Epitafio del lobby nuclear







PEDRO SERRANO
Académico del departamento de Arquitectura de la UTFSM

En el mundo hay una industria global que tiene serios problemas desde hace un par de décadas: la industria nuclear. Se construyen cada vez menos reactores en el mundo y sus “lobistas” o “cabildeadores” buscan desesperadamente armar nuevas oportunidades de negocios; y Chile ha sido un blanco apetecido.


Todas sabemos ya que la política chilena es fuertemente sensible al lobby o cabildeo en el sector energético, en particular el sector eléctrico. Tenemos escándalos de todos los colores y tiempos. Los casos de Ralco, Pangue, de Campiche, entre otros, cubrieron al gobierno de la Concertación. Ahora Punta Choros y Castilla son algunos ejemplos de actuales manejos equívocos bajo presiones de Suez Energy de Suiza y del segundo hombre más rico de América, el empresario brasileño Eike Batista.
No habiendo en Chile una política energética coherente ni planes de desarrollo energético, especialmente eléctricos, a corto ni largo plazo, el sector en nuestro país ha marchado al ritmo de las posibilidades de negocios y el cabildeo de los grupos de empresas nacionales e internacionales. Chile en su sector eléctrico es hoy en día un grato lodge de pesca de dinero abierto a las iniciativas de negocios, lo que no va siempre con la necesidad real. Muchas veces -si no todas- asociado a las ganancias que ofrece otro grato lodge de pesca con poca regulación: la gran minería.
Estando así de abierta la oportunidad de grandes negocios interrelacionados, es esperable que se constituyan sólidas redes de cabildeo que incluyen chilenos influyentes de todos los sectores, pagadas o convencidas -para decirlo más suave- por las grandes fortunas o los grandes conglomerados empresariales. Por supuesto la culpa no es de ellos, hacen lo que saben hacer y lo hacen muy bien.
En el mundo hay una industria global que tiene serios problemas desde hace un par de décadas: la industria nuclear. Se construyen cada vez menos reactores en el mundo y sus “lobistas” o “cabildeadores” buscan desesperadamente armar nuevas oportunidades de negocios; y Chile ha sido un blanco apetecido por los proveedores nucleares. Una industria que sabe luchar contra la mala publicidad de su propio negocio y la oposición de grupos científicos, ambientalistas y también por supuesto, los ecologistas.
Mucho se ha escrito sobre nuestras riquezas energéticas sustentables, sobre la verdadera independencia energética, mucho se ha escrito y discutido a favor y en contra de la energía nuclear en Chile. Con nuestra alta sensibilidad a la presión económica de los “lobistas”, el entramado nuclear logró hace años ingresar al país, colocando el tema, presionando, aprovechando ágilmente la coyuntura, llegando finalmente a que el presente gobierno abriera definitivamente las puertas a la posibilidad nuclear en al corto plazo. Corto plazo es un decir, puesto que el proceso de echar a andar una central es bastante largo.
Sin embargo ocurrió lo de Japón, una tragedia enorme que logró desconectar 11 centrales nucleares, poner en peligro de calentamiento a cuatro y finalmente a hacer explotar estanques con agua de refrigeración de una central, levantando un drama nacional todavía de insospechadas consecuencias e internacional por lo fácil que la radiación se mueve en nuestra atmósfera.
Habrá que hacer entonces, leña del árbol caído: Chile es un país que ya presenta altos índices de accidentes nucleares de pequeñísima escala, no es difícil imaginar las potencialidades de una gran escala. Tenemos el triste record mundial de un terremoto 9.5 Richter y al país más sísmicamente preparado del planeta le falló el sistema nuclear con uno 8.9. Difícil es evitar la razón, este es el epitafio del lobby nuclear en Chile.

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Agencia Moody’s alerta al sector nuclear estadounidense tras los incidentes en Japón
"Nuestra preocupación está relacionada con los peligros asociados a un posible aumento de la severidad de las medidas de seguridad, evacuación y emergencia en las plantas, así como con el aumento de la oposición pública y política" hacia la energía nuclear, dijo en un comunicado el vicepresidente de esa agencia de medición de riesgo, Jim Hempstead.
La agencia Moody’s alertó este lunes del impacto negativo que pueden tener sobre el sector nuclear de Estados Unidos los incidentes ocurridos tras el terremoto en dos plantas de Japón, donde estudia la rebaja de la calificación de TEPCO, la empresa operadora de la central nuclear de Fukushima.
“Nuestra preocupación está relacionada con los peligros asociados a un posible aumento de la severidad de las medidas de seguridad, evacuación y emergencia en las plantas, así como con el aumento de la oposición pública y política” hacia la energía nuclear, dijo en un comunicado el vicepresidente de esa agencia de medición de riesgo, Jim Hempstead.
La entidad descartó en cualquier caso que de momento vaya a rebajar la calificación de las empresas estadounidenses de energía nuclear, aunque afirmó que dos nuevas plantas nucleares, la de Vogtle (Georgia) y VC Summer (Carolina del Sur), podrían estar “potencialmente expuestas”.
Sin embargo, sí que ha decidido poner a revisión la calificación que otorga a la empresa japonesa Tokyo Electric Power (TEPCO), operadora de la central nuclear de Fukushima, una de las que se ha visto afectada por el devastador sismo en ese país.
El terremoto de 9 grados en la escala abierta de Richter y el posterior tsunami que azotaron a Japón el viernes pasado provocaron que los sistemas de enfriamiento de tres de los seis reactores de la central de Fukushima 1, en el nordeste del país, se averiaran.
Además se han producido dos explosiones en los reactores 1 y 3, debido a reacciones químicas y no nucleares, aunque según las autoridades japonesas los blindajes de contención en esa planta han impedido hasta el momento que emanaran grandes cantidades de sustancias radiactivas al medio ambiente.
“Moody’s reconoce el actual nivel de incertidumbre en Japón y el hecho de que el Gobierno, las empresas públicas y los servicios de ayuda siguen en un alto estado de emergencia. No obstante, en una acción separada, hemos puesto a revisión la calificación de TEPCO para una posible rebaja”, asegura la agencia en su comunicado.
Hempstead añadió que el sector de la energía nuclear opera dentro de una comunidad nacional y mundial, por lo que el riesgo de contagio “es alto”, y advirtió de que los costes operativos de las instalaciones nucleares estadounidenses probablemente aumentarán en el corto plazo.
Moody’s advirtió, asimismo, de que los incidentes en Japón sirven como un recordatorio de las numerosas debilidades de crédito que vive el sector nuclear y que además probablemente supondrán un recrudecimiento de la oposición a que se renueven las licencias de las plantas nucleares que operan en Estados Unidos.

