«El ‘crecimiento’ que se necesita es el de la sensatez, la racionalidad y el sentido de la justicia»
Entrevista a Joaquim Sempere sobre su libro más reciente: La tierra exhausta. Conversaciones sobre crecimientos y colapsos, ensayo publicado un año antes en catalán. En este último libro centramos nuestra conversación.
Salvador López Arnal.- Seis personajes, Julia, Egidio, Silvestre, Abel, Doris y Leopoldo, y dos complementarios, María y Gog, son los protagonistas de tu último libro. Diecisiete conversaciones en total. ¿Cuáles son los principales temas que desarrollan en sus encuentros?
Joaquim Sempere.- El tema es la crisis de civilización fruto de la devastación humana y ecológica desencadenada por el “capitalismo fósil”, según expresión de Andreas Malm. El punto de partida es el modelo energético fosilista-nuclear, pero se abordan otras cuestiones y posibles acciones de resistencia y reconstrucción.
Salvador López Arnal.- ¿Qué deberíamos entender por “crisis de civilización”?
Joaquim Sempere.- Sigo en este punto a Manuel Sacristán, que veía en la fractura metabólica causada por el industrialismo capitalista una mutación histórica peligrosa para la humanidad (y para la propia biosfera) debido al divorcio con la naturaleza y a la dominación de ésta por la especie humana, arrastrada a una dinámica infernal inherente a un sistema, el capitalista, que hace de la acumulación indefinida de valor y de poder la ley de hierro de su existencia. Esta dinámica, sin precedentes en la historia, hace peligrar las conquistas más valiosas de la civilización.
Salvador López Arnal.- Te pregunto por el título: La Tierra exhausta. ¿Qué significa que nuestro planeta esté exhausto? ¿Quiénes son los responsables de este agotamiento?
Joaquim Sempere.- Por poca que sea la información que se tenga, se sabe que nuestra organización socioeconómica es ecológicamente insostenible, que hemos destruido buena parte de la biosfera y socavado muchas de sus riquezas minerales, sus reservas de agua potable, etc. Responsables: todos los que vivimos en esta civilización depredadora, usamos petróleo, derrochamos recursos bióticos y abióticos sin pensar en el futuro. Y encima jugamos al “juego del gallina” con hazañas bélicas que pueden llevarnos a la extinción como especie.
Salvador López Arnal.- ¿Y el capitalismo no es responsable?
Joaquim Sempere.- Sí, por supuesto: ya estaba dicho en la respuesta anterior. Pero debo añadir que atribuir de entrada todos los males al capitalismo a veces sirve para no asumir las responsabilidades que tenemos como personas. Y la verdad es que hemos interiorizado fuertemente los valores individualistas, posesivos, dominadores y expansivos inducidos por el capitalismo. Esto nos va a dificultar salir de la crisis. Para lograrlo deberíamos abandonar esta mentalidad, necesitamos una “conversión” como proponía Sacristán.
Salvador López Arnal.- El subtítulo: “Conversaciones sobre crecimientos y colapsos”. ¿Por qué el plural?
Joaquim Sempere.- Porque los discursos públicos son confusos. Usamos las palabras sin definirlas adecuadamente. El “crecimiento” se predica y promueve como la gran panacea que nos hará a todos prósperos. No hace falta pensar demasiado para dudar de que más cemento, más acero, más aluminio, aumenten nuestra prosperidad si a la vez contribuyen a más contaminación, más emisiones de CO2 y más desastres climáticos.
Si hay gente que pasa hambre no es por falta de alimentos, sino por su mala distribución, porque hay cerca de mil millones de personas en el mundo que son pobres y no tienen dinero ni otros medios de acceso a la comida. Tal vez el “crecimiento” que se necesita es el de la sensatez, la racionalidad y el sentido de la justicia. En cuanto al “colapso”, nos sugiere el hundimiento del orden social y el consiguiente caos y las desgracias que lo pueden acompañar. Pero si lo que colapsa es este (des)orden social y deja paso a otra manera de vivir, podemos salir ganando. En el libro hablo de “colapsar bien” no sólo como algo positivo, sino también como una oportunidad para que las mayorías sociales comprendan lo mal encaminados que vamos y la necesidad de cambiar de rumbo.
