Reflexiones sobre «Un lugar que pueda habitar la abeja»

– Como Heráclito, ¿aún sigues esperando lo inesperado?

– Claro que sí. En eso sigo haciendo pie.
Aquella voz antigua con la que Heráclito llamaba a despertar a los hombres de su tiempo”es hoy la respuesta del pensador Jorge Riechmann. En lo inesperado sigo haciendo pie, pero -añade en otra conversación- “junto a nuestra fe en lo inesperado, no dejamos de trabajar con ahínco para materializarlo, para estar atentos al instante justo, para colarnos en el preciso momento en que se abra la puerta que sólo se abre una vez”. La respuesta de un poeta en prosa que ha sido capaz de mantener “la llama del entusiasmo más allá de la primera juventud y ahora brota más luciente, más cálida también. 
 
Por: Marian R Gómez

La conversación en Un lugar que pueda habitar la abeja, nos cuenta el editor Alberto García Teresa, ocurre entre 1990 y 2017 y se agrupa en torno a tres campos, educación, ecología y poesía. ¿Es el Jorge Riechmann de las primeras entrevistas el mismo que habita la universidad, la ecología y la poesía de nuestro tiempo? Nuestra reflexión empieza así con una pregunta que busca la respuesta del protagonista en los distintos momentos de la conversación.
La evolución, inevitable en tres décadas, se percibe con más claridad en el Riechmann ecosocialista. Nos dice en una conversación del año 1992: “yo creo que el antropocentrismo, al menos en un sentido débil, es probablemente inherente a la condición humana y sin duda un presupuesto para la acción emancipatoria”. A partir del año 2010 nos cuenta: ya “no comparto el enfoque marcadamente antropocéntrico que está en la base del Millennium Assessment, sino el bienestar de todas las criaturas sintientes” y, más adelante, “el antropocentrismo, esa ética que solamente concentra lo bueno en torno al ser humano sin pensar que hay otros seres, que hay otros intereses en la vida sobre el planeta”, pasa a ser un reto a superar.
Esta evolución, sin embargo, no le lleva a los brazos del ecologismo biocéntrico, otro pensamiento que “defiende la igualdad esencial de todas las especies vivas y la indeseabilidad de anteponer los intereses de la especie humana a los de otras especies”. 
Una evolución más bien anclada en “la necesidad de asumir de verdad que somos ecodependientes….de volver a conectar con el principio de biomímesis…. con esa dimensión de la ciencia que no está dirigida directamente a la manipulación del objeto sino a la comprensión del universo que nos rodea…con la importancia del desarrollo de la teoría de sistemas, de las ontologías sistémicas, de la dinámica de sistemas…con lo que para los griegos antiguos era lo importante: la filosofía como forma de vida, donde las preguntas prácticas eran más importantes que las teóricas.”
En cuanto a la evolución del pensamiento humanista, cuenta el autor en 1998: “ser persona, llegar a ser un sujeto más o menos autodeterminado, constituye para mí un valor irrenunciable, y que debe enfatizarse especialmente dentro de las tradiciones socioculturales de dominante colectivista o comunitarista.”
En 2009 algunos elementos de la conversación, que bien podría apadrinar John Gray[5] dentro de su visión, compartida con Schopenhauer, del humanismo como una ilusión, hablan de esta evolución: “Algo humanísimo (humano, demasiado humano) es inventarnos la realidad que nos apetece, mediante nuestros ricos recursos simbólicos y tecnológicos”. Para Gray, lo propiamente humano es la escritura fonética, y atribuye al alfabeto los errores del pensamiento asociados a la aparición de la misma. “Frente a esta poderosa tendencia, continúa el filósofo, reconozco algo así como un deber de ser fieles a la realidad, aunque sólo fuera porque, en esos esfuerzos por inventarnos la realidad, nos inventamos en primer lugar a los otros”. Sin duda para llevar a buen puerto este deber cuenta con la ayuda del poeta. Si el alfabeto ha sido infiel a la realidad, la poesía sería el único género inmune a la tentación, ya que “las palabras del poema cobran densidad en torno a la comunidad ausente”[6].
Tampoco la evolución crítica con la herencia de la ilustración —”apenas cabe pensar un destino menos ilustrado que el fin de la propia humanidad”— le lleva a caer en los brazos del transhumanismo para tratar de escapar de la condición humana por la senda tecnocientífica, sino que se ancla en lo esencial, “aceptar la condición humana y rechazar la dominación”, que sería, junto al reto de superar el antropocentrismo, “nuestra tarea de autoconstrucción”.
Ecosocialismo