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Ciudad japonesa en medio de la escasez y el fantasma de un desastre nuclear
Fukushima, la “tormenta perfecta”
Los habitantes siguen sin agua y encerrados en sus casas para evitar la exposición a la radiactividad , por lo que algunos han decidido abandonar voluntariamente la zona pese a las dificultades que entraña el viaje. Pero movilizarse tampoco es fácil, ya que el combustible se raciona ante las dudas de que la situación mejore, tras los nuevos problemas en la planta nuclear de Fukushima Daiichi.
La ciudad japonesa de Fukushima suma hoy su cuarto día de aislamiento y escasez, sin gasolina y pocas vías para escapar de la incertidumbre nuclear que acecha a 60 kilómetros, convertida tras el sismo en una “tormenta perfecta”.
El temor a la llegada de una nube radiactiva es el último capítulo de una pesadilla que comenzó el viernes con el devastador terremoto, que mantiene a zona costera de la provincia en una situación de emergencia creciente.
Fukushima está bloqueada en su costa y el empeoramiento de la situación en la central nuclear ha convertido a esta provincia en un escenario donde convergen tres desastres: el terremoto más fuerte de Japón en 140 años, un gigantesco tsunami y el riesgo de accidente nuclear.
La capital, no obstante, está fuera del perímetro de seguridad de 30 kilómetros alrededor de la central nuclear.
Aquí el uso de un taxi se ha convertido en una misión imposible para los pocos vecinos que permanecen en la calles, ya que el combustible se raciona ante las dudas de que la situación mejore tras los nuevos problemas en la planta nuclear de Fukushima Daiichi.
Los vehículos  privados casi no circulan por las calles y los taxis están reservados con antelación para trayectos que salen de la ciudad, como el que lleva al aeropuerto de la provincia, abierto desde hoy con dos vuelos diarios a Haneda-Tokio.
Los habitantes siguen sin agua y encerrados en sus casas para evitar la exposición a la radiactividad , por lo que algunos han decidido abandonar voluntariamente la ciudad pese a las dificultades que entraña el viaje.
El aeropuerto de Fukushima, muy afectado por el temblor del viernes, comenzó a operar con dos vuelos que se llenaron rápidamente, pero la hora y media de trayecto desde la capital de la provincia volvía reacios a la mayoría de los conductores, que conservan como un tesoro su gasolina.
La normalidad también vuelve lentamente a la vecina provincia de Tochigi, donde el Shinkansen o tren bala japonés une desde hoy la localidad de Nasu-Shiobara con la Estación de Tokio, lo que ha permitido a un gran número de familias y personas mayores dirigirse al sur del país.
Una madre y su hijo de pocos años decidieron no esperar más y tomar un taxi en Fukushima que, tras más de dos horas de viaje y unos 30.000 yenes (264 euros) de tarifa, les permitió recorrer de nuevo supermercados llenos de víveres y ver restaurantes abiertos en Tochigi.
Los primeros pasajeros de estos Shinkansen son sobre todo familias con hijos pequeños y ancianos que vienen en pueblos de toda la provincia de Fukushima, donde los muertos superan ya los 400 y los servicios básicos siguen sin funcionar.
Las madres lamentan la falta de agua corriente para cuidar debidamente de sus hijos, a lo que se suma ahora el temor a que se vean afectados por una nube radiactiva.
Algunos traían como única comida el arroz en bolsas de plásticos que daban en los refugios, unos gimnasios de colegios en los que se han cansado de pasar las noches.
Los niños corretean por el pasillo, ansiosos porque se van a Tokio, y cuando ven las grandes filas de coches esperando para llenar el depósito gritan “gasolina (en japonés)”, en un ejemplo de la marca que ha dejado en los pequeños estos días de penuria.
Los vagones del Shinkansen van tan repletos que muchos tienen que ir de pie, rodeados por grandes maletas en su camino hacia la capital y soportando el suplicio con caras de cansancio.
Nadie se fía de las humaredas que salen de los reactores de la central nuclear, que han sumido en un fantasmagórico silencio varias localidades de la costa, hogar de una 200.00 personas que ahora temen la posibilidad de que su tierra se tiña de la temida radiactividad.

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