Las consecuencias ambientales de una carrera espacial protagonizada por superricos

Son ricos. Muy ricos. Y quieren conquistar el espacio. Este martes fue el multimillonario Jeff Bezos, fundador de Amazon, el que cumplió el sueño de sobrevolar el planeta con su propia nave espacial. Hace tan solo una semana lo hacia el magnate británico Richard Branson, cofundador de Virgin Group, y se espera que, más pronto que tarde, el excéntrico creador de Tesla, Elon Musk, despegue con su propio cohete. Hazañas privadas que vienen revestidas de salvación, pues los promotores de estos viajes ven en la carrera espacial –además de un nuevo modelo de turismo– una forma de eludir el problema climático a través de la colonización de Marte. Esta nueva disputa, no en vano, tiene poco de verde, además de reflejar la salida desigual a la crisis climática: sólo los ricos tendrán 'planeta B'.

Alejandro Tena

El uso intensivo de combustible que las tecnologías espaciales hacen es el principal problema. Aunque todavía no hay datos exactos de emisiones, ya empiezan a publicarse algunas informaciones sobre el elevado impacto ecológico de estas naves. Según cálculos realizados por el Financial Times, una nave como la utilizada por Branson el pasado 9 de julio emite hasta 13 veces más CO2 que un avión que realiza un vuelo transatlántico. Todo ello con tan sólo cuatro tripulantes a bordo. Tras el viaje mediático de Bezos, el asesor principal de la NASA que había participado en el proyecto, Gavin Schmidt, dijo que las emisiones del lanzamiento eran "totalmente insignificantes en comparación con otras actividades humanas".

"Tendremos a una minoría social concentrando una gran cantidad de emisiones de CO2"

Andreu Escrivà, ambientólogo y autor del libro Y ahora yo qué hago (Capitán Swing, 2020), reconoce que las emisiones de los viajes de Bezos o Branson son "irrelevantes en términos globales", pero señala que el problema no está en estás hazañas puntuales, sino en los fines empresariales que se busca con ellas. "Si lo que se pretende es implantar un nuevo modelo de turismo espacial y de divertimento para las clases super altas, que se han visto aumentadas con la crisis, pues ahí es cuando tenemos el problema", expone. "Si empieza a ser algo a lo que no sólo acceden estos superricos, si se empieza a convertir poco a poco en algo más accesible para el resto de ricos, entonces tendremos un problema, porque tendremos a una minoría concentrando una gran cantidad de emisiones de CO2".

El impacto de esta industria turística tendría ciertas similitudes con el modelo de aviación comercial. Un sector destinado al disfrute de unas élites con altas emisiones de CO2 bajo sus espaldas. En esa analogía con la aviación, los gases de efecto invernadero liberados por el sector son minoritarios a priori, pues se sitúan en torno al 2% y al 5% del total, dependiendo las fuentes consultadas. Sin embargo, ese porcentaje se reparte entre muy pocos individuos si se tiene en cuenta que el 90% de la población mundial nunca ha subido en un avión, según los cálculos de Stay Grounded.
"En un contexto de emergencia climática, iniciar actividades intensivas en carbono, que además no están sometidas a ninguna regulación, es como ir a contracorriente, hacia el lado opuesto al que necesitamos ir", argumenta Pablo Muñoz, portavoz de Ecologistas en Acción, que aunque reconoce que es muy pronto para saber el impacto global que tendría una industria como esta, señala que los antecedentes de la aviación comercial son una buena referencia.
Tecnolatría frente a la crisis climática
En el caso de Musk, sus intereses en esta carrera espacial entroncan con su visión de la crisis climática y su forma de buscar soluciones absolutas a través de la tecnología. El inventor de Tesla ha dicho en numerosas ocasiones que "está seguro" de que logrará mandar a seres humanos a Marte antes de 2026 con la intención de asentar en el planeta rojo los primeros colonos.  Sueños que rozan con lo pueril, pero que dejan ver que los superricos, conscientes del problema ecológico de la humanidad, ya empiezan a buscar sus propias salidas individuales. En cierta medida, recuerda a aquel episodio de la serie El colapso, en la que los ricos, ante la caída del sistema capitalista por consecuencia del cambio climático, viajan a una isla blindada y con suficientes recursos para la subsistencia.

