«En el corazón del bosque»: un relato ecotópico escrito por casualidad

Tras la lectura de esta novela, hay quien podría pensar que su autora, Jean Hegland, es una ambientalista y que ya en 1996 tenía claro el rumbo de la humanidad. Sin embargo, ella misma reconoce que su intención no era, para nada, hablar sobre el colapso de la civilización industrial sino presentar una narración sobre la esperanza. Sea como sea, cualquier relato ecotópico es bienvenido si nos ayuda a imaginar ecotopías. Pero empecemos por el principio.

Por: Esther Oliver

Intentando definir las ecotopías
El área de ecofeminismo de Ecologistas en Acción, en su artículo «Imagina que mañana… El valor de las ecotopías«, las describía como futuros deseables, futuros que nos den esperanza, horizontes que nos hagan caminar hacia mundos más justos, respetuosos y comunitarios. Eso sí, nos instan a que no las confundamos con las utopías tecnológicas, que nos anestesian y sitúan en presentes admisibles, anulando así nuestra capacidad imaginativa para crear alternativas. Necesitamos ecotopías porque nos dan fuerza, nos orientan hacia la acción, nos sirven de antídoto contra el derrotismo…

Portada de la primera edición en inglés de la novela.

Imaginando un duelo
¿Qué pasa cuando lo pierdes todo? Jean Hegland nos explicaba en una entrevista que al escribir la novela, su propósito principal era reflexionar sobre el aprendizaje que conlleva una gran pérdida y que el colapso ecosocial solo era el escenario ideal para contar la historia de dos hermanas que viven solas en medio del bosque. En realidad, no es una ficción postapocalíptica ni distópica sino la narración de un duelo. Es un libro sobre la esperanza.
Into the Forest fue traducida a varias lenguas y tuvo un gran éxito en Francia en 2017, donde llegó en plena ola de sensibilización medioambiental por el arduo trabajo de colapsólogos franceses como Servigne, Chapelle o Stevens. La autora cree que ese fue el motivo del éxito del libro. Admite ser una autodidacta, que ha aprendido leyendo, meditando y practicando. Tuvo muchas dificultades para encontrar editor/a y, al final, fue una pequeña editorial feminista sin ánimo de lucro la que le dio una oportunidad.

 En 2019, el ilustrador francés Lomig adaptó su versión hacia un relato más ecotópico, a través de una bellísima novela gráfica. Él también es autodidacta y comenzó con el diseño humorístico, presentando personajes atrapados en las consecuencias dañinas de la civilización moderna. En su blog ha referenciado muchas reseñas que aplauden su trabajo. Entre ellas, Coups de coeur de la rentrée le hace una entrevista en la que asume ser consciente de que este mundo ha llegado al final de un ciclo y necesita ser reinventado. Piensa que este tipo de relato de anticipación suscita muchas cuestiones sobre la relación del hombre actual con la naturaleza. Lamenta que la maltratemos, aun siendo ésta esencial para nuestra supervivencia y espera que no sea necesario un colapso brutal para darnos cuenta.
Ambas novelas, la original y la adaptación gráfica, han llegado a España con el título de En el corazón del bosque, de la mano de la editorial Errata Naturae, que muestra una vez más su compromiso con la lucha medioambiental. No podemos olvidar que también existe una versión cinematográfica, llevada a la gran pantalla por la guionista y directora Patricia Rozema, aunque lamentablemente tuvo un escaso reconocimiento por parte de la crítica. Pero volvamos al mensaje que podemos extraer de esta historia, en sus tres versiones.
Transitando hacia la fase de aceptación

Jean Hegland. Foto: Fondation Jan Michalski @ Wiktoria Bosc. Fuente: web oficial de la autora.

