“La alternativa pasa por un cambio radical en nuestra vida cotidiana hacia un menor consumo y seguir en la lucha por el poder político” (y III)
Entrevista a Carlos Valmaseda sobre asuntos energéticos, biocombustibles y otros asuntos afines
Salvador López ArnalRebelión
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Estábamos en temas de “conquistas”. ¿No tenemos como “conquistas recientes” (observa el entrecomillado) el gas de esquito y las arenas bituminosas?
Actualmente se “vende” el gas como el reemplazo natural del petróleo. En palabras de Obama, los EEUU tienen gas para más de cien años al nivel de consumo actual. El “milagro” sería posible gracias a la tecnología de fractura hidráulica, o fracking, que permitiría acceder a gas atrapado en formaciones geológicas a las que hasta ahora resultaba difícil acceder.
Si dejamos de lado la propaganda, lo primero es decir que en realidad esta tecnología se conoce desde hace decenios y no se utilizaba de forma masiva simplemente porque no resultaba económica. El precio del gas no compensaba su explotación. Y es muy dudoso que ahora lo haga. El aprovechamiento del gas como fuente de energía no es tan sencillo como se suele pensar. Todos esos quemadores en los campos de petróleo no están allí por casualidad. Hasta el 20% del gas extraído acaba en esas llamaradas. O se consume in situ o hace falta una costosa infraestructura de gaseoductos, instalaciones de licuefacción y de regasificación, buques especialmente adaptados, etc. Por su parte, el fracking, a pesar de la amenaza de su extensión, incluido nuestro país, hasta ahora es un fenómeno básicamente estadounidense. Y parece más un asunto financiero que energético. Actualmente se extrae en demasiadas ocasiones con un coste superior al precio del gas en el país, necesita una creación continua de pozos solo para mantener la producción y su tasa de agotamiento es muy alta. Es cierto que el precio del gas en Europa es el triple o cuádruple del de Estados Unidos. Si las reservas fuesen tan gigantescas como se nos dice, compensaría la creación de todas esas infraestructuras de que hablaba antes para exportarla a mercados más lucrativos. Que yo sepa, no es algo que estén haciendo. Por algo será.
En cuanto a las arenas bituminosas…
Las arenas bituminosas, por su parte, también tienen un coste relativamente elevado y una densidad energética baja. Como su propio nombre nos indica, se trata de arenas en las que se encuentra incrustado bitumen o alquitrán. Para crear el denominado petróleo sintético es necesario el uso de gas natural, primero para calentar la pasta para extraer el bitumen y luego para aumentar su energía añadiendo hidrógeno. Necesitan, por otra parte, un consumo enorme de agua y suponen un serio problema ecológico tanto por su extracción y producción como por el aumento de los gases de efecto invernadero.
¿No nos queda ni siquiera la eólica o la fotovoltaica? O incluso, déjame que insista, ¿no tenemos acaso el petróleo "no" tradicional (tight, shale, sand) y el resto del tradicional?
De uno de los petróleos no convencionales, las arenas [sands] asfálticas acabamos de hablar. De los demás, sin querer entrar en una explicación demasiado técnica, quizá valga la pena aclarar un pequeño trabalenguas. No es lo mismo “shale oil” que “oil shale”. Este último, llamado en español pizarra bituminosa, contiene querógeno, un material orgánico que teóricamente podría dar lugar a petróleo por destilación. Se lleva más de cien años intentándolo con escaso éxito. La energía que se gasta en el proceso es mayor que la que se obtiene. No es extraño si tenemos en cuenta que su densidad energética es una sexta parte de la del carbón. El “shale oil”, por su parte, es petróleo atrapado en rocas de baja porosidad parecidas a la pizarra (denominadas shale en inglés). Quizá para evitar la confusión ahora se utiliza más el término “tight oil” denotando esta imagen de petróleo atrapado, “ceñido” (tight). Es crudo “normal” con la diferencia de que la técnica para su recuperación es el fracking. Sin duda, esta tecnología ha aumentado las posibilidades de extracción de petróleo, lo que seguramente tiene mucho más sentido que con el gas por la diferencia de precio. Pero este aumento no será suficiente para compensar el agotamiento de los yacimientos convencionales, me temo.
No hemos hablado de algunas otras fuentes de energía, como el carbón. Para no alargarme, recomiendo un texto de Richard Heinberg que traduje hace un par de años, “En busca de un milagro”. Supongo que el título es bastante explícito. Respecto a las energías renovables, estas son sin duda el futuro, aunque no sea más que porque difícilmente tendremos otras. No quisiera alargarme demasiado en esta entrevista. Solo recalcar que las renovables, como indica el título de Heinberg, nunca podrán sustituir completamente el disparatado consumo de energía actual.
Supón que “argumento”: tal vez no sea ningún poder divino, pero sí en cambio la tecnociencia quien de nuevo proveerá. De donde nace el peligro, escribía Hölderlin, nace la salvación también. De otras coyunturas difíciles-muy-difíciles hemos salido, también de esta. ¿Por qué no? ¡No seamos agoreros! ¿No razono bien en tu opinión?
