Una educación ambiental con filo





Por Luis Quintanar Medina

La educación ambiental (EA) debe de adquirir profundidad, fortaleza, ser una actividad educativa que contribuya a cortar estas sombras que se ciernen sobre la vida: debe ser un arma con filo para quienes no deseamos que se degrade más a la naturaleza y no se minen las posibilidades de desarrollo de la mayoría de la población de la tierra. Ya no se trata ni de conservar ni de corregir, en lo que al ambiente se refiere, se trata de contraatacar a las fuentes de las calamidades ambientales que se están devorando al planeta; el hacer EA sin estos ingredientes ya no es muy útil.


La educación ambiental (EA) como la conocemos ahora tuvo un inicio ligado a la agudización de los problemas ambientales, característica de la segunda mitad del siglo XX; por tal motivo, nació con un carácter conservacionista y contra la contaminación, es decir, con una orientación ecológica. Esta concepción estuvo acorde al concepto de ambiente de aquella época, el cual incluye lo ecológico pero no lo social y cultural.
Conforme pasó el tiempo, a nivel mundial se organizaron una serie de eventos y reuniones en donde se trazan planes para que la EA se incorpore a la educación formal, sobre todo a la básica; paralelamente el concepto de medio se va configurando hacia el de medio ambiente y va incorporando elementos de lo social (Giolitto, 1984); también la situación mundial va cambiando y nuevos problemas ambientales aparecen, al mismo tiempo que se hace cada vez más clara la idea de que es necesario considerar las diferencias entre los países, al menos como países desarrollados y altamente contaminantes, y subdesarrollados contaminantes.
El último paradigma, que aparece un poco antes de la Cumbre de Río, es el de Desarrollo Sustentable, que, pese a las críticas que ha recibido, es, con relación a la visión pesimista de la relación medio ambiente-desarrollo, una visión optimista.
En América Latina se tienen condiciones muy particulares con relación al origen y desarrollo de la Educación Ambiental; aunque se enmarcan en el clima que imprimieron todas las conferencias mundiales, hubo un defasaje en las medidas que se han ido tomando, respecto a los lineamientos emanados de aquellas reuniones (González, 2000).
Nos encontramos con un profesorado no preparado para asumir los retos de la EA, pero sobre todo, con una acción política que choca con esos retos y es que la EA es una cuestión política, que exige la toma de decisiones de carácter no educativo, que incluyen lo económico y que deberán arrastrar al sistema educativo; por eso no hay sorpresa si los intentos de EA en América (sin incluir a Cuba, que es un caso aparte) no son efectivos.
No obstante, los avances a nivel mundial en materia de EA son notables, a pesar de los pocos años que han transcurrido desde 1972, y la EA esta jugando su papel social, ya sea a nivel formal o no formal (como ha sido en el caso de muchos lugares de América Latina).
La EA “presenta la posibilidad de una transformación fundamental de la sociedad. Este es un proceso que provee al individuo con los elementos necesarios para entender las relaciones existentes entre una sociedad, su economía, su ideología y sus estructuras de poder dominante en el contexto del medio ambiente natural” (Espinosa, 1999)
La EA llegó para quedarse porque responde a una necesidad mundial, relacionada directamente con la existencia de la sociedad; escrito en términos filosóficos, se trata de la relación ser humano –medio que le rodea, relación que ahora es necesario que caiga en el campo de reflexión debido a la evolución de la sociedad; la EA es el medio pedagógico con el que la sociedad conoce y dirige, siempre en el marco educativo, el rumbo mas adecuado de la interacción medio-sociedad y esa interacción ya estaba por salirse de lo admisible en los años setentas del siglo XX.
Las condiciones actuales
La EA llegó para quedarse pero no inerte, estática. Los países que menos tienen o que más son saqueados requieren de la EA como instrumento de conocimiento, de reflexión, de defensa, de supervivencia; las culturas de América Latina no deben ser borradas del continente, las riquezas naturales no deben ser contaminadas ni saqueadas; no es posible que países foráneos intenten establecer empresas, fabricas o procesos en América Latina, que en sus respectivos países están prohibidas; en todo esto juega su papel la EA y también en la formación y consolidación de una conciencia ecológica y ambiental; y es que en estos últimos años estamos asistiendo al proceso en el que se trata de “homogeneizar al mundo”, si bien, esta homogenización está cargada hacia el logro del control, por unos pocos, del mismo.
