Retrato de un ecologista en rehabilitación

El pensador y escritor Paul Kingsnorth pronto se situó en las barricadas como conservacionista. Tanto en Inglaterra como en el otro lado del mundo, en Papua Nueva Guinea, se opuso a la insaciable hambre del mundo globalizado por hacerse con más tierras, recursos y producir más cosas. Kingsnorth fue uno de los líderes del movimiento ecologista y alcanzó una gran audiencia internacional con sus apasionados discursos. Pero más tarde tuvo que reconsiderar su creencia de que la humanidad podría salvar el mundo.

En sus ensayos Confesiones de un ecologista en recuperación, describe cómo algunos contables de este mundo vaciaron el movimiento verde desde adentro e intercambiaron las barricadas por corbatas y mesas de conferencias. Limitar las emisiones de CO2 se convirtió en el nuevo evangelio porque era medible y contable. Pero según Kingsnorth, eso es una ilusión. Piensa que en su prisa por lograr la victoria, el movimiento verde de hoy cambia la naturaleza salvaje que queda por un parque eólico o de paneles solares. La batalla está perdida.
Kingsnorth se retiró con su familia al campo irlandés para vivir de manera autosuficiente. Fundó el Dark Mountain Project en el que escritores, poetas y artistas buscan una visión diferente del fin del mundo, basada en la conexión entre el hombre y la naturaleza. Intercambió su puño cerrado y su voz de protesta por una búsqueda literaria interna a la pregunta acerca de qué nos hace humanos y cuál es nuestro lugar en este planeta mágico.
Visitamos al escritor británico y ex-activista Paul Kingsnorth. 
En su juventud, utilizó su cuerpo para proteger la Naturaleza de las necesidades insaciables del hombre moderno. Se encadenó a excavadoras para evitar que destruyeran los bosques construyendo carreteras. Pero ahora, Kingsnorth afirma que el movimiento ha vendido su alma a la política y a la industria.
Ahora la sostenibilidad es una manta cómoda para la clase media. Pueden decir: “Tengo un Prius”. O: “Tengo un coche eléctrico”. De esta manera, se puede comprar un estilo de vida sostenible con dinero.
Paul Kingsnorth ya no cree que se pueda salvar el planeta. Lo que queda de la naturaleza ahora se comercia de manera irreflexiva para construir parques eólicos y solares.
Si uno cree que la red vital de la que formamos parte no es más que un recurso, estamos condenados.
Kingsnorth se ha retirado a la parte más occidental de Irlanda para vivir con su familia en el campo y así poder volver a la vida silvestre. Pero tiene un coche y hace uso de la electricidad porque nadie es inocente. Y eso te incluye a ti, que estás viendo este programa, pese a todas tus ambiciones ecológicas. Bienvenidos al mundo de un ecologista en rehabilitación.habilita JavaScript en caso de que no lo tengas habilitado tu navegador.
[Paul Kingsnorth] Esto es una planta de energía eólica, eufemísticamente, un “parque eólico” en lo alto de las montañas de Galway, en Irlanda. Este es relativamente pequeño, en comparación con otros. Antes, los ecologistas estaban en contra de la industrialización de las montañas pero, hoy en día, están a favor, siempre y cuando no se emita CO2. Nos engañamos al pensar que esto nos va a salvar, que la solución al cambio climático y la crisis ambiental es reemplazar las centrales de combustibles fósiles por esto.
Esta alternativa baja en emisiones de CO2… esto plantea algunos problemas. Uno de ellos es que es imposible construir suficientes molinos, suficientes parques eólicos y solares, represas y estaciones de energía undimotriz para alimentar la economía global actual.
No disponemos de la tecnología necesaria. Haría falta llenar de molinos toda Europa para lograrlo mínimamente. El otro problema tiene un carácter más filosófico. Esta es la mentalidad que causa el problema en primer lugar. Asumimos que nuestro problema es la emisión del tipo de gas incorrecto y que la solución es cubrir las tierras de Europa con más industria.
Todo esto se ha fabricado con materiales extraídos y transportado desde otras partes del mundo y se ha plantado aquí en la montaña en forma de enormes postes de hormigón. Esa mentalidad es la que nos ha llevado a este desastre.
Para mí, es una traición a nuestros ideales. Para mí, estos lugares son un símbolo de lo que hemos hecho mal. A mí me encantan los parajes abiertos, las montañas como estas. Para mí, todo esto es una traición. El ecologismo no solo trata de proteger los paisajes sino también de tener una relación sana con el resto de la vida en la Tierra.