El pensamiento ecosocialista de Riechmann afirma el valor de la biodiversidad y la imperiosa necesidad de trascender el patriarcado en una sociedad “marcada por la igualdad”. Simbiosis evolutiva del rojo y el azul, territorio ecofeminista donde la “igualdad radical de oportunidades” se desarrolla, el violeta, y su alianza natural con el verde, a su vez evolución de amarillo y azul, son los colores del socialismo inacabado que dibuja el autor, socialismo comprometido con el reto de superar el antropocentrismo que trasciende el patriarcado.
Piensa el filósofo ecologista: “tenemos mucha dificultad para desarrollar un tipo de conciencia moral que esté a la altura de lo que sabemos y de lo que técnicamente podemos hacer y no hemos sido capaces de desarrollar sentimientos morales a la par de esa capacidad de intervención sobre la naturaleza”[7]. Nosotras compartimos esta inquietud, y nos gustaría profundizar en la heterogénea geografía, incluso dentro de nuestra esfera occidental, de dicha dificultad; algo a lo que Riechmann también hace referencia cuando habla de los principios del Buen Vivir inspirado en los tres grandes valores atribuidos[8] a los jornaleros andaluces: “Tenemos que dar pasos desde el sistema de acumulación a un sistema de reparto (de riqueza, poder, tiempo y propiedad)… Así se trata de pasar de la competitividad al cumplir (ser competente), del individualismo a la unión (cooperación), y de la acumulación al reparto (distribución justa)”.
“Para nosotros los marxistas”, cuenta el profesor en otra conversación[9], “el trabajo es la mediación fundamental entre la sociedad y la naturaleza”.
Desde un emplazamiento mediterráneo, sin embargo, no sería el trabajo sino la creatividad la mediadora. “Nada hay más ajeno a la época actual que la ociosidad”, escribe J. Gray[10]. “La excelente consideración que el trabajo tiene entre nosotras es aberrante. Durante toda la prehistoria y la mayor parte de la historia, el trabajo ha sido algo indigno”.
Para Gray “la ausencia en los animales de la sensación de un yo individual” marca la diferencia con los humanos, y continúa: “la acción preserva un sentimiento de identidad propia que la reflexión disipa…La idea de que el objetivo de la vida no es la acción, sino la contemplación, ha desaparecido casi por completo”.
Sin embargo la casi desaparición tampoco es uniforme en nuestra geografía. Muy alejada de la “moral utilitaria de los pueblos del norte”, Carlos Barral hace referencia al gran “civismo moral” de la civilización mediterránea[11] y al “hedonismo profundo” como rasgo determinante de esta cultura, de la que no todas las “civilizaciones geográficamente mediterráneas forman parte (..) Un hedonismo por encima de cualquier otro sentimiento. Una civilización de vivir por vivir y enormemente creadora de belleza que corresponde a lo que antiguamente fue la línea de establecimientos o colonias griegas y fenicias”.
“Esa sobriedad española”, escribe María Zambrano, “esa especie de orgullo de no necesitar o de necesitar poco para sustentarse, en lo que, en verdad, se advierten otros orígenes que el simple hecho de no haber tenido”, se sintetiza en la expresión matar el hambre, que hace referencia a esa “hostilidad hacia ella, considerándola enemiga a quien matar, no señal de la naturaleza que satisfacer placenteramente”. Para Zambrano esta es una diferencia entre pueblos de la península ibérica, como los andaluces y pueblos más del norte, que “comen y les gusta, les parece bien tener que comer”. Y algo similar ocurre en Andalucía con el trabajo, “porque hay pudor de no trabajar y de trabajar en exceso (..) pudor de todas las demasías de la dependencia de la persona”.
El impulso creativo y la mesura que Barral y Zambrano atribuyen a la cultura mediterránea se manifiesta claramente en su alimentación tradicional que ha hecho, como ninguna otra, de la necesidad un arte; una alimentación frugal y placentera cuyo valor nutricional ha sido mundialmente reconocido.
Estas referencias nos llevan a pensar que el trabajo no sería un punto de partida, sino un punto de llegada desde la disciplina de la creatividad. Este pensamiento nos lleva a una posición menos restrictiva que la del autor cuando le preguntan por la Renta Básica: “No creo haber cambiado de posición…en caso de que haya que transigir con una renta básica, bueno, pero que sea a cambio de un servicio laboral obligatorio en el sector público autogestionado”.
La universidad de nuestro tiempo
