Chile: La semilla certificada de Monsanto que arruinó a un agricultor
Una semilla híbrida de un tipo de melón comprada por un agricultor sería la ruina de su vida. Producida por Seminis/Monsanto, la cosecha fue un desastre. “Lo que ocurre hoy es que los campesinos hemos perdido nuestras semillas originales y estamos obligados a comprarle a Monsanto”- sostiene. A la par el Estado, a través de Indap y Prodesal amarra las semillas a plaguicidas.
Expectación existe entre los agricultores de la Asociación Gremial BioBio Orgánico por el fallo que debe dictar la Corte de Apelaciones de Chillán en la demanda interpuesta por el socio de esa entidad gremial, José Riquelme, contra la transnacional Monsanto. Riquelme compró semilla híbrida de un tipo de melón llamado Braco para hacer el negocio de su vida: exportar a Francia. Pero se arruinó porque le pasaron gato por liebre: de las 50 mil semillas compradas, la inmensa mayoría era de variedades no exportables.
“He recibido llamados solidarios desde distintas regiones desde que se conoció mi demanda, y me alegra porque yo quiero que todos los campesinos chilenos sepan que no pueden confiar en Monsanto. Esta empresa en el juicio desconoce su responsabilidad porque yo no le compré directamente a ellos sino a su distribuidora. ¡Eso es absurdo! Todos los agricultores que compran semilla ‘mejorada’ o certificada lo hacen a distribuidoras, confiando en la marca de esas semillas, que en este caso es de Seminis/Monsanto”, comenta José Riquelme.
No resulta sorprendente el fallo de primera instancia a favor de Monsanto, dada la existencia del poderoso lobby a favor de ChileBio, que preside esa transnacional. La entidad empresarial agrupa a los productores de semillas y agroquímicos en el país. Andrés Allamand, Longueira y otros políticos presionan a nivel de parlamento y gobierno para apoyar leyes que favorecen a estas empresas, tales como el proyecto de ley de introducción de transgénicos o el proyecto que deroga la actual Ley de Semillas y que posibilitaría la promulgación del convenio UPOV 91 sobre patentes de semillas híbridas y transgénicas. ChileBio además busca influir en políticas públicas relacionadas con la ciencia, a través de sus convenios con universidades y científicos locales.
¿Por qué demandó usted a Monsanto?
- Para dejar constancia que hoy miles de agricultores no tienen seguridad de lo que están sembrando y pueden tener graves problemas si compran semillas de hortaliza o fruta de Seminis/Monsanto. En esta temporada, le ocurrió algo así a un productor de Coihueco, que sembró zanahorias de la variedad Abaco y crecieron otras variedades diferentes.
Según el presidente de la Asociación Gremial BioBio Orgánico, Guillermo Riveros, se trata de una “conducta reiterada de esta empresa. Y Monsanto apenas resarce el costo de la semilla. Todos los agricultores deberían tener la certeza de que lo que están comprando corresponde a lo que necesitan. Si esto le pasara a Monsanto con un agricultor de un país del norte global, el trato sería otro. Nos están dando un trato de país tercermundista. Los controles de calidad en este caso no los aplican, no les importa. Yo vi el fruto de esa semilla que plantó Riquelme y era muy diferente al Braco. Lo ocurrido es un llamado a que los agricultores defiendan sus derechos si les pasa algo similar”.
Riquelme, coincide: “Si los afectados son pequeños agricultores, apenas les devuelven lo que pagaron por semilla. Pero si son empresas grandes que pueden ir a juicio, asumen otra actitud y pagan también por el daño”.
LA BATALLA LEGAL CONTRA MONSANTO
La demanda de José Riquelme fue interpuesta en 2009 contra la transnacional semillera y la firma comercial Mahuida Ñuble, distribuidora local de semillas Seminis/Monsanto. En octubre de 2004, José Riquelme invirtió tres millones de pesos en las semillas de la variedad híbrida de melón Braco. Perdió en primera instancia su batalla legal para recuperar su patrimonio y su reputación.
