El negocio del agua amenaza la agricultura familiar en Chile



Cascada Barba de Abuelo, en el Parque Aitken, en la región de Aysén, en el sur de Chile, donde se ubica una de las mayores reservas de agua dulce del planeta. Pero pese a ello, sus habitantes deben pagar el agua que consumen, tanto para sus necesidades como para cultivar sus tierras.

Los derechos de agua en Chile, privatizados durante la dictadura la militar en 1981, tienen en jaque a la agricultura familiar y campesina, que lucha por la reconversión, al menos parcial, de este recurso al control público.  “¿Por qué debemos pagar derechos de agua si la gente que nació y se crió en el campo siempre tuvo acceso a ese recurso?”, planteó a Tierramérica la lideresa de las mujeres campesinas de la sureña Patagonia, Patricia Mancilla, en un planteamiento que se repite por todo el país entre los pequeños productores.
Chile, un país estrecho y largo, tiene abundantes recursos hídricos, pero desigualmente repartidos: mientras al sur de Santiago la disponibilidad media anual es de más de 10.000 metros cúbicos por persona, al norte no llega a los 800 metros cúbicos por habitante, según un estudio de 2011 del Banco Mundial. “El agua es actualmente, sin lugar a dudas, la problemática ambiental más importante del país. Pequeños agricultores han perdido sus tierras y hay comunas (municipios) como Petorca, donde viven más de 3.000 mujeres solas porque sus parejas salieron a buscar nuevas fuentes laborales”: Rodrigo Mundaca.
Haya mayor o menor disponibilidad, la Constitución de 1980 consagra al agua como un bien privado. El uso de los recursos hídricos, según reglas del mercado, está regulado por un Código de Aguas, que confiere al Estado la facultad de conceder derechos de aprovechamiento a empresas, de forma gratuita y a perpetuidad. Faculta además a comprar, vender o arrendar esos derechos sin tomar considerar prioridades de uso. “Chile es el único país del mundo que tiene privatizadas sus fuentes y la gestión de las aguas”, aseguró a Tierramérica el activista Rodrigo Mundaca, secretario general del Movimiento por la Defensa del Agua, la Tierra y la Protección del Medio Ambiente.
El activista e ingeniero agrónomo añadió que la ley chilena “separa la propiedad del agua del dominio de la tierra dando origen al mercado de las aguas”, lo que provoca que existan propietarios de tierra sin agua y viceversa.
La dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990) estableció dos categorías de derechos de aprovechamiento de aguas: consuntivos y no consuntivos. Entre los derechos consuntivos, aquellos en que el recurso se consume al usarlo, 73 por ciento están en manos del sector agropecuario, nueve por ciento de la minería, 12 por ciento del sector industrial y seis por ciento en manos del sector sanitario, puntualizó Mundaca.
Los no consuntivos, aquellos en que el agua no se consume, sino que transita, están destinados principalmente a la generación de hidroelectricidad y 81 por ciento de esos derechos se encuentran desde 2009 en manos de la empresa italo-española Enel-Endesa, reveló el dirigente.
Como consecuencia, “hoy las comunidades del norte de Chile se enfrentan por agua con la megaminería; las comunidades del centro, con la agroindustria y la agroexportación; y las del sur, con las hidroeléctricas y las forestales”, relató Mundaca. “El agua es actualmente, sin lugar a dudas, la problemática ambiental más importante del país. Pequeños agricultores han perdido sus tierras y hay comunas (municipios) como Petorca, donde viven más de 3.000 mujeres solas porque sus parejas  salieron a buscar nuevas fuentes laborales”, aseguró. En general, América Latina es una de las regiones del mundo más vulnerables ante crisis provocadas por el cambio climático, según el Banco Mundial. Pero en Chile, la mayor vulnerabilidad para los pequeños agricultores no es la climática, sino el “robo de agua” por parte de los grandes agroexportadores. 
Petorca, un caso paradigmático