Salvador López Arnal.- ¿Eres entonces colapsista? ¿Te sitúas en esa tendencia dentro del colectivo ecologista?
Joaquim Sempere.- Sí, veo inevitable un colapso, o, mejor, una serie de colapsos. Pero la etiqueta no me gusta por las razones que acabo de señalar. Y porque los procesos futuros son para mí tan difíciles de imaginar que no me atrevo a hacer pronósticos. Por eso me declaro, como Julia, ecléctico y equidistante entre los colapsistas y los anticolapsistas, suponiendo que estas etiquetas tengan sentido. De lo que estoy seguro es de la necesidad moral de actuar para salvar lo que se pueda, y de actuar en todos los frentes posibles.
Salvador López Arnal.- ¿Por qué has elegido la forma dialógica? ¿Un homenaje a grandes de la filosofía como Platón o Galileo, por ejemplo?
Joaquim Sempere.- No, no tenía tanta pretensión. Me lo sugirió un novelista italiano actual, Erri de Luca. La razón de fondo es que la situación actual es de extrema confusión. Se ve cada vez mejor que vamos muy mal, que debemos rectificar, pero no vemos salidas. Quienes nos preocupamos por el tema apuntamos ideas, proyectos, objetivos, valores, todos ellos (o casi todos ellos) valiosos para imaginar un futuro viable y justo, pero no vemos por qué vías podríamos avanzar hacia él. ¿Capitalismo verde? ¿Federación de comunidades locales? ¿Planificación estatal o pública a lo grande? ¿Y con qué instrumentos e itinerarios políticos y sociales? La forma dialógica me pareció adecuada para contrastar los distintos puntos de vista, exponiendo ágilmente las ventajas y los inconvenientes de cada posición. Refleja la perplejidad en que estamos sumidos.
Salvador López Arnal.- Capitalismo verde, dices. ¿No es una contradicción? ¿Es posible un capitalismo de orientación ecologista?
Joaquim Sempere.- Es, efectivamente, una contradicción. Si es capitalismo, impulsará siempre la acumulación indefinida de capital, topando con los límites de los recursos de un mundo finito. Las industrias “verdes” (como las renovables) pueden ser impulsadas y gestionadas por empresarios capitalistas, como ocurre desde hace tiempo. Pero la transición verde no se define como tal si no hay un proyecto global que redimensione la economía en su conjunto, ajustándola a los límites planetarios y a maneras de hacer que se resumen esquemáticamente en la sostenibilidad y la circularidad.
Salvador López Arnal.- Se habla frecuentemente, también en tu libro, de transición energética justa. ¿Cuáles serían las características esenciales de una transición energética para que sea justa?
Joaquim Sempere.- Una transición ecosocial –y no sólo energética— requerirá reconversiones técnicas, industriales, agroalimentarias, de distribución territorial de la población y, desde luego, energéticas. Unas industrias y actividades económicas desaparecerán, substituidas por otras. La gente con empleo podrá verse de repente en el paro, o necesitada de una nueva formación profesional para trabajar en otro sector. Y harán falta políticas de inversión adecuadas, con desinversión en química de síntesis, por ejemplo, y nueva inversión en reciclaje, aislamiento térmico de edificios, transporte eléctrico, etc. En las etapas de transición no será nada fácil ajustar las cosas para que nadie sufra por los inevitables desajustes de este tipo de procesos. Si esto se hace bajo la dirección de los actuales detentadores del poder, prevalecerá el beneficio empresarial privado, y puede conducir a situaciones de caos y abandono. Para que las transiciones sean justas, la dirección debe estar en manos de unos poderes públicos comprometidos con el interés general y dispuestos a proteger a toda la población, especialmente la más desfavorecida. Dicho en plata: el poder capitalista hoy dominante no puede capitanear ninguna transición justa. Hace falta una revolución social que instale un poder popular capaz o bien de liquidar el poder del gran capital o, al menos, de imponerle una disciplina socioeconómica para que la mayoría de la población salga bien parada en el proceso de cambio. Las soluciones homeopáticas del capitalismo verde no podrán resolver esta cuestión de manera equitativa porque deberán respetar unas tasas de beneficio que el capital privado considere aceptables, y la iniciativa privada en las inversiones, que buscarán antes el negocio que una transición justa.
