RECORDANDO CHERNOBYL SUPONEMOS FUKUSHIMA






RED NACIONAL DE ACCION ECOLOGISTA
De la Argentina
16 marzo 2011
   
Duelo nuclear
 
                
 
            El reactor cuatro de Chernobyl comienza a fundirse a la una y siete minutos de la madrugada, un sábado primaveral, 26 de abril de 1986. La nube radiactiva, imposible de concebir por mente alguna, emerge del reactor después de que una fuerte explosión termina con la vida de todos los operarios en el seno de la central. De todos.  La nube primero se desplazó hacia el este y luego rotó hacia el norte. Enseguida se dividió en cuatro pétalos como si se abriera una flor, en distintas direcciones.  Uno de los pétalos de la nube radiactiva fue detectado por un soldado finlandés en un puesto fronterizo. En el mismo instante, en una central nuclear sueca registran altas dosis radiactivas en las botas de un operario. El director de seguridad de la central sueca, Ben Gelman, no termina de entender qué pasa y por la orientación de los vientos sospecha que la radiación proviene del Reino Unido y cuenta más tarde que lo primero que pensó fue en un ataque nuclear en territorio británico, hasta que veinte minutos más tarde se cree que la nube letal proviene de la Unión Soviética. El silencio se hizo interminable. Los soviéticos contestan con evasivas y dicen no saber nada cuando los suecos les preguntan que los vientos provienen de Chernobyl. Hasta ese instante habían transcurrido diez horas de la voladura y fusión del reactor y los bomberos se sumaban a luchar contra el núcleo convertido en una brasa. Los soviéticos reconocen más tarde el desastre diciendo que “no querían alarmar a nadie” y en consecuencia no evacuaron inmediatamente a la población de Pripyat, además hábitat de los trabajadores de la central, la que recibió radiación cuatrocientas veces superior a la generada por la bomba atómica sobre Hiroshima.
La gente de Pripyat, con las primera luces del día, recorría las calles y la plaza con sus hijos, sin saber que sus días estaban contados. Se cruzaron con soldados que portaban trajes y botas como de lluvia y un barbijo en el rostro, y respondían que se trataba de “un simple entrenamiento”.
La fusión del núcleo fue imparable. El setenta por ciento de los radionucleidos cae en Bielorrusia. El 2 de mayo la nube llega a Japón donde miden radiación altísima. El día 4 toca territorio chino y el 5 la nube sobrepasa la India. El 6 de mayo aparece en la costa de Estados Unidos y Canadá. Los informes advierten que la nube radiactiva de Chernobyl dio tres vueltas al globo terráqueo. En Europa también  recibió el impacto Alemania,  Francia, norte de Italia e Islas Baleares, y en el resto del viejo continente, aunque en menor medida. Los análisis de orina de algunos habitantes catalanes registraron altos índices de yodo radiactivo, un radionucleido que se aloja en la glándula tiroides y se mantiene vivo por ocho días bombardeando desde adentro todo el cuerpo. Pero digamos que hay muchos otros radionucleidos, como el Cesio 137 que contamina durante 30 años todo lo que toca. El Estroncio 90, que ataca la médula ósea y se confunde con el calcio del cuerpo haciendo el mismo recorrido; tiene una vida media de 90 años. Entre los productos de fisión que hay en el núcleo del reactor se halla el gas Xenón, veneno que se inhala y ni la lluvia lo disuelve, permanece vivo por seiscientos años. Son muchísimos los radionucleidos “criados” en la fisión nuclear pero citemos principalmente al más peligros de todos por su alta actividad, el plutonio 239 que se instala en el planeta para no irse por 250.000 años, causando enfermedades terminales. Es inimaginable, pero pensemos que hace 10.000 años había volcanes en Francia y que concluía el último período glacial, y que hace 8000 años el  desierto del Sahara  era una sabana verde y fértil. El plutonio, creado por el hombre en la fisión del reactor posee una vida media de 24.400 años, pero seguirá activo por 250.000 años. 

Este cuadro es el que se reproduce actualmente en Japón, aunque creemos que mucho peor, porque combatir contra cinco reactores a los que habrá que envolver en hormigón, sólo para mitigar el impacto radiactivo al exterior, porque continuarán emitiendo radiactividad por milenios, será una tarea que no permite ver el final. Por lo pronto Fukushima es ya una ciudad fantasma como lo es actualmente  la ucraniana Pritya. Nadie puede ocultar la realidad ni la documentación que se fue gestando sobre Chernobyl con diez millones de afectados por cáncer y leucemias, cinco meses después del desastre nuclear.
Cuando los robots enloquecían en el techo del reactor ucraniano, con la utopía de ahogarlo químicamente y sellarlo con una coraza de hormigón,  se precipitaban –incontrolados- en el núcleo del reactor. Lo increíble sucedió después cuando setecientos mil soldados fueron enviados a cumplir ese objetivo. Se inmolaron. La orden era que cada uno no estuviera más de tres minutos en esa labor porque no hay traje capaz de frenar ese poder destructivo. Se sumaron a semejante esfuerzo muchísimos campesinos y pobladores, los bomberos y otras fuerzas del orden involucradas, enfermaron gravemente. Ocho mil quinientos de estos héroes murieron en horas y poco a poco el cáncer iba dando cuenta del resto. La tragedia continuaba en cada nacimiento de nuevos seres de aquellas mujeres contaminadas en varios kilómetros a la redonda: los niños de Chernobyl, algunos de los cuales estuvieron en Buenos Aires, en nuestro hospital Garraham, años después.
 
