'El tiempo es agua': Una alianza indígena transfronteriza trabaja para salvar la Amazonía

YURIMAGUAS, Alto Amazonas, Perú – Nuestra chalupa zarpa antes del amanecer, en septiembre. El plan es bajar por el río Huallaga, llegar al Marañón y luego dirigirse al norte y remontar el río Santiago hacia la frontera con Ecuador. Pero tras una precaria salida en aguas poco profundas, un fuerte golpe – posiblemente de un tronco o una roca bajo el agua – rompe uno de los motores de la embarcación. En esta región del noroeste de Perú el río se está secando; pero también lo están muchas de las aguas de toda la cuenca del Amazonas, que está sufriendo su sequía más grave en décadas.

Francesc Badia I Dalmases

A bordo viajan dos líderes indígenas, Uyunkar Domingo Peas, del pueblo Achuar de Ecuador, y Wrays Pérez Ramírez, de la nación Wampís de Perú. Se dirigen a visitar comunidades de los pueblos indígenas Kandozi y Kickwa, tras participar en la Asamblea General de la Alianza de las Cuencas Sagradas del Amazonas en Tarapoto, en el departamento de San Martín, Perú. La colaboración de pueblos indígenas y organizaciones de la sociedad civil de ambos países busca proteger de forma permanente más de 35 millones de hectáreas, hogar de 600.000 personas de más de 30 nacionalidades y pueblos indígenas históricamente unidos por los ríos que interconectan sus territorios, y sus vidas.
"Nuestro concepto es Amazonia/ser vivo, que tiene una conexión espiritual con el mundo indígena", dice Domingo Peas. "O nos unimos frente al formidable desafío de la crisis climática que está arruinando nuestro mundo y el planeta entero, o sucumbimos".
Domingo y Wrays comparten un pasado común de vida en la selva original, la misma familia etnolingüística jíbaro (lenguas achuar-shiwiar, awajún y wampís) y habitan la misma biorregión. Saben que se enfrentan a amenazas devastadoras en el vasto territorio transfronterizo que define la zona de acción de las Cuencas Sagradas, especialmente por las actividades petroleras, mineras y madereras, los megaproyectos de infraestructuras y el narcotráfico.
El sueño que les unió y cómo la Amazonía necesita ayuda

Más allá de la deforestación causada por estas amenazas, en la cuenca del Amazonas la suma de calor extremo, sequía e incendios forestales masivos es catastrófica – más de 22,3 millones de hectáreas fueron destruidas entre enero y septiembre de este año, solo en Brasil.

La lancha de la Alianza de las Aguas Sagradas navega por el lago Musa Karusha en la tierra indígena Kandozi, Perú | Pablo Albarenga

