¿Pueden realmente ser transformadoras las redes sociales (digitales)?
Las redes sociales digitales nacieron con la vocación de poner en contacto personas. Sin embargo, su control por parte de empresas que quieren monetizar el producto, ha hecho a muchas de ellas derivar en espacios poco alineados con la transformación ecosocial. ¿Hay algún reducto que resista al invasor?: Si aceptamos una definición general de red social como una plataforma digital que permite comunicarse e intercambiar información a comunidades de personas con intereses o relaciones comunes, tendríamos que aceptar también que casi todo lo que hacemos en la red lo hacemos a través de una red social. No podemos limitarnos a los ejemplos clásicos de Facebook o X (antes conocido como Twitter). Telegram o Whatsapp, cuando nos comunicamos en grupo, son una red social. Páginas como Flickr o LinkedIn también serían redes sociales (muy centradas en una temática concreta). Si aceptamos esa definición, la historia de las redes sociales se remontaría incluso a los tiempos de Usenet (que no dejaría de ser una).
Sergio Fernández Alonso
Sergio Alvariño
Integrantes de de Ingeniería Sin Fronteras. Sergio Alvariño también de la asociación Bricolabs.
La cuestión es que la historia de las redes sociales es más larga de lo que solemos pensar, al fin y al cabo, los seres humanos somos seres sociales, y una herramienta como Internet se ha utilizado para socializar prácticamente desde que nació. Ya sea que aceptemos Usenet como red social o como precursora, o sigamos el canon y digamos que la primera fue ClassMates (1995), el caso es que el uso de las redes sociales se extendió rápidamente, prácticamente limitado solo por la facilidad de acceso de la gente a una conexión de datos. Nos gusta socializar e intercambiar información. Cuando los dispositivos móviles empezaron a incorporar conexiones de datos a Internet, las redes sociales explotaron, popularizándose enormemente.
En su nacimiento, las redes sociales no eran necesariamente tóxicas; las primeras versiones de Twitter o Facebook eran prácticamente inventos de gente a la que le gustaba trastear con la tecnología. Pero, a medida que aumentaba el número de usuarios, comenzó también el proceso de enshitfication. Es muy recomendable leer los artículos de Cory Doctorow (que por cierto inventó el nombre del proceso) explicando cómo la enmierdación es inevitable cuando se entra en el proceso de monetizar las redes sociales, especialmente las centralizadas. Podemos imaginar que, por muy idealistas que seamos al principio cuando inventamos una red social, a medida que se popularice, aumentarán los costos, y si queremos mantener el invento necesitamos dinero para cubrir esos costos.
Desgraciadamente, el crecimiento de las redes sociales y la evolución de los dispositivos móviles siempre han estado dirigidos con criterios mercantilistas. Cuando las redes sociales comenzaron a crecer fuerte, las empresas propietarias de los motores de búsqueda ya estaban en los albores de la “economía de datos” para administrar publicidad a medida de los usuarios basándose en los datos recogidos de las búsquedas. A medida que aumentaban las capacidades de los móviles y el número de usuarios de las redes, más rentable era el negocio. El diseño original de estas fue cambiando para aumentar la fidelidad de las personas usuarias y el tiempo que pasaban en la red, haciéndolas tan adictivas como fuera posible. De ahí vienen características como el scroll infinito o tener que pellizcar la pantalla para refrescar.
Pero la forma definitiva de monetización radica en el algoritmo que usa cada plataforma para priorizar el contenido que llega a la persona que la está utilizando. Los detalles de los algoritmos usados por cada empresa son un secreto absoluto, pero hay evidencias del uso de los mismos para fines tan dispares como aumentar el consumo de determinados productos (seguramente supérfluos) o influir en los resultados de las elecciones de diferentes países (caso de Cambridge Analytica).
Cuando todo se mueve alrededor de la monetización y maximizar los beneficios, el proceso de enshitfication de los servicios es inevitable, y sus objetivos finales pasan a ser que las personas que las usan piensen o hagan cosas que no pensarían ni harían por sí mismas. Aquí ya no estamos hablando simplemente de colocar publicidad a medida.