En el camino ya los sistemas naturales han sido fuertemente afectados y los cambios no favorables ya se hacen presentes en la desaparición de especies animales y alteraciones climáticas; pero ese camino es apenas el comienzo de la búsqueda de un control total sobre el mundo, llámesele gobierno mundial o como se quiera, control que implica la superexplotación de los ya limitados recursos para la vida, en beneficio de grupos sociales reducidos y en perjuicio de la mayoría de los habitantes del planeta, que vemos como, poco a poco, ellos se apoderan de nuestras tierras, aguas, aire y hasta depredan nuestra cultura.
La educación ambiental (EA), actividad que de algunos años para acá ha adquirido, por vía natural, gran importancia, debe de adquirir también profundidad, fortaleza, ser una actividad educativa que contribuya a cortar estas sombras que se ciernen sobre la vida: debe ser un arma con filo para quienes no deseamos que se degrade más a la naturaleza y no se minen las posibilidades de desarrollo de la mayoría de la población de la tierra
Sin neutralidad y sin tibieza
Por tales motivos la educación ambiental ya exige en estos momentos que no se navegue en la neutralidad:
Los cambios nocivos que varios grupos sociales están realizando en los ecosistemas y, en general, en el planeta, deben cesar y corresponde un gran papel, al menos en la denuncia, en la exposición de las verdaderas causas, a la EA, en las aulas o en donde ella se lleve a cabo.
Por otra parte, en las exposiciones y análisis sobre dichos problemas debe de estar presente la consideración explícita del contexto actual: debe ser mostrado el carácter neoliberal y por tanto, atihumano, de ese contexto en que se están desenvolviendo las cuestiones ambientales.
Ya no se trata ni de conservar ni de corregir, en lo que al ambiente se refiere, se trata de contraatacar a las fuentes de las calamidades ambientales que se están devorando al planeta; el hacer EA sin estos ingredientes ya no es muy útil.
Hacer preguntas clave, discutir e investigar


Resulta conveniente trabajar con preguntas clave al realizar la EA, preguntas que deben ser conocidas y respondidas en el proceso, sea cual sea la forma en que este se lleve a cabo, por la importancia de las mismas; María Novo (2006) incluye un grupo de ellas que resultan básicas y que están referidas a:
-Desarrollo: ¿por qué, para qué y para quién es el desarrollo?
-Progreso: ¿Qué entendemos por progreso?
-Riqueza y pobreza: ¿Cuál es el origen de ambas? ¿Debe existir la pobreza?
-Éxito: ¿Qué se entiende y qué debiera entenderse por éxito?
-Necesidades, deseos compulsivos/consumistas y límites de la naturaleza (y sus relaciones)
-¿De quién es el mundo?
Llegar a la discusión y a la investigación
Un tratamiento adecuado de la EA debe llevar a la discusión e investigación de las cuestiones medulares, por parte de todos los que participan en ella, de las causas de los problemas actuales, algunas de ellas están incluidas en las preguntas clave que nos debemos de hacer y que se acaban de mencionar; entre otras cosas.
Debe de quedar claro, por ejemplo, que los problemas ambientales no son resultado del desarrollo tecnológico, algo inevitable, como se nos quiere hacer ver: es el uso de esa tecnología por parte de algunos, si bien muy poderosos, lo que, a lo largo de centurias (y con una manifestación aguda, en las últimas décadas) ha desencadenado lo que actualmente vemos como crisis ambiental. Osvaldo Martínez (2007) escribe que “La tendencia hacia la crisis ambiental global -…- acompañó al capitalismo desde su cuna. Esa crisis tiene al lucro del mercado como su motor, a la opulencia despilfarradora como su agravante mayor, y a la pobreza que destruye el bosque porque no tiene otro combustible para cocinar, como su agravante menor”, de manera que el mercado liberado, el estilo de consumo desenfrenado, como ideal de la felicidad y del éxito, y las consecuencias de la pobreza, generada por el mismo sistema, están en la base de los desmanes ambientales presentes; mientras la política ambiental esté sometida a la económica no hay esperanza de que se pueda regresar a un equilibrio.
Debe también quedar claro que la parte mayor de los problemas ambientales se debe a los países desarrollados y que a lo largo de décadas han evadido su responsabilidad “y realizan grandes esfuerzos por desviar la atención internacional hacia aquellos temas ambientales que son de su interés, sin tener en cuenta debidamente los objetivos y prioridades de las naciones subdesarrolladas” (Pichs, 2006).