Viene muy bien para dar entrada a esta dimensión una cita de Pasolini en una conversación[12]del autor consigo mismo que incorpora el libro: “sé muy bien cuántas contradicciones se necesitan para ser verdaderamente coherente”. Un lugar que pueda habitar la abeja es así un aula abierta en la universidad de nuestro tiempo, donde nos espera un profesor investido de la autoridad de una historia de vida modelada por la búsqueda de ese conocimiento que alimenta los auténticos valores humanos. Esta autoridad intelectual, similar a la que inviste en el mar al patrón del barco[13], es la que valida en la universidad la transmisión del conocimiento entre generaciones[14] y habitó la universidad de los años veinte y treinta, heredera de iniciativas culturales como la Institución Libre de Enseñanza, universidad que nada tiene que ver con la de nuestro tiempo, una universidad “de discursos críticos completamente desconectados de las prácticas y las formas de existencia” y de la que nuestro autor, profesor de filosofía en ella, piensa que está “absoluta y lamentablemente por debajo de los requerimientos de este Siglo de la Gran Prueba que es el nuestro”[15] y que estaría “justificado pedir a todos nuestros rectores y decanos una dimisión en bloque”[16] dada la obediencia indebida que la universidad practica en contra de todos los fines que defiende.
De la “fuerte presencia pública de los intelectuales en la sociedad” española cien años atrás nos habla María Zambrano[17] y alguno de los grandes hitos que explican la ausencia actual del “intelectual comprometido, alguien que pone algunas destrezas especiales al servicio de los trabajos colectivos de interpretación de la realidad, no alguien que diga a los demás lo que tienen que pensar”, los encontramos en la novela de Antonio Orejudo[18] cuando se entretiene en visibilizar el drama que lleva a su protagonista a sobrevivir como escritor fuera de la universidad: “el atroz desmoche de la universidad republicana que saturó de mediocridad la institución, no desapareció con la democracia… en los años 70 muchos jóvenes profesores se habían afiliado al PSOE y en 1982, cuando ganó las elecciones, pasaron a ser funcionarios de carrera… mediocres que medraron aprovechando que España era un erial”, o dicho con otras palabras de la entrevista al historiador Pablo Sánchez León[19], “la universidad no se democratiza sino que se expande”. Pero como explica Sánchez, cuando se trata de transmitir entre generaciones, la pelea es por la autoridad, y como en esta larga transición poder y autoridad no han coincido en la universidad, no se ha transmitido nada.
En este contexto entendemos la coherencia de nuestro profesor de filosofía que investido de la autoridad que lo posibilita abre una ventana de conocimiento universal, “un lugar que pueda habitar la abeja”, que puedan habitar los ecosistemas que han de dar cobijo a las generaciones venideras.
El poeta
En la poesía siempre está presente una dimensión…un poco intranquilizadora que tiende a poner en movimiento cosas que solemos tomar por cosas muy fijas…en el lenguaje está presente una forma metafórica y metonímica, y eso permite aproximar cosas que pueden parecer dispares, lejanas y también aspirar a algún tipo de conexión entre todas las cosas que, aunque sepamos irrealizables, está ahí como aspiración[20].
Esa conexión entre todas las cosas a la que aspira e inspira la poesía es para Isabelle Stengers, filósofa belga de la ciencia y una de las firmantes del manifiesto ecosocialista que nombra el autor, un arte que nos ha sido robado; el arte de prestar atención a las consecuencias[21].
Para nuestro poeta “escribir poemas es estar atento y recibir regalos”[22], y desde esta dimensión, que comparte con la filosofía y con la ciencia la “poesía de la conciencia”, cómodamente instalado[23] escribe y conversa con nosotras, y a veces también consigo mismo, el poeta.
“La poesía es un orden del delirio”, escribe María Zambrano[24]. Para nuestro poeta “la poesía nos recuerda siempre que venimos del extravío”, que viene a ser lo mismo. Y volvemos a encontrar esta otra dimensión sin dimensión de la poesía cuando el autor nos cuenta que “el poeta sabe (porque se lo dice el poema) que el espacio tiene siempre en cada punto, junto a sus tres dimensiones perceptibles, una cuarta algo más difícil de captar: la que podríamos denominar «la vertical del cosmos». Todos podemos ser instantáneos astronautas del viaje cósmico sin movernos del sitio”[25].
Dice René Char, poeta del poeta, “en la fidelidad, aprendemos a no consolarnos jamás”, y esa palabra española difícil de traducir, desconsuelo, se convierte en la actitud básica del autor, su Grundgestus a la hora de escribir. “En el desconsuelo se manifiestan a la vez el dolor por la pérdida y la ausencia de nostalgia. Frente a lo irreparable” nuestro Grundgestus no puede ser “nihilismo, cinismo o desesperación mercantilizada sino palabra de desconsuelo”.

