El placer de la austeridad
Jaime Richart
Ahora que se habla tanto de austeridad, es el momento de hablar de la austeridad en serio y con más rigor del que se aprecia y se acostumbra en estos tiempos revueltos...
Empezamos por que lo que se ha dado en llamar austeridad pública, no lo es al ser impuesta la privación que va ligada a ella precisamente por quienes pueden ser cualquier cosa menos austeros. No es austero el que no tiene opción de serlo, no lo es sí no es uno mismo quien opta por ella. Llamar austeridad al despido laboral, a suprimir la protección social o a ser desahuciado de la vivienda hipotecada por haber sido precisamente despedido del trabajo, es un insulto a la inteligencia y mueve a rebelión.
Pero dejando a un lado esta austeridad impuesta por decretos y leyes sectarias o de clase, la austeridad, la verdadera, es una virtud personal o colectiva con el significado dado por el filósofo Aristóteles, poco sospechoso de ideología; personal o social, justo propia no de los desposeídos y desheredados de la tierra, sino de los poseedores y singularmente de los poseedores de abundancia.
Es aberrante y ridículo decir que un mendigo, la familia que vive bajo un puente o en una favela de Brasil o los ya millones de personas que sobreviven en este país gracias a la caridad o a la filantropía, puedan ser austeros. La austeridad es, efectivamente, una opción. Si no tenemos otra que sufrir privación, seremos pobres y estaremos sojuzgados por otro, por otros o por las leyes del estado, pero en absoluto austeros.
Ahora bien, en este plano del asunto veo dos maneras de considerar la austeridad. La una es la que eventualmente pueda aparentar el ruin. La otra es la que es su natural sentido: la del que voluntariamente prefiere la renuncia después de sopesar ventajas e inconvenientes, es decir, la de quien piensa que un placer momentáneo o de corto recorrido no compensa al lado de mayores males consecuencia de ese placer. Por consiguiente la austeridad es también una filosofía. El estoico, como el epicúreo (aunque Epicúreo* está desacreditado en este sentido por siglos de deformación pedagógica), son austeros por reflexión. Entienden que la austeridad pertenece a otro nivel de inteligencia superior y a otro plano de la sensibilidad civilizada.
En España se ha pasado súbitamente (20 ó 30 años son muy pocos para un ciclo de la sociedad) de la contención forzada por el nacional-catolicismo (pero asimismo del ahorro), al desenfreno en lo económico, en lo personal y en la costumbre. Un desenfreno además (lo más grave) atizado por los poderes públicos que no han querido, no han sabido o no han podido evitar la desmesura de los bancos que de mil maneras incitaron al consumo atroz
En todo caso la austeridad rectamente entendida proporciona desde siempre mayor y más duradera satisfacción que su contraria, el lujo.
Quienes hoy día, por los motivos conocidos se encuentran en el trance de graves privaciones, luchen... pero no sin valorar la inteligencia que hay en lo irrefragable y en la grandeza que encierra el pensamiento del filósofo...
* Epicuro distingue entre placeres naturales y necesarios, placeres naturales pero no necesarios, y placeres que no son ni naturales ni necesarios.
(ARGENPRESS.info)