Otra cuestión importante es la del contenido del concepto Desarrollo Sostenible, que lleva implícito al concepto Desarrollo, lo cual implica considerar necesariamente dimensiones económicas y sociales; para el desarrollo sostenible debe considerarse además la dimensión ambiental, dependiente de manera determinante de la dimensión económica.
Ha llegado la hora, por el bien del planeta, de que la educación ambiental se incorpore a las actividades educativas, como una necesidad, a pesar de los obstáculos que han y siguen existiendo, sobre todo, de tipo político, ya no digamos educativo; Espinosa establece en 1999 que “El análisis de los sistemas educacionales de América Latina y el Caribe demostró que el tópico de la EA es particularmente difícil de incorporar al currículo, pues está asociado de manera directa con el poder político nacional y el conflicto de intereses respecto a la localización de los bienes y recursos nacionales” y entonces la EA se convierte en “una víctima de la negligencia benigna, haciéndola inefectiva, no sistemática y sin aplicación”. De persistir esta tendencia, deberán buscarse o de hacerse los espacios necesarios para una educación ambiental acorde a los turbios años que vive Nuestra América. www.ecoportal.net
Luis Quintanar Medina - Tecnológico Universitario del Valle de Chalco - Mexico
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La trama ambiental argentina y la educación
Por Diana Durán *

Luchando contra sequías, langostas e inundaciones, con su incansable trabajo consigue amasar una fortuna. Sus hijos estudiaron y reniegan de su sangre de labradores. Wang Lung que se había radicado en la ciudad, decide ir a morir a su vieja buena tierra.
"- Es el fin de una familia... cuando empiezan a vender la tierra... - dijo con voz entrecortada. - De la tierra salimos y a la tierra hemos de volver... y si sabéis conservar vuestra tierra, podréis vivir ... nadie puede robaros la tierra.
Y el anciano dejó que sus escasas lágrimas se le secaran en las mejillas, donde dejaron unas manchitas saladas. Y se bajó y tomó un puñado de tierra que retuvo en la mano, murmurando:
- Si vendéis la tierra, es el fin.
Y sus dos hijos le sostuvieron, uno por cada lado, tomándole por los brazos, y él apretó en la mano el puñado de tierra suelta y caliente. Y sus hijos le colmaron, su hijo mayor y su hijo segundo, le repitieron hasta el cansancio:

Estad tranquilo, padre nuestro, estad tranquilo. La tierra no será vendida.
Pero, por encima de la cabeza del anciano, se miraron y sonrieron"
La Buena Tierra. Pearl Buck. Editorial Juventud. Barcelona. 1935
"Todo hace pensar que la Tierra va en camino de transformarse en un desierto superpoblado ...
Este paisaje fúnebre y desafortunado es obra de esa clase de gente que se habrá reído de los pobres diablos que desde hace tantos años lo veníamos advirtiendo, aduciendo que eran fábulas típicas de escritores, de poetas fantasiosos".
Ernesto Sábato. Antes del fin. Seix Barral. 1998.
Ernesto Sábato explicaba en su libro -Antes del fin, 1998- que quienes pregonan los problemas ambientales son unos locos poco creíbles para la sociedad. La Constitución Nacional (1994) declara el derecho de los ciudadanos argentinos de hoy y del futuro a contar con un ambiente sano y ambientalmente sustentable. La Ley Federal de Educación incluye entre sus artículos que el ambiente debe ser tema de estudio "transversal" en las escuelas. La matrícula de las nuevas carreras ambientales de grado y posgrado diseminadas por todo el país explota. Todos los políticos cuentan con un discurso ambiental. En las escuelas, en las calles y en los espacios públicos se pueden leer consignas ambientales. Los organismos no gubernamentales que se dedican a temas ambientales son muchos y tienen un gran predicamento en la sociedad y en los medios. Seminarios de trascendencia planetaria que convocan a especialistas ambientales de todo el mundo se realizan en nuestra ciudad capital.
Y sin embargo:
• Los incendios en los Andes Patagónico-Fueguinos, en la estepa patagónica, en los montes peripampeanos y en muchos otros ambientes argentinos arrasan poblaciones, animales, vegetales y obras humanas, además de las esperanzas compartidas.
Los bosques y selvas son talados cada día más por grandes empresas transnacionales disminuyendo nuestra amenazada biodiversidad.
• La erosión de los suelos ya es el primer problema ambiental nacional como lo advierte desde hace décadas el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria y condiciona en muchas regiones la sustentabilidad de los suelos y la expansión de la rentabilidad agropecuaria.