"La carrera espacial no tiene nada que ver con salvar a la humanidad, ni con esfuerzos altruistas"

"Se ha dicho de diferentes maneras que no podemos vivir en Marte ni en ningún otro lugar del espacio, al menos como especie. Otra cosa distinta es que haya personas que piensen en sus propias utopías individualistas. Sobre esto hay gente que ya está trabajando intensamente y no debemos descartar en que se empiezan a vender futuros fuera de la Tierra", argumenta en referencia a los planteamientos de Elon Musk, Jordi Mir, filósofo y doctor en Humanidades por la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona.
"Nos lo están colando con el subterfugio de la exploración espacial, la investigación y la necesidad de colonizar Marte para salvar a la humanidad, pero esto no tiene nada que ver con salvar a la humanidad, ni con esfuerzos altruistas, sino que es simplemente un juguete de gente como Bezos o Branson que no puede plantearse como una opción nunca", opina Escrivà. "Estamos confiando en decisiones tomadas por unas élites que sólo se van a preocupar por ellas mismas y que nunca van a tomar soluciones igualitarias, que sólo van a plantear soluciones que beneficien a sus cuentas corrientes", apostilla.
Pero no sólo se está apuntando a la tecnología y a Marte. En todo esto hay cierto lavado verde y los actos de Bezos son los más evidentes. Al terminar el vuelo espacial, el magnate anunció que donaría 100 millones de dólares al Chef José Andrés para que, a través de su ONG, pueda alimentar a personas desplazadas y afectadas por el cambio climático y por otras cuestiones. Además, en Febrero el multimillonario ya donó 10.000 millones de dólares a una fundación para la investigación científica sobre el cambio climático. Es, según el filósofo de la Pompeu Fabra, una forma de limpiar su imagen "intentando ofrecer otros tipos de miradas en positivo que, sin embargo, no se van a concretar en nada".
Mir reflexiona sobre las implicaciones que tienen estas investigaciones espaciales, tanto desde el punto de vista ambiental como desde el social y se pregunta por la necesidad real de desarrollar una carrera espacial en mitad de una situación de emergencia climática. "No termino de ver las cosas positivas que puede traer esto para el conjunto de la sociedad", sostiene. "Me preocupa porque no es algo que esté orientado hacia el bienestar colectivo, sino hacia una manera de seguir gastando más dinero en un turismo contaminante y obviando todas las externalidades, como si de repente ya no fuéramos conscientes de que la aparición de este tipo de viajes espaciales van a contribuir a incrementar las emisiones y de que, además, lo van a hacer sólo unas élites".

Fuente: https://www.publico.es/sociedad/consecuencias-ambientales-carrera-espacial-protagonizada-superricos.html - Imagen de portada: El magnate multimillonario y fundador de Amazon Jeff Bezos posa junto a otros tripulantes del cohete New Sephard después de haber volado al espacio. — Joe Skipper / REUTERS

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Bezos agradeció a los trabajadores de Amazon que orinan en botellas por pagar su viaje espacial

El hombre más rico del mundo dejó claro este martes de donde proviene su fortuna al agradecer a los clientes y trabajadores de Amazon por haber hecho posible su viaje espacial. Se trata de una verdadera provocación que deja al desnudo el nivel de explotación sobre los trabajadores que denuncian hace años los bajos salarios, turnos desgastantes, vigilancia sobre sus cuerpos y hasta la obligación de orinar en botellas para cumplir con la producción.