El humo se extiende a lo largo de miles de kilómetros y afecta la calidad del aire, tapa el sol, perturba la evaporación y altera el bioma. En estas condiciones, donde no hay carreteras, los ríos son vitales para las comunicaciones de las comunidades indígenas, pero están más secos que nunca mientras luchan por sobrevivir.
Conscientes de estas condiciones críticas, los dos líderes, actualmente presidente y vicepresidente respectivamente de la Alianza de las Cuencas Sagradas, se reunieron hace unos años y formaron una profunda hermandad. “La conexión fue mágica”, dice Domingo. “Con Wrays nos enlazamos inmediatamente, porque para nosotros la selva es una sábana verde, un laboratorio de ciencia de nuestros ancestros. Y ese concepto nos alinea, nos da la energía para luchar juntos”.
“Domingo es solidario”, añade Wrays. “Aprendió mucho de sus abuelos, y habla de mirar el pasado para construir el futuro. Domingo sueña”, concluye. “Es un soñador que cree que tenemos que recuperar nuestra Amazonía a través de una gran alianza antes de que se degrade totalmente”.
Cuando al amanecer sale un sol pálido que lucha por abrirse paso a través de una bruma teñida por el humo de los gigantescos incendios que siguen ardiendo en todo el Amazonas, la barcaza no encuentra profundidad en el río y acaba encallando.
“No vamos a conseguir cumplir nuestro programa” dice Domingo. “Quizás podamos visitar al pueblo Kandozi, pero ya no alcanzaremos a reunirnos con los kichwas como teníamos programado”. “Déjame ver entonces si les aviso de que no llegamos”, responde Wrays.
Dos líderes, una misión
En la cultura wampís-awajún, la elección de líderes – tradicionalmente sólo necesaria en caso de conflicto – se hace en reconocimiento de que, mediante el uso ritual de plantas sagradas, el líder ha recibido una visión. Experimentar esa visión proporciona autoridad para asumir un mandato espiritual y político para la comunidad, un papel denominado Pamuk (presidente) por los wampís.
En la cultura achuar, el proceso de adquisición del liderazgo es similar. Domingo relata su propia experiencia visionaria: "Cuando tomé estas plantas sagradas, una luz muy grande vino del cielo y pasó por el centro de mi cuerpo, y allí me mostró un árbol enorme y me dijo: '¡Mira este árbol, qué lastimado está! Tiene manchas, huecos. Si quieres parar esto, tienes que crear conciencia. Tienes que empezar ahora’. Estoy cumpliendo mi misión", concluye Domingo.
Alarma en la comunidad indígena de Kandozi
Con el motor dañado, la expedición llega a duras penas a Lagunas, en el departamento de Loreto, a unos 300 kilómetros o tres días de navegación del punto de partida. Al día siguiente, fletan una nueva chalupa y emprenden el arduo viaje río arriba hasta llegar a San Lorenzo, desde donde al día siguiente remontarán el río Pastaza hasta la región del lago Musa Karusha, uno de los mayores lagos de la Amazonía, donde vive el pueblo Kandozi.
Desde ahí ha sonado la alarma: el lago, que se extendía por 79 kilómetros cuadrados, se está secando. Un enorme banco de sedimentos obstruye la cabecera del lago y amenaza con degradar el hábitat del que depende una parte importante del territorio kandozi, y mucho más allá. Sin la riqueza ictiológica que proporciona el lago, la seguridad alimentaria de los kandozi está seriamente amenazada, al igual que toda la biodiversidad que se regenera en este ecosistema único.
Con la llegada de Domingo y Wrays, la expectativa en la comunidad es máxima. Luego de describir la crítica situación medioambiental a los dirigentes, los kandozi ofrecen a los líderes un generoso banquete de bienvenida a base de tortuga taricaya y sopa de pescado, antes de volver al barco para comprender la magnitud del problema en el lago.
Domingo y Wrays entienden lo vital que es este ecosistema lacustre no solo para las comunidades kandozi, sino para el ecosistema de agua dulce de la cuenca del Amazonas en su conjunto. Además de albergar una gran biodiversidad, estos humedales son esenciales para controlar las inundaciones, recargar las aguas subterráneas y, al ser grandes sumideros de CO2, mitigar el cambio climático. "Este lago es como el útero de la Pachamama", dice Wrays.