En enero de 2013 la jueza Claudia Arenas,del Segundo Juzgado de Letras de Chillán, salvó a Monsanto “por improcedencia de la acción de la manera que se planteó”, según la sentencia. En la causa rol C-148-2009 eximió a Riquelme del pago de las costas reconociendo que tenía razones de sobra para demandar a la transnacional
En el juicio declararon como testigos los agricultores Fernando Toro R, José Arnoldo Ferrada y Guillermo Riveros. Todos coincidieron en señalar que los melones producidos y vistos por ellos en el predio, no correspondían a la variedad Braco y habían sido comprados en la comercial Mahuida, distribuidora oficial de Seminis/Monsanto.
UNA JUEZA PRO MONSANTO
Mahuida Ñuble, la distribuidora que vendió la semilla de mala calidad, representada por Rodrigo Quezada Valdebenito, nunca compareció como demandada. La sentencia afirma: “la causa se tramitó en rebeldía de la demandada Sociedad Comercial Insumos y Productos Agropecuarios Mahuida Ltda.”. Pero la jueza Arenas nada hizo al respecto. Para Guillermo Riveros “la empresa Mahuida debería haberse sumado a la demanda de José Riquelme. Su no comparecencia indica duda sobre su rol, o bien que hay pagos que les están haciendo para que no hable”.
Por su parte, Riquelme considera insólito que Monsanto, que en enero de 2005 adquirió Semillas Seminis, haya sostenido en la corte que no es parte del contrato firmado por Riquelme con esa distribuidora de su semilla, y desconocido su vínculo con Mahuida. Porque Monsanto Chile es la continuadora legal – tiene el mismo rut- de la empresa Semillas Seminis. “Si yo le compro un vehículo Chevrolet a una distribuidora, el fabricante es el que responde por las fallas, en este caso tiene que ser igual”, sostiene Riquelme.
Desde 2005, Monsanto/Seminis sacó de su catálogo la variedad Braco. Reconoció de forma implícita que el híbrido llamado Braco no era homogéneo y estable, requisitos que son necesarios para registrar (patentar) una variedad frutal según los convenios internacionales, y así poder cobrar por la semilla certificada y registrada, la millonaria suma.
Hay muchos ejemplos a nivel global de las consecuencias que para pequeños agricultores ha tenido estar cerca de Monsanto, que los lleva a juicio por producir sin pagarle royalties por sus semillas transgénicas. Aunque los cultivos transgénicos de Monsanto son los responsables de contaminar los cultivos convencionales, convirtiéndolos en transgénicos, como la semilla transgénica está patentada, en los países europeos y de América del Norte, regidos por el Convenio UPOV 91, Monsanto puede demandar por no pago del derecho de royalty.
PAGO DE PATENTES Y USO DE HERBICIDAS
Hasta el año 2007, esta transnacional había entablado demandas por no pago de patentes contra 57 agricultores por un monto total de US$21.583,431, según datos del Center for Food Safety de Estados Unidos. Este año la Corte Suprema de Estados Unidos acaba de fallar a favor de Monsanto en una causa similar.
Los monocultivos de maíz y soya transgénicos, con uso intensivo de herbicidas venenosos como el Roundup, contaminan la tierra y el agua, causan malformaciones congénitas y enfermedades crónicas a las familias que viven cerca de las plantaciones. Así van imponiendo un tipo de agricultura tecnificada sin agricultores, obligados a emigrar.
El Tribunal de los Pueblos enjuició y condenó a Monsanto y otras transnacionales productoras de plaguicidas y semillas, por violaciones a los derechos humanos de los campesinos y campesinas, en un juicio llevado adelante en India en 2012, con testigos de cargo de Asia y América Latina Sin embargo esta corporación, que controla el mercado global de semillas híbridas y transgénicas, se ha jactado este año de alcanzar las mayores ganancias de su historia.