Salvador López Arnal.- Hace falta, decías, una revolución social. ¿Ves posible una revolución social de las características que señalas? ¿Dónde? ¿No estamos muy mermados de fuerzas?
Joaquim Sempere.- Hoy por hoy no la veo posible. Pero hay otra lección de Sacristán que creo fundamental: el capitalismo es un sistema tan destructivo que nunca debemos abandonar la perspectiva revolucionaria. Aunque hoy no parezca viable (y no lo sea), podemos estar razonablemente seguros de que tarde o temprano el sistema provocará desórdenes susceptibles de alimentar el espíritu transformador y rupturista de una masa crítica suficiente de personas rebeldes. Hoy la crisis energética y climática y el clima belicista auguran situaciones de este tipo.
Salvador López Arnal.- ¿El colapso civilizatorio está realmente en el horizonte futuro (pero próximo) de la Humanidad o es más bien una exageración de los colapsistas? ¿Los personajes de tu libro son más bien partidarios del Green New Deal?
Joaquim Sempere.- Algunos son partidarios del Green New Deal, otros lo combaten. De hecho, yo personalmente creo que algún colapso es inevitable. Por primera vez desde que escribo sobre estas cosas he topado con el problema moral de la veracidad de lo publicado. Y he optado, tal vez cobardemente, por evitar el lenguaje y el tono catastrofista que me salía espontáneamente para no transmitir desánimo y pasividad resignada al lector o lectora. Por eso no sólo hablo de desgracias, sino que recojo muchas iniciativas sociales y políticas posibles. Explico algunas de ellas en el capítulo 9 (“¿Qué hacer mientras tanto?”). Es decir, no afirmo categóricamente que no hay nada que hacer, sino que propugno montones de cosas por hacer, que considero posibles –todas las que expongo son reales y no fruto de mi imaginación— y que pueden ser hitos de construcción de un futuro viable. Mi base es lo que llamo “moral de la apuesta”: apostemos por un futuro satisfactorio y trabajemos por él, aunque seamos muy escépticos sobre la eficacia de esta acción… También hablo de “pesimismo activo”.
Salvador López Arnal.- Pero ¿no es una contradicción lo que acabas de señalar? ¿Para qué trabajar por un futuro satisfactorio si al mismo tiempo se piensa, como piensas tú, que el colapso civilizatorio es inevitable? ¿Sería apostar por una forma razonable y equilibrada de vivir y perecer, aunque no se consigan transformaciones centrales, aunque la “mala realidad” nos conduza al abismo?
Joaquim Sempere.- Tal vez no me he explicado bien. No pienso que el colapso civilizatorio sea inevitable. Lo que me parece inevitable es que la humanidad haya de sufrir desgracias graves, dada la evolución de estos dos últimos siglos, pero no necesariamente el colapso de la civilización, de toda vida civilizada. Pienso más bien en colapsos parciales, en retrocesos en tales o cuales aspectos, que incluso pueden llegar al exterminio de cientos de millones de seres humanos. Pero la capacidad humana de recuperación tras las desgracias es sorprendente. Se puede trabajar para evitar o minimizar estos retrocesos y, a la vez, para dejar una herencia a las generaciones supervivientes. Una herencia cultural y moral tras la noche oscura. Ponerse en la piel de un palestino de Gaza, rodeado de prepotencia insufrible, dolor y muerte, tal vez ayude a imaginar cómo deberíamos abordar el futuro con voluntad de vida y de reconstrucción, más allá de la desesperación.
