La izquierda en la encrucijada ¿crecimiento o nuevo paradigma?

"Autonomía y bienvivir"

En un libro publicado hace tres años, El fin de la expansión, Ricardo Almenar nos recordaba cómo en la primera mitad del siglo XX la apuesta por el crecimiento económico se convertía, junto al avance científico y técnico, en la gran esperanza para renovar la fe en el progreso, esa idea de fondo que llevaba ya varios siglos animando la cosmovisión europea, un progreso convertido en doctrina, según Lewis Mumford, y cuyo sentido se tambaleaba tras el desastre de la Gran Guerra, amplificado poco después por las cámaras de gas y la bomba de hidrógeno. Entre otras cosas el crecimiento económico nos traería paz social... sin necesidad de encarar el problema de la repartición.

Almenar pone esta nueva esperanza en palabras de dos economistas por lo demás muy distintos: Keynes y Schumpeter. El primero decía en una conferencia en Madrid en 1930 que, a largo plazo, "la humanidad está resolviendo su problema económico. Predeciría que el nivel de vida de las naciones progresivas, dentro de un siglo, será entre cuatro y ocho veces más alto que el de hoy día". Por su parte Schumpeter afirmaba en otra conferencia de 1936 que "si el capitalismo repitiese sus resultados pasados durante otro medio siglo a partir de 1928, acabaría con todo lo que con arreglo a los patrones actuales podría llamarse pobreza, aun en los estratos inferiores de población, exceptuando únicamente los casos patológicos", y entonces serían fácilmente alcanzables "todos los deseos que han sido expuestos hasta ahora por todos los reformadores sociales".
Pasado el tiempo que ambos economistas tomaron en consideración, y habiéndose cumplido sus previsiones en cuanto al aumento de la capacidad productiva, resulta bastante evidente, sin embargo, que el problema económico dista mucho de estar resuelto. Las sucesivas crisis, el escandaloso aumento de la desigualdad y la persistencia de la pobreza también en los países más industrializados dejan pocas dudas sobre la naturaleza política de ese problema económico. ¿Cuántas décadas de crecimiento más harán falta para constatarlo? Y si la pobreza, la exclusión social y la desigualdad no serán resueltas por el crecimiento económico, mucho menos aun lo será el problema de la sostenibilidad, sacrificada precisamente en el altar de ese crecimiento en el que tanto se confía, y que en realidad está resultando antieconómico (en palabras de Herman Daly.).
A pesar de esto, el hueco teórico dejado por el neoliberalismo en su apuesta por un crecimiento basado en el predominio de la libertad de mercado parece estar resultando demasiado tentador para una izquierda que ve la oportunidad de mostrarse superior en la búsqueda de ese crecimiento mediante políticas keynesianas, con lo que lograría así un cambio en las preferencias políticas de la sociedad. Pero a tenor de lo dicho, hay que preguntarse si ese cambio de preferencias no sería un mero cambio de gestores y de estilo de gestión, y no un verdadero cambio social hacia un mundo mejor.
Quizá inadvertidamente gran parte de la izquierda se ha dejado seducir por una ética del trabajo y de la producción que en realidad esconde una ideología política. Más allá del reparto de las plusvalías, lo que está en juego es una idea de futuro y el papel reservado para el ser humano en el mismo.
