Argentina: Los incendios en Córdoba y la metáfora del fuego
Por Norma Morandini
Córdoba es una provincia mediterránea cuya población depende del agua de lluvia que captan los arroyos que nacen en las sierras. Son precisamente los bosques y los pastizales en las laderas de las montañas los que evitan la erosión para captar el agua y retenerla, Detrás de la belleza del paisaje mal reconocemos la fragilidad que esconde.
Cuando aún las llamas asustan, no es bueno hacer del árbol en cenizas un oportunismo político. Pero el humo no debe ocultar las razones del incendio. Si se queman los bosques nativos y los implantados, si el fuego se inicia al norte de las Sierras Chicas y termina al sur de las Sierras Grandes, si los recursos para combatirlo no alcanzan y sólo restan las plegarias al cielo para que el viento pare y llegue la lluvia, debemos preguntarnos por qué en lugar de celebrar la llegada de la primavera vivimos un infierno.
Córdoba es una provincia mediterránea cuya población depende del agua de lluvia que captan los arroyos que nacen en las sierras. Son precisamente los bosques y los pastizales en las laderas de las montañas los que evitan la erosión para captar el agua y retenerla, Detrás de la belleza del paisaje mal reconocemos la fragilidad que esconde.
Primero fueron los inmigrantes europeos que trasplantaron en Calamuchita lo que habían perdido, su paisaje alpino, multiplicado en la década del setenta con las leyes de promoción forestal. Los expertos de la Universidad Nacional de Córdoba y del CONICET advierten que los pinares consumen más agua que los árboles nativos, se incendian con más facilidad y por eso aconsejan no persistir en su implantación. Como sucede con todas las cuestiones ambientales, las razones del dinero cancelan cualquier debate serio en torno a los pinares. Especialmente en el valle, que atrae su turismo por la emulación al paisaje alpino.
En el otro extremo se incendian bosques nativos en buena medida por las prácticas de quemar antes de la lluvia para que el rebrote verde permita a los pequeños productores ganaderos alimentar a sus animales sin comprar forraje. De modo que el equilibrio en nuestra provincia es inestable, con riesgo para sus habitantes y para sus recursos. Por esas razones he trabajado en proyectos legislativos que crean áreas naturales protegidas y convocado foros de discusión pública sobre los conflictos entre la producción y la preservación y, sobre todo, para promover un nuevo Ordenamiento Territorial de los Bosques Nativos que se adecue a la ley nacional, lo que abrirá las puertas al hasta ahora retenido Fondo que la norma prevé.
Las responsabilidades son compartidas, tanto la Provincia como la Nación cuentan con instrumentos políticos de prevención y participación tal como manda nuestra Constitución y las leyes ambientales.
Ya es hora de que dejemos de hacer de los temas colectivos una cuestión esencial de dinero. Cada vez que se advierte sobre los daños ambientales expresados en una naturaleza que se insurge, escuchamos el chantaje emocional de “atentan contra las fuentes de trabajo”. Además de rezar al cielo por las lluvias salvadoras es momento de que demos un debate honesto, responsable, sobre el desmonte, las actividades extractivas y la forma en que se maneja el dinero de todos para socorrer a los que padecen estas tragedias. El turismo depende de los recursos, pero si los recursos se queman se nos termina la vida. Aprovechemos las llamas como una metáfora política para no postergar más las soluciones.
Imagenes: lanacion.com.ar - diariohoy.net
Córdoba es una provincia mediterránea cuya población depende del agua de lluvia que captan los arroyos que nacen en las sierras. Son precisamente los bosques y los pastizales en las laderas de las montañas los que evitan la erosión para captar el agua y retenerla, Detrás de la belleza del paisaje mal reconocemos la fragilidad que esconde.
Cuando aún las llamas asustan, no es bueno hacer del árbol en cenizas un oportunismo político. Pero el humo no debe ocultar las razones del incendio. Si se queman los bosques nativos y los implantados, si el fuego se inicia al norte de las Sierras Chicas y termina al sur de las Sierras Grandes, si los recursos para combatirlo no alcanzan y sólo restan las plegarias al cielo para que el viento pare y llegue la lluvia, debemos preguntarnos por qué en lugar de celebrar la llegada de la primavera vivimos un infierno.
Córdoba es una provincia mediterránea cuya población depende del agua de lluvia que captan los arroyos que nacen en las sierras. Son precisamente los bosques y los pastizales en las laderas de las montañas los que evitan la erosión para captar el agua y retenerla, Detrás de la belleza del paisaje mal reconocemos la fragilidad que esconde.
Primero fueron los inmigrantes europeos que trasplantaron en Calamuchita lo que habían perdido, su paisaje alpino, multiplicado en la década del setenta con las leyes de promoción forestal. Los expertos de la Universidad Nacional de Córdoba y del CONICET advierten que los pinares consumen más agua que los árboles nativos, se incendian con más facilidad y por eso aconsejan no persistir en su implantación. Como sucede con todas las cuestiones ambientales, las razones del dinero cancelan cualquier debate serio en torno a los pinares. Especialmente en el valle, que atrae su turismo por la emulación al paisaje alpino.
En el otro extremo se incendian bosques nativos en buena medida por las prácticas de quemar antes de la lluvia para que el rebrote verde permita a los pequeños productores ganaderos alimentar a sus animales sin comprar forraje. De modo que el equilibrio en nuestra provincia es inestable, con riesgo para sus habitantes y para sus recursos. Por esas razones he trabajado en proyectos legislativos que crean áreas naturales protegidas y convocado foros de discusión pública sobre los conflictos entre la producción y la preservación y, sobre todo, para promover un nuevo Ordenamiento Territorial de los Bosques Nativos que se adecue a la ley nacional, lo que abrirá las puertas al hasta ahora retenido Fondo que la norma prevé.
Las responsabilidades son compartidas, tanto la Provincia como la Nación cuentan con instrumentos políticos de prevención y participación tal como manda nuestra Constitución y las leyes ambientales.
Ya es hora de que dejemos de hacer de los temas colectivos una cuestión esencial de dinero. Cada vez que se advierte sobre los daños ambientales expresados en una naturaleza que se insurge, escuchamos el chantaje emocional de “atentan contra las fuentes de trabajo”. Además de rezar al cielo por las lluvias salvadoras es momento de que demos un debate honesto, responsable, sobre el desmonte, las actividades extractivas y la forma en que se maneja el dinero de todos para socorrer a los que padecen estas tragedias. El turismo depende de los recursos, pero si los recursos se queman se nos termina la vida. Aprovechemos las llamas como una metáfora política para no postergar más las soluciones.
Imagenes: lanacion.com.ar - diariohoy.net