El San Pedro: una planta mágica andina
El cactus conocido popularmente como San Pedro pertenece a la familia Cactaceae o Cereus y su nombre científico es el de Echinopsis pachanoi. Su origen se remite a las zonas andinas del Perú y Ecuador, donde es conocido por nombres como gigantón, aguacolla y wachuma. Hoy su presencia se extiende a los territorios de Bolivia, Chile y Argentina.
Esta es la primera planta de poder encontrada por la arqueología andina. Los restos botánicos encontrados evidencian el uso por el ser humano, y, por consecuencia, dan cuenta de la relevancia en el desarrollo histórico de los Andes. De acuerdo a la evidencia, San Pedro –junto con el tabaco– “es sin duda una de las plantas mágicas más antiguas de América del Sur” (Schultes y Hofmann, 1979, p.485). Su uso ha sido rechazado por la Iglesia Católica; sin embargo, como otras prácticas de Latinoamérica, logró extenderse hasta el día de hoy a través de un sincretismo de elementos cristianos y paganos en los rituales, ceremonias y/o curaciones donde es protagonista (Schultes y Hofmann, 1979). Este ser-planta se halla anclado, arraigado, en el linaje ancestral de los habitantes de Sudamérica.
Texto por Paulina Hidalgo
Actualmente el cactus San Pedro está presente en diversos sitios y contextos en Chile. Sus dimensiones abarcan desde lo ritual-ceremonial hasta lo comercial y ornamental. Los atributos del cactus conllevan una dimensión agencial propia, donde él mismo es quien asegura su propagación y subsistencia a través de la relación de correspondencia e intercambio, en mutua participación con los seres humanos. Podemos situarnos desde una perspectiva antropocéntrica y decir que el Echinopsis pachanoi es una especie domesticada reproduciéndose gracias a la acción humana. Alternativamente, situarnos desde una posible mirada del cactus conlleva a observar al San Pedro como un ser inteligente, que puede dotarse a sí mismo de características y cualidades que resultan atractivas para asegurar su vida, propagación y multiplicación en el mundo.
La atacameña Patricia Pérez es paisajista y recolectora de yerbas. Trabaja desde hace 13 años de la mano de este cactus en un hotel de San Pedro de Atacama. A primera vista la relación entre ambos parece situarse desde el contexto del paisajismo, sin embargo, al conversar con ella con más profundidad me cuenta de la relación de su linaje ancestral con la Wachuma, de su enraizamiento con esta planta: “Esto es de nuestros ancestros, de nuestro linaje” dice.
En Toconao, que es el lugar de origen de Patricia, su familia mantiene una tradición con el cactus San Pedro desde hace años. Se trata de un conocimiento que se ha transmitido sólo en forma oral, de generación en generación, y sólo entre su línea familiar. Lo anterior me hace sentido ya que al buscar información sobre prácticas indígenas con San Pedro en Chile hay un vacío. Al preguntarle si tiene conocimiento sobre la práctica de esta tradición en otros lugares del país me dice que no lo sabe, que al parecer la de Toconao es la única que perdura.
Sin embargo, ¿cómo podría haber llegado el San Pedro y sus usos asociados en la antigüedad desde Perú y Ecuador hasta este territorio? Patricia cuenta que probablemente fue traído por los ancestros a través del camino del Inca y luego su preparación habría sido difundida y compartida aquí donde los indígenas acogieron la medicina. “Los ancestros lo trajeron y lo usaban, y la tradición se conserva entre la familia” dice Patricia. También me cuenta de sus otros usos: en la comida; para engomar; para la ropa; para el pelo (ocupaban su gelatina), para beberlo y soñar. Respecto a este último uso, agrega que este cactus sirve “para encontrar visión, ver el camino, entender cómo funciona el universo y conectar con la cosmovisión andina”. Así, para consumirlo lo cortan, lo pelan y lo hierven. Los beneficios de su brebaje son únicos, entre ellos para el sistema circulatorio, respiratorio e inclusive como antioxidante.
La tradición se ha extendido con la ayuda de esta paisajista-recolectora hasta un hotel céntrico en la contemporaneidad, donde todos los cactus que se han plantado desde hace 13 años vienen de Toconao. Dice que trabajar allí es un regalo porque podrían tener a cualquier otro paisajista, pero está ella que es atacameña y decidió utilizar sólo plantas de la zona. “Ellos quieren estar aquí [refiriéndose a los cactus], porque les hace felices estar en territorio indígena”, dice Patricia. Para ella esta es una forma de conservar, “ya que no se ha preservado la lengua, al menos que se preserven estas cosas (…) las plantas que son de aquí. Esto no se puede perder, sobre todo entre la gente joven que hoy está tan perdida con drogas y esas cosas”. Patricia nunca ha consumido el brebaje, más siente su conexión con él y la del cactus para con ella y su familia.
En el contexto de este caso vemos un atisbo de las formas en que el cactus detenta una movilidad espacial y temporal. No se mueve sólo a través del espacio caminando con las personas, siendo llevado o plantado, sino que también se va moviendo a través del tiempo, desde generaciones atrás haciendo compañía al ser humano hasta hoy, ¿por qué?.