EL CONTROL DE LA SEMILLA
El agricultor chillanejo José Riquelme reitera que “yo demandé a Monsanto pensando en todos los agricultores. Lo que ocurre hoy es que los campesinos hemos perdido nuestras semillas originales y estamos obligados a comprarle a Monsanto (Seminis). Yo sé que si siembro melón Cantalupo, que es una variedad de acá, nuestra, voy a cosechar melón cantalupo. En cambio si siembro un híbrido de Monsanto, no sé si la variedad va a ser la que dice el envase. La empresa no se responsabiliza por los resultados de las semillas que vende”.
Interrogamos al dirigente gremial de BioBio Orgánico para clarificar con qué tipo de semilla están produciendo hoy la pequeña agricultura campesina en Chile y el grado de dependencia que existe respecto de los proveedores. Riveros explica: “La mayoría de los productores de cultivos convencionales, antes guardaban su propia semilla. Pero hace ya décadas que el Estado, a través de Indap, y los Prodesal, los organismos que tienen como misión apoyar la agricultura familiar campesina, le indican al productor qué semilla tiene que comprar, dónde y a qué precio. Indap los subsidia pero los ‘amarra’ al paquete tecnológico, o sea a la semilla híbrida (“mejorada”), que va acompañada de un plaguicida para el plan de manejo que el agricultor tiene que cumplir“.
¿Y cómo obtienen semilla los productores orgánicos y los agroecológicos?
- En el caso de los agricultores orgánicos, desconozco estadísticas. Hay un porcentaje alto que guarda la semilla, pero no estoy en condiciones de cuantificar. Los productores agroecológicos, que no tienen monocultivos, guardan e intercambian semillas; se hacen nexos entre regiones, y se mantiene así la semilla tradicional. No existe un recuento oficial de estas prácticas. En el caso de los productores orgánicos, la mayoría produce frutales por tanto no se les presenta habitualmente el problema de la semilla. En el caso de las hortalizas orgánicas, tienen que producir sus propias semillas o comprarlas con autorización de una empresa certificadora, que exige que sean orgánicas, es decir no pueden haber sido tratadas con fungicidas. Si un agricultor orgánico hubiera comprado una semilla desinfectada con sustancias químicas, eso se considera un retroceso y él entraría a una etapa de transición, vuelve al año cero y tiene que esperar 3 años para que la producción derivada de ese tipo de semilla pueda volver a ser certificada como orgánica.
¿Cuáles son los riesgos de este control de la semilla por una transnacional?
- El hecho de tener en una sola mano cerca del 93% de la semilla mundial hace que la alimentación humana en general pase a estar en peligro de dependencia. La alimentación debería ser asegurada para la totalidad de la población y no estar en manos de una transnacional que mañana puede manejar financieramente todo y ordenar qué tenemos que comer. Hay una falta de libertad y un riesgo para la salud derivado de ese control de los alimentos. Este es un problema global de los que vivimos en este planeta. Hay un manejo unilateral de los alimentos, los sistemas productivos y el futuro, protegido por un sistema globalizado en que los países no tienen mucho que decir, ya que las decisiones las toman órganos como el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio.
Después de su fracaso productivo con Monsanto, José Riquelme opina: “Lo mejor sería que el campesino tuviera y reprodujera su propia semilla. Así se gastaría menos y tendría mejor salud, no dependeríamos de las empresas ni de los fármacos. Para tener buena salud hay que tener sobre todo una alimentación sana. Necesitamos un gobierno que apoye una agricultura libre de químicos y transgénicos. Las prácticas de Monsanto ponen en peligro la seguridad alimentaria, ya que si en un año ellos vendieran semilla defectuosa de una misma hortaliza a todos los productores, habrá cero producción de ese alimento, habría que importarlo, y eso va a repercutir en el precio de esa hortaliza y finalmente en el bolsillo de los consumidores. Los chilenos que no puedan comprar ese producto por su precio, van a tener problemas nutricionales serios. La falta de zanahoria en la dieta, por ejemplo, tiene consecuencias en la salud de las personas, y lo mismo ocurre con otras verduras”.