¡Mira, un ciervo! ¿Qué pensarán del ruido que genera esto? Es increíble. Por no hablar de la destrucción de la vida de las aves. Estos molinos han acabado con la vida de gran cantidad de aves.
Y ¡allá va el ciervo!
[Entrevistador] Algunas personas, aquellos que llamas “neoecologistas” dicen que la naturaleza encuentra maneras de adaptarse. Todavía hay ciervos correteando… Los pájaros encontrarán otros modos de sobrevivir o adaptarse. ¿Qué opinas de eso? ¿Te parece un argumento acertado?
[P.K.] Creo que es una actitud psicopática.
[E.] ¿Qué significa eso?
[P.K.] Que la naturaleza se adaptará, es cierto. Los destructores del medio han empleado ese argumento durante siglos. Por supuesto que se adaptará. Pero será más pobre, se irá perdiendo y solo girará en torno a los humanos; así que vuelvo a lo mismo: ¿Vamos a seguir actuando como si este planeta nos perteneciera, y pudiésemos hacer lo que quisiéramos? O ¿vamos a empezar a pensar que, quizá el centro de atención no seamos nosotros sino que formamos parte de un todo?¿Cómo viviríamos si pensáramos que otras criaturas también tienen sus derechos? No tenemos derecho a desarrollar tecnologías que maten a las aves ni a excavar en busca de combustibles fósiles ni asumir que todo el planeta es el escenario de nuestras actividades.
[E.] ¿No te parece deprimente?
[P.K.] ¿Deprimente? Depende de cómo se mire. Es difícil. Es difícil no deprimirse viendo cómo está el mundo. O entristecerse. Uno no puede estar feliz viendo cómo están las cosas. Los científicos del clima son de las personas más deprimidas que hay porque saben cómo está el tema. Si no te entristeces o preocupas, es porque no estás prestando atención. Pero no te puedes pasar la vida en ese estado. La vida sigue. Pero sí, en ese sentido, es un momento difícil para ser humano. Somos conscientes de lo que pasa y lo poco que podemos hacer al respecto. Así que solo nos queda hacer lo que podamos con nuestras vidas y ver qué ocurre.
Lo bueno es que el futuro nunca es predecible. El planeta es muy complejo, no sabemos cómo va a reaccionar así que no sabemos qué vendrá después. Lo haremos lo mejor que podamos. Yo no creo que la cuestión sea qué tecnologías se van a utilizar para continuar haciendo lo mismo sino cómo vamos a cambiar esa trayectoria. Y esa cuestión se ha planteado de forma significativa en tantos lugares como se debería, incluso ahora.

El escritor Paul Kingsnorth era una figura importante en el panorama ecologista. Llegó a alcanzar a un gran público internacional con su apasionada ideología. 
En su Inglaterra nativa y desde la otra punta del planeta. 
Protestó en contra del hambre insensible de la humanidad globalizadora. 
Pero un día, se dio cuenta de que no podía salvar el mundo y junto a su mujer, una expsiquiatra que también renunció a su trabajo se aisló de él. 
Ahora, cultivan sus propias verduras y educan a sus hijos desde casa.


[P.K.] Lo interesante de nuestros hijo cuando corretean por el campo es ver que ya poseen esa relación intensa e intrínseca con lo que les rodea. No es algo teórico, observan las cosas. Ven las arañas bajo las hojas, distinguen los tonos de la hierba y se percatan de los cambios. Mi hija ve hadas en los árboles y está convencida de que existen. Se percatan de cosas que los demás no vemos. Convertirse en adulto es aprender que todas esas cosas no son reales para que podamos vivir en sociedad. Si pudiéramos recordar esa relación tan intensa con la naturaleza sería un desengaño vivir en Londres y pasarte el día dentro de una oficina.
[Hija de Paul](Un pollo aparece en escena) Le gusta picotear. ¡Hola! Te están grabando. Te están viendo por la tele. El pollo famoso. Acaríciale… No quiere que lo acaricien.
[P.K.] Aquí en casa les enseñamos mucho sobre la naturaleza, la observación científica. Mi mujer explica muy bien cómo funciona la vida y la relación con ella. Tiene una base científica, es muy buena en esos temas. Se trata de aprender dónde estás en la red de la vida. En realidad es muy importante.