¿Es alarmista este texto y en consecuencia debemos ocultarlo?
 
Estamos siendo literales en la descripción de los hechos por eso coincidimos con gran parte del mundo que equipara -por ahora- la tragedia de Chernobyl y Fukushima. Pero este último sitio se agrava por su sismicidad.  Salvando esto, se asemejan mucho los dos casos porque en Japón, a cuatro días del desastre, el gobierno se esfuerza en convencer al mundo que la radiación es tolerable; en Chernobyl, dos días después,  el 28 de abril, el comunicado oficial leído por la autoridad soviética decía que “se había dañado un reactor y estaban reparándolo.” Las mismos burócratas prohibirían luego toda información vinculada con el caso, un velo que se fue destapando cuando desaparece la URSS. Lamentablemente, las nuevas autoridades ucranianas y rusas reconocen que gran parte de la documentación sobre Chernobyl fue destruida.
 
Javier Rodríguez Pardo
Movimiento antinuclear del Chubut (MACH) – Sistemas Ecológicos Patagónicos (SEPA)- Red Nacional de Acción Ecologista (RENACE Argentina)- Unión de Asambleas Ciudadanas (UAC) Tel.: (011) 1567485340
machapatagonia@gmail.com


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Pide un cuerpo internacional especializado en accidentes atómicos

El 'descontaminador' de Chernobil afirma que no se aprendió de los errores

El responsable de descontaminar Chernobil de 1986 a 1991, Yuli Andreev, considera que la situación que se vive en la central nuclear japonesa de Fukushima demuestra que no se han aprendido las lecciones del accidente en la antigua Unión Soviética.
A su juicio "no se ha aprendido de los errores", ya que dejar en manos de los operarios de una compañía privada una situación crítica como la de Fukushima es una temeridad, porque éstos carecen de preparación para enfrentarse a una emergencia de semejante magnitud.
"Los operarios nucleares no están preparados para solventar una emergencia de estas características. Es necesario crear un grupo internacional especializado en este tipo de situaciones para aprender de otros desastres, como Three Mile Island (EEUU) o Chernobil", explicó.
Este cuerpo internacional de intervención de emergencia para accidentes nucleares debería contar con una estructura independiente de la industria nuclear y del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA).
Ineficacia de la OIEA
"Aunque parezca extraño, la industria atómica no está interesada en aprender las lecciones de las catástrofes nucleares. Porque cualquier mención sobre una catástrofe hace que caiga en picado la imagen pública de la energía atómica. Por eso tratan de ocultar cualquier mención a un escenario catastrófico", subrayó.
La OIEA, a su juicio, "es muy cercana a los intereses de la industria nuclear", porque prácticamente todos sus expertos provienen de empresas del sector o están vinculados de alguna manera con el mismo, por lo que sus apreciaciones deben de tomarse con cautela.
También cree que es un organización "muy débil" para tratar con una situación como la actual ya que depende de la información que le entreguen los estados miembros y del juego de la diplomacia.
Eso la hace poco eficaz en una situación como la actual, en la que es "momento de presionar para obtener datos reales para evaluar lo que pasa", recalcó.
"En una situación así no es tiempo para la diplomacia sino para actuar", lo que debería hacer ese cuerpo internacional especializado en accidentes atómicos.
Experiencia en Chernobil
Andreev, de 73 años, explicó que en abril de 1986 en la planta atómica ucraniana de Chernobil "se vivió la misma situación": los operarios carecían de formación para solventar la situación y tuvo que ser el Ejército soviético, del que era oficial, el que crease una unidad científica para gestionar el efecto del accidente nuclear.
De esa experiencia nació Spetsatom, entidad creada para efectuar trabajos de reparación en situaciones de emergencia y para preparar a personal que deba trabajar en condiciones de radiación muy elevada.
Esta unidad de emergencia, de la que fue director, dejó de existir cuando se desmoronó la URSS en 1991, año en el que emigró a Austria, donde trabaja como profesor en la Universidad de Viena y ha actuado también como asesor del Ministerio de Medio Ambiente en cuestiones de seguridad nuclear.
"Después del accidente de Chernobil, le dije al entonces director del OIEA, a (Hans) Blix, que era necesario crear una organización cuya función fuera tratar con accidentes, pero no lo tuvo en cuenta", afirma.
Valoración sobre la situación en Fukushima
Sobre el futuro de Fukushima, cree que el escenario más probable es que se produzca algún tipo de fuga radiactiva "no muy poderosa" pero sí prolongada en el tiempo, durante días o semanas, hasta que se estabilice la situación. A su juicio, no se llegará a una escenario devastador de una fusión y reacción en cadena.
"Si hubiera una fuga significativa, las tareas de descontaminación serían muy complicadas, porque es un área muy densamente poblada", apuntó Andreev para agregar que "la zona más cercana a la central sería muy difícil de recuperar".
A su juicio la situación más peligrosa se afronta en el reactor 3, alimentado con "mox", una mezcla de plutonio y uranio que es mucho más peligrosa que el combustible nuclear de otros reactores en esa y otras plantas.
ElMundo.es

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