Salvador López Arnal.- ¿Eres partidario del decrecimiento? ¿De qué tipo de decrecimiento? Julia habla de debates confusos y señala que el decrecentismo que a ella le interesa es el de la reducción de los impactos ecológicos destructivos de las actividades humanas. ¿Es también tu punto de vista?
Joaquim Sempere.- Sí, por supuesto. Soy partidario decidido del decrecimiento entendido de la manera que dices, que puede suponer a la vez crecimiento de ciertos sectores económicos, como las energías renovables o la agricultura regenerativa. Esto hoy es impopular porque hay una adicción masiva al modo de vida dominante en los países ricos, lo que se suele llamar “consumismo”. La inmensa mayoría cree que podremos seguir viviendo con este estilo de vida y se aferra a esta ilusión, que cada vez será más irreal por la escasez de recursos. Esta mayoría cree que con renovables podremos seguir viviendo como vivimos los privilegiados de la Tierra, y los más ingenuos creen que esa prosperidad podrá ponerse al alcance de todo el mundo, en todos los países. También por eso es tan difícil construir un bloque social para encabezar el cambio ecosocial radical que necesitamos para sobrevivir y conservar alguna forma civilizada de vida.
Salvador López Arnal.- Pero entonces, tal como comentas, decrecentismo no equivale a decrecer en todo. Por ejemplo, aparte de los que señalas, no sería fruto de la hybris apostar por el crecimiento en el ámbito de los cuidados, o en el de la enseñanza ecológicamente orientada, o en el de la protección y reparación del medio ambiente.
Joaquim Sempere.- Totalmente de acuerdo. Son muy buenos ejemplos.
Salvador López Arnal.- Por cierto, ¿qué opinión te merece la apuesta decrecentista del joven marxista japonés Kohei Saito?
Joaquim Sempere.- De Saito sólo conozco un libro notable, La naturaleza contra el capital. El ecosocialismo de Karl Marx, donde recupera escritos del Marx maduro poco o nada conocidos que refuerzan las tesis de Foster sobre el ecologismo de Marx. He visto que en 2023 hizo algunas declaraciones al New York Times a favor del decrecimiento, pero son muy elementales, no aportan nada. Desconozco si ha desarrollado más el tema.
Salvador López Arnal.- Desde tu punto de vista, ¿qué papel está jugando el movimiento obrero real en la transición ecológica? Usando terminología clásica, ¿el movimiento está a la vanguardia o más bien a la retaguardia de la situación?
Joaquim Sempere.- Está a la retaguardia, aunque expongo ejemplos que muestran la posibilidad de una orientación ecologista o ecosocialista de los trabajadores y sus organizaciones. La convergencia es necesaria para salir del pozo: no me imagino una salida ecosocial sin los trabajadores.
Salvador López Arnal.- La izquierda, en general, la izquierda europea más en particular, ¿está a la altura de las circunstancias en asuntos de ecologismo y economía ecológica?
Joaquim Sempere.- Considero que no. Pero esto requiere matices.
Salvador López Arnal.- Adelante con los matices.
