Río trinacional Pilcomayo contaminado con metales pesados



Por Gustavo Carrasquel
Han sido muchas las denuncias que hemos manifestado medios de comunicación y organizaciones ambientalistas de Sudamérica en relación a la contaminación y deterioro del Río Pilcomayo.
Compartido por Bolivia (31 por ciento), Argentina (25 por ciento) y Paraguay (44 por ciento) ninguno se hace responsable de los gravísimos problemas que enfrenta, como la contaminación por minería, dragados y deforestación. Los pobladores aborígenes son los más perjudicados.
Precisamente estas comunidades emplean las aguas del río Pilcomayo para riego, sin ningún tratamiento previo, ocasionando que sus productos tengan niveles de metales pesados por encima de los que indica las normas internacionales.
De acuerdo a un estudio realizado en 2011, autoridades bolivianas detectaron que los rangos de la presencia de zinc en los cultivos de hortalizas alcanzaron hasta 50.31, es decir, nueve veces más de lo permitido en tanto que el límite permisible por la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) es 5.
A la contaminación urbana y minera, que disminuye la fertilidad de los suelos y, en consecuencia, reduce la de los medios de vida y afecta a la economía de muchas comunidades indígenas y campesinas, se suma la falta de una políticas de manejo integral de la cuenca, en la parte boliviana, que ocasiona la acumulación de sedimentos en la cuenca baja, perjudicando la única fuente de vida para algunas comunidades indígenas, como es la actividad de la pesca.
Los afectados por la contaminación minera de la cuenca del Pilcomayo se declararon en estado de emergencia, debido a que las autoridades departamentales de Potosí (Bolivia), no solucionan el problema de la contaminación de las aguas de ese afluente.
La concentración de metales pesados en los depósitos de los cauces de aguas bajas y altas del  Río Pilcomayo desde Potosí hasta la frontera con la Argentina y Paraguay merece la atención de estos países, de manera que no solo el gobierno boliviano debe tomar medidas frente a este grave problema ambiental.

