«No se trata de destruir el negocio, sino de encontrar uno compatible con las condiciones ambientales». Entrevista de Mario Hernandez al ecologista argentino Antonio Elio Brailovsky.

Sobre la prohibición de la cría de salmones en el sur argentino y la Ley de etiquetado

 
M.H.: Respecto de la cría de salmones en Tierra del Fuego, se ha generado un debate sobre la prohibición o la regulación. Argentina es el primer país en adoptar legislaciones de prohibición de ese tipo. Algunos cuestionan esta iniciativa porque sostienen que la cría del salmón es una gran fuente de divisas que nuestro país necesita.

A.B.: Yo creo que como cualquier actividad económica que tiene que ver con la naturaleza, depende de quién lo haga y cómo se haga. La cría de salmones se hace en Noruega, de una manera bastante cuidadosa y responsable con el ambiente porque los noruegos tienen la ventaja de estar trabajando con peces de la zona. Salmones del Mar del Norte.  
Qué pasa cuando uno trasplanta una especie a otro lugar, esa especie tiene enormes dificultades de adaptación, tiene una gran fragilidad. Lo que hicieron en Chile con la cría del salmón fue cargarlos de antibióticos, el resultado fue que, por un lado, esos salmones tienen antibióticos en niveles tan altos que no resultan convenientes para el consumo humano.  
Si nosotros comemos carne con antibióticos, sea cual sea, cuando necesitamos el antibiótico porque tenemos una enfermedad, ya tenemos el cuerpo lleno de bacterias resistentes al antibiótico que estuvimos comiendo en cantidades chicas, pero durante mucho tiempo.  

De modo que por un lado no es algo recomendable para el consumo humano, tanto el que se iba a criar en Tierra del Fuego como el chileno que se hace en un lugar muy cerca de Tierra del Fuego.
M.H.: Y que reporta 5.000 millones de dólares anuales.
A.B.: Claro, pero hablemos primero de la parte ambiental. Además, cualquier especie criada en cautiverio se escapa, los salmones al escaparse lo que hicieron fue depredar una cantidad enorme de especies nativas. En zonas que deberían ser protegidas. Ahí en la Patagonia chilena, lo que sucedió fue un desastre en la pérdida de especies locales provocada por los salmones que se escaparon, más todo el tema de los residuos de una actividad que es bastante sucia.
Con respecto al aspecto económico, hay un proyecto muy interesante del Instituto de estudios pesqueros con sede en Mar del Plata, es una sede de CONICET que se ocupa de investigar todos nuestros recursos pesqueros. Están trabajando con centollas, con cría de esta especie. Han trabajado muy bien en la repoblación de centolla silvestre. Criarlas y soltarlas para recuperar poblaciones. Una vez que funcionó con la cría de centolla silvestre, están trabajando con cría de centolla en criadero. La ventaja de la centolla es que es local, si se escapa alguna no depredan nada, simplemente se integra al ecosistema. Y al ser locales no necesitan intoxicarlas con antibióticos que después van a intoxicar al consumidor. Y, por supuesto, una centolla es un producto muy valioso para un país que la exporte. De modo que no se trata de destruir el negocio, se trata de encontrar un negocio compatible con las condiciones ambientales. Que es justamente lo que está investigando el INIDEP. Hagamos negocio, hagamos cría de animales marinos, pero hagámoslo con una especie local. Yo creo que esa sería una buena respuesta técnica al tema, planteándolo desde otro lugar. No salmones, sí centollas.

Ley de etiquetado: “no creo que la Cámara de Diputados ni el Senado choquen con los grandes intereses de la alimentación”

 
M.H.: Quiero consultarlo sobre el Proyecto de ley de promoción de la alimentación sustentable o la Ley de etiquetado, que espera aprobación hace siete meses en Diputados.
A.B.: Hace mucho tiempo más que se viene discutiendo. El tema es que hay una cantidad de países del mundo le dan información al consumidor. Lo que los productos envasados en la Argentina dicen es “contiene xl242” que, por supuesto, el consumidor no tiene la menor idea qué es.  
Se trata de dar información comprensible. Por un lado, advertir cuando se trata de productos que tengan un alto contenido de azúcares, que vienen disimulados con el nombre técnico del azúcar de caña como para decir que es más natural. O el azúcar de fruta. Y no, simplemente tienen azúcar. Lo mismo con la sal y la grasa.
La gente no sabe, pero la mayor parte de los productos envasados que le gustan al consumidor es porque tienen un alto nivel de azúcar, sal o grasa, o las tres cosas juntas. De modo que no está mal que al consumidor se lo informe. 

Lo que no he visto es que se trate la obligatoriedad al rotulado de transgénicos. Hay muchos países como España, por ejemplo, que ordenan que si un envasado tiene algún componente transgénico debe decirlo en el envase. Aquí siempre se han negado a siquiera discutir el tema, porque tienen miedo que la gente empiece a rechazar los transgénicos. Es otra línea de debate y discusión.  
Queremos que se rotule azúcar, sal, grasa, que se rotulen los componentes químicos que merezcan revisión si conviene o no conviene consumirlos. Le doy un ejemplo, la mayor parte de los fiambres tipo embutidos crudos y, por ejemplo, las hamburguesas, todos los fiambres que se hacen con carne picada, no son aptos para niños ni para ancianos. Los niveles de nitratos son tales que si estuvieran en el agua se calificaría como contaminada. Yo diría entonces que deberíamos rotular que las hamburguesas no son aptas para consumo ni de niños ni de ancianos. Pero no creo que la Cámara de Diputados ni el Senado se atrevan a hacer algo así. Conociéndolos lo más probable es que pongan algo muy lavado, no creo que choquen con los grandes intereses de la alimentación.

Fuentes: Rebelión
 

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