EL SAG Y LOS TRANSGÉNICOS
Guillermo Riveros tiene una preocupación adicional: “Quizás incluso si alguien compra a Seminis/Monsanto semillas híbridas de maíz, raps, soya, remolacha o zapallo, esas semillas podría venir contaminada con transgénicos de esos cultivos, sembrados para exportación de semilla en Chile. Y otra fuente de posible contaminación son las siembras experimentales de nuevos transgénicos de distintas especies que muchas veces no son informadas oportunamente. No sabemos en esta temporada qué se está sembrando, nos enteramos después, con los hechos consumados. Al enterarnos que a comienzos de mayo una partida de maíz exportada desde Chile a Alemania fue devuelta por estar contaminada con maíz transgénico de Monsanto, vemos que SAG deja mucho que desear. Al problema de calidad en el que se centra la demanda de nuestro asociado, se suma el riesgo de contaminación por transgénicos. SAG no está protegiendo la semilla convencional. No sabemos si esa falta de control es generalizada y si fuera así, los cultivos orgánicos, agroecológicos y convencionales de maíz, soya, raps, remolacha, zapallo o cártamo, especies de las cuales ya hay cultivos transgénicos en Chile, así como los cultivos de los parientes silvestres de esas especies, podrían estar siendo contaminados por las variedades transgénicas mencionadas”.
¿Y cuál es la salida a este cuadro tan amenazador?
- Organizarse para levantar el tema de la soberanía alimentaria, del derecho que tenemos los pueblos y los y las ciudadan@s a decidir qué alimentos vamos a producir, y cómo lo vamos a producir, de acuerdo a nuestra cultura y necesidades. Si no queremos que el mundo reviente, la soberanía alimentaria debe ser un tema a discutir por los pueblos, desde las comunidades hasta las instituciones y entidades del Estado. Tiene que haber regulaciones adecuadas, hay que hacerle un párele a la desregulación y el Estado debe tener una voluntad de cambio, porque con la alimentación no se juega. El poder de la gente tiene que emerger desde la base para garantizar que nuestra semilla y nuestros alimentos se protejan de manera real sin importar las presiones que ejerzan Monsanto y las transnacionales”.
UN AGRICULTOR CON TRADICIÓN FAMILIAR
José Riquelme (52 años) es casado, y tiene una hija de nueve años, Florencia. Es el tercero de diez hermanos, y su padre era hortalicero. En la familia sembraban cebolla, maíz y remolacha. Cuatro años después de su fallido debut como exportador de melón Braco, está plantando cebollas cuyos plantines vende a otros productores quienes –lamenta- no son orgánicos. “El Estado debería comprar nuestra producción, asegurar que los niños de las escuelas abastecidas por JUNAEB y los hospitales, tengan alimentos sanos, tendríamos alimentos más saludables y habría en consecuencia menos problemas en salud pública,” opina.
Riquelme se convirtió a la agricultura orgánica en los años 90, después de ser hospitalizado por intoxicación aguda con el insecticida clorpirifos, que aplicaba a sus cultivos. Se capacitó en producción agroecológica y desde entonces ha participado en diversas giras tecnológicas a Holanda, Alemania y Cuba. El año 2004 vivió la experiencia de la Feria Orgánica de Tokio BioFach y su futuro como exportador de productos sanos, parecía asegurado.
DICOM Y UN PADRE ARRUINADO
Con su hija Florencia recién nacida, el año 2004, después de la fallida cosecha José Riquelme se vio de pronto en el registro de DICOM, con cheques protestados, e incapacitado de continuar trabajando como productor agrícola. Por eso en la demanda solicita indemnizaciones por daño emergente, lucro cesante y daño moral, por un total de $170 millones de pesos.
En años anteriores el agricultor había exportado cebolla y zapallo orgánicos. Se había comprometido a exportar 12 mil cajas de melones verdes Braco (piel de sapo) a Alroprim, una sociedad comercial de Perpignan, Francia. Pronto vio que la mayoría de los melones no eran Braco.