[Dialogo entre la esposa y el hijo] Observa este, ¿de qué crees que es?
Estoy seguro de que es de un chimpancé.
¿Por qué?
Porque no tiene la frente alta. Este se parece mucho a un chimpancé, su frente está muy inclinada. Este es de un humano. Es más pequeño y la frente es recta. Y este es un cráneo mucho más grande.
 Entonces ¿crees que este es el nuestro? 
Sí.
Y ¿este? Este es enorme.
Creo que es de un humano moderno. Sí, sin duda es de un humano.
[P.K.] Esta es la casa que compramos hace cuatro años y medio. Queríamos algo que pudiésemos pagar sin hipoteca, sin alquilar, que pudiésemos calentar nosotros mismos, obtener el agua de un pozo en el jardín, abastecernos de alimentos por nosotros mismos, educar a nuestros hijos. Simplemente, vivir una vida con un poco más de sentido y más real que la que vivíamos en la ciudad, en Inglaterra. Así es cómo vivimos. Hemos hecho mucho en este tiempo. Ahora es muy diferente respecto a cómo era cuando vinimos. Todos los árboles, excepto esos grandes, los hemos plantado nosotros. Desde que llegamos, hemos plantado unos 800 árboles. Cuando plantas árboles en algún lugar, es muy difícil abandonarlo porque crecen junto a tus hijos, aunque más rápido. Deja de ser un simple pedazo de tierra para convertirse en algo de lo que formas parte. Los árboles tienen ese efecto. (Las gallinas también quieren participar.) Lo que más nos apetecía era volver a la vida silvestre. Ahora, casi toda nuestra comida sale del huerto y del invernadero. Y cuantos más alimentos aprendemos a conservar más cerca estamos de ser lo más autosuficientes posible. Es un buen seguro de vida y es divertido. Otra cosa que descubrimos haciendo esto es que tiene que gustarte. No se hace por un sentido del deber o para prepararte para el apocalipsis. Tienes que querer hacerlo. Y viviendo aquí durante casi cinco años, ya no puedo imaginarme vivir en una ciudad.
Esto es el invernadero. Hace un año que lo tenemos. Ha funcionado de maravilla este verano. Ha sido un año muy bueno. Las plantas están ya un poco secas, pero aún tenemos tomates. Hemos tenido mucha judía, remolacha, acelgas. Berenjenas, aquí en el oeste de Irlanda. Las cosas están cambiando. Estamos a finales de octubre y aún puedo ir por ahí en camiseta. Debería hacer mucho más frío. Así que, definitivamente, todo está cambiando. Se están produciendo muchísimos cambios impredecibles. Veremos adónde nos lleva esto.
[E.] ¿Pensar en eso aún te entristece o enfada? ¿Cómo te hacer sentir?
[P.K.] No me enfada. El cambio climático es un tema tan difuso, que es difícil saber con quién enfadarse. Debería estar enfadado conmigo mismo por tener un coche o usar electricidad, entre otras cosas. El cambio climático es una gran desgracia que vivimos y hemos creado por nuestra forma de vida y de la que no sabemos salir. Pero hay un dolor detrás de ello que no queremos afrontar. A diario leemos sobre el deshielo de los glaciares la desertificación en África, los huracanes en América, la extinción y el cambio climático, pero poco podemos hacer al respecto. Esta situación crea una gran sensación de desesperación y esa es una de las razones por las que preferimos no pensar en ello.
Es un problema sin solución. Hay que aceptarlo. Es algo con lo que tendremos que convivir. Y todos somos responsables. No hay villanos. Algunas personas son más responsables que otras pero no hay enemigos a los que podamos culpar.
[E.] ¿Vivir de esta manera ayuda a otras personas también? O ¿es tu manera de esconderte?
[P.K.] En cierto modo, me estoy escondiendo, no voy a negarlo. Me escondo de los excesos de la cultura en la que crecí. Quiero decir, vivir aquí de esta manera. Vivir aquí nos permite tener cierta paz, criar a nuestros hijos a nuestra manera, enseñarles y que pasen tiempo en la naturaleza para que la comprendan una vez crezcan. Hemos plantado mil árboles. Viviendo aquí podemos hacer cosas útiles. Pero no va a detener el cambio climático. Nada lo va a parar. (Apaga la estufa. Todavía está caliente.)