Jeff Bezos, el hombre más rico del mundo (cabeza a cabeza con el multimillonario Elon Musk), bajó de la capsula que lo llevó al espacio durante diez minutos este martes y pronunció un discurso que dejó en claro de donde provienen las ganancias extraordinarias que permiten a una sola persona financiar un viaje de este tipo. En su discurso demostró que no hubo secretos en la forma en la que incrementó de forma monumental su fortuna, incluso durante la pandemia cuando la mayoría de la humanidad perdía todo o parte de lo que había conseguido durante los años previos.

«Quiero agradecer a todos los empleados de Amazon y a todos los clientes de Amazon porque ustedes pagaron por todo esto«, dijo sin inmutarse, y mostrando la impunidad que le da ser dueño de la mayor fortuna del mundo.

La «sinceridad» de Bezos deja claro que además de las altas tasas que cobra a los clientes, sean compradores o anunciantes, por la monopolización del servicio de entregas y venta online, la verdadera fortuna proviene de lo que se encuentra dentro de sus almacenes y furgonetas. Los empleados de Amazon. Se trata de millones de trabajadores que hace años denuncian salarios miserables con ritmos de trabajo imposibles de seguir, la vigilancia sobre sus cuerpos por medio de algoritmos que controlan la cantidad de paquetes que almacenan y despachan, o cámaras y gps dentro de las camionetas de reparto que impiden siquiera que sus conductores puedan parar a orinar. Esta última denuncia se convirtió hace unos meses en un escándalo al salir a la luz que varios de sus trabajadores, no solo de logística, sino también de los almacenes, denunciaban que los ritmos insoportables de trabajo les impedían hasta ir al baño por lo que en muchas ocasiones debían orinar en botellas. A esto se suma la reciente publicación de los nuevos planes de la empresa para agilizar aún más la cadena de producción dando a cada trabajador o trabajadora una serie de tareas rotativas para «evitar que todos los músculos se desgasten al mismo tiempo». Es decir, un algoritmo para «equilibrar» la explotación directamente sobre los cuerpos de sus empleados.

El secreto del «éxito» de Bezos es que a estos ritmos de trabajo brutales le suma una activa política antisindical para evitar que los y las trabajadoras se organicen en sus almacenes para pelear por mejores condiciones de trabajo. Así lo hizo, tanto despidiendo a los activistas que al principio de la pandemia pedían elementos de protección personal y licencias pagas para aquellos que se enfermaran de Covid (algo que Bezos negó otorgar durante meses), como contratando a empresas de seguridad, espionaje, y publicidad para perseguir, espiar y sabotear los planes de los trabajadores de conseguir un sindicato propio. Es el caso reciente de Alabama donde Amazon hizo una campaña despiadada y de intimidación en los medios, y dentro del mismo almacén (en baños y el comedor) para amedrentar a los trabajadores y hacer que voten en contra de la organización sindical. Sin regulaciones ni sindicatos, es Amazon el que impone las reglas del juego y, aunque los salarios son un poco más altos que en otros gigantes del comercio, la diferencia la hace en la ingeniería interna que le permite exprimir hasta el último movimiento a sus trabajadores. Un esquema que en pocos años deja a la mayoría de ellas y ellos «rotos», con afecciones musculares y en los huesos, que quedan de por vida. Y para que no queden dudas sobre cómo piensa Bezos seguir haciendo ganancias millonarias, a tan solo un día de volver del espacio, Amazon anunció que dejará de garantizar los test por covid a sus trabajadores. No hay magia en todo esto, es capitalismo puro y duro. Para que un multimillonario cumpla sus «sueños» de viajar al espacio, millones de trabajadores y trabajadoras sufren en la tierra, sobre sus cuerpos y músculos, la explotación cotidiana que lo hacen posible. El máximo exponente de la irracionalidad capitalista y la desigualdad que genera. 

Juan Andrés Gallardo @juanagallardo1

Fuente: https://www.izquierdadiario.es/Bezos-agradecio-a-los-trabajadores-de-Amazon-que-orinan-en-botellas-por-pagar-su-viaje-espacial

 

 

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