Argentina : Pais de rodillas





En 1985 la Fundación Rockefeller inicia el estudio a gran escala de la ingeniería genética de las plantas para el uso comercial, proveyendo cientos de millones de dólares a centros científicos y “creando” lo que serían las plantas genéticamente modificadas a través de una aplicación de técnicas nuevas producto de la biología molecular a la flora alimenticia del planeta. El arroz fue la primera planta modificada -con dudosa ventaja para el arroz y un número de crecientemente concientes desventajas para el consumidor.
Para fines de los 80 toda una red de científicos entrenados en plantas geneticamente modificadas (Genetic Modified Organisms, GMO o transgénicos) existía. El proyecto necesitaba de un lugar seguro donde implementarse. Ese lugar fue Argentina bajo la presidencia de Carlos Menem. Menen tenía fuertes vínculos con Rockefeller y con su banco, el Chase Manhattan. Las tierras agrícolas argentinas sirvieron de “conejillo de indias” de la llamada Segunda Revolución Verde que involucra a la soja y el quimico glisofato. Argentina fue el lugar experimental de una agricultura totalmente dependiente de semillas transgénicas y quimicos provistos por la misma compañia: Monsanto.
En espacio de ocho años, para el 2004, se habían plantado más de 65 millones de hectáreas a lo ancho del mundo con granos geneticamente modificados, el 25% de la tierra cultivable del mundo. La mayor parte de estos granos se plantaron en Estados Unidos para aumentar la confianza del resto del mundo en los transgénicos, pero también porque los gobiernos norteamericanos de turno eran completamente favorables a los agronegocios. Argentina era el segundo país productor de granos transgénicos, con más de 17 millones de hectáreas cultivadas. Para el 2005 se levanta la prohibición a los transgénicos en Brasil, Canadá, South Africa y China. Todos estos países tienen un significante programa de granos transgénicos.
Europa resistió más, pero en lo que fue Europa del Este la presión corporativa dio resultado y los suelos ricos de Rumania, Bulgaría y Polonia, que tenían regulaciones pobres, fueron campo fértil para los transgénicos. Indonesia, Filipinas, India, Colombia, Honduras y España tienen hoy cultivos transgénicos también.
El caso de Argentina es de notar porque ha sido único, ningún país autosuficiente en alimentos como Argentina hubiese aceptado convertirse en país monocultivador de soja para la exportación en nombre del progreso. Argentina ha sido un peón de los Rockefeller, Monsanto y Cargill Inc. Y para 1991 sirvió de laboratorio secreto de experimentos con granos transgénicos al punto que la administración Menem creó una Comisión de Consejería sobre Biotecnología, completamente seudo científica, que se reunía en secreto y estaba formada por miembros que venían directamente de Monsanto, Syngenta, Dow AgroSciences y otras corporaciones del agronegocio.

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