En mi época de activista, solíamos decir: “Si no actuamos en este periodo de tiempo, se producirá una catástrofe”. El movimiento ecologista lleva diciendo eso durante 30 años. De ahí que ya nadie escuche. La gente está cansada de esa cantinela. Ahora tengo hijos pequeños y antes solía pensar que serían viejos o habrían muerto cuando sucediera algo grave, pero ya no estoy seguro. Estamos viviéndolo y hay que aceptarlo. No estamos preparados para ello porque creemos en el progreso.
[E.] Muy bien.
[P.K.] La idea de progreso es la religión de la civilización occidental. La creencia de que todo irá a mejor porque no puede ser de otra manera. Creo que no sabemos cómo afrontar la posibilidad de que eso no sea cierto.
[E.] Qué bonito. ¿Tiene título?
[Esposa] “Zorros”.
[E.] Es genial. El título de tu trabajo, ¿no? ¿Echas de menos la vida en la ciudad?
[Esposa] En general, no. Yo trabajaba como psiquiatra. Perdía mucho tiempo conduciendo, trabajaba los fines de semana. Me llevó un tiempo reorganizar mi tiempo y a mí misma, pero ahora me sería muy difícil volver a mi antigua vida.
[E.] ¿Suelen hablar sobre el cambio climático?
[Esposa] – En realidad, no. Pero sí pensamos en ello.
[E.] Lo ves a tu alrededor. Con esos veranos cálidos y eso. ¿Qué es el cambio climático de hecho? ¿Lo sabes?
[Hijo] Probablemente se deba a los pedos de las vacas. Y la contaminación.
[E.] Buena respuesta.
[Hijo] A los pedos de las vacas y la contaminación. Y por aquí hay muchas vacas que se tiran pedos.
[E.] ¿Te preocupan los pedos de las vacas?
[Hijo] No los huelo, pero sí, un poco.
[E.] ¿Hablas a menudo de eso?
[P.K.] Sí, hablamos de ello. Especialmente cuando tenemos clase. Es difícil estudiar algo sin hacer alusión a ello. Sobre todo cuando estamos afuera. Aprendemos mucho fuera. Pero intentamos no centrarnos mucho en el tema porque ellos deben sentir que pueden mirar al futuro con esperanza. Hay que encontrar un equilibrio. El activismo necesita tener un enemigo. Encuentras a los culpables y vas en su contra de muchas maneras. Pero ¿qué ocurre si eres tú el culpable? Y ¿si eres tú el que va en avión, el que tiene un coche, el que usa la calefacción o el que hace las cosas que destruyen el planeta? Lo haces tú, lo hago yo y también todo el mundo que ve esto.
No es culpa de nadie. Simplemente vivimos nuestras vidas. Tan pronto como naces en este mundo, formas parte del problema que creamos. De ahí el deseo de alguien diga: “He creado una fuente de energía inagotable. Pulsa este botón y la Tierra se salvará”. Pero no funciona así. Hay que pagar un precio y ese es el problema. Queremos seguir comiendo pastel y no engordar. Creo que tenemos que prepararnos para lo que venga con la esperanza de que podamos decir: “¿Cómo podemos vivir mejor?”.
El huerto. Tengo manzanas, peras… Y el compost lo fabricamos con nuestras heces. Es sorprendente la fragancia que tiene. Lleva un año macerando con serrín y hojas en un montón y ha acabado convirtiéndose en un compost de primera. Una de las primeras cosas que hicimos cuando llegamos fue quitar el retrete y sustituirlo por un inodoro seco que yo mismo fabriqué, que básicamente es un cubo.
El váter moderno es una buena metáfora de la sociedad actual: cagas en una tubería, tiras de la cadena y adiós. No tienes que lidiar con tu mierda, hasta que te llega al cuello. Creo que la noción de apretar un botón, y que todos tus desechos desaparezcan para que otros se ocupen de ellos es una metáfora de la vida que vivimos. Desde que tengo uso de razón, y mucho ante,s siempre ha habido promesas de salvación tecnológica. Ahora llegan de Silicon Valley: que si podremos trasferir nuestra consciencia a máquinas… que si habrá carne cultivada para todos dentro de unos años… que si la fusión nuclear, que si la energía del hidrógeno… Pero son cosas que nunca llegan. Siempre falta poco, pero nunca llegan. Es el cuento de la salvación. Es como una doctrina religiosa: el reino de los cielos nos espera. Es como el cuento de vivir en Marte. Da igual que hayamos destruido la Tierra. Construiremos un nuevo planeta en Marte por y para los humanos. La de Marte es una historia de locos. “Hemos destruido el único planeta con vida que conocemos en todo el universo pero da igual, construiremos otro en un planeta desértico y desolado”.
