¿Para qué existen los zoológicos?: Hemos normalizado la posibilidad de divertirnos a costa del sufrimiento de otros

Cada año muchas personas consideran una opción visitar parques zoológicos acompañados de niños y niñas. Quizá, antes de hacerlo, merezca la pena cuestionar qué valores estamos apoyando y enseñando a las futuras generaciones mostrando a animales como nosotros y nosotras encerrados de por vida solo para ser observados durante unos minutos.

Laura Muñoz

A menudo se justifica la existencia de los zoos bajo el pretexto de que cumplen una función de protección y conservación de muchas especies animales. Pero ¿qué significa proteger? ¿Privar de libertad a individuos sanos capturados o criados en cautividad? ¿Ignorar las necesidades y estímulos que necesitan los animales que encerramos en ese lugar para llevar una vida plena?
Por otro lado, ¿de qué debemos protegerlos? Muchas de las especies animales que son obligadas a habitar en un zoo son víctimas de la caza legal o furtiva y de la deforestación. Algunos incluso están en peligro de extinción. Sin embargo, en lugar de prohibir las prácticas humanas que acaban con sus vidas y los llevan a estar a punto de desaparecer de este mundo, arrestamos a algunos individuos y los encerramos en contra de su voluntad. ¿Estamos actuando por su bien o en beneficio de un negocio de cuestionables principios éticos?
La privación de libertad es algo evidente e inherente a un zoo, aunque no es lo único que tienen que soportar los animales. No solemos pensar en ello, pero la eutanasia y el traslado de individuos de un zoo a otro son dos prácticas permitidas que perjudican directamente las vidas de los animales en parques zoológicos. Un zoo puede matar a un animal alegando el bienestar y la salud de los animales o por razones de gestión de poblaciones, es decir, para asegurar la supervivencia de los que tienen mejores genes de cada especie.
Matar a animales en zoos
El secretismo sobre estas muertes es máximo, pero en ocasiones se denuncian sucesos y saltan a la prensa. Es el caso del zoo de Copenhague, en Dinamarca. En el año 2014 mataron a Marius, una jirafa de dos años de edad en perfecto estado de salud que representaba una carga, ya que no encajaba en el programa de cría de jirafas europeo. Lo ejecutaron con una pistola de perno cautivo, como las que se emplean en los mataderos —y no con una inyección letal— para no contaminar la carne y que su cuerpo sirviera para alimentar a los leones del mismo zoo.
A pesar de que varios zoos se ofrecieron para acoger a Marius, a pesar de que miles de personas firmaron una petición para intentar evitarlo, el director del zoo, Bengt Holst, mantuvo su decisión hasta el final. Defendió su postura diciendo que “el espacio ofrecido por otros parques debería ser ocupado por jirafas genéticamente más importantes”. Además, autorizó que destriparan el cuerpo de Marius delante de los visitantes (incluidos menores) y se retransmitió el proceso en directo por Internet. Todo fue justificado por fines didácticos, como si fuese imprescindible matar a un animal para aprender las características de su fisiología. Poco después, el mismo zoo mató a cuatro leones sanos cuya presencia ya no les convenía.

