África: Los hombres sabios



Roberto Correa Wilson (PL)

Cuando los navegantes portugueses arribaron a las playas de África en el siglo XV, los pueblos de ese continente al sur del desierto del Sahara habían acumulado vastos conocimientos que se manifestaban en las esferas económicas y sociales.
Los europeos procedentes de una sociedad con mayor evolución económica y social subestimaron la cultura de los nativos, cuya sabiduría provenía de experiencias prácticas transmitidas a través de sucesivas generaciones.
El descubrimiento y el trabajo del hierro se remontaban a una época relativamente lejana, de acuerdo con la versión tradicional. El dominio de ese metal fue esencial para el desarrollo económico y la alimentación en las comunidades.
Los grupos étnicos que habitaban el África Central conocían el hierro y fabricaban instrumentos destinados a la agricultura, lo que influyó en el incremento de las producciones. Para esas etnias cuya actividad fundamental era la agrícola, ese hecho tuvo un notable significado.
Según investigaciones, la entrada de Mozambique en la historia en el África Suroriental se sitúa con la utilización del hierro y la diversificación de los cultivos, en la etapa en que aparecieron las tribus bantúes.
Los bantúes eran originarios de África Central y se establecieron en Camerún, en el occidente continental. Desde este país realizaron diversas migraciones hacia regiones del este, oeste y sur llegando a Mozambique por el norte.
En la etapa en que Mozambique estableció relaciones comerciales con Asia Menor, la India y el Lejano Oriente a través del océano Índico, ya poseía instrumentos de hierro producidos por los bantúes.
Los herreros forjaban lanzas de diversas formas utilizadas en la caza mayor o de cualquier tipo, para adornar el cetro de los Kani (jefes), con vistas a la ceremonia de matrimonio, otras que sólo se utilizaban durante la batalla entre etnias enemigas, hachas, brazaletes e instrumentos musicales.
Los oficios ejercidos por los alfareros, tejedores y otros se generalizaron en todos los conglomerados étnicos. En las artes fueron notables las tallas de madera, en las cuales las figuras alcanzaban un realismo excepcional, además de la confección de aditamentos que servían de adorno a las mujeres y distintas piezas.
La salud
Un papel importante correspondía a los nganga (maestros), quienes se ocupaban de la protección y de la promoción de la salud de la sociedad completa, a quienes la historiografía occidental los calificaba de hechiceros, charlatanes o cuentistas.
No eran magos sino personas que demostraban grandes conocimientos en los campos de la anatomía, la botánica (plantas medicinales), la geografía, la historia tribal y la psicología social; tampoco eran individuos con poderes sagrados.
Su habilidad se ejercía por lo general en el campo sanitario. La experiencia de la condición humana era amplia y en todos los miembros de la etnia existía confianza en los diagnósticos de esta suerte de galenos.
Uno estaba especializado en la curación de luxaciones, sobre todo práctica. El tratamiento estribaba en romper la pata de un pollo; el retorno de la marcha normal de este entrañaba necesariamente el restablecimiento del enfermo. En ese intervalo recibía masajes e inmovilización de las partes fracturadas.
Otro practicaba la sangría, ya fuera para descongestionar (hacer cesar la acumulación mórbida de sangre en los vasos de un órgano), o bien aliviar a un enfermo de edema agudo del pulmón, de insuficiencia cardiaca, de hipertensión arterial y otras. Para esas prácticas utilizaba ventosas de cuerno.
El maestro que curaba toda clase de enfermedades era una especie de médico general. Los había especializados en la preparación de un agua particular destinada a bañar a los mellizos, quienes se consideraban seres extraordinarios.
Para todos los asuntos se consultaba al maestro: viajes, caza, pesca, matrimonio, esterilidad, fecundidad, causa de enfermedades, de muerte. Existía otra variedad de maestros como los que preparaban brebajes a fin de hacer fecundar, aptas para la reproducción, a las mujeres estériles.
También estaba el maestro destacado por la sabiduría; era un filósofo, es decir, un hombre que conocía todo cuanto se creía saber, bien entendido en los límites de su cultura. Pasaba horas y horas meditando en un lugar retirado y tranquilo, propicio para la reflexión.
La presencia de los portugueses alteró la vida en las comunidades. Al intercambio con las poblaciones costeras, siguió la conquista y casi de inmediato la explotación. Los lusitanos iniciaron el comercio de esclavos.
Miles de hombres y mujeres, fundamentalmente de África Occidental, fueron enviados a América y el Caribe para trabajar en régimen de esclavitud en las plantaciones agrícolas y minas.
Sin embargo, en suelo africano las barbaries esclavista y colonialista no pudieron eliminar las tradiciones y cultura de la población. Menos las enseñanzas de hombres sabios transmitidas de generación en generación. 
Imagen: zazzle.es

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