Aunque fuera físicamente posible, que no lo es, ¿qué diría de nosotros como personas? ¿Es una buena idea irse a vivir a Marte en lugar de cuidar más de nuestro planeta? ¿Nos instalaremos en un nuevo planeta para volver a repetir los mismos errores? Cuando la gente habla de soluciones para la crisis del medioambiente, habla de alternativas tecnológicas al uso de combustibles fósiles o de crear una aspiradora enorme que extraiga el CO2 de la atmósfera. Quizá sea posible, yo creo que no, pero, hoy por hoy, sin petróleo no es posible producir energía suficiente para cubrir las necesidades de la economía.
Pero la pregunta más importante es: ¿Qué problema estaríamos resolviendo? ¿Cuál es el problema de nuestra sociedad? Yo creo que no es de índole tecnológica, sino de índole cultural y espiritual.
Tiene que ver con nuestros deseos, con nuestra relación con el planeta. y con nuestro pobre concepto sobre el término “desarrollo”. Creo que hay un vacío espiritual. Desconocemos qué relación queremos tener con la Tierra. Podemos hacer que el capitalismo funcione con energía solar y no con petróleo, pero los problemas reales seguirán ahí: el consumo de los recursos naturales, nuestras normas y valores, el individualismo, la cultura del narcisismo digital. Nuestra cultura actual no es sana. Con el paso de los años el ecologismo ha abrazado las cifras y los datos. Ha abandonado la posición de defender la naturaleza por el hecho de serlo, de que hay que defender un bosque porque es un bosque y ha empezado a abrazar una posición racionalista y económica porque creen que así conseguirán mejores resultados.
Ahora hablan con los gobiernos desde un punto de vista econométrico. “Debemos proteger este bosque porque puede albergar la cura del cáncer”. “Debemos proteger este bosque porque elimina X toneladas de CO2“. A la hora de proteger un bosque, quizá estas sean buenas razones, pero no son la razón real, aunque entiendo que se utilicen. Sin embargo, el ecologismo ha caído en una trampa puesta por sus enemigos: creer que para hablar con la gente que tiene el poder hay que usar su lenguaje y asunciones. Que hay que hablar del planeta como un recurso natural que se debe utilizar de forma sostenible.
Solo quieren oír hablar de números. No quieren saber nada de ecocentrismo del valor intrínseco de la naturaleza o de rollos jipis, como la conexión espiritual con la tierra. Para ellos, todo eso son chorradas. La naturaleza está bien si contribuye a la economía. El problema es que, si compramos ese lenguaje solo le estaremos dando importancia a la economía.De modo que si alguien aporta razones de peso para destruir un bosque como, por ejemplo, que hay petróleo debajo de él y hay que talarlo, extraer el petróleo e instalar aerogeneradores para compensar la emisión de CO2 es mejor para la economía, acabará destruyéndose. 
Por lo tanto, si abandonamos la idea de que un bosque es valioso en sí mismo no tendremos argumentos para debatir. No podremos decir: “Es un bosque, no puedes hacer eso”.
[Hijo] ¡He visto algo!
[Esposa] Vamos a echar un vistazo.
[Hijo] ¡Es verdad, mira, mamá! [Señalando una seta.] Es de color blanco perlado. Allí hay más. Hay mucha humedad. Deberíamos volver en otra estación.
[Hija] Este ya lo había visto. Tiene una mella en el sombrero. Y tiene un montón de puntitos marrones.
[P.K.] Cuando era pequeño, pasaba mucho tiempo en la montaña, en páramos, en acantilados, etc. con mi padre. Le encantaba el senderismo, por lo que recorrimos muchas rutas en Inglaterra, Gales y Escocia. Me obligaba a ir a la montaña y, de niño, uno no siempre lo disfruta. Prefieres estar en casa antes que escalando montañas mientras diluvia. No siempre eran experiencias bucólicas pero eran experiencias muy educativas. Te permite ver cómo se pone el sol en las montañas o a los búhos volando por encima de ti al caer la noche.
Casi todos los ecologistas, activistas, escritores o conservacionistas que conozco lo son porque han vivido estas experiencias. Es un tema de amor y conexión. De ver que solo eres una personita dentro de este enorme planeta. Podemos verlo en casa.