Por una parte el crecimiento económico desborda la capacidad de carga del planeta. Y si no cuestionamos este, los aumentos en la eficiencia sólo redundan en una mayor capacidad para explotar el capital natural, cosa que va mucho más allá de las emisiones de CO2 propias de la energía fósil. En un mundo competitivo, esta capacidad siempre será utilizada en aras de un mayor crecimiento con el que mejorar la posición de cada nación (o de cada multinacional) en su competición con las demás.
Por otra parte, la modernidad no se limita a una apuesta por el avance del conocimiento científico y de la innovación tecnológica unidos al crecimiento del poder económico de la humanidad sino que además adjudica a las personas el papel de meros instrumentos de ese progreso material. Incluso desde la izquierda se vela por que los incentivos no permitan que alguien quizá eluda ese mandato incuestionable. (Sirvan como ejemplo las recientes declaraciones de Alberto Garzón, preocupado por los incentivos perdidos entre quienes reciben ayudas económicas sin trabajar, o el conocido posicionamiento de Vincenç Navarro en contra de la instauración de una Renta Básica Universal).
¿Y cuál debería ser entonces el papel del ser humano en un futuro más razonable? Para no perder de vista el bosque de la historia en la batalla enmarañada entre las ramas, es necesario poner en el horizonte una visión social hacia la que encaminarnos desde ahora más allá de la lucha de clases, aun cuando estemos lejos de haber superado esta. El sistema productivo debe estar al servicio de los fines humanos, no a la inversa. Pero para ello necesitamos dotarnos de una autonomía suficiente que nos permita deliberar sobre esos fines. (El propio Marx en la primera parte de El Capital mostraba una preocupación por el objetivo de lograr una mayor libertad para todos, como nos explica, por ejemplo, Yanis Varoufakis en sus confesiones de un marxista errático... ). Sin duda tendremos que librarnos del chantaje económico de la pobreza. Se trata de un chantaje que podemos considerar represivo, políticamente impuesto a la sociedad, porque hace mucho tiempo que hemos rebasado la capacidad productiva necesaria para que nadie pase penuria sin necesidad de añadir nuevo crecimiento económico. Pero por esto mismo, supeditar la inclusión a la necesidad del crecimiento económico, como también propone gran parte de la izquierda, es lo contrario de elegir libremente los fines de la humanidad.
En cuanto a la sostenibilidad, salta a la vista que tarde o temprano tendremos que admitir la imposibilidad de mantener un crecimiento económico ilimitado en un planeta finito y lleno de límites necesarios para preservar el holoceno, el estado de la naturaleza en el que hemos surgido. Tarde o temprano habrá que recuperar la antigua aspiración de llegar a una economía en estado estacionario. Esto no significa que a partir de ese momento la economía será estática y carente de innovación sino sólo no creciente en su volumen y sostenible en sus formas).
Para defender este punto de vista e intentar rebatir las críticas que desde la izquierda se hace a quienes cuestionamos el crecimiento económico, vamos a desarrollar un poco más las claves esbozadas en esta introducción.

