España, la reconquista del territorio: LOBOS


Autor: Elena García Quevedo
El lobo ibérico o "Canis lupus signatus" ha estado a punto de desaparecer, pero hoy supone la población más importante del carnívoro en toda Europa Occidental. El argumento de su periplo es la historia épica de un superviviente admirado y odiado, que narra la relación del hombre con el medio y, ante todo, la alegoría de cómo la naturaleza siempre sale adelante.
Suena un aullido, y después, el silencio. En la llanura castellana huele a tierra y a pinos mojados, a hojarasca y al agua que las nubes espolvorean sin pasión. Estamos junto a un cruce de caminos, cerca de Valladolid. Juan Carlos Blanco, biólogo experto en el lobo y consejero del Ministerio de Medio Ambiente, imita el aullido del cánido, cuyo nombre despierta algo atávico, sumergido en la memoria de los genes. El lobo ibérico, o "Canis lupus signatus", es el rey de gran parte de la Península, en especial de la mitad nororiental. Su apariencia física se alza como bandera entre las 32 subespecies del mundo: ojos canela, piel tierra –más roja en verano que en invierno–, manchas blancas sobre los belfos, líneas negras que recorren las patas delanteras, la marca oscura en la cola y, sobre la espalda, una mancha en forma de cruz. Hay cerca de trescientas manadas, unos dos mil individuos. El noventa por ciento está en Galicia y Castilla y León. Los lobos que habitan en Cataluña proceden de Italia. El carnívoro sólo tiene, de adulto, un enemigo: el hombre. Por eso, ahora y aquí, en la noche de la vieja Castilla, debe de andar olfateándonos con la certeza en unos sentidos que le ha permitido sobrevivir en medios como éste. A nuestro alrededor se abren los campos reverdecidos por el nuevo cereal. Tras un largo día de búsqueda, las señales nos indican que estamos cerca: un rastro de huellas firmes de lobo que avanza sobre el camino, una detrás de la otra siguiendo un monótono compás; una hez junto a un guante deja claro quién manda aquí. Por si no fuera suficiente, dentro del coche duerme un puñado de folios con localizaciones cercanas de varios lobos seguidos por Blanco vía satélite. "Los lobos son fascinantes. A veces parecen como una familia humana. Hay un papá, una mamá, unos hijos. También ves en ellos la competencia y la miseria que se dan en las familias", explica el científico. La familia loba se alza en forma piramidal bajo un macho y una hembra dominantes –llamados alfa–, los únicos que se aparean en la manada. Ellos guían la estrategia común de la caza y de la vida. Los cinco o seis lobeznos que una vez al año pare la loba en cuevas, refugios de zorros o tejones agrandados, e incluso entre matorrales, son el centro neurálgico desde donde se teje lo cotidiano: todos protegen y alimentan a los pequeños. Cuando éstos cumplen un año, se convierten en lobatos; a los dos, emprenderán un camino en solitario hasta encontrar o formar su hogar. El periplo puede durar hasta dos años si es al norte del Duero, donde la densidad de población es mayor, o tan sólo diez días si se produce más hacia el sur.
Como ocurre en las familias humanas, hay unos que permanecen en el grupo sin disgregarse –los llamados beta–; o quienes viven en la periferia sin ser aceptados, pero sin buscar su propio lugar –los periféricos o épsilon–. Pero, como en todo, no hay regla sin excepción: "‘Paca’ espera heredar el reino de su madre", ha explicado Juan Carlos Blanco poco antes de desviarse por las carreteras secundarias y pedregosas que nos han traído hasta aquí. Es una loba de cinco años que, según los datos, hace un par se refugió en una cueva durante la época del parto. "Vivió un embarazo psicológico", comenta. El caso de "Ernesto" parece bien distinto: alfa durante más de una década, fue destronado. Después reemprendió su búsqueda en solitario. Cuando le cazaron, vieron a otros lobos junto a él. "Gloria", sin embargo, siempre vivió como periférica. Su cuerpo disolvió los fetos cuando quedó preñada, como, según Blanco, suele ocurrir en la especie a modo de control natural. "Paca", "Ernesto" o "Gloria" no son distintos del resto, sino ejemplos de la impresionante versatilidad de la especie. Capaz de cambiar de costumbres, espacios y alimentación, a lo largo de los siglos, el lobo en la península Ibérica ha ajustado su vida a un mandamiento: sobrevivir. De hecho, sus costumbres y su alimentación varían de montañas como la cordillera Cantábrica a serranías como las leonesas o zamoranas, o en las llanuras. En cada lugar come lo que encuentra: ciervo, corzo, jabalí u otros ungulados en tierras altas; pequeños mamíferos, como conejos o topillos, en la llanura. La carroña tampoco está fuera de su dieta Por eso se adaptó a los más inhóspitos lugares cuando el hombre emprendió con él una guerra a muerte. Al terminar ésta, reconquistó sus viejos territorios: "Cuando el hombre abandona el campo, el lobo lo recoloniza", concluye Blanco. Pruebas que lo demuestren no faltan: si hasta el siglo XIX los lobos habitaban todo el territorio peninsular excepto Cataluña, a partir de 1950 sobrevivieron arrinconados en lugares como algunas sierras de Zamora, León, la cordillera Cantábrica y Galicia. También en Sierra Morena. Su resurrección se escribe paralela al despoblamiento rural. También al cambio de estatus del cánido: la ley