Como mucha gente, durante la universidad, me radicalicé mucho. Entonces había muchas manifestaciones en el Reino Unido contra la creación de carreteras. Y yo empecé a tomar partido en muchas. Me encadenaba a cosas, me arrestaban. Acabé metido en un movimiento ecologista muy radical que acabó uniendo mi amor por la naturaleza y la historia con la creencia de que era posible hacer algo de una forma muy física. Si alguien quería construir una carretera, solo había que tirarse en el suelo. Era algo muy al estilo de Gandhi o de los conservacionistas americanos.
En el centro de todo esto, no está la política. Hablamos de activismo o ecologismo como si fueran movimientos políticos. En cierto modo lo son, pero de lo que se trata es de defender aquellas cosas que amas. En sus inicios, el ecologismo no era ni de izquierdas ni de derechas. Estaba por encima de esa división. Pretendía debatir sobre la vida y no sobre las dinámicas de poder entre la izquierda y la derecha, pero ahora la izquierda ha absorbido al movimiento ecologista.
El resultado es que el cambio climático, tanto en EE. UU. como en otros países, y la protección del medioambiente, se ven como temas de la izquierda. Pero no son temas ni de izquierda ni de derecha. Son temas que deberían preocuparnos a todos. Pero como el ecologismo está virando a la izquierda, la derecha dice que son temas de socialistas.
De ahí que haya conservadores que nieguen el cambio climático. Es estúpido que el medioambiente se vea como un asunto de la izquierda. Y luego tenemos el tema de que las empresas vieran la posibilidad de hacer negocio con la sostenibilidad. El concepto de sostenibilidad comenzó como una noción radical. Tenemos que vivir en una sociedad que no coja más de lo que pueda ofrecer y que no destruya el planeta con el fin de abastecerse. Si no somos sostenibles, el planeta acabará colapsando. Y rápidamente se empezó a comerciar con dicha idea. Ahora la sostenibilidad se puede vender. La sostenibilidad es un incentivo para vender productos. Ahora todas las empresas tienen un departamento de sostenibilidad cuyo trabajo es darle a esta una falsa apariencia de sostenibilidad. La sostenibilidad se ha convertido en un chupete para la clase media. Así pueden decir: “Yo tengo un Prius”. O: “Yo conduzco un coche eléctrico”. Han conseguido que puedas comprar un estilo de vida sostenible.
No olvides los prismáticos. Mamá te contará lo que es un micelio y, después, tengo un ejercicio para ti.
[E.] Hemos estado buscando hongos, ¿no?
[P.K.] Hay una parte del hongo que está en la superficie pero la mayoría de este está bajo tierra y no podemos verlo. Una gran red de raíces. Creemos que pueden percibir los tipos de animales por su caminar. Todo el bosque está conectado a través de suelo, todos los árboles. El suelo es como una moqueta inteligente que puede diferenciar si el que camina es, por ejemplo, un ciervo o un humano. Pueden comunicarse. Si un ciervo se come las hojas de un árbol en concreto el micelio puede alertar a ese árbol para que segregue una sustancia que al ciervo no le guste ingerir. Así que recuerda que el bosque sabe cuándo entramos en él porque el micelio manda señales.
Cuando me siento en mis tierras y me pongo a hacer cosas, intento no vivir en el pasado sino que trato de estar conectado al presente. Esto no es el pasado, es el presente, el aquí y ahora. La vida nos rodea. Todavía dependemos de la agricultura, el cielo, el agua, la tierra y toda la vida a nuestro alrededor. No vivimos en una utopía tecnológica, seguimos siendo animales del planeta.
[E.] ¿Cómo determinamos nuestra relación con todo eso?
[P.K.] Todo lo que hago es a nivel personal, para mí y mi familia. En realidad, es algo muy egoísta. No pretendo dar ejemplo a nadie. No digo que todo el mundo pueda vivir como nosotros. No quiero que todo el mundo viva así.
[E.] ¿Cómo puedes vivir como se vivía antaño? Eso es por lo que más te critican los ecologistas actuales. Dicen que romantizas el pasado. ¿Por qué haces esto, Paul?