“El negocio del agua evidencia el conflicto de intereses, el tráfico de influencias y la corrupción que hay en Chile”, afirmó a Tierramérica el pequeño agricultor Ricardo Sanhueza, residente en el municipio de Petorca, a 220 kilómetros al norte de Santiago, cuya situación representa el paradigma del impacto del modelo del agua de los últimos 35 años. “Recuerdo que entre 1987 y 1997 vivimos una fuerte sequía, pero jamás faltó el agua potable”, añadió. Petorca se ubica en la provincia homónima y sus algo más de 70.000 habitantes deben abastecerse de agua mediante camiones cisterna. “El problema aquí no es climático”, dijo, “el problema es de sobreexplotación de tierras y abuso de las aguas”. “Los intereses políticos están socavando las bases de la agricultura familiar campesina”, remató.
La provincia de Petorca, con una superficie de 4.589 kilómetros cuadrados, está enmarcada de oriente a poniente por la cordillera de Los Andes y el océano Pacífico.
Según un estudio del estatal Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH), las causas de la escasez hídrica que experimenta esta provincia “no estarían solo asociadas al fenómeno de sequía”, sino que inciden también “las actividades empresariales que tienen lugar en la zona”. El informe señala, además,  que “el otorgamiento de derechos de agua sobre cuencas extinguidas, son representadas como factores que han contribuido a generar un situación de crisis hídrica que afecta seriamente la calidad de vida de los habitantes de la provincia de Petorca”. “La priorización de la función productiva del agua, por sobre su función de consumo humano ha contribuido a la agudización del problema”, añadió.
Mónica Flores, psicóloga del municipal Departamento de Salud Pública, contó con nostalgia a Tierramérica cómo el río Petorca se secó por completo, lo que terminó con la activa vida social de sus habitantes en torno a él. “El río nacía en la cordillera y desembocaba en el mar, pero hoy vemos solo una línea gris, llena de tierra y piedras”, reveló. “Existe un antes y un después. Mi infancia giró en torno al río: allí jugaba con mis amigos, nos bañábamos, pololeábamos. Sin embargo, la vida de mi hija no es la misma, es mucho más solitaria”, afirmó Flores. “Muchos rituales se hacían junto al río que era el corazón, la columna vertebral de la provincia”, aseveró sobre el impacto para la población de la desaparición del río.
Pero Petorca es solo un ejemplo de la realidad que se vive en Chile.
El 22 de marzo, durante el Día Mundial del Agua, el INDH advirtió que “el desarrollo del país no debe ser a costa del sacrificio del agua de las comunidades, ni a costa de hipotecar el  futuro de las generaciones que vienen”.
Actualmente, la Comisión de Recursos Hídricos de la Cámara de Diputados debate la reforma del Código de Aguas y hay avances sustanciales, como el establecimiento de prioridades de uso del agua para necesidades esenciales y la modificación del derecho de propiedad a perpetuidad por una concesión de uso y goce temporal. Pero las mejoras de la reforma, una vez que entre en vigor, serán solo aplicables para el futuro y la mayoría de los derechos de agua ya están otorgados.
Además, hasta ahora no se toca el privilegio de las aguas al sector minero, que otorga el derecho de aprovechar las aguas halladas en las labores mineras. Tampoco se habla de la insuficiencia de reservas para usos esenciales de campesinos e indígenas o de cambios constitucionales para recuperar el estatus de bien público de las aguas.
La Constitución fraguada por la dictadura “señala que todas las personas son libres e iguales en dignidad y en derechos. Sin embargo, la privación de agua, tiene a vastos sectores de la población tomándola de camiones aljibes, bañándose por presa (partes) y haciendo sus necesidades en bolsas plásticas”, enfatizó Mundaca. “Es vergonzoso e impropio. El agua debe ser recuperada de una forma o de otra”, concluyó.

Publicado originalmente por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica. - Editado por Estrella Gutiérrez -

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