aprobada en 1970 lo recalifica de alimaña a especie cinegética. Al menos en teoría, porque en la práctica las cosas pueden ser diferentes. Luis Mariano Barrientos lo sabe bien. Es un naturalista vallisoletano que lleva 27 años cerca del cánido. La afición se le adivina en el tono de voz que, sin velos, transmite pasión cuando pronuncia la palabra lobo, pero también al hablar de los enemigos del animal. "El mayor peligro de la especie son los furtivos", dice. Un peligro que aún hoy acaba con camadas enteras al más puro estilo alimañero, pese a que apenas se constatan denuncias. Mucho tuvo y tiene que ver el temor a los ataques del animal a la ganadería, que los expertos minimizan, y que ocasiona pérdidas anuales estimadas en un millón doscientos mil euros en todo el Estado. Las administraciones pagan los daños y proporcionan perros mastines para el pastoreo, que ayudan a la convivencia pacífica con el animal. Pero esta convivencia puede no ser tan fácil, depende de dónde y cómo. "La diferencia está en la forma de pastorear", aclara Barrientos: "En Castilla y León hay manadas de lobos estables y apenas se producen ataques porque los rebaños van con pastor. Cuando se deja al ganado solo en las fincas, como por ejemplo ocurre en ciertas zonas de Asturias, el lobo ataca más". Para quien siempre ha vivido cerca del carnívoro, los matices de su relación pueden ser distintos; o tal vez no. A las cuatro de la tarde de un día ceniciento, María Pilar Rodríguez Barrio limpia el mostrador del hostal Kilobas, mientras escucha preguntas sobre un tema que conoce bien. Estamos en Pedralba de la Pradería, en pleno corazón de la sierra de la Culebra, al oeste de Zamora. Nueve especies de peces, catorce de anfibios y otras tantas de reptiles conviven con el cánido. También 29 tipos de mamíferos, como corzos, ciervos, lobos, nutrias o gato montés. El cielo lo surcan aguiluchos cenizos, alimoches, águilas reales, culebreras, búhos, peregrinos y hasta azores. Pero si por algo se reconoce a esta tierra es porque cobija la mayor población estable de lobos de toda Europa Occidental. "La naturaleza es una cadena de la que todos formamos parte. El lobo es el regulador, controla al más débil. Sin ellos, los corzos se nos comerían", dice la mujer. Su discurso no es tan común en una tierra ganadera donde siempre ha vivido el mamífero. "A mi marido le pone nervioso porque le mató veinte ovejas", añade. De hecho, cerca de aquí permanecen en pie loberas donde antaño se le cazaba para exhibirlo después. Incluso en la actualidad, este mismo año, en el municipio de Villardeciervos, se pujó a mano por tres cabezas de lobo. Aquí el cánido se caza, al igual que en Galicia, Euskadi, Cantabria y, al norte del Duero, en Castilla y León, pero también vienen turistas con ánimo de observarlo. La situación va cambiando, y el aura del animal atrae a gente y también dinero. Al atardecer, las tres líneas de color que matizan el horizonte –tierra, sierra y cielo– se desdibujan. En plena reserva de la sierra de la Culebra esperamos al mamífero, tutelados por dos guardas. El animal aparece solo, tranquilo, y camina en línea recta hasta que, tras girar, desaparece. "Hay un cambio. Algunos niños de la zona me piden que les cuente cosas del lobo", dice Pedro, uno de los guardas, que lleva décadas siguiéndole. Luis del Riego, ecologista del grupo Ciconia, tiene algo que decir sobre el incipiente cambio de mentalidad. Durante años su grupo trabajó con escuelas de la zona. "Sabíamos que el cambio de los ganaderos vendría a través de los hijos. Queríamos desmitificar al lobo, hacerles saber cuál era su función." Luis asesora hoy al Ayuntamiento de Puebla de Sanabria para crear el primer centro de interpretación del lobo, que atraerá más turismo y expertos. A las afueras de Puebla, un grupo de niños demuestra que las palabras de Riego siguen de actualidad. Proceden de otras provincias castellanas y atienden a Javier Talegón, biólogo especializado en el mamífero, que durante varios días compartirá su pasión con los más pequeños a través de sus clases. Muestra diapositivas, objetos, y plantea preguntas: "¿Qué hacen los lobos cuando ven a una persona?". Los niños, que ya no creen el cuento con el que otros crecimos, le responden: "¡Corren!". DESCRIPCIÓN Cánido grande de aspecto robusto. Ojos de color canela, orejas triangulares y mandíbula muy fuerte. Su pelaje, de color pardo grisáceo, es variable según la época y es muy espeso en invierno. La subespecie ibérica ("Canis lupus signatus") tiene unas manchas negras en la cola y en las patas delanteras. Destaca su aullido, que suele ser más frecuente al anochecer.
MAPA DE DISTRIBUCIÓN Cubre Asturias, Cantabria, Galicia, Castilla y León, La Rioja, País Vasco, Extremadura y Andalucía (Sierra Morena). Y también hay una pequeña mancha en Cataluña.
HÁBITAT Se encuentran en montañas, valles, bosques e incluso llanuras cerealistas. Al norte de Cataluña hay lobos de la subespecie italiana llegados desde el Pirineo francés.
SITUACIÓN Se calcula que hay en torno a 2.000 lobos, la mayoría de ellos en Galicia y Castilla y León. Está considerada especie de interés comunitario de carácter prioritario, pero su estado y su protección varían según cada comunidad autónoma (especie cinegética, vulnerable, protegida, amenazada o en peligro.