Charles Eisenstein y la narrativa de la conspiración (parte III)

¿Qué controles ha traído consigo la COVID-19? ¿De dónde viene nuestra inclinación hacia las teorías de la conspiración? ¿Podemos permitirnos tener libertades democráticas teniendo en cuenta el coronavirus?

Charles Eisenstein

Dado que la COVID-19 parece justificar muchos de los elementos de la lista de deseos totalitaria, hay quienes creen que es un juego de poder deliberado. Mi objetivo no es promover ni desacreditar esa teoría, aunque ofreceré algunos comentarios a nivel general. Primero, centrémonos en una breve visión global del asunto.
Las teorías (hay muchas variantes) hablan del Evento 201 (patrocinado por la Fundación Gates, la CIA, etc. el pasado septiembre) y un informe de la Fundación Rockefeller del 2010 que detalla un escenario llamado Lockstep (“bloqueo”, en castellano). Ambos disponen la respuesta autoritaria a una pandemia hipotética, señalando que la infraestructura, tecnología y margo legal para la ley marcial ha ido preparándose durante muchos años. Lo único que era necesario, sostienen, era una forma de conseguir que el público lo aceptara y ese momento ha llegado ahora. Independientemente de que los controles actuales sean permanentes o no, se está sentando un precedente para:
    •    El seguimiento de los movimientos de las personas en todo momento (por el coronavirus).
    •    La suspensión de la libertad de reunión (por el coronavirus).
    •    La vigilancia militar de los civiles (por el coronavirus).
    •    La detención extrajudicial indefinida (cuarentena, por el coronavirus).
    •    La prohibición de dinero en efectivo (por el coronavirus).
    •    La censura de Internet (para combatir la desinformación, por el coronavirus).
    •    La vacunación y otros tratamientos médicos obligatorios, estableciendo la soberanía del Estado sobre nuestros cuerpos (por el coronavirus).
    •    La clasificación de todas las actividades y destinos en lo expresamente permitido y lo expresamente prohibido (puedes salir de casa para esto, pero no para aquello), eliminando las zonas grises no vigiladas y no jurídicas. Esa totalidad es la verdadera esencia del totalitarismo. Aunque ahora sea necesario porque, bueno, por el coronavirus.

Todo esto es muy jugoso para las teorías de la conspiración. Hasta donde sé, una de esas teorías podría ser cierta. Sin embargo, la misma sucesión de eventos podría desarrollarse a partir de una inclinación sistémica e inconsciente hacia un control cada vez mayor. ¿De dónde viene esta inclinación? Está confinada en el ADN de la civilización. Durante milenios, la civilización (a diferencia de las culturas tradicionales a pequeña escala) ha entendido el progreso como una cuestión de ejercer el control sobre el mundo: domesticando lo salvaje, conquistando a los bárbaros, dominando las fuerzas de la naturaleza y ordenando la sociedad mediante la ley y la razón. El ascenso del control se vio acelerado por la revolución científica, que impulsó el “progreso” a unas cotas aún más altas: la clasificación de la realidad en categorías y cantidades objetivas y el dominio de la materialidad con la tecnología. Por último, las ciencias sociales prometieron el uso de los mismos medios y métodos para satisfacer la aspiración (que se remonta a tiempos de Platón y Confucio) de diseñar una sociedad perfecta.

Por lo tanto, los que gestionan la civilización recibirán con agrado cualquier oportunidad para reforzar su control ya que, después de todo, está al servicio de una gran visión del destino de la raza humana: un mundo perfectamente ordenado, en el que la enfermedad, el crimen, la pobreza y quizás el propio sufrimiento puedan eliminarse. No es necesario ningún motivo nefasto. Como es natural, les gustaría seguir el rastro de todas las personas, pues les vendría muy bien para asegurar el bien común. Para ellos, la COVID-19 muestra hasta qué punto es necesario. “¿Podemos permitirnos tener libertades democráticas teniendo en cuenta el coronavirus?”, se preguntan. “¿Debemos sacrificarlas por nuestra propia seguridad en vista de las necesidades actuales?”. Es una cantinela que nos suena, pues ya ha acompañado otras crisis en el pasado, como la del 11S.
Para reutilizar una metáfora común, imagina un hombre con un martillo, acechando por ahí en busca de una razón para usarlo. De repente, ve un clavo que sobresale. Ha estado buscando un clavo durante mucho tiempo, aporreando tornillos y pernos sin lograr gran cosa. Según él, vive en un mundo en el que los martillos son las mejores herramientas y el planeta puede mejorar a golpe de martillear clavos. ¡Y aquí hay uno! Podríamos sospechar que, en su afán por martillear, él mismo haya colocado el clavo, pero no importa. Quizás eso que sobresale ni siquiera sea un clavo, pero se le parece lo suficiente como para empezar a martillearlo. Cuando la herramienta está preparada, surge la oportunidad de usarla.