El colapso ecosocial conlleva una especie de duelo y todavía estamos en las primeras etapas del mismo. Cada individuo está en una fase distinta, según el grado de concienciación: muchos siguen en la negación; otros están en momentos más emotivos como la ira, la tristeza o la ecoansiedad; aunque en el Norte global la mayoría persiste en la fase de negociación, esperando a que algún milagro tecnológico nos salve. Sin embargo, muchos científicos/as nos avisan de que eso no va a ocurrir y no podemos permitirnos el lujo de persistir en el duelo porque hay mucho trabajo pendiente. Hemos de pasar a la etapa de aceptación, reconocer que es imprescindible vivir dentro de los límites planetarios y cambiar de forma de vida hacia otra ecológicamente sostenible.
Hegland y Lomig nos ejemplifican este cambio en sus dos jóvenes protagonistas. Nell y Eva se criaron en el bosque, donde vivían con sus padres, alejadas de la sociedad. No obstante, tenían una enciclopedia, que parecía contener todo el conocimiento teórico y, además, sus padres las enseñaron a vivir con una dependencia mínima de los combustibles fósiles. Al morir éstos y solo restarles un bidón de gasolina, tuvieron que adaptarse a una nueva manera de vivir. Al principio, navegaron en la negociación, en el tecnooptimismo, en la confianza ciega en que las autoridades las salvarían. Sin embargo, solo fue una pérdida de tiempo.
Nell y Eva siguen adelante cuando abren sus ojos a la realidad y aceptan que «la electricidad no va a volver y el teléfono no sonará nunca más». Solo entonces aparecen la lucidez, la sanación, la conversión, la esperanza…
En estas novelas aparecen varias metáforas interesantes que nos ayudan a reflexionar:
    ▪    El cuaderno en blanco, en el que Nell describe su nueva vida, nos habla de la necesidad de nuevos relatos. Nos advierte de que los antiguos (vivir en la extralimitación) nos conducen al borde del precipicio y que debemos replantearnos nuestras verdaderas necesidades. Este es el mensaje que nos quieren transmitir los autores: qué es lo realmente importante. Hegland deja claro que las relaciones humanas y el arraigo al mundo natural son dos de sus prioridades.
    ▪    La enciclopedia, que no aparece en el cómic, tiene un papel significativo en la novela ya que, bajo la voz del padre, se enfatizan las dos formas de conocimiento, no contrapuestas sino complementarias: uno teórico, esencial pero insuficiente si no se acompaña de otro empírico, de una comprensión práctica del mundo, que no se adquiere en los libros.
    ▪    El dilema de qué hacer con el último bidón de gasolina genera un gran conflicto entre las dos hermanas de caracteres distintos: mientras Eva prefiere disfrutar del presente, Nell se decanta por prepararse para el futuro. En la vida real estamos justamente en ese punto crucial de la transición energética, en el que debemos elegir entre malgastar la energía que nos resta en el greenwashing (en cambiarlo todo para que nada cambie), o bien, elegir un modelo energético sostenible.
    ▪    El final de la historia implica el reconocimiento último de la irreversibilidad del colapso y la necesidad de iniciar una nueva etapa, que supere un pasado que no volverá: la pérdida que abre la posibilidad de un nuevo comienzo.
Retornando a nuestras raíces

Fotograma de la adaptación cinematográfica (Patricia Rozema, 2015).

Nuestras protagonistas nos enseñan que, tras el luto, hay que pasar a la acción con una actitud renovada. Ellas retomaron el camino hacia la naturaleza, reconociendo que solo somos seres humanos, otras criaturas que viven en ella, viendo el bosque de manera distinta, redescubriendo que está lleno de cosas para alimentarnos, vestirnos, curarnos… Además, Lomig añade un comentario interesante, que no aparece en la novela, al plantear que es inconcebible que estas enseñanzas no formen parte del programa educativo básico.
Urge educar sobre el colapso ecosocial. Lo que no solo implica saber preparar un kit de supervivencia para tres días sino, principalmente, enseñar a ser autosuficientes, a reparar lo roto, a cultivar un huerto, a distinguir qué plantas silvestres se pueden comer y cuáles no… No podemos alimentarnos indefinidamente de conservas, del remanente de lo que fuimos. Hay que construir algo nuevo. Hay que volver nuestra mirada a la naturaleza. Escucharla porque nos está hablando. Nos está avisando de que estamos modificando las condiciones en las que hemos evolucionado hasta ahora. No estamos preparados para adaptarnos a los cambios tan graves que estamos provocando en el medio que nos rodea. El tiempo se acaba. El planeta seguirá su camino, con o sin nosotros. En nuestra mano está continuar por el rumbo que nos podría llevar a la distopía o transitar hacia una forma de vida ecocéntrica, justa y sostenible.
Por último y, no menos urgente, tenemos que comunicar, como nos invita Turiel en su blog, al hablarnos sobre la esperanza y el derrotismo. Primero nos resume la situación planetaria actual, en la que “los océanos y, por extensión, el medioambiente está experimentando una degradación sin precedentes, encima, acelerada en los últimos años”. Nos advierte de que “cuanto más tiempo se prolongue esta situación de extralimitación, más riesgo se corre de entrar en una espiral irreversible de degradación ambiental”.
Y, finalmente, nos anima a actuar:
La respuesta que tenemos que dar no es la esperanza, sino el activismo. Tenemos que salir ahí fuera y explicar lo que pasa, denunciar lo que pasa, ser beligerantes con lo que pasa, oponerse a lo que pasa. Es nuestra obligación moral ineludible, porque [nosotros] somos los que sabemos lo que pasa. Como dijo Albert Einstein, «quien tiene el privilegio de conocer, tiene el deber de actuar». Tenemos que salir ahí fuera a defender a nuestros congéneres y a todo lo que está vivo. Porque no hay otra lucha que merezca más la pena, ninguna otra causa que sea más justa. Y ésta nos interpela. Esperanza no: activismo y justicia.

Fuente: https://www.15-15-15.org/webzine/2025/08/11/en-el-corazon-del-bosque-un-relato-ecotopico-escrito-por-casualidad/ - Ilustración de portada de la edición de Errata Naturae, obra de Tom Haugomat (fragmento).

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