En marzo de 2005 Rubén Albornoz, gerente comercial regional de Seminis, y José Miguel González, genetista de esa empresa, visitaron la plantación ubicada en Las Coles, cerca de Chillán, a pedido de Riquelme, constatando lo ocurrido. El agricultor presentó como prueba al tribunal, el “acuerdo y finiquito” por 15 mil dólares presentado por Albornoz luego de la visita, que no fue firmado por el afectado por insuficiente. Seminis reconoció la oferta en un juicio criminal previo que se hizo en 2007 sólo para probar los hechos.
Además del gasto en las semillas, Riquelme había invertido en arriendo del predio y de un packing; en riego por goteo, mulch, guano rojo, control biológico de malezas y mano de obra. Un informe técnico cifra las pérdidas en 70 millones de pesos con 98% de falla de la variedad Braco. La empresa francesa le había notificado que la pérdida ocasionada por el no envío de los melones alcanzaba a 120 mil euros.
LECCIONES APRENDIDAS
“Chile debería ser orgánico 100%, y sacaría los mejores precios por su producción de alimentos. La agricultura tradicional no puede ser agricultura extensiva, no puede competir en ese terreno. Hay que producir alimentos de calidad, libres de químicos y transgénicos. Para salir de la pobreza, un pueblo debe dedicarse a resolver su alimentación. Si no lo tiene resuelto, no puede llegar a ser desarrollado”, sostiene Riquelme, que ha seguido autocapacitándose en métodos de producción agroecológicos que no dañan al medio ambiente.
Su desastre fue con semillas híbridas, pero él también sabe que Monsanto produce además semillas transgénicas. Y destaca que el investigador francés Gilles Séralini ha hecho estudios que muestran lo que pasa con las semillas transgénicas que vende Monsanto: las ratas hembras alimentadas con maíz transgénico y Roundup mueren un año antes que las alimentadas con maíz convencional. Afirma: “Si hay dudas en estos productos, deberían abstenerse de autorizarlos. El efecto tiene que ver tanto con la transgenia y los cambios de ADN que se producen en la planta, como con el herbicida Roundup. En los cultivos transgénicos los químicos siempre van de la mano con la semilla manipulada genéticamente, se vende el paquete completo”.
¿Cree que la justicia chilena puede actuar sin dejarse amedrentar por Monsanto?
- Tengo muchas dudas. En otros países es evidente el tremendo poder que tiene esta transnacional. Cuando se toman acciones en su contra, amenaza con retirar sus productos del mercado, como lo ha hecho en Argentina por el problema de los royalties, o en Brasil. En Estados Unidos logra hacer leyes que le favorecen directamente.
El Ciudadano - Imagenes: Atrás, las variedades de melón Braco, verde oscuro, en primer plano (adelante) un melón calameño.
Expectación existe entre los agricultores de la Asociación Gremial BioBio Orgánico por el fallo que debe dictar la Corte de Apelaciones de Chillán en la demanda interpuesta por el socio de esa entidad gremial, José Riquelme, contra la transnacional Monsanto. Riquelme compró semilla híbrida de un tipo de melón llamado Braco para hacer el negocio de su vida: exportar a Francia. Pero se arruinó porque le pasaron gato por liebre: de las 50 mil semillas compradas, la inmensa mayoría era de variedades no exportables.
“He recibido llamados solidarios desde distintas regiones desde que se conoció mi demanda, y me alegra porque yo quiero que todos los campesinos chilenos sepan que no pueden confiar en Monsanto. Esta empresa en el juicio desconoce su responsabilidad porque yo no le compré directamente a ellos sino a su distribuidora. ¡Eso es absurdo! Todos los agricultores que compran semilla ‘mejorada’ o certificada lo hacen a distribuidoras, confiando en la marca de esas semillas, que en este caso es de Seminis/Monsanto”, comenta José Riquelme.