Cuando aparece el tema de los orígenes de la conexión del Wachuma con el ser humano, Chavín de Huántar (Perú) es uno de los monumentos arqueológicos clave. La evidencia allí demuestra que en el Horizonte Chavín (800 a.c) se utilizó el cactus en forma ritual-medicinal en ese mismo espacio ceremonial. Este también habría cumplido la función de ser un centro de aprendizaje al que se acudía para “conocer y dominar diversas sustancias psicotrópicas, principalmente el San Pedro” (Benítez, 2017, p.27). De acuerdo con Benítez “el extracto de esta cactácea, así como sus espinas formaron parte de una religión panandina que gozó de gran popularidad” (Benítez, 2017, p.28). Y es que Chavín de Huántar no es el único sitio al que se le asocia evidencia de su uso humano en la antigüedad, también en los complejos culturales Cupisnique, Paracas, Moche, Nazca y Chimú, entre otros (Feldman, 2006).
Lo anterior, lo podemos confirmar con el mismo relato de Patricia, quien nos cuenta sobre los diversos usos y formas que mantuvo su linaje en Toconao como tradición, a través de los que se recrea una conexión y relación con el cactus. También lo reafirma la evidencia dada por artefactos, monumentos, textiles y figuras antropomorfas donde se puede ver a la Wachuma representada en las distintas formas que tomaba su imagen de acuerdo con los usos que cumplía.
©Instituto Misael Acosta SolísSitio arqueológico Chavín de Huántar, Perú. ©Apollo, vía Wikipedia
El hecho de que esta sea una planta de uso ancestral es uno de los atributos más reconocidos y se detenta como uno de los motivos para ser llevada y/o traída desde la antigüedad hasta la contemporaneidad, en una movilidad y circulación tanto espacial como temporal que se extiende desde la raíz.
El contexto en el que se manifiesta la relación de Patricia con el cactus corresponde principalmente al paisajismo, sin embargo, es un paisajismo nutrido y dirigido profundamente por su tradición familiar y cultural, y por el vínculo que ellos y el cactus han tejido por años a través de sus prácticas para-con-él, como plantarlo, regarlo, cuidarlo, expandirlo, usarlo. En una vuelta de mano de este sistema de interrelación, el cactus se ha ido multiplicando, expandiendo en sus jardines y floreciendo en los territorios donde ambos habitan. Para la paisajista-recolectora la vuelta de mano del San Pedro es –en sus propias palabras– un regalo. Dice que el abuelo ( refiriéndose a esta especie), le regaló la oportunidad de hacer paisajismo para-con-él y de hacer suyo ese trabajo, el abuelo la escogió a ella y ella lo escogió a él porque ambos tienen una tradición ligada a los pueblos originarios y porque viven allí en lo que reconocen como su territorio.
¿Cómo puede Patricia saber esto?, ¿debemos tomarlo como una interpretación, una percepción? Al parecer hay una escucha del habla del cactus, una escucha de su lengua particular: ”Yo hablo con él. Puedo ver si está feliz o triste” dice ella. Esto puede ser posible si nos enfocamos en una comunicación que esté basada ya no en palabras, sino por signos que ese ser-planta emite, y que Patricia ve y escucha, pero ya no sólo con los oídos, sino con todos sus sentidos: ”cuando está triste le salen costras blancas, yo los raspo y les pongo aceite vegetal ahí”. En este sentido, el antropólogo Eduardo Kohn propone que “las dinámicas de la vida son constitutivamente semióticas” (2021, p.58) y no los signos de una vida entendida sólo respecto a los humanos, sino a las formas de vida que están también más allá de nosotros y, a la vez, de una vida emergente más amplia de la que formamos parte, y la apariencia que los signos en ella toman (2021).
Esta persona comenzó plantando sólo un cactus proveniente de Toconao –su lugar de origen– y ahora son muchos que han ido creciendo y han sido multiplicados, “porque quieren estar aquí”. Ella, a su vez, lo ayuda a expandirse, por ejemplo, sacando los brotes que crecen en los brazos de aquellos que se han ido cortando por peso, desequilibrio, ventarrones, etc. Los planta en otros lugares, aumentando su número también. Es una ayuda mutua, una comunión en este contexto paisajista. Uno de sus motivos para ayudar a la planta es que “nos conecta con el todo, son un regalo del universo a nosotros. Nos enseña del respeto y a tener una dirección en la vida” dice Patricia. Además, es la forma de hacer su propio regalo al pedacito de humanidad que se encuentra con estos seres durante sus estadías o paso por ese lugar, y es que el cactus parece efectuar su medicina –de la que hablan los antiguos– por su sola presencia.
Entrevistada:
Patricia Pérez. Yerbera indígena y paisajista.
Bibliografía:
Benítez, V. (2017) El uso de San Pedro en el norte del Perú. Un acercamiento etnohistórico The Use of San Pedro in Northern Peru. An Ethnohistorical Approach. Textos Antropológicos, La Paz, v. 18, n. 1.Disponible en http://www.revistasbolivianas.org.bo/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1025-31812017000100004&lng=es&nrm=iso. accedido en 20 enero 2020.
Feldman, L. (2006). El cactus San Pedro: su función y significado en Chavín de Huantar y la tradición religiosa de los andes centrales. Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Facultad de Ciencias Sociales. Lima. Perú
Kohn, E. (2021) Cómo piensan los bosques. Editorial Abya-Yala. Buenos Aires, Argentina.
Schultes, R. y Hofmann, A. (1979). Plantas de los Dioses. Orígenes del Uso de Alucinógenos. Recuperado de https://ww2.ebookelo.com/ebook/49595/plantas-de-los-dioses
Imagen de portada: San Pedro en flor. ©Leslie Yu
Fuente: Revista Enémico - https://endemico.org/el-san-pedro-una-planta-magica-andina/