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El Pilcomayo agoniza
Tres países comparten la cuenca pero ninguno se hace cargo de los gravísimos problemas que enfrenta, como la contaminación por minería y obras civiles. Los pobladores aborígenes ven amenazada su subsistencia.
Según un estudio de la Jica (Agencia de Cooperación Internacional de Japón), este río contiene un nivel de arsénico cinco mil veces superior al indicado como tolerable por la OMS y 99 miligramos de plomo por cada litro de agua, cuando lo aceptable es 0,05 miligramos por litro.
El Pilcomayo no es un río sino un mundo, afirman los que conocen su compleja natura­leza e historia. Hoy, ese mundo se ve amenazado por el impacto que durante décadas han tenido diferentes factores naturales y humanos. El ecosistema del Gran Chaco corre peligro si no se toma una acción concreta y rápida.
Esta subcuenca trinacional que abarca 272 mil kilómetros cuadrados forma parte de la vasta cuenca del río de la Plata y es compartida por Bolivia (31 por ciento), Argentina (25 por ciento) y Paraguay (44 por ciento). Viven en esa área 1.500.000 habitantes. De ellos, la mayoría pertenece a algunas de las 12 etnias aborígenes ribereñas (weenhayek, guaraní, tapiete, chorote, toba, wichi, nivakle). Muchas padecen extrema indigencia y ven amenazada hasta su propia supervivencia.
“Sólo tenemos puro silencio”, dice con pesadumbre Rosmery Herrero, desde su parrilla costera típica de Villamontes (Bolivia), a la vera del otrora majestuoso Pilcomayo. “Los pescadores no tienen para comer porque desa­parecieron los peces; en mayo cortaron la ruta hacia la Argentina perjudicando a mucha gente y el presidente Morales manda todos los meses alimentos desde La Paz. ¿Pero hasta cuándo? Villamontes completa está afectada; no hay qué poner en los camiones refrigerantes; los comerciantes dejaron de pagar sus créditos; muchos niños abandonarán la escuela... Aquí es la Capital Internacional de la Pesca y nuestros hoteles están casi vacíos, igual que los comedores. Los turistas huyeron ¿quién va a pagar 10 dólares por una porción de triste sabalito?”
A pocos kilómetros de Villamontes, en la comunidad de Caipirendita donde se concentran los asentamientos de pescadores (son más de dos mil personas), en agosto una asamblea general reunió a la mayoría de los líderes zonales. Convocaron también a técnicos municipales y representantes de organismos no gubernamentales de Argentina, Paraguay y Bolivia; todos asistieron de manera urgente para buscar soluciones ante la catástrofe compartida de la desaparición del río.
Causas y efectos. Moisés Sapiranda, Capitán Grande del Pueblo Weenhayek, fue anfitrión y vocero de las peticiones de tantos bolivianos afectados por la crisis hidrográfica de la cuenca baja.
“No podemos esperar más y debemos aprovechar que en 180 años de democracia recién nos toman en cuenta ahora que bloqueamos la carretera... Pedimos encarecidamente a todos los que conducen las cancillerías de Bolivia, Paraguay y Argentina que se re­vise lo que se le hace al río aguas abajo. La ruta 28 y el Proyecto Pantalón impiden que los peces suban hasta nuestro territorio y hoy no podemos vivir de nuestro trabajo. Queremos pensar con esperanza y que no nos pasen por las narices con obras que nos perju­dican. No queremos emigrar, y por sobre todo ¡qué nadie politice nuestro hambre!”
Desde la Fundación para la Gestión e Investigación Regional (Fungir), Luis María de la Cruz advierte que “hay que tener absoluta conciencia de que la problemática del Pilcomayo reconoce múltiples causas y obedece a una cadena de efectos sistémicos, es decir que todo impacta sobre todo”.
“Podemos afirmar que el Pilcomayo más que un río es un mundo; es el eje de un territorio compartido. Hay que hacer hincapié en la capacidad de gestión y monitoreo de las propias comunidades, potenciando en éstas la habilidad de comunicar a las respectivas cancillerías las crisis regionales para que tomen cartas en los graves asuntos de esta cuenca”, indica.
Entre las principales causas del dese­quilibrio ecológico del Pilcomayo, que acumuladas desde hace medio siglo desencadenan efectos devastadores en sus más de mil kilómetros de re­corrido (desde su naciente a los 7.500 metros de altura en los Andes bolivianos hasta los 250 metros en Misión La Paz, Salta) figuran: enorme proceso natural de sedimentación, erosión y colmatación de cuenca; contaminación, salinización, desertificación y el impacto de obras civiles en diferentes tramos del río.
Explica De la Cruz: “La erosión y sedimentación son dos componentes naturales del proceso formativo del Pilcomayo. El corriente erosiona las barrancas en las curvas (donde pega 
el agua) y deja sedimentos en la con­tracurva (del lado de enfrente), for­mando extensas playas. Lo que arrastra el río son vestigios de las posglaciaciones. Pensemos que el Pilcomayo tiene unos 20 mil años y fue este río el formador del Gran Chaco. Quizás uno de los mayores problemas es haberlo elegido como límite nacional entre países, ya que su curso no es seguro y al taponarse tramos de su cuenca aparecen riachos que conforman bañados y éstos muchas veces provocan inundaciones”.

Un dato de fundamental importancia es que el Pilcomayo es el río con mayor cantidad de sedimentos del mundo, con una tasa media anual de 125 millones de toneladas.
Respecto de la contaminación, ostenta el triste récord de tener la cuenca más contaminada del sur de América latina. Desde su misma naciente potosina, continua y silenciosamente recibe los desechos de metales pesados de las colas mineras.
A veces esta noticia de todos los días estalla en un escándalo, como cuando se produjo la rotura del dique Porco de Potosí, que en el año 1996 provocó el vertido en el fío de 360 mil toneladas de líquido tóxico.
Según un estudio de la Jica (Agencia de Cooperación Internacional de Japón), este río contiene un nivel de arsénico cinco mil veces superior al indicado como tolerable por la OMS y 99 miligramos de plomo por cada litro de agua, cuando lo aceptable es 0,05 miligramos por litro.

Fuente: http://www.lavoz.com.ar/paraguay/pilcomayo-agoniza

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