Aparte del secretismo, no es estrictamente obligatorio indicar si las causas por las que se ha eutanasiado a un animal en un zoo son médicas (por un problema de salud grave o incurable) o si están relacionadas con la gestión de poblaciones, lo cual responde a intereses humanos. La European Association of Zoos and Aquaria (EAZA) no hace públicos estos datos, pero la Dra. Lesley Dickie estima que entre 3.000 y 5.000 animales se eutanasian por motivos de gestión en los zoos europeos cada año.
Aunque, en realidad, poco importa la cantidad. Todas las vidas de todos los animales importan. En lugar de criar animales corriendo el riesgo de no poder hacerse cargo de ellos, podrían aplicar un control de natalidad. No es éticamente aceptable quitarle la vida a alguien que tiene un buen estado de salud y a quien hemos obligado a estar en ese lugar. Ya sea una rata o un hipopótamo.
La desconsideración hacia el resto de especies animales es tan evidente que ni siquiera las especies de mayor parentesco con los seres humanos se libran de ser tratados como bienes, cuyas vidas están sujetas a los objetivos económicos de las personas que dirigen un zoo. En noviembre de 2021, el diario The Guardian hizo público en un artículo parte de un documento filtrado en el que la EAZA considera que matar, castrar y mantener aislados a gorilas macho durante gran parte de sus vidas son soluciones potenciales ante una sobrepoblación de esta especie en zoos.
En dicho documento manifiesta: “El principal inconveniente de esta opción (sacrificar) es que es controvertida en muchos países y en algunos, ilegal en determinadas circunstancias. Cualquier debate sobre sacrificio puede convertirse rápidamente en un debate emocional, porque es muy fácil empatizar con gorilas. Esto implica un gran riesgo de que haya una respuesta emocional por parte del público y/o de las personas trabajadoras del zoo, catalizado por las redes sociales, que perjudique a los zoos y acuarios”. Estas palabras desvelan que lo que les importa es mantener la popularidad de un negocio como los parques zoológicos y seguir beneficiándose de una imagen tradicional de centro de protección y conservación.
En el mismo artículo, Ben Garrod, primatólogo y profesor de biología evolutiva en la University of East Anglia declara: “¿Matamos a bebés o a animales mayores o a machos cuando hay demasiados? Los gorilas son animales sociales que sienten y tienen una cultura. No tenemos derecho a tratarlos como excedentes de stock. Criar animales sin un resultado sostenible y ético es una insensatez”.
Trasladar a individuos de un zoo a otro
El traslado de individuos entre zoos es otra práctica establecida que se lleva a cabo sin tener en cuenta lo mucho que perjudica a los animales. Es una manera eficaz de evitar consanguinidad y facilita la reproducción de las especies para que nunca falten animales en ningún zoo. Es un sistema que beneficia a las personas responsables de los zoos, pero ignora totalmente los intereses y el bienestar de los animales implicados.
Un caso muy reciente que saltó a la prensa ocurrió en noviembre de 2021. La Federación de Defensa Animal de Cantabria y el Proyecto Gran Simio se pronunciaron en contra del traslado al Jardín zoobotánico de Kazán, en Rusia, de N’Guyu, un simio de ocho años de edad nacido en cautividad en el Parque de la Naturaleza de Cabárceno, Cantabria. Manifestaron que los grandes simios, entre los que se incluyen los gorilas, pertenecen a nuestra propia familia de homínidos, comparten numerosas capacidades cognitivas iguales a las humanas y por consiguiente, se les tiene que considerar personas no humanas como ya se ha hecho en acciones judiciales en Argentina con sentencias firmes. También explicaron que los gorilas sufren viviendo en cautividad, ante separaciones familiares y por la muerte de un compañero o compañera, además de sentir miedo ante lo desconocido.
Sin embargo, las protestas no evitaron el traslado ni impulsaron un cambio de proceder. Este mes de julio se ha sabido que la gorila Duni del mismo centro en Cantabria va a ser trasladada a un zoo de Praga con fines reproductivos. No solo les privan de libertad, sino que rompen sus vínculos sociales, los alejan del único mundo que conocen (y en el que se han tenido que resignar a vivir) y les obligan a reproducirse. A esto lo llaman “protección” y “conservación” de especies. Si se lo hicieran a un ser humano ¿cómo lo llamaríamos?
Puede que la mayoría de las personas admiren al resto de animales. Ver lo diferentes que somos, lo poco que nos parecemos a un tigre o a un flamenco o a un delfín nos produce curiosidad. No obstante, admirar no siempre significa respetar.
Nada puede justificar la existencia ni la visita a un parque zoológico. Nada nos da derecho a encarcelar a animales, matarlos cuando no podemos mantenerlos o cuando representan un problema, obligarlos a tener descendencia para luego separarlos y trasladarlos a lugares hostiles cuando nos conviene. ¿Por qué no dejamos de normalizar nuestra diversión a costa del sufrimiento de otros? Sabemos que un elefante no es feliz encerrado en un recinto de hormigón ni un oso polar a una temperatura de más de 30º. Entonces, ¿cómo podemos pasar por su lado y disfrutar de lo que vemos?
Maneras de ayudar a animales salvajes
Si realmente nos preocupan y queremos ayudar a los animales salvajes, podemos apoyar a los centros y organizaciones que se dedican exclusivamente a la recuperación, protección y liberación (cuando es posible) de especies animales en los lugares donde habitan. Animals Asia tiene como objetivo acabar con el mercado de bilis de osos en China y Vietnam. Ha abierto varios santuarios para rehabilitar a osos rescatados. La organización Save Pangolins intenta salvar de la extinción a los pangolines y acabar con su caza. Los equipos de Sea Shepherd patrullan los mares y océanos de todo el mundo denunciando e intentando detener prácticas ilegales de pesca, además de tratar de salvar a todos los animales marinos que se encuentran en apuros.
Pongo fin a este artículo con palabras de Jane Goodall, fundadora del Jane Goodall Institute, que lucha desde 1977 para divulgar la importancia del respeto por el medioambiente y la convivencia con el resto de animales, además de mantener un santuario de chimpancés rescatados en África: 

“Cada individuo importa. Cada individuo tiene un papel que representar. Cada individuo marca la diferencia”.

Fuente: https://www.elsaltodiario.com/infoanimal/para-que-existen-los-zoos

Entradas populares de este blog

Francia: ‘Mi orina contiene glifosato, ¿y la tuya?’ Denuncia contra el polémico herbicida

Sobre transgénicos, semillas y cultivos en Latino América

Antártida: qué países reclaman su soberanía y por qué