• Riesgos tales como las inundaciones y sequías se agravan y extienden al compás del cambio climático y la ineficiencia gubernamental acechando tanto a las poblaciones marginales como a las poblaciones más privilegiadas desde el punto de vista socio-económico.
• En la eterna puja entre "bichos" y personas parece que van ganando los primeros a juzgar por la eclosión de nuevas enfermedades ya casi olvidadas como el cólera, el dengue o la tuberculosis.
• La contaminación urbana no sólo arruina paisajes sino afecta la salud ambiental. Cotidianamente en los medios de comunicación aparece el clamor de las personas castigadas por la localización de sus viviendas en cercanías de establecimientos industriales que no guardan normas ambientales primarias en la deposición de sus desechos, especialmente de aquellos que son peligrosos.
• Vastos paisajes rurales se ven disminuidos en su belleza por el eterno revolotear de bolsas de plástico -las he visto en Península Valdés, patrimonio de la humanidad- o la acumulación de montañas de lavarropas, heladeras y otros electrodomésticos oxidados -especialmente perceptibles en las periferias urbanas.
• Hedores insanos se difunden en los caminos periféricos adyacentes a grandes acumulaciones de desechos urbanos, como el "Camino del Buen Aire" -valga la contradicción- en la provincia de Buenos Aires.
• El ruido urbano en el centro de la ciudades y en las encrucijadas de tránsito de barrios periféricos deprime el espíritu, confunde las ideas y perjudica las actividades humanas.
¿No son estos algunos ejemplos de la contradicción entre ecología y economía? En nuestro país es clave: la estabilidad y la convertibilidad tan apreciadas no condicen con la extensión y gravedad de los problemas ambientales argentinos. Antes eran poco reconocidos por la sociedad. Ahora la conciencia ha eclosionado y no es posible negarlos. Sin embargo, todavía hay una singular confusión social respecto a la jerarquía de estos problemas. En la escuela se enseña y en los medios se tratan con énfasis las cuestiones referidas a la mortandad de pingüinos por efecto del petróleo o a la muerte de peces en los arroyos y ríos contaminados. Pero sin embargo no se difunden con la misma intensidad y frecuencia los problemas referidos a la erosión y desertificación o no se da continuidad a la prevención de los riesgos naturales. Pareciera ser que hay consenso social respecto al problema ambiental en sentido amplio, pero también existe un divorcio entre el discurso y los hechos y aquí es donde empieza a tornarse central el papel de la educación ambiental.
La educación ambiental se ha concebido como un proceso de toma de conciencia social sobre los problemas ambientales y sus alternativas de solución. Esta definición, palabras más palabras menos, es socialmente reconocida por la población en general, por quienes participan activamente en pro del ambiente -llamados "ambientalistas"-, por los profesionales y científicos expertos y por los educadores. Sin embargo, hay una distancia notable entre el discurso, es decir, lo que se manifiesta verbalmente y la acción, lo que se hace. La praxis parece no coincidir con las consignas consabidas porque de ser así no sería tan evidente el contraste entre los resultados económicos más felices y los indicadores de la Tierra amenazada consecuentes con el sobre-consumo y la pobreza, raíz de los problemas ambientales.
El saber ambiental es interdisciplinario y ha reunido un marco teórico de gran solidez como se puede advertir en el libro compilado por Enrique Leff, "Ciencias sociales y formación ambiental" (1994) cuya lectura recomiendo. Allí se define que este saber no es un ámbito nuevo del conocimiento o una nueva disciplina sino un campo de conocimiento en el que convergen los aportes de conceptos y metodologías de diversas ciencias que tratan los sistemas ambientales complejos que funcionan como conjuntos de interacciones entre los distintas esferas de la Tierra y el hombre.
La educación ambiental pudo insertarse en los contenidos básicos a enseñar acordados en la escala nacional a partir de 1994 porque ese saber ambiental estaba desarrollado en los ambientes académicos y profesionales. Es así como todas las áreas curriculares del sistema educativo nacional cuentan con contenidos reconocidos por su carácter ambiental. Como se ha repetido una y mil veces la dimensión ambiental se ha insertado ampliamente en lo que se quiere enseñar y tanto los libros de texto como todo otro tipo de materiales didácticos refleja esa difusión cultural de lo ambiental. Sin embargo, a mi criterio, es posible notar el déficit del conocimiento cabal y profundo sobre los problemas ambientales. En realidad se revela un conocimiento somero, más bien declarativo de docentes, alumnos y comunidad educativa en general sobre los problemas ambientales pero no una formación que culmine en acciones preventivas o activas en pro de solucionarlos. En contrapartida se advierte el hecho positivo de que día a día aumenta la participación ciudadana a través de foros, actividades comunitarias, clubes, bibliotecas populares, fundaciones, etc.; pero con esto no basta.