No resulta sorprendente el fallo de primera instancia a favor de Monsanto, dada la existencia del poderoso lobby a favor de ChileBio, que preside esa transnacional. La entidad empresarial agrupa a los productores de semillas y agroquímicos en el país. Andrés Allamand, Longueira y otros políticos presionan a nivel de parlamento y gobierno para apoyar leyes que favorecen a estas empresas, tales como el proyecto de ley de introducción de transgénicos o el proyecto que deroga la actual Ley de Semillas y que posibilitaría la promulgación del convenio UPOV 91 sobre patentes de semillas híbridas y transgénicas. ChileBio además busca influir en políticas públicas relacionadas con la ciencia, a través de sus convenios con universidades y científicos locales.
¿Por qué demandó usted a Monsanto?
- Para dejar constancia que hoy miles de agricultores no tienen seguridad de lo que están sembrando y pueden tener graves problemas si compran semillas de hortaliza o fruta de Seminis/Monsanto. En esta temporada, le ocurrió algo así a un productor de Coihueco, que sembró zanahorias de la variedad Abaco y crecieron otras variedades diferentes.
Según el presidente de la Asociación Gremial BioBio Orgánico, Guillermo Riveros, se trata de una “conducta reiterada de esta empresa. Y Monsanto apenas resarce el costo de la semilla. Todos los agricultores deberían tener la certeza de que lo que están comprando corresponde a lo que necesitan. Si esto le pasara a Monsanto con un agricultor de un país del norte global, el trato sería otro. Nos están dando un trato de país tercermundista. Los controles de calidad en este caso no los aplican, no les importa. Yo vi el fruto de esa semilla que plantó Riquelme y era muy diferente al Braco. Lo ocurrido es un llamado a que los agricultores defiendan sus derechos si les pasa algo similar”.
Riquelme, coincide: “Si los afectados son pequeños agricultores, apenas les devuelven lo que pagaron por semilla. Pero si son empresas grandes que pueden ir a juicio, asumen otra actitud y pagan también por el daño”.
LA BATALLA LEGAL CONTRA MONSANTO
La demanda de José Riquelme fue interpuesta en 2009 contra la transnacional semillera y la firma comercial Mahuida Ñuble, distribuidora local de semillas Seminis/Monsanto. En octubre de 2004, José Riquelme invirtió tres millones de pesos en las semillas de la variedad híbrida de melón Braco. Perdió en primera instancia su batalla legal para recuperar su patrimonio y su reputación.
En enero de 2013 la jueza Claudia Arenas,del Segundo Juzgado de Letras de Chillán, salvó a Monsanto “por improcedencia de la acción de la manera que se planteó”, según la sentencia. En la causa rol C-148-2009 eximió a Riquelme del pago de las costas reconociendo que tenía razones de sobra para demandar a la transnacional
En el juicio declararon como testigos los agricultores Fernando Toro R, José Arnoldo Ferrada y Guillermo Riveros. Todos coincidieron en señalar que los melones producidos y vistos por ellos en el predio, no correspondían a la variedad Braco y habían sido comprados en la comercial Mahuida, distribuidora oficial de Seminis/Monsanto.
UNA JUEZA PRO MONSANTO
Mahuida Ñuble, la distribuidora que vendió la semilla de mala calidad, representada por Rodrigo Quezada Valdebenito, nunca compareció como demandada. La sentencia afirma: “la causa se tramitó en rebeldía de la demandada Sociedad Comercial Insumos y Productos Agropecuarios Mahuida Ltda.”. Pero la jueza Arenas nada hizo al respecto. Para Guillermo Riveros “la empresa Mahuida debería haberse sumado a la demanda de José Riquelme. Su no comparecencia indica duda sobre su rol, o bien que hay pagos que les están haciendo para que no hable”.
Por su parte, Riquelme considera insólito que Monsanto, que en enero de 2005 adquirió Semillas Seminis, haya sostenido en la corte que no es parte del contrato firmado por Riquelme con esa distribuidora de su semilla, y desconocido su vínculo con Mahuida. Porque Monsanto Chile es la continuadora legal – tiene el mismo rut- de la empresa Semillas Seminis. “Si yo le compro un vehículo Chevrolet a una distribuidora, el fabricante es el que responde por las fallas, en este caso tiene que ser igual”, sostiene Riquelme.