Joaquim Sempere.- Uno es que la izquierda está mucho más abierta que la derecha a la problemática ecológica (de hecho, la derecha es abiertamente destructiva en unos casos y “retardista” en otros). Otro matiz es que difícilmente puede estar a la altura porque el cambio que se necesita no está maduro. Como defiendo en el libro, hay que atravesar un purgatorio –de duración imprevisible— de colapsos más o menos dañinos y dolorosos para que las mayorías comprendan qué clase de cambios se necesitan para estar “en paz con el planeta”. Esos cambios promoverían una frugalidad o austeridad, que hoy por hoy es impopular: se identifica con “vivir peor”. Mientras estos colapsos no ocurran –es decir, mientras no se experimenten golpes masivos en el nivel de vida— la izquierda difícilmente podrá proponer un proyecto viable y creíble de cambio ecosocial radical en una línea de austeridad que sea aceptable para las mayorías. Esto no debería invitar a la pasividad de quienes percibimos esos nubarrones futuros: hoy por hoy hay un enorme trabajo cultural que hacer. Pero esto lo están haciendo los grupos ecologistas y ecosocialistas. La izquierda convencional no está en condiciones de liderar este trabajo cultural, y se irá incorporando poco a poco, o eso espero. Hay en los partidos, sindicatos y movimientos de la izquierda convencional un número cada vez mayor de personas muy conscientes y movilizadas en torno a esta temática.
Salvador López Arnal.- Pero esos colapsos a los que aludes, ¿no están ocurriendo ya? Pienso, por ejemplo, en el ascenso generalizado de las temperaturas, en los veranos de cinco meses en muchos países, en las muertes (adelantadas) por contaminación en las grandes ciudades, en los incendios, en las sequías,… Todo está ante nuestros ojos y parece que queremos seguir estando ciegos.
Joaquim Sempere.- Está ocurriendo todo esto que dices, y más cosas aun: en Europa no nos enteramos apenas de los efectos deletéreos crecientes del cambio climático en el Sur del planeta. Pero creo que mientras la gente de los países del Norte con un poder adquisitivo medio pueda tener automóvil de propiedad y viajar en avión a un país lejano cada año, no se dará por enterada.
Salvador López Arnal.- Titulas el capítulo undécimo: “¿Economía circular o en espiral?”. ¿Cómo debería ser una economía para que pudiéramos llamarla ecológica sin caer en publicidades malsanas?
Joaquim Sempere.- Debería proporcionar bienes y servicios sin deteriorar los ecosistemas ni socavar en exceso las reservas minerales. Esto último requiere minimizar la extracción, aumentar la eficiencia, promover el reciclado, etc. de los recursos minerales, y reducir la demanda que dependa de los recursos finitos no renovables, substituyéndolos cuando sea posible por recursos bióticos renovables. No deteriorar los ecosistemas implica obtener alimentos y otros recursos (madera, fibras, etc.) sin socavar la capacidad de la naturaleza para seguir proporcionando esos bienes. Una buena agricultura proporciona cereales, legumbres, fruta… y, además, unos suelos sanos, con mucha materia orgánica y capacidad de retener la humedad y evitar la erosión: productos para hoy y capacidad, para mañana, de seguir produciendo.
Salvador López Arnal.- Tomando pie en Jorge Riechmann, Abel habla de nuestro siglo como el “Siglo de la Gran Prueba”. ¿Qué gran prueba es esa? ¿Quiénes debemos superarla?
Joaquim Sempere.- La Gran Prueba será cómo manejar la vida de diez mil millones de habitantes del planeta evitando hambrunas, olas de calor, genocidios y matanzas masivas. Algo nada fácil, vistas las tendencias imperantes…
Salvador López Arnal.- El capítulo 12 del libro lleva por título: “¿Qué investigación científica y qué técnicas?”. ¿Eres partidario de bloquear cierto tipo de investigaciones científicas? ¿Quiénes deben decidir sobre técnicas prudentes e investigaciones científicas aceptables?