[P.K.] Bueno, yo no vivo en el pasado, vivo en el presente, por eso tengo coche y conexión a Internet. La ideología progresista tiene problemas con cualquier cosa que parezca emular el pasado, con cualquier conocimiento del pasado o con toda conexión con la naturaleza. Les encanta etiquetar todas esas cosas como romanticismo reaccionario. Para ellos el futuro es la agricultura vertical, la carne modificada genéticamente y todas esas cosas. Eso no es el futuro porque no sabemos cómo será el futuro. No son más que mitos progresistas.
[P.K.] Hay muchas coníferas. Aquí hay muchas plantaciones de coníferas. ¿Nos llevamos una para el árbol de Navidad?
[Hijo] Creo que se darían cuenta. ¡Ahí está!
[P.K.] ¿Qué hay ahí?
[E.] ¿Por qué has tenido hijos en un mundo así?
[P.K.] Tener hijos no es una decisión racional. No es algo sobre lo que hagas cálculos. Tenemos hijos porque nos amamos. Nadie sabe qué deparará el futuro. Solo les damos lo mejor de nosotros. A lo mejor un día se convierten en superhéroes ecologistas y salvan el planeta. O a lo mejor no. No hay una razón lógica.
[Esposa] Solo intentamos darles las mejores herramientas para la vida. Quiero que sepan lo interconectado que está el mundo, que todo es caos con un poco de orden aquí y allá. Con suerte, todo eso les ayudará en el día a día a comprender todo tipo de cosas. Pero una siempre se preocupa. Te preocupa su futuro.
[Hijos] ¿Dónde está tu escarabajo? Aquí.
Sí, yo también tengo uno. ¿Has escrito sobre esos hongos de ahí?
[E.] ¿A veces aún te embarga la desesperación cuando, por ejemplo, escuchas a Trump?
[P.K.] Bueno, Trump no me cabrea tanto por ser Trump. Me cabrean más los ecologistas que van en avión a conferencias sobre el clima. Ambos hacen daño al medioambiente, pero Trump por lo menos no va de lo contrario, no es muy sutil que se diga en ese sentido. Lo que me gusta de Trump es que no se esconde. Ahora estoy en un momento en el que acepto la situación que estamos viviendo. Hay muchas cosas que podrían cabrearme: los informes sobre el cambio climático, la tala de árboles en mi vecindario… Por supuesto que todo eso me cabrea. Sin embargo, ya no me siento responsable de tener que salvar el mundo porque no creo que tenga salvación en el sentido de parar el cambio climático, evitar la extinción y volver a vivir en una estupenda democracia liberal global. Eso no va a pasar. Nos enfrentamos a grandes cambios. Habrá que estar abierto a ello y ver adónde nos llevan.
[E.] ¿Has acabado pensando que hay lugar para la espiritualidad aunque sea un término casisucio?
[P.K.] Nunca utilizaría el término “espiritualidad” abiertamente. Vaya, ¡lo acabo de hacer! Esta es la conclusión a la que he llegado, la cual me hace sentir incómodo, pero a la vez extrañamente liberado. La crisis que estamos atravesando, el colapso del mundo natural que hemos creado, así como de la cultura en la que hemos vivido el último siglo no es otra cosa que una crisis espiritual. Somos la única civilización de la historia que no gira en torno a algo sagrado. No tenemos religión, en el sentido amplio del término ni noción de algo superior a nosotros. No hay nada ante lo que arrodillarnos, nada que nos inspire humildad. Ni dioses ni diosas ni naturaleza divina. No reconocemos esos términos. Pensamos que están anticuados y vacíos. Evolucionar más allá de la religión es parte de nuestro mito del progreso. Vemos lo sagrado como algo primitivo. Yo no creo que sea así y me ha costado mucho darme cuenta de que no creer en algo superior nos ha convertido en destructores. Nos hemos puesto en el centro del mundo. Nos hemos convertido en un cáncer para el planeta. Y mi conclusión para todo esto, o quizá no sé si llamarla conclusión, sino más bien un paso más en el camino, es la siguiente: si queremos que nuestra cultura —o como la queramos llamar— tenga futuro, vamos a tener que darle a la naturaleza el estatus de sagrada. Tendremos que dar un paso atrás o adelante hacia la búsqueda de una sociedad animista con dioses para todas las cosas: dioses del mar, de las piedras, del viento, etc. Si no somos capaces reconocer que formamos parte de una red vital y solo vemos las cosas como recursos, estamos perdidos.