Desde 2005, Monsanto/Seminis sacó de su catálogo la variedad Braco. Reconoció de forma implícita que el híbrido llamado Braco no era homogéneo y estable, requisitos que son necesarios para registrar (patentar) una variedad frutal según los convenios internacionales, y así poder cobrar por la semilla certificada y registrada, la millonaria suma.
Hay muchos ejemplos a nivel global de las consecuencias que para pequeños agricultores ha tenido estar cerca de Monsanto, que los lleva a juicio por producir sin pagarle royalties por sus semillas transgénicas. Aunque los cultivos transgénicos de Monsanto son los responsables de contaminar los cultivos convencionales, convirtiéndolos en transgénicos, como la semilla transgénica está patentada, en los países europeos y de América del Norte, regidos por el Convenio UPOV 91, Monsanto puede demandar por no pago del derecho de royalty.
PAGO DE PATENTES Y USO DE HERBICIDAS
Hasta el año 2007, esta transnacional había entablado demandas por no pago de patentes contra 57 agricultores por un monto total de US$21.583,431, según datos del Center for Food Safety de Estados Unidos. Este año la Corte Suprema de Estados Unidos acaba de fallar a favor de Monsanto en una causa similar.
Los monocultivos de maíz y soya transgénicos, con uso intensivo de herbicidas venenosos como el Roundup, contaminan la tierra y el agua, causan malformaciones congénitas y enfermedades crónicas a las familias que viven cerca de las plantaciones. Así van imponiendo un tipo de agricultura tecnificada sin agricultores, obligados a emigrar.
El Tribunal de los Pueblos enjuició y condenó a Monsanto y otras transnacionales productoras de plaguicidas y semillas, por violaciones a los derechos humanos de los campesinos y campesinas, en un juicio llevado adelante en India en 2012, con testigos de cargo de Asia y América Latina Sin embargo esta corporación, que controla el mercado global de semillas híbridas y transgénicas, se ha jactado este año de alcanzar las mayores ganancias de su historia.
EL CONTROL DE LA SEMILLA
El agricultor chillanejo José Riquelme reitera que “yo demandé a Monsanto pensando en todos los agricultores. Lo que ocurre hoy es que los campesinos hemos perdido nuestras semillas originales y estamos obligados a comprarle a Monsanto (Seminis). Yo sé que si siembro melón Cantalupo, que es una variedad de acá, nuestra, voy a cosechar melón cantalupo. En cambio si siembro un híbrido de Monsanto, no sé si la variedad va a ser la que dice el envase. La empresa no se responsabiliza por los resultados de las semillas que vende”.
Interrogamos al dirigente gremial de BioBio Orgánico para clarificar con qué tipo de semilla están produciendo hoy la pequeña agricultura campesina en Chile y el grado de dependencia que existe respecto de los proveedores. Riveros explica: “La mayoría de los productores de cultivos convencionales, antes guardaban su propia semilla. Pero hace ya décadas que el Estado, a través de Indap, y los Prodesal, los organismos que tienen como misión apoyar la agricultura familiar campesina, le indican al productor qué semilla tiene que comprar, dónde y a qué precio. Indap los subsidia pero los ‘amarra’ al paquete tecnológico, o sea a la semilla híbrida (“mejorada”), que va acompañada de un plaguicida para el plan de manejo que el agricultor tiene que cumplir“.
¿Y cómo obtienen semilla los productores orgánicos y los agroecológicos?
