Las Montañas Transantárticas que dividen la Antártida en dos partes son una de las cordilleras más antiguas de la Tierra

Ocultas bajo la vasta capa de hielo que caracteriza a la Antártida, las Montañas Transantárticas se alzan como una de las cadenas montañosas más largas y antiguas del planeta. Esta cordillera, que se extiende a lo largo de más de 3500 kilómetros desde el Cabo Adare en Tierra de Victoria hasta la Tierra de Coats en el Mar de Weddell, constituye un límite geográfico y geológico crucial: la divisoria entre la Antártida Oriental y la Occidental.

por Guillermo Carvajal

 
A pesar de su aislamiento y su clima extremo, estas montañas cuentan historias de tiempos primigenios, adaptaciones biológicas únicas y exploraciones heroicas. Formadas hace más de 65 millones de años durante la apertura del Sistema de Rift del Oeste Antártico, las Montañas Transantárticas son testigos de una historia geológica fascinante. Sus capas sedimentarias, conocidas como el supergrupo Beacon, contienen registros de épocas remotas en las que la Antártida no era un continente helado, sino un territorio verde y boscoso.

Las Montañas Transantárticas dividen la Antártida en dos partes, Oriental y Occidental. Crédito: NASA / Dominio público / Wikimedia Commons

Dentro de estas formaciones, se encuentran fósiles de helechos, musgos y árboles como el pino Wollemi y las hayas australes, últimos vestigios de un pasado cálido antes del enfriamiento gradual asociado a la fractura de Gondwana.
El levantamiento de la cordillera alcanzó su punto culminante en el Eoceno, hace unos 34 millones de años, un período que coincide con el inicio de la glaciación antártica. A diferencia de las montañas más jóvenes del continente, que tienen orígenes volcánicos, las Transantárticas están compuestas principalmente por sedimentarias que descansan sobre un basamento de granitos y gneis aún más antiguos.
Estas características geológicas las convierten en un testimonio viviente de la historia tectónica de la Tierra y uno de los ejemplos más antiguos de actividad orogénica global.

Imagen de las Montañas Transantárticas tomada desde el laboratorio aerotransportado P-3 de la NASA el 27 de noviembre de 2013. Crédito: Michael Studinger / NASA / Dominio público / Wikimedia Commons

La cordillera, que forma una barrera natural que divide la Meseta Antártica, está salpicada por picos como el Monte Kirkpatrick, que alcanza los 4528 metros, y alberga glaciares que fluyen perpendicularmente a sus laderas, actuando como arterias congeladas que conectan la Antártida Oriental con los mares de Ross y Weddell.
Estos glaciares, además de tallar el terreno, han revelado con el uso de tecnología avanzada subglaciares hasta ahora desconocidos que redefinen los modelos sobre el comportamiento del hielo en esta región remota.
Entre las montañas, los Valles Secos de McMurdo destacan como una anomalía climática y geográfica. Desprovistos de hielo por la falta de precipitación y la acción de vientos catabáticos intensos, estos valles ofrecen un vistazo a un paisaje casi marciano. Aquí, donde las temperaturas extremas y la aridez desafían la vida, sobreviven microbios, hongos y líquenes adaptados a las condiciones más hostiles del planeta.

Una foca aparece en su espiráculo en el hielo marino del Mar de Ross con las Montañas Transantárticas al fondo. Crédito: Hannes Grobe / Wikimedia Commons

Uno de los ríos más peculiares del continente, el Onyx, fluye intermitentemente a lo largo del Valle de Wright, alimentado por el deshielo estacional. Su corto recorrido de apenas 30 kilómetros termina en el Lago Vanda, donde la evaporación supera al flujo de agua, dejando una salinidad notable en sus profundidades. Este ecosistema extremo es un laboratorio natural para los científicos, que lo utilizan para entender los límites de la vida en condiciones parecidas a las de Marte.
Aunque la vida terrestre es limitada en la cordillera, las costas adyacentes, como las del Mar de Ross, albergan una rica biodiversidad. Pingüinos Adelia y emperador, focas de Weddell y leopardos marinos prosperan en estas áreas costeras, mientras que aves como el petrel gigante y el págalo antártico sobrevuelan la región en busca de alimento. La cadena alimenticia aquí es un recordatorio de la resiliencia biológica en uno de los ecosistemas más extremos del mundo.
Desde su descubrimiento en 1841 por el explorador James Clark Ross, las Montañas Transantárticas han sido un desafío para los aventureros y científicos. Durante la Edad Heroica de la Exploración Antártica, figuras como Ernest Shackleton, Robert Falcon Scott y Roald Amundsen se enfrentaron a la cordillera en sus intentos por alcanzar el Polo Sur. Cada uno utilizó rutas distintas, como los glaciares Beardmore y Axel Heiberg, para cruzar esta imponente barrera natural.

Las Montañas Transantárticas vistas desde el cabo Hallet. Crédito: Andrew Mandemaker / Wikimedia Commons

Amundsen, el primero en alcanzar el Polo en 1911, destacó por su habilidad para planificar, mientras que la tragedia de Scott y su equipo, quienes perecieron en el regreso, añadió un matiz épico y dramático a la historia de estas montañas. Hoy en día, los restos de esas expediciones, como cabañas y objetos personales, se consideran sitios históricos protegidos, monumentos a la resistencia y la tragedia humana.
La importancia científica de las Montañas Transantárticas no ha disminuido con el tiempo. Durante el Año Geofísico Internacional de 1957-1958, las investigaciones aéreas y terrestres permitieron cartografiar la cordillera con mayor precisión, descubriendo características geológicas únicas y reforzando su papel como laboratorio natural. La construcción de estaciones como McMurdo y Scott facilitó el acceso a la región, aunque el alpinismo y otras actividades privadas se mantienen restringidos para preservar su entorno prístino.
En los valles secos, las investigaciones sobre glaciares, clima y microorganismos continúan ofreciendo pistas sobre el pasado y el futuro del planeta. Además, los esfuerzos internacionales han establecido zonas especialmente protegidas y sitios de interés histórico para garantizar que esta región, una de las más remotas y vírgenes de la Tierra, siga siendo un refugio para la ciencia y la naturaleza.

FUENTES
Gunter Faure, Teresa M. Mensing, The Transantarctic Mountains: Rocks, Ice, Meteorites and Water
Damien Gildea, Transantarctic Mountains – Mountaineering in Antarctica: Travel Guide
I.B. Campbell, G.G.C. Claridge, Antarctica: Soils, Weathering Processes and Environment
Wikipedia, Montañas Transantárticas
Publicado en: https://www.labrujulaverde.com/2024/12/las-montanas-transantarticas-que-dividen-la-antartida-en-dos-partes-son-una-de-las-cordilleras-mas-antiguas-de-la-tierra - Imagen de portada: Las Montañas Transantárticas al fondo, vistas desde la Tierra de Victoria. Crédito: Hannes Grobe / Alfred Wegener Institute / Wikimedia Commons

 

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