Si de lo que hablamos es de una mejora en la eficiencia energética, bienvenida sea. Pero hasta ahora cada aumento en la eficiencia ha supuesto un aumento del uso, lo que se conoce como paradoja de Jevons o efecto rebote. Si lo que pensamos es que nuevas técnicas milagrosas van a aumentar la energía disponible, me limitaré a recordar un argumento que explicaba recientemente Tim Morgan, el jefe de investigación de una empresa de brokers inglesa: "la tecnología usa energía, no la crea. Esperar que la tecnología nos proporcione una respuesta, sería equivalente a encerrar a las mejores mentes científicas en la cámara acorazada de un banco, proporcionarles un poder de computación enorme y vastas cantidades de dinero, y esperar que creen un bocadillo de jamón".
Por otra parte, buena parte de los problemas que tenemos han sido causados por un uso desmesurado de tecnología. No creo que la solución provenga de intensificar esta tendencia. Como dice la famosa cita de Einstein, “no podemos solucionar los problemas usando el mismo tipo de pensamiento que usamos cuando los creamos”.
Has hablado hace un momento de la paradoja de Jevons o el efecto rebote. ¿Nos explicas brevemente esta paradoja?
Jevons era un economista británico de mediados del siglo XIX que observó que con la aparición de la máquina de vapor de Watt, que mejoraba la de Newcomen, en lugar de disminuir el consumo de carbón gracias a la eficiencia tecnológica este aumentaba.
La conocida desde entonces como paradoja de Jevons o efecto rebote nos dice que cuando aumenta la eficiencia de un recurso gracias a alguna mejora tecnológica, lo más probable es que aumente su consumo, no que disminuya. Cuando se habla de energía, implica que la mejora tecnológica que aumente la eficiencia energética puede aumentar en última instancia el consumo total de energía.
Me he olvidado de la industria nuclear. ¿Qué problema hay con la energía nuclear después de superar la etapa difícil de Fukushima? Llenamos el mundo de nucleares y adelante, la felicidad está a la vuelta de la esquina para todos.
Sobre los riesgos de la energía nuclear, tú, Salvador, sabes mucho más que yo. Me remito a tus artículos.
Aprendo todo lo que puedo de Eduard Rodríguez Farré que es el que realmente sabe. Gracias en todo caso.
Me limitaré aquí por tanto a un par de aspectos meramente ‘energéticos’. En primer lugar, el pico del uranio puede llegar tan pronto como 2040-2050, aunque algunos autores lo adelantan a 2015. Sí, dentro de dos años. En segundo lugar, el proceso de construcción de centrales nucleares ha sido históricamente lento, caro e impopular. Y produce electricidad cuando el principal problema de la sustitución de los combustibles fósiles se encuentra en el transporte. Para que la energía nuclear tuviese un papel significativo haría falta por tanto una transformación completa de nuestro modelo de movilidad en el sentido que indicábamos antes, hacia la electrificación –no, no me refiero a coches eléctricos para todos- más la construcción de una multitud de centrales nucleares para utilizar un combustible que quizá se agotase mucho antes de que estas se acabasen de construir. No me parece una alternativa muy prometedora.
Finalmente, ya no abuso más de ti, ¿qué deberíamos hacer entonces? ¿Seguir así hasta que todo estalle? ¿Buscar fuentes nuevas en Júpiter? ¿Cambiar nuestro estilo de vida? ¿Sería suficiente?
Se suele acusar a los peakoileros de catastrofistas, y algunos efectivamente lo son. Aunque es muy posible que tengan razón, yo no creo estar entre ellos. Un catastrofista diría: vamos a toda velocidad hacia el precipicio y ya no se puede hacer nada. Otros decimos: vamos a toda velocidad hacia el precipicio, pero podemos frenar y/o cambiar de rumbo. No digo que vayamos a hacerlo. Digo que podríamos hacerlo. Como resultado de la plasticidad que nos caracteriza los humanos tenemos la ventaja de vivir en un mundo construido por nosotros mismos, las sociedades en las que nos desenvolvemos. Por supuesto, como cualquier otra especie, siempre estaremos limitados por el ecosistema terrestre y las leyes de la física, la química y la biología. Pero eso no obsta para que podamos imaginar miles de culturas diferentes a partir de esos parámetros. Otro mundo es posible. Es más, otro mundo es seguro porque el que tenemos es insostenible. De nosotros depende qué características tenga el futuro. Yo apuesto por un cambio civilizatorio basado en una relación más armoniosa con la naturaleza, en el que nos esforcemos por un desarrollo auténticamente humano, esto es, dedicado más al pleno desarrollo de las capacidades y relaciones humanas que a la estricta posesión de bienes materiales -más allá de los necesarios para resolver un conjunto de necesidades básicas-. La gran pregunta es cómo ponernos a trabajar para este cambio civilizatorio. Para mí, la alternativa más viable va en una doble dirección: un cambio radical en nuestra vida cotidiana enfocado a un menor consumo en recursos materiales y seguir en la lucha por el poder político estatal. Un control de las instituciones, democrático y solidario, organizado para el establecimiento de las bases del cambio civilizatorio de que hablaba antes. Cómo configurar estas dos vías creo que queda ya fuera de nuestro coloquio de hoy.
Del de hoy dices, no del de pasado mañana por ejemplo. Te cojo la palabra para una próxima ocasión. Gracias, muchas gracias.
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