Somos animales, somos idénticos a las personas que pintaron las pinturas rupestres hace 30.000 años. A nivel biológico, apenas hemos cambiado. Seguimos siendo criaturas salvajes, que no han sido domesticadas. No ponemos por encima la capa de la civilización, pero eso se puede rasgar muy fácilmente.
[E.] ¿Cómo volvemos al punto de partida?
[P.K.] Ahí están nuestras pasiones primigenias. Seguimos siendo animales que responden físicamente a su entorno. Nos gusta pensar que la calefacción y el wifi han levantado una especie de muro de cristal entre nosotros y la naturaleza pero no es cierto. Seguimos formando parte de ella. No nos haría ningún daño comportarnos de una forma más animal. Hay toda una parte de nuestra naturaleza que se ha apagado: nuestra capacidad de sorprendernos. No sabemos cómo funciona el mundo. No sabemos por qué reaccionamos así ante él. Y, en cierto momento, surge la necesidad de ser conscientes de esa carencia de conocimiento y de buscar respuestas a los misterios. ¿Qué es este mundo y cuál es mi sitio en él? Es hora de empezar a sentir respeto y humildad hacia nuestro planeta. Si nos paramos a observar cualquier paisaje en silencio, ¿qué escuchamos ¿Qué canción canta el mar? ¿Es diferente de la que canta el cielo? ¿Cambia con las horas o estaciones? Estas no son preguntas triviales. Son las preguntas que nos hacíamos antes de volvernos tan egocentristas.
El teólogo Thomas Berry, quien tan bien escribe sobre ecología, habla de la gran conversación entre los humanos y el resto de la naturaleza. Berry afirma que la tragedia es que hemos abandonado esa conversación. Ya no hablamos con la naturaleza, sino solo con nosotros mismos. Lo llamamos progreso y no lo es, es una gran pérdida.
[E.] ¿Cómo logras que esa gran conversación continúe?
[P.K.] Escuchando. Callando por un momento. Es difícil para un escritor. ¡Yo no callo ni debajo del agua, pregúntale a mi mujer!
[E.] Y ¿cómo callas y escuchas como ser humano?
[P.K.] Simplemente guardando silencio, escuchando lo que dice el mundo y dejando que penetre en tus palabras y conversaciones. Como individuos, es una tarea necesaria, y también lo es para nuestra cultura. Podemos hacerlo libremente o por medio de la fuerza. No podremos vivir mucho tiempo como si el resto del mundo no estuviera vivo. La mayoría de novelas, películas y material narrativo actual se centra en humanos que tienen relaciones con otros humanos. ¿Cómo podemos contar historias de otra manera? Y ¿si la historia no fuera sobre el progreso interminable del hombre? Y ¿si el mundo no solo se tratara de humanos? ¿Qué otras historias se contarían si hubiera otra perspectiva? Ahí están los cuentos de hadas o los mitos de los indígenas. De eso iban todas las historias, las historias humanas más antiguas. No de personas hablando con otras personas sobre personas. Es un concepto muy moderno y occidental. Las historias más antiguas iban sobre lugares, animales que hablaban, dioses, sobre todas las formas de representar y personificar el resto de seres vivos.
[E.] ¿Cómo podemos empezar a hacer eso de nuevo?
[P.K.] Si hay alguna respuesta para, no ya salir de este caos, sino para avanzar en otra dirección, es esa: contar historias de otra manera. ¿Qué historias contaríamos si quisiéramos creer que el mundo no solo es el patio de recreo de los humanos? Si te liberas del deber autoimpuesto de salvar el mundo puedes respirar aliviado y decir: “¿Qué estoy a tiempo de hacer?”. No puedo hablar por los demás, pero para mí eso significa: trabajar en ti mismo, en tus principios, en qué tipo de persona quieres ser, en cómo puedes usar tus habilidades para hacer lo que tienes que hacer: plantar árboles, segar la hierba. Cualquier cosa que puedas hacer y para la que poseas habilidades.

Fuente: https://www.15-15-15.org/webzine/2019/07/11/retrato-de-un-ecologista-en-rehabilitacion/ - Imagenes: Portada lil-dicky-estrena-earth-con-ariana-grande-justin-bieber-miley-cyrus-y-hasta-leonardo-dicaprio - _‪Noticia al Minuto‬ - ‪EcologíaVerde‬ - ‪Biodiversidad en América Latina‬ - ‪Noticias de Medio Ambiente y Ecología‬ - ‪eldecidor.com.mx‬

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