Integrantes de la comunidad indígena Kandozi | Pablo Albarenga

De regreso, Domingo y Wrays deciden hacer una pausa y darse un chapuzón en un remanso del bajo Pastaza. Es el mismo río en el que se asienta la comunidad de Sharamentsa, muchos kilómetros más al norte, en Ecuador, de donde es Domingo. "El río te da sabiduría, tiene su espíritu. Es una conexión. En esta hora me hace conectar río arriba, con mis nietos", dice Domingo.
"Es importante seguir adelante hasta que haya jóvenes que puedan tomar el relevo. Debemos formarlos, incorporarlos a la lucha", dice Wrays. "Todo nuestro trabajo se centra en la próxima generación", dice Domingo.
Esa misma tarde, Domingo se reúne con las autoridades locales de San Lorenzo para comprender mejor la crisis de Musa Karusha y poner en marcha acciones inmediatas de recuperación más allá de la educación y la concienciación en las comunidades afectadas por el desastre del lago.
Hacia el río Santiago
En cuanto Domingo emprende el regreso a Ecuador, Wrays se embarca en su canoa para otro largo viaje por el río Marañón que le llevará a su territorio wampís a través del Pongo de Manseriche, un cañón fluvial difícil de navegar que forma una barrera natural y que históricamente ha protegido esta selva alta de las invasiones de colonizadores y misioneros jesuitas. El Pongo lleva años amenazado por una gigantesca presa hidroeléctrica que alteraría el sistema hídrico y destruiría el entorno. La oposición de las comunidades ha bloqueado hasta ahora el proyecto, aunque el peligro persiste.
Pasado el Pongo, se pueden ver grandes pirámides de cantos rodados en las orillas del río, que revelan la presencia de explotaciones semiartesanales de oro de aluvión. A lo largo de muchos kilómetros, las dragas surgen aquí y allá, trabajando y removiendo el fondo del río en busca del cada vez más codiciado oro, cuyo precio ha subido de 60 dólares a un máximo histórico de 85 dólares el gramo en lo que va de año, un aumento de casi el 40%, ya que el metal cada vez más se considera un refugio financiero seguro frente a la inestabilidad mundial.
Como muestra la web de Geocatmin, este tramo del río Marañón está plagado de concesiones mineras que compiten con un enjambre de dragas ilegales que trabajan con aparente impunidad.
Mientras la embarcación remonta el río Santiago, adentrándose en el departamento peruano de Amazonas, Wrays, que fue Pamuk del Gobierno Territorial Autónomo de la Nación Wampís entre 2015 y 2021, advierte: "Esta es una zona abandonada por el Estado. Apenas tenemos cinco soldados en la frontera, que ni siquiera tienen una canoa para patrullar. Esto la convierte en tierra de nadie".

Wrays Pérez y Domingo Peas en el banquete ritual ofrecido por la comunidad indígena Kandozi | Francesc Badia

A Wrays le preocupa la proliferación de la actividad minera que tala los bosques y contamina el río con mercurio y otros productos químicos, lo que también afecta a los peces, fuente básica de proteínas para los wampís, que en febrero de 2023 denunciaron la presencia de más de 30 dragas de oro en su territorio ante las autoridades de Lima. A finales de abril de 2024, el gobierno wampís firmó un acuerdo con el Estado peruano para frenar la minería ilegal, pero siguen siendo muy vulnerables frente a las estructuras criminales que controlan todas las actividades extractivas.
Para impedir que los mineros entren en el río Santiago, en los últimos años el gobierno wampís ha construido su propio sistema de control y seguridad. "Queremos evitar que esto se convierta en una nueva Madre de Dios" [región amazónica devastada por la minería ilegal en la frontera con Bolivia], afirma Wrays. Por eso insiste desde hace tiempo en la necesidad de promover actividades productivas alternativas. "Hay una necesidad", concluye, "pero ésta no puede obligarnos a destruir nuestro propio hogar".
Repercusiones del cambio climático en las tierras wampís
Cuando Wrays llega por fin a Chosica, su comunidad, es recibido con una ceremonia con cantos y bailes. Pero también vuelve para ver árboles rotos, bambú arrancado de raíz y granjas afectadas por un inesperado episodio de vientos huracanados que arrasó la comunidad.
"Esto nunca se había visto antes", dice una maestra local.
Para Wrays, el vínculo entre mitigar la crisis climática y preservar los bosques tropicales, que son sumideros clave de CO2 y fuentes de humedad reguladora del clima, es obvio. En la COP26 de 2021 en Glasgow, tanto Domingo como Wrays, que formaban parte de una delegación de Cuencas Sagradas, advirtieron de que la cuenca del Amazonas está al borde del colapso ecológico. Aunque la cumbre dio lugar a una Declaración sobre los Bosques y el Uso de la Tierra en la que los líderes mundiales se comprometieron a detener e invertir la pérdida de bosques y la degradación de la tierra para 2030, poco se ha avanzado desde entonces.
Gracias a un dispositivo de conexión por satélite Starlink que ya llega a las zonas más remotas del Amazonas, Wrays se conecta por videollamada con Domingo, que ya está en Ecuador. "Tenemos que coordinarnos", dice Domingo. "Tenemos que seguir trabajando. No sobre el papel", dice Wrays, "sino en acciones".
Saben que cada vez se destinarán más fondos a intentar paliar la catástrofe que se avecina, pero también conocen el poder corruptor del dinero y las limitaciones de las comunidades para gestionarlo adecuadamente. "¿Qué hacemos con los fondos que van a llegar, y estamos preparados los indígenas para recibir ese dinero? Yo diría que no", afirma Wrays. "Tenemos que preparar a los jóvenes para que aprendan a gestionar ese dinero".