Estos días ha habido una avalancha de migraciones desde el antiguo Twitter a otras redes sociales. Muchas organizaciones de transformación social optan por moverse a las redes que parecen estar recogiendo a más personas. Incluso profesionales de la comunicación, caen en la telaraña de “cantidad frente a calidad”, por mucho que después prediquen que no tiene sentido la comunicación “en general”, sino que es importante segmentar los públicos a los que pensamos que podemos llegar mejor y en los que podemos tener influencia. Al final, nuestras organizaciones y movimientos sociales quedan invisibilizados en la marea de contenidos y acabamos teniendo nuestra pequeña caja de resonancia de siempre, con el añadido de que cada vez compensa menos la incoherencia de crear contenido para unas plataformas gobernadas por grandes tecnológicas que comercian con la privacidad y, como vimos, practican la enmierdación. Porque sí, Bluesky también es eso, y con las recientes incorporaciones en las ampliaciones de capital (inversores que vienen de las criptomonedas), no pensamos que la cosa vaya a mejor. Una tecnología gobernada por pocas personas es menos susceptible de ser tecnología para el bien común (el anillo único del Señor de los Anillos es un buen ejemplo).
Quien afirma que hay que “aguantar en la trinchera” de Twitter/X (o de cualquier otra red social controlada por una gran tecnológica), enfoca esto como una guerra, con héroes y sacrificios. No somos tantas y no tenemos tantas fuerzas. Parece una lucha de David contra Goliat. Posiblemente sea más estratégico tratar de construir “nuestro terreno” y no quedarse en el suyo (y Twitter/X claramente es el suyo, Bluesky está construido con los mismos mimbres, y la tendencia de Meta también es esa).
¿Por qué pensamos que el Fediverso es una alternativa mucho mejor que Bluesky? Por supuesto, la ausencia de algoritmo que gestione lo que vemos es una gran ventaja. En el fediverso (hoy por hoy) tu línea temporal (el contenido que recibes directamente) es como tu jardín, tú decides qué plantas añades y eres responsable de podar y eliminar malas hierbas cuando aparezcan. Pero pensamos que el Fediverso también puede sufrir procesos de enshitfication. Inevitablemente habrá intentos de monetizarlo y cuanto más éxito tenga tanto más apetitoso resultará. La característica fundamental del fediverso es que no estás prisionero de un proveedor. Para nosotros esa es la mayor ventaja, la que garantiza finalmente tu libertad. Si no estás a gusto en la instancia en la que has acampado, o tu instancia cambia sus políticas, o el servicio comienza un proceso de enshitfication, siempre te puedes mover a otra instancia o a otro servicio. Es evidente que esto plantea retos; sería deseable que se hicieran tantos o más esfuerzos en facilitar la movilidad de una instancia a otra (o incluso la movilidad entre distintos servicios) que en mejorar los mecanismos de moderación, que parece ser lo que más preocupa al público en este momento.
De este modo, las instancias descentralizadas y federadas, que son y sostienen el Fediverso, están mucho más en consonancia con la idea de gobernanza de la tecnología y de reapropiación tecnológica, como primeros pasos hacia una tecnología para el bien común. Además, creemos que las entidades y personas que habitan ya en el Fediverso parten de unos valores como reapropiación y co-responsabilidad tecnológica, tecnología para la inclusión y democratización tecnológica, más alineados con la transformación ecosocial, que pueden facilitar la generación de una masa crítica social que impulse estos valores.
Para entenderlo mejor, ir a Bluesky desde X equivale en el ámbito alimentario como pasar de Nestlé a El Pozo, pero irse al Fediverso es como consumir en mercados locales. Así que nos quedamos con la frase de Marta G. Franco: “Lo que necesitamos es confiar en que podemos construir espacios digitales que habitaremos, en lugar de usarlos pasivamente, para recuperar los futuros que nos robaron. Como personas libres y conscientes” (extraída de su libro “Las redes son nuestras: una historia popular de Internet y un mapa para volver a habitarla”).
En el mundillo de la acción para la transformación ecosocial hablamos mucho de que queremos que la revolución nos pille bailando, pero ¿la música va a ser de spotify o de la charanga de nuestro pueblo?
Fuente: https://www.elsaltodiario.com/la-tecnologia-no-nos-salvara/pueden-ser-transformadoras-rrss - Imagen de portada: SERGIO ALVARIÑO