España / Los ‘ecoterroristas’ de Futuro Vegetal hablan: «El conjunto de acciones pequeñas es lo que hace un mundo más justo»
Los ocho miembros del grupo ecologista acusados de conformar una organización criminal publican el libro 'Cambiar el sistema, no el clima': A todos ellos, militantes de Futuro Vegetal, les une luchar por medidas eficaces contra el cambio climático. También, el haber sido considerados como terroristas por la Fiscalía General del Estado en lo que denominaron “ecologismo radical”. Entre sus grandes hazañas, pegarse a cuadros, cortar carreteras y lanzar pintura soluble al agua en algunos enclaves destacados, como las escaleras del Congreso de los Diputados o en la casa del futbolista Leo Messi. Ahora, ocho de estos activistas han escrito un libro conjunto, en el que desgranan su particular visión de esta «represión por parte del Estado».
Guillermo Martínez
Alba del Río tiene 23 años, estudia Biología en Madrid y abre la monografía con un capítulo titulado como su organización, Futuro Vegetal. La ecologista es tajante: “Yo creo que nos consideraron terroristas porque somos el colectivo que más directamente señala a los políticos por su inacción. Es cierto que hay partidos negacionistas del cambio climático, pero el greenwashing de la izquierda también mata”, expresa.
Ella es una de las acusadas por pertenencia a organización criminal. Cuando el pasado 1 de diciembre fue requerida su presencia en comisaría, Del Río no entendió nada de lo que sucedía. “Ya hace más de dos años avisamos de lo que podría suponer superar los 1,5 ºC [de calentamiento], y lo hemos visto ahora con la DANA en Valencia”, explica. Asimismo, denuncia que la clase política “no ha hecho nada» en todo este tiempo para paliar la emergencia climática: «Solo infiltrar a policías en el movimiento y acusarnos de criminales”.
Esta joven ha decidido dedicar algunas líneas a su bagaje en el activismo climático. Si comenzó en Fridays for Future, saltó a Futuro Vegetal para poder aumentar las acciones de protesta. “Hemos conseguido repercusión, pero la gente debe saber que nuestro propósito nunca es dañar algo, sino lanzar el mensaje de que la inacción frente al cambio climático conlleva la muerte”, sentencia. Para Del Río, a quien la Justicia pide 90.000 euros por otra acción que causó el cierre de una pista de Barajas durante tres horas y que no afectó a la circulación aérea, asegura que seguirá luchando por exponer la verdad. “El conjunto de acciones pequeñas es lo que hace un mundo más justo”, enfatiza.
Sacrificar comodidades individuales por el bien común
Bilbo Bassaterra prefirió llamar a su capítulo Ser una persona buena es lo importante. Este jornalero de 32 años fue uno de los impulsores de Futuro Vegetal cuando el colectivo ni siquiera había elegido un nombre. “Para mí, lo importante de este libro es que la gente pueda llegar a comprender que nosotros somos personas que nos preocupamos muchísimo por nuestro entorno, los animales y las plantas, por el planeta en general. Nos duele tanto el mal que sufren otros seres que no nos podemos quedar quietos ante tanta injusticia”, enuncia.
Desde su punto de vista, las personas buenas son aquellas que sacrifican ciertas comodidades que podrían tener en otros escenarios a cambio de intentar que la vida de los demás mejore. Bassaterra también tiene varios frentes penales abiertos. “La Policía tiene orden de la Brigada de Información de detenernos cada vez que hacemos una protesta. Si esto sucede, nos hacen pasar siempre una noche en el calabozo”, se queja.
Uno de los aspectos que más llama la atención a este ecologista es la respuesta represiva tan fuerte por parte del Estado a acciones que nunca han causado ningún estrago a ninguna persona. “Es más, entre nuestros principios está la no violencia. Hemos dejado de hacer acciones en las que se podían dañar plantas. Somos muy cuidadosas en ese sentido”, comenta.
Bassaterra considera que esta persecución policial y judicial encuentra su razón de ser en haber “puesto en entredicho al dios de esta generación, la propiedad privada”, en sus propios términos, en referencia a la acción efectuada en la mansión de Leo Messi, en jets privados o megayates. “Estas protestas son las que reflejan la necesidad de afrontar la crisis climática y lo necesario de primar bienes comunales ante la propiedad privada y la deriva individualista de nuestro tiempo”, concluye.
La solidaridad y apoyo mutuo como respuesta
El último capítulo de este corolario de voces de activistas reprimidos por el Estado se titula Por el mundo que llevamos en nuestros corazones y está escrito por Luna Lagos. Esta joven de 27 años es temporera agraria y, al igual que los otros dos entrevistados, se enfrenta a una pena de prisión de entre tres y ocho años por la acusación de pertenencia a organización criminal. “Una acusación de este tipo te paraliza la vida. De todas formas, yo intento seguir con mi activismo”, cuenta.
Lagos sostiene que casi por todas las acciones de desobediencia civil que ha llevado a cabo en su vida ha terminado en el calabozo. “He hecho tantas cosas por intentar dar la voz de alarma frente a la inacción climática que ya he perdido la cuenta de las acusaciones judiciales a las que me enfrento”, remarca.
De todas formas, esta temporera agraria ha utilizado su capítulo para aportar un toque de esperanza al reflexionar sobre la sociedad que le gustaría alcanzar. “No creo que haya una respuesta fija a esto. Lo ideal es ir aprendiendo de todas las experiencias, de las personas y de los colectivos, y de las necesidades de cada uno”, apuntilla. Por eso, el mundo que ella lleva en su corazón, al igual que tanta otra gente, es un mundo libre de opresiones en el que no solo los humanos, sino todos los seres vivos, se pueden desarrollar en armonía y encontrar equilibrio en los diferentes ecosistemas.
Para llegar a ello, Lagos recalca la necesidad de actuar, algo que liga a la situación actual tras la DANA de Valencia. “Ahora que estamos sufriendo de manera muy directa y en nuestro territorio las consecuencias catastróficas de la crisis climática, constatando además la incapacidad de las instituciones para dar una respuesta a la altura de la emergencia, se hace más evidente que nunca la importancia de la autoorganización popular para dar respuesta a las necesidades cotidianas e inmediatas de las vecinas”, defiende.
Por otro lado, esta activista demanda que “este movimiento de solidaridad y apoyo mutuo que ha surgido no acabe en unos meses cuando mejoren las condiciones materiales, sino que tejamos un entramado comunitario desde abajo capaz de gestionar desde los problemas cotidianos de los barrios hasta este tipo de catástrofes”. Mientras eso sucede, tanto ella como siete activistas más tendrán que probar en sede judicial que no pertenecen a una organización criminal.
Fuente: https://climatica.coop/ecoterroristas-futuro-vegetal-libro-entrevista/ - Foto: activistas de Futuro Vegetal en una acción.