Joaquim Sempere.- ¡Gran cuestión! Ojalá se pudieran bloquear algunas líneas de investigación cuyos resultados pueden usarse para finalidades de manipulación, opresión, destrucción o muerte. Este dilema no está resuelto, y me temo que nunca se resolverá. En este tema funciona mucho el mito de la vasija de Pandora. Por un lado, pocos descubrimientos sirven sólo para el mal; casi todos tienen posibles aplicaciones buenas junto a las malas. Por otro lado, las prohibiciones sirven poco: basta que uno o unos cuantos descerebrados tengan acceso a esos descubrimientos de doble filo y los pongan en circulación para que sea imposible impedir del todo su aplicación. Lo que sí puede hacerse es, pese a todo, regular su aplicación con leyes de ámbito internacional. El capitalismo tiene, además, la tendencia letal a trasladar cuanto antes las innovaciones del laboratorio a la industria y al mercado para hacer más negocio. Este traslado debería también reglamentarse, y ahí veo más posibilidades.
Salvador López Arnal.- En cuanto a la tecnología actual, ¿qué opinión te merece el -digamos- axioma dominante que viene a decir que las tecnologías más complejas siempre son las mejores? ¿Es así? ¿Eres partidario de técnicas más sencillas, más elementales, y tal vez en ocasiones más eficaces y más respetuosas del medio ambiente?
Joaquim Sempere.- Soy decididamente partidario de técnicas lo más simples posible, sobre todo pensando en el coste en energía y materiales de muchos de los artefactos que la codicia capitalista nos impone como necesarios e insubstituibles. Un exprimidor de naranjas manual de palanca es tan eficaz y cómodo como uno eléctrico, y requiere mucho menos materiales y energía exosomática. Casi todos los gadgets electrónicos de los automóviles ultramodernos, que usan microchips y otros refinamientos técnicos que requieren metales escasos, son prescindibles. Sirven más para halagar la tecnolatría dominante que para otra cosa. A menudo las soluciones sencillas y manuales son mejores, y su huella ecológica incomparablemente menor. Por eso pido que nos fijemos en África, donde la gente no tiene a menudo más remedio que acudir a la simplicidad. La simplicidad debería ser un criterio universal para reducir los impactos ambientales.
Salvador López Arnal.- Un encuentro de los protagonistas de tu libro está dedicado al “Colonialismo”. ¿Por qué? Salvando unas pocas excepciones, ¿no estamos viviendo en coordenadas no coloniales?
Joaquim Sempere.- No, en absoluto. El neocolonialismo no sólo no está muerto, sino que va a ser la Gran Espada que los países ricos van a clavar en el corazón de los países pobres, que son la mayoría de la humanidad. Las poblaciones privilegiadas aprenderán pronto que no hay para todos, y como querrán conservar unos privilegios con los que el sistema capitalista las tiene corrompidas, aceptarán las aventuras militares neocoloniales que hagan falta para disponer del cobre, cobalto, litio, neodimio, etc., necesarios para mantener una tecnosfera de alta complejidad que se nos está vendiendo como lo más guay del superprogreso. Algo a lo que una persona moderna de verdad se supone que no puede renunciar. Esta tragedia –“prosperar” unos a costa de otros muchos— va a ser una piedra de toque esencial para evaluar moralmente el progreso técnico.
Salvador López Arnal.- Para entender mejor tu posición: ¿estás señalando que la aristocracia obrera, que las clases medias de países de Occidente van a apoyar, están apoyando ya, consciente o inconscientemente, la explotación del Sur por el Norte enriquecido? ¿De la lucha de clases a la lucha del Norte (con amplio apoyo) contra el Sur?
Joaquim Sempere.- Sí, aunque en este caso no me gusta hablar de “aristocracia obrera”: es una actitud más transversal.
Salvador López Arnal.- Se habla en ocasiones de experiencias alternativas, de colectivos que intentan ya vivir de otro modo. ¿Cuál de estas experiencias te parece más relevante?
Joaquim Sempere.- El capítulo 9 está dedicado a unas cuantas. Tal vez las más relevantes son las relacionadas con el modelo agroalimentario. Sorprende hasta qué punto casi nadie cree que pueda faltar la comida en el futuro, pese a que la agricultura “moderna” mineraliza e intoxica los suelos haciéndoles perder su fertilidad.