Fuente: 15/15/15 -

Imagenes: Flickr.com - Logan Zillmer - Robert Dowling - Kristy Pargeter
Notas
Notas
[1] Javier Morales (2007), «Jorge Riechmann. Autor de Biomímesis. Ensayos sobre imitación de la naturaleza, ecosocialismo y autocontención».
[2] Un lugar que pueda habitar la abeja. Entrevistas con Jorge Riechmann (Ed. de Alberto García Teresa) (La Oveja Roja, 2018)
[3] María Zambrano. Delirio y destino. Los veinte años de una española. Colección la cosecha de nuestras madres. horas y HORAS la editorial. (Escrito en 1953 y publicado en 1989)
“…apasionado, más entusiasta aún que los jóvenes, pues el entusiasmo que traspasa la primera juventud es más intenso que el de la propia juventud que busca, por el contrario, la conciencia; en el que se acerca a los 40 años el entusiasmo rebasa ya de la conciencia, como un fuego que vuelve a brotar después de haber sido refrenado ; es la edad en que la llama, en quienes han sido capaces de mantenerla a través de los desiertos y los vendavales, brota más luciente, más cálida también (:) Aquella voz antigua con la que Heráclito llamaba a despertar a los hombres de su tiempo; a despertar viéndonos en nuestro sueño, a despertar sin dejar de soñarnos. Sería tener un sueño lúcido”.
[4] Jorge Riechmhmann (1998, actualizado después). «Sobre la amabilidad y la desesperanza. (Autointerrogatorio)»
[5] John Gray. Perros de Paja. Bolsillo Paidós 2008
Lo distintivamente humano no es la capacidad del lenguaje, es la cristalización de ese lenguaje en forma de escritura … Las formas tempranas de escritura mantenían numerosos vínculos con el mundo natural. Esos vínculos se rompieron con la evolución de la escritura fonética…. Errores del pensamiento engendrados por el alfabeto
[6] Migual Munárriz y Ricardo Labra (1993) «Pero las manos son mías»
[7] Marga Font (2001). «No se puede producir y consumir como lo hacemos sin exportar mucho daño»
[8] Luis Tamayo (2017) «Por un mundo ecosocialista. Entrevista a Jorge Riechmann»
[9] Esther Peñas (2009) «25 años de rebeldía a la española»
[10] John Gray, op. cit.
[11] Constantino Bértolo (2019): (Entrevista a Carlos Barral) “El barco fantasma existe. Y los peces-monstruos. Yo los he visto”, Revista Contexto, 28/08/19.
[12] Autointerrogatorio actualizado…
[13] Constantino Bértolo, op. cit.: “El patrón era alguien que se había ganado la autoridad con su propio trabajo, con su propia trayectoria”.
[14] Sebastián Fáber (2016): (Entrevista a Pablo Sánchez León) “Los intelectuales del 78 tienen un cártel”, Revista Contexto, 30/03/2016: “Cuando se trata de transmitir entre generaciones, la pelea es por la autoridad, y como en esta larga transición poder y autoridad no han coincido en la universidad, no se ha transmitido nada.”
[15] Baile del Sol (2013) (Editorial que publicó El Siglo de la gran prueba): «Bailando con Jorge Riechmann: ‘Ojalá que estas páginas puedan ayudar un poco a despertar’», El blog de Baile del Sol (21 de octubre).
[16] Tomás Muñoz (2012): «Los rectores y decanos deberían dimitir en bloque», Diagonal nº 182 (27 de septiembre)
[17] Delirio y destino…
[18] Antonio Orejudo. Un momento de descanso. TusQuets editores, 2011:
El franquismo no había infravalorado la universidad.Todo lo contrario….La enconada persecución que sufrieron los profesores universitarios desafectos al régimen…fue el resultado de un proyecto concebido con frialdad, la consolidación de un estado de anemia intelectual que sirviera de profilaxis ante el riesgo de futuras infecciones revolucionarias.
Este minucioso plan contó con la inestimable ayuda de los profesores más mediocres, que vieron en aquella sistemática aniquilación de la excelencia una oportunidad para ocupar cátedras, rectorados, decanatos y ministerios. Durante cuatro décadas la universidad fue una institución fantasma.
Los jóvenes políticos de la democracia perdieron la oportunidad de corregir drásticamente esta situación en los primeros años de la transición (:) Aquellos jóvenes de la transición comprendieron muy pronto que los partidos políticos, además de expresar el pluralismo ideológico en una sociedad democrática, son también una manera de ayudarse los unos a los otros….de que en su seno nadie camine solo.
[19] Sebastián Fáber, op. cit.
[20] Redacción (2010): «Jorge Riechmann: Siempre he apreciado el trabajo de los poetas que se sitúan frente al conflicto»
[20] Isabelle Stengers. En tiempo de catástrofes.
[20] Nabor Raposo (2008): «Cuando uno tiene que clavar un clavo, cualquier cosa puede servirle de martillo»
[20] Autointerrogatorio…: “En el año cero sustituí la mesa de trabajo por la hamaca de trabajo, lo cual tuvo consecuencias poéticas.”
[24] Delirio y destino..: “El pensamiento tiene, siempre, una función medicinal. Medicina a veces amarga que la poesía endulza, aunque no sea más que por ir mezclado con algo de delirio. La poesía es un orden del delirio.”
[25] Diego Marín A. (2002): «No sé vivir sin esa forma especial de atención que llamamos escritura».

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