En cambio de ocuparnos a tiempo de que las poblaciones en riesgo ambiental por la localización de sus viviendas, trabajos o itinerarios ambientales coincidentes con la distribución geográfica de alguna anomalía de la naturaleza en su relación con la sociedad -inundación, contaminación, vulcanismo, tornado, entre otras- sean advertidas de los próximos eventos que podrían afectarlos; lo hacemos "a posteriori".
En cambio de advertir a los productores agropecuarios que no avancen con sus explotaciones sobre áreas en riesgo de sequía o inundación, desde las políticas gubernamentales se promueve la agricultura y la ganadería especulativas. Luego se lamentan las pérdidas de cosechas o la liquidación de vientres.
En cambio de localizar las nuevas obras de infraestructura previa evaluación de sus impactos ambientales o de construir nuevos establecimientos en las áreas donde la lógica geográfica así lo indica, lamentamos las consecuencias calamitosas de los embalses en la población y el paisaje o deberemos erradicar en un futuro próximo nuevos establecimientos educativos construidos sobre "lagos" subterráneos de arsénico en una provincia de la Argentina árida.
En suma, actuamos sin previsión, no advertimos a sabiendas porque los profesionales responsables y los científicos lo han escrito y difundido, no enseñamos lo suficiente sobre el tema. Porque en caso contrario, los problemas estarían en vías de solución o, por lo menos sus consecuencias, no serían tan nefastas.
Convengamos en que hay déficits notables en política y educación ambientales. La política ambiental de la última década ha sido pródiga en la Argentina en promulgación de leyes, redacción y publicación de documentos y convocatoria a reuniones, seminarios y congresos a instituciones y profesionales que han producido toneladas de informes y publicaciones. En definitiva, se ha concretado una gran burocracia ambiental. Todos estos papeles escritos podrían ser devorados por los intermitentes incendios forestales del sur y centro del país. Por lo demás, hay déficit de aviones para apagar esos infiernos y las poblaciones estarían igualmente a merced esos riesgos ambientales.
En relación con los riesgos es notorio que los sistemas de alerta no funcionan. Agradezcamos que nuestro país se halle exento del recorrido de huracanes y ciclones porque si tuviéramos que evacuar grandes ciudades las catástrofes humanas serían noticia de primera plana mundial al estilo de los ciclones asiáticos o las sequías africanas.
A pesar de que nuestra baja densidad demográfica disminuye el número de víctimas frente a las catástrofes naturales y tecnológicas, refugiados ambientales siempre hay en la Argentina aunque no se difunda su sufrimiento. Entre ellos puedo mencionar a las poblaciones afectadas por la sequía de 1999 en la región chaqueña que las obligó a concentrarse cerca de las áreas donde el abastecimiento de agua era posible porque su ganado moría y sus suelos se resquebrajaban. Lamentablemente esta dramática situación humana no fue noticia en nuestros medios de difusión tan concentrados en las noticias económicas, políticas o de la farándula mediática.
Esta ardua trama ambiental argentina también tiene consecuencias educativas. Hay un desequilibrio notorio entre la densidad de temas ecológicos incluidos en el curriculum vigente y la posibilidad que tienen los docentes de enseñar esos múltiples contenidos. Con muy buen criterio se ha explicado que la educación ambiental requiere un compromiso no sólo curricular sino también institucional y comunitario o social. Pero sin embargo las condiciones en que se desenvuelven las comunidades y las instituciones educativas no promocionan estas acciones. Para enseñar problemas ambientales y alternativas de solución los docentes tienen que tener tiempo institucional para, por ejemplo, aprender las nuevas tecnologías informáticas que los ayudarán a mostrar mapas de riesgo ambiental o para planificar actividades interdisciplinares en combinación con otros docentes representativos de distintas áreas del currículum. Estas condiciones primarias todavía no están dadas y la formación docente estuvo exenta del saber ambiental porque simplemente éste no estaba avanzado cuando estudiaron las actuales camadas que se hallan al frente de clase. Por ello la capacitación docente en educación ambiental es central y surtirá efectos positivos en términos de calidad cuando sea permanente y de gran articulación disciplinar y didáctica.
*Lic. Diana Durán. 
Geógrafa Fundación Educambiente
E-mail dianaduran@sinectis.com.ar

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