¿Dónde nos ha llevado la ideología crecentista?

Disponemos de gran variedad de estudios científicos que avalan y certifican los firmes pasos hacia un colapso ecológico provocados por la necesidad del capitalismo industrial de crecimiento económico perpetuo en un planeta finito.
Un buen indicador es el declive de la megafauna, es decir la desaparición de grandes mamíferos terrestres y marinos, lo cual afecta profundamente a los ciclos de nutrientes esenciales, especialmente al reciclaje del fósforo, uno de los minerales limitantes más importantes.
Otro proceso significativo es la homogenización de la flora y fauna global. El proceso globalizador acrecenta los problemas debidos a la expansión de especies invasoras, que en su avance provocan importantes pérdidas de biodiversidad, y con ello de resiliencia de los ecosistemas. La simplificación de las cadenas tróficas vía eliminación de nichos puede facilitar y acelerar sucesos de extinción en cascada que se lleven por delante a ecosistemas básicos para entre muchas otras cosas, la alimentación de poblaciones humanas, y una larga lista de “servicios ecosistémicos" que bajo el paradigma actual no solo no se valoran, sino que se desprecian.
Una de los más flagrantes desastres que estamos viviendo con especial intensidad en estos últimos meses son los grandes incendios sucedidos en diferentes regiones a lo largo del globo, siendo la más grave la situación en el sudeste asiático, especialmente en Indonesia, debido al gran reservorio de biodiversidad y pulmón verde que son las selvas de Sumatra. Además, estos grandes incendios están suponiendo grandes emisiones de gases de efecto invernadero y polución. Las grandes sequías, junto con las prácticas de quema provocada de terrenos para el cultivo de palma han llevado fuera de control a esta situación dramática.
El caso de los océanos y mares no es menos alarmante. Los cambios en el pH y salinidad de las aguas oceánicas está suponiendo una aceleración en el blanqueamiento de corales y en la pérdida de estos ricos ecosistemas, que son la base de la alimentación de innumerables poblaciones humanas costeras. Cada vez observamos más “zonas muertas” anóxicas en los océanos, y se incrementa la cantidad de plástico en suspensión en los océanos, afectando dramáticamente a las poblaciones de zoo y fitoplancton, base de alimentación de gran parte de la vida marina, y los último grandes productores de oxígeno atmosférico vital para la respiración.
Como estos ejemplos, muchos otros vienen de la mano de la disrupción climática y de la destrucción de ecosistemas provocadas por la necesidad imperiosa por parte del sistema económico de crecimiento a toda costa, aun cuando éste se torna “anti-económico” y suicida. Conforme nos adentramos en el antropoceno, y vamos profundizando en la Sexta Extinción Masiva, se va haciendo más complejo revertir o aminorar el ritmo de degradación y recuperar la resiliencia que necesitamos en nuestros ecosistemas para garantizar la vida humana sobre el planeta, por lo que es extremadamente urgente plantear estrategias de choque para paliar y reducir los impactos de los grandes cambios.
En nuestra “bio-región” especialmente preocupante es la sequía y escasez de agua, y la erosión de los suelos, en acelerado declive de su fertilidad y presencia de materia orgánica, debido al extensivo uso de la agricultura convencional.
Es también de capital importancia los impactos debidos a los cambios de los usos del suelo, en concreto los resultantes en la urbanización y del avance de la agricultura industrial basada en el monocultivo intensivo. El primero provoca fragmentación del territorio, y supone agujero negro de recursos naturales y la producción en masa de basura que termina en vertederos en el mejor de los casos, sino en los océanos o montes adyacentes, o la “externalidad” es exportada a países receptores de los restos del metabolismo y la voracidad del consumismo patológico del urbanita medio occidental en especial, y en general del modo de vida en la grandes urbes a lo largo del globo. Respecto a los impactos de la agrícultura, cada vez se transforma más terreno de selva para la producción de cultivos para alimentación ganadera, y otros monocultivos demandados por la economía globalizada para la producción de biocombustibles o alimentación humana. Los ejemplos en la amazonia o en la jungla de Indonesia para la producción de palma aceitera son paradigmáticos.
Otro aspecto a tener muy en cuenta es descenso de la disponibilidad de energía neta. El pico de producción de petróleo convencional (2005) y presumiblemente no convencional entre 2015-2016 tendrá efectos cada vez más evidentes sobre la cantidad de energía disponible para alimentar el funcionamiento del metabolismo de la compleja civilización globalizada, cuyo soporte está íntimamente ligado al suministro creciente y constante de energía barata y de calidad para el transporte necesario para mantener el flujo comercial global. Otros fósiles como el carbón o el gas también se aproximan a su pico de producción, que además se verá adelantada debido a la necesidad de líquidos para las tareas extractivas y de trasporte de ambas. Esto no solo afecta y afectará a la porción fósil del mix energético, sino que también tendrá efectos sobre las llamadas renovables, debido a que estas fuentes de energía sí son de origen renovable, pero la tecnología para su captación y distribución depende directa o indirectamente de la disponiblilidad de combustibles líquidos. Es necesario considerar también los efectos en la minería de este descenso de la disponibilidad energética, que se sumarán a los rendimientos decrecientes a los que se ve sometido el sector por motivos obvios, que si se suman al desplome actual de las commodities y la consiguiente destrucción de la oferta por quiebra de corporaciones que no pueden mantener su producción a precios tan bajos, y caen por imposibilidad de repagar sus deudas, como el reciente caso de Arch Coal, una de las mayores mineras de los EEUU.

Fuente: Fragmento del ensayo publicado en http://crashoil.blogspot.com.es/Información adicional:
Libro "En la Espiral de la Energía" Fernández Duran y González Reyes, Ecologistas en Acción. Disponible gratuito.
Biosphere collapse: the biggest economic bubble ever.
How humans are driving the sixth mass extinction
New Science Suggests More Land-Based Ecosystems Lost than Biosphere Can Bear

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