Salvador López Arnal.- ¿Qué opinión te merece que se considere (la UE, por ejemplo) la industria, la energía nuclear como una energía alternativa no contaminante de CO2?
Joaquim Sempere.- Una insensatez y una canallada. Resultado de no poder imaginar una vida humana decente sin cuatro cachivaches muy energívoros y prescindibles. La tecnolatría produce monstruos.
Salvador López Arnal.- Dedicas el libro a tu nieto Marc y a sus compañeros y compañeras de generación. ¿Qué futuro les espera en tu opinión?
Joaquim Sempere.- Angustioso. Pueden tener que afrontar o guerras atroces o espectáculos insufribles de apartheid planetario o dilemas morales dolorosos (ligados sobre todo al tratamiento dado a los inmigrantes, pero también a otros problemas agudos, como la gestión de la tecnociencia).
Salvador López Arnal.- Lo dedicas también a Giulia Adinolfi. ¿Quién fue, que representó para ti Giulia Adinolfi?
Joaquim Sempere.- Una persona extraordinaria por su inteligencia y sensibilidad. Su trato conmigo –y creo que con todo el mundo— siempre fue de gran delicadeza. Además difundió un feminismo muy ligado a la experiencia de las mujeres de su tiempo y que contenía el meollo del “feminismo de la diferencia”. Comprendió que la cultura desarrollada por las mujeres (no por todas, naturalmente) era portadora de valores universales que convenía generalizar a todas las conductas y sensibilidades humanas, tanto de mujeres como de hombres.
Salvador López Arnal.- Se habla en el libro de éxodo urbano. ¿Qué éxodo es ese? ¿Una vuelta al campo, a los pueblos?
Joaquim Sempere.- Sí, y para trabajar la tierra y criar ganado, no para teletrabajar. Las ciudades grandes, o enormes (como son muchas de las actuales), tienen un metabolismo que sólo funciona gracias al sistema de transporte ágil y barato basado en el petróleo. Con energías renovables no sabemos hasta qué punto podremos replicar este sistema, con sus mil millones largos de automóviles y lo que cuelga, y las infraestructuras requeridas. Hará falta relocalizar, acabar con la actual hipertrofia de transporte mecánico, que consume un tercio de toda la energía exosomática usada en el mundo. Sé que proponer irse a vivir al campo puede parecer un despropósito… o una provocación. Pero cuando se examinan en detalle los problemas agroalimentarios y de la transición a las renovables –tanto de espacio como de materiales— se comprende lo razonable que es distribuir la población en el territorio de una manera más equilibrada. Un metabolismo sano entre población humana y territorio pasará a ser una prioridad. Además, las actividades agroalimentarias saludables necesitan más personal para funcionar. Quiero recordar aquí que Friedrich Engels dijo, negro sobre blanco, que las grandes ciudades deberían ser desmanteladas por razones metabólicas, y que acabarían siéndolo.
Salvador López Arnal.- Gracias, muchas gracias. Por tu libro y por la conversación.
Fuentes: Rebelión [Imagen: Fragmento de la cubierta del libro relativa a la crisis ecológica]
Doctor en Filosofía y Licenciado en Sociología, militante y dirigente del PSUC en la clandestinidad y hasta 1981, director de la revista Nous Horitzons entre 1975 y 1981, colaborador también de mientras tanto, Joaquim Sempere ha sido profesor de Teoría sociológica y de Sociología ambiental en la Facultad de Económicas de la Universidad de Barcelona entre 1992 y 2011.
Vicepresidente del CMES (Col.lectiu per un nou Model Energètic i Social Sostenible), asociación dedicada a promover las energías renovables desde 2012, es autor de L’explosió de les necessitats (1992), Sociología y medio ambiente (junto con Jorge Riechmann, 2000), El final de la era del petróleo barato (coordinador con Enric Tello, 2008), Mejor con menos. Necesidades, explosión consumista y crisis ecológica (2009) y Las cenizas de Prometeo. Transición energética y socialismo (2018).