La selva de noche en el territorio indígena Wampís, Perú | Pablo Albarenga

El éxito de la iniciativa Cuencas Sagradas depende de que sean capaces de garantizar un relevo generacional. Ellos tuvieron la visión, pero los jóvenes aún no la han alcanzado. "Teniéndolo todo aquí, se van allí, a la ciudad. Ése es el problema", concluye Wrays, mientras sube a su canoa para ir a supervisar su piscifactoría, un modelo piloto de los proyectos productivos que considera esenciales como alternativa a la depredación.
De regreso a Chosica, por un río más seco que nunca, con un calor sofocante y un paisaje de árboles rotos y raíces arrancadas por el reciente vendaval, la canoa apenas avanza, y el sol no puede atravesar la bruma teñida de humo. Entonces, como un espectro, muerto sobre un tronco que emerge del río, brilla el lomo amarillento de una gran boa. "El agua vale mucho", dice Wrays. "Voy a contar una historia que ya le conté a Domingo, porque la historia se repite".
"Cuenta la historia que cuatro valientes guerreros wampís querían matar a la lluvia (yumi) porque llovía mucho y no les dejaba hacer nada. Se juntaron y se escondieron para oírla venir, porque la lluvia hace ruido cuando llega. No la oyeron, y como la lluvia se enteró de que querían matarla, dejó de llover durante mucho tiempo. Y lo único que quedó en la tierra fue una poza. Pero la boa (Panki), la dueña del agua, se quedó allí. Entonces, algunos guerreros salieron para matar a la boa, pero fracasaron porque carecían de estrategia. Muchos murieron. Después de esto, los hombres más pequeños se reunieron, pero esta vez con estrategia. Vinieron junto con todos los animales que hacen agujeros como la carachupa o el armadillo para reunirse alrededor de la piscina, hacer túneles y secar el agua. Y en el momento en que las hormigas que protegen a la boa estaban a punto de hundir los túneles, en una sola voz – ¡ya, listo, vámonos! – todos se lanzaron encima de la boa, y la mataron. Aunque muchos murieron. Así el agua se recuperó, con alianza, con estrategia, pero con sangre. Con lucha.”
“Sin agua no vivimos. Por eso tenemos que hacer una gran alianza para recuperar los ríos, la selva", concluye Wrays. “No para extraer oro, como quiere el no indígena. El oro no se come... El tiempo es ahora, y debemos actuar rápido, porque el tiempo no es oro. El tiempo es agua".

Este artículo se produjo en colaboración con Mongabay y contó con el apoyo del Pulitzer Center Rainforest Reporting Grant - Fuente: https://www.opendemocracy.net/es/amazonia-indigenas-crisis-climatica-cuencas-sagradas-sequias-incendios-ecuador-peru/?utm_source=Newsletter%3A%20democraciaAbierta - Imagen de portada: Wrays Pérez Ramírez, de la nación Wampís de Perú, es vicepresidente de la Alianza Aguas Sagradas | Pablo Albarenga

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