«Vivimos en un mundo en llamas y nos hemos prohibido mencionar la palabra agua»
Entrevista a Miguel Brieva, autor del cómic «Dinero»: Para quienes disfrutamos del mundo del cómic, especialmente del que se edita en nuestro país, el sevillano Miguel Brieva siempre ha sido uno de los autores más relevantes y destacados. Este dibujante y escritor, nacido en 1974, posee una de las visiones más ácidas y críticas del panorama cultural, con un estilo único en el que temas como el consumismo, el capitalismo, la importancia del ecologismo y, especialmente, la estupidez humana, son la base de su pensamiento y preocupaciones. Un ejemplo reciente de esto es su obra Se busca un futuro posible en el que desear vivir.
Por Vicente I. Sánchez
Entre las obras más icónicas de Miguel Brieva se encuentra Dinero, publicada originalmente en formato de revista entre 2001 y 2005. Con una estética publicitaria y retro, esta obra ofrecía una crítica demoledora al capitalismo feroz y a la autodestrucción hacia la que nos encaminábamos. Tras años de estar agotada, Astiberri Ediciones presenta ahora una edición ampliada y completa de esta obra cumbre del cómic español, que con tanta lucidez y claridad nos mostró las claves de nuestra decadencia.
Para analizar esta interesante reedición, hemos tenido la oportunidad de hablar con Miguel Brieva, uno de los autores más creativos e incisivos del panorama actual. Los temas a tratar son muchos, comenzando por la vigencia de su obra.
Vicente I. Sánchez | Cuando comenzaste a publicar Dinero en 2001, el mundo ya parecía dirigirse hacia la autodestrucción. Más de 20 años después, esa locura persiste. ¿Qué vigencia tiene hoy este cómic?
Miguel Brieva | En aquella época no era tan habitual hablar de manera directa sobre el capitalismo y los desastres que lo acompañaban. Por ejemplo, el calentamiento global era casi un tema marginal, ya que no preocupaba demasiado. A muchas personas, incluso científicos, les costaba creer que fuese una realidad. Pero fíjate: en menos de veinte años hemos pasado de «no sé de qué me hablas» a «esto es inevitable». Han sido cambios sociales importantes, relacionados con la narrativa colectiva. En lo personal, he cambiado un poco mi enfoque y ahora apuesto más por relatos propositivos, ligados al movimiento ecologista, buscando maneras de activar algo positivo.
Muchas de las viñetas de Dinero parecían un grito desesperado hacia un mundo que no escuchaba. ¿Es así?
En aquel entonces había algo de irreverencia y de necesidad de desahogarme, pero siempre con la intención de comunicar y compartir conciencia. Hoy es similar, aunque en un contexto aún más complicado. Muchas de las viñetas y reflexiones que parecían exageradas se han quedado cortas frente a lo que ocurre ahora. Esto me hizo cuestionarme si quería seguir explorando esa línea, porque nuestra época tiene una lógica perturbadora. Una vez encuentras esa veta, puedes predecir con bastante precisión las locuras en las que nos vamos a ver envueltos.
¿Cómo te defines? ¿Dibujante, poeta, filósofo? En tu obra encontramos todo un universo de ideas que te definen de forma clara.
Me defino como dibujante. No soy filósofo ni poeta. Simplemente trato de expresarme con las herramientas que tengo, y creo que todos deberían hacerlo. Es como la música: la hago sin considerarme músico. Escribir pensamientos tampoco me convierte en escritor. Sin embargo, el humor es una herramienta muy poderosa, una especie de atajo hacia reflexiones complejas. Mi obra busca despertar complicidad y pensamiento crítico, aunque a veces pueda incomodar. Forma parte del propósito.
En Dinero, gran parte de la crítica se centra en la falta de valores. ¿Crees que vivimos una crisis de valores? ¿Cuándo crees que las cosas empezaron a torcerse?
Este tema da para mucho, pero si tuviera que señalar momentos clave, destacaría el Neolítico, cuando pasamos de comunidades nómadas igualitarias a sociedades sedentarias con acumulación y jerarquías. Luego, la ética calvinista, que vinculó el éxito material con la virtud espiritual, sentó las bases del capitalismo. Más tarde, la Revolución Industrial y el descubrimiento del petróleo aceleraron el proceso. En el siglo XX, la «gran aceleración» tras la Segunda Guerra Mundial y la desregulación financiera después de la caída del Muro de Berlín nos llevaron al punto crítico actual.
En cuanto a valores, más que una crisis, diría que estamos viviendo un cambio antropológico. La tecnología digital y el capitalismo nos están deshumanizando, haciéndonos perder capacidades esenciales como especie. Es algo que ignoramos con demasiada frecuencia. Nos preocupamos por futuros distópicos, pero no vemos que ya estamos inmersos en una dinámica insostenible.
Entonces, ¿qué alternativas hay? Porque el comunismo también parece haber fracasado.
No se trata de elegir una ideología como si fuera un menú. Sabemos qué debemos hacer si queremos sobrevivir: reducir el consumo de energía y materiales, disminuir las emisiones de CO₂ y restaurar los ecosistemas. Esto incluye propuestas como dejar un tercio o incluso la mitad del planeta en estado salvaje. También implica reforzar los servicios públicos esenciales: educación, salud, vivienda y trabajo. El resto de la economía podría permitir actividades más pequeñas y sostenibles, como talleres artesanales.
El capitalismo, tal como lo conocemos, es insostenible; vamos directos hacia su fin. Necesitamos un sistema mixto, algo que podríamos llamar «socialismo de libre mercadillo»: servicios públicos garantizados combinados con una economía privada limitada y controlada. No podemos seguir apostando todo a la innovación tecnológica cuando sabemos que no tenemos recursos para sostenerla.
Es llamativo que, tras los desastres provocados por la DANA, la gente busque responsables políticos, pero nadie hable del cambio climático ni de la mala planificación urbanística en Valencia.
Estos desastres son consecuencia directa de una mala planificación que priorizó el beneficio económico. No podemos seguir reconstruyendo en los mismos sitios sin adaptarnos al cambio climático. Es evidente que hay que hacer algo diferente, pero cualquier propuesta razonable es atacada como comunismo. La realidad es que vivimos en un mundo en llamas y nos hemos prohibido mencionar la palabra “agua”. Es urgente un replanteamiento radical, pero estamos atrapados en una lógica absurda.
En tus obras recientes hay un enfoque claro en el ecologismo. ¿Cómo estás involucrado en esta causa?
Colaboro con Ecologistas en Acción, la mayor organización ecologista de España. Es una confederación de grupos que trabajan juntos desde hace 25 años. Para mí, es esencial promover el ecologismo como una prioridad en este momento crítico. Me acerqué a ellos tras conocer a varios autores de su editorial, quienes abordan temas cruciales y aportan respuestas que no encontraba en la política tradicional. En esta colaboración participo en la parte gráfica y editorial porque creo firmemente que el ecologismo y el feminismo son las dos corrientes más vivas. Son frenos de emergencia para evitar el colapso total.
Gracias, Miguel. Seguiremos atentos a tus próximos trabajos.
Fuentes: Nueva Tribuna [Foto: Portada de la nueva edición de «Dinero»] https://www.nuevatribuna.es/articulo/cultura—ocio/miguel-brieva-vivimos-mundo-llamas-nos-hemos-prohibido-mencionar-palabra-agua/20241128171951232931.html