Y añadiré, para todos aquellos que tiendan a dudar de las autoridades, que quizás esta vez sí sea un clavo en realidad. En ese caso, el martillo es la herramienta adecuada; así, el principio del martillo se verá reforzado, preparado para aporrear tornillos, botones, grapas y desgarros.
Sea como fuere, el problema que tratamos aquí es mucho más serio que el derrocar a un círculo malvado de Illuminati. Aunque existieran, la inclinación de la civilización haría que la misma tendencia persistiera sin ellos, o bien surgirían unos nuevos Illuminati para asumir las funciones de los anteriores.
Cierto o no, la idea de que la epidemia es un complot monstruoso perpetrado por los malhechores sobre la población no se encuentra muy alejada de la mentalidad que busca el patógeno. Es una mentalidad de cruzadas, una mentalidad bélica. Localiza el origen de una enfermedad sociopolítica en un patógeno que podemos combatir, un victimario separado de nosotros mismos. Existe el riesgo de ignorar las condiciones que hacen que la sociedad sea un suelo fértil para que esta trama arraigue. El hecho de que este suelo se haya sembrado deliberadamente o que lo haya hecho el viento es, en mi opinión, un debate secundario.
Lo que voy a decir a continuación es relevante independientemente de que el SARS-CoV2 sea un arma biológica diseñada genéticamente o no, esté relacionado con el despliegue de las redes 5G, esté siendo utilizado “para impedir la revelación de información”, sea un caballo de Troya para un gobierno mundial totalitario, sea más mortífero de lo que nos han dicho, sea menos mortífero de lo que nos han dicho, se originase en un laboratorio biológico de Wuhan, se originase en Fort Detrick o sea exactamente lo que la CDC (Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de EE. UU.) y la OMS nos han estado contando. Es aplicable incluso si todo el mundo está totalmente equivocado en cuanto al papel del virus SARS-CoV-2 en la epidemia actual. Tengo mi propia opinión al respecto, pero si hay algo que he aprendido en el curso de esta emergencia es que en realidad no sé lo que está ocurriendo. No sé cómo nadie podría saberlo, en el convulso maremágnum de noticias, rumores, información oculta, noticias falseadas, teorías de la conspiración, propaganda y discursos politizados que pueblan Internet. Desearía que muchas más personas aceptasen el no saber. Y se lo digo tanto a aquellos que aceptan la narrativa dominante como a los que están en contra. ¿Qué información deberíamos bloquear para mantener la integridad de nuestros puntos de vista? Seamos humildes en nuestras creencias: es una cuestión de vida o muerte.
 
    •    Producido por Guerrilla Translation bajo una Licencia de Producción de Pares
    •    Texto traducido por Lara San Mamés, editado por Silvia López
    •    Artículo original publicado en la página web de Charles Eisenstein
    •    Imagen de portada de Barkar B
    •    Imagen de artículo de Thomas Hawk


Esta es la tercera parte del relato “La coronación”, de Charles Eisenstein. La primera parte habla de la crisis de la COVID-19 y los primeros cambios que supuso en nuestras vidas y la segunda, del desarrollo inicial de la pandemia, las cifras reales y los desafíos futuros a los que deberemos enfrentarnos.

Charles Eisenstein es un escritor y conferenciante que se describe a sí mismo como "narrador de historias". Además de dar conferencias públicas en cumbres de economía alternativa, decrecimiento o incluso en festivales de música, es ensayista y contribuye artículos con regularidad a publicaciones como Reality Sandwich, The Guardian o Shareable.Ver bio completa
Fuente: https://www.elsaltodiario.com/guerrilla-translation/charles-eisenstein-y-la-narrativa-de-la-conspiracion-(parte-iii)

 

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