartimentado infinitamente más. El piloto del bombardero, el especialista en misiles, el investigador en armas C, el controlador de centrales nucleares, el ‘trader’ delante del ordenador personal, el representante regional de una empresa química agrícola…
¿Que ocurrirá cuando el actual sistema choque con las reglas de la Naturaleza, cuando se agote nuestro crédito de energías y recursos en este mundo artificial creado por la civilización dominadora?
Hitler ofrece un truco espantosamente barato, el truco de la barbarie modernizada: vida de pueblo dominador a costa de todos los demás, como privilegio por la conservación de la especie, por la sustentación del reino de lo mil años.
Necesitamos una cultura enteramente nueva para ofrecerle una resistencia coherente, y ésta tendrá que apoyarse en una fórmula enteramente distinta.
Pues se trata en último término de la esencia de nuestro sustrato vital, en el que existimos como ‘vida que quiere vivir’. La muerte es un ‘modus operandi’ más de esa vida. Olvidarse de esto es necio y peligroso. Pero la alternativa no es un campo de batalla en el que todos luchen contra todos. Ninguna especie sobrevive gracias a la muerte del resto de los seres, ni siquiera una raza dominante; ese fue y sigue siendo el punto débil del vulgo darwinismo de Hitler. Pero esto también pone fin a la posibilidad de la vieja e ingenua fórmula jeffersoniana del usufructo indiscriminado.
Lo que debemos desarrollar es una nueva solidaridad con la biosfera, el sustrato de la vida, que se apoye en el conocimiento y en la humildad. Ni el darwinismo de cualquier tipo de neocaníbal encontrará un lugar en ella, ni la ingenua doctrina de la mano invisible, o la descabellada esperanza de una salvación escatológica que venga de afuera y de arriba.
Si todavía se trata de encontrar una fórmula global, entonces ésta rezaría:
“El ser humano puede seguir siendo la corona de la creación si comprende que no lo es.”

Para saber más: Auschwitz, ¿comienza el siglo XXI?. Carl Amery. FUENTE: DECRECIMIENTO.INFO - Imagenes: 

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