- En el caso de los agricultores orgánicos, desconozco estadísticas. Hay un porcentaje alto que guarda la semilla, pero no estoy en condiciones de cuantificar. Los productores agroecológicos, que no tienen monocultivos, guardan e intercambian semillas; se hacen nexos entre regiones, y se mantiene así la semilla tradicional. No existe un recuento oficial de estas prácticas. En el caso de los productores orgánicos, la mayoría produce frutales por tanto no se les presenta habitualmente el problema de la semilla. En el caso de las hortalizas orgánicas, tienen que producir sus propias semillas o comprarlas con autorización de una empresa certificadora, que exige que sean orgánicas, es decir no pueden haber sido tratadas con fungicidas. Si un agricultor orgánico hubiera comprado una semilla desinfectada con sustancias químicas, eso se considera un retroceso y él entraría a una etapa de transición, vuelve al año cero y tiene que esperar 3 años para que la producción derivada de ese tipo de semilla pueda volver a ser certificada como orgánica.
¿Cuáles son los riesgos de este control de la semilla por una transnacional?
- El hecho de tener en una sola mano cerca del 93% de la semilla mundial hace que la alimentación humana en general pase a estar en peligro de dependencia. La alimentación debería ser asegurada para la totalidad de la población y no estar en manos de una transnacional que mañana puede manejar financieramente todo y ordenar qué tenemos que comer. Hay una falta de libertad y un riesgo para la salud derivado de ese control de los alimentos. Este es un problema global de los que vivimos en este planeta. Hay un manejo unilateral de los alimentos, los sistemas productivos y el futuro, protegido por un sistema globalizado en que los países no tienen mucho que decir, ya que las decisiones las toman órganos como el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio.
Después de su fracaso productivo con Monsanto, José Riquelme opina: “Lo mejor sería que el campesino tuviera y reprodujera su propia semilla. Así se gastaría menos y tendría mejor salud, no dependeríamos de las empresas ni de los fármacos. Para tener buena salud hay que tener sobre todo una alimentación sana. Necesitamos un gobierno que apoye una agricultura libre de químicos y transgénicos. Las prácticas de Monsanto ponen en peligro la seguridad alimentaria, ya que si en un año ellos vendieran semilla defectuosa de una misma hortaliza a todos los productores, habrá cero producción de ese alimento, habría que importarlo, y eso va a repercutir en el precio de esa hortaliza y finalmente en el bolsillo de los consumidores. Los chilenos que no puedan comprar ese producto por su precio, van a tener problemas nutricionales serios. La falta de zanahoria en la dieta, por ejemplo, tiene consecuencias en la salud de las personas, y lo mismo ocurre con otras verduras”.
EL SAG Y LOS TRANSGÉNICOS
Guillermo Riveros tiene una preocupación adicional: “Quizás incluso si alguien compra a Seminis/Monsanto semillas híbridas de maíz, raps, soya, remolacha o zapallo, esas semillas podría venir contaminada con transgénicos de esos cultivos, sembrados para exportación de semilla en Chile. Y otra fuente de posible contaminación son las siembras experimentales de nuevos transgénicos de distintas especies que muchas veces no son informadas oportunamente. No sabemos en esta temporada qué se está sembrando, nos enteramos después, con los hechos consumados. Al enterarnos que a comienzos de mayo una partida de maíz exportada desde Chile a Alemania fue devuelta por estar contaminada con maíz transgénico de Monsanto, vemos que SAG deja mucho que desear. Al problema de calidad en el que se centra la demanda de nuestro asociado, se suma el riesgo de contaminación por transgénicos. SAG no está protegiendo la semilla convencional. No sabemos si esa falta de control es generalizada y si fuera así, los cultivos orgánicos, agroecológicos y convencionales de maíz, soya, raps, remolacha, zapallo o cártamo, especies de las cuales ya hay cultivos transgénicos en Chile, así como los cultivos de los parientes silvestres de esas especies, podrían estar siendo contaminados por las variedades transgénicas mencionadas”.
¿Y cuál es la salida a este cuadro tan amenazador?
- Organizarse para levantar el tema de la soberanía alimentaria, del derecho que tenemos los pueblos y los y las ciudadan@s a decidir qué alimentos vamos a producir, y cómo lo vamos a producir, de acuerdo a nuestra cultura y necesidades. Si no queremos que el mundo reviente, la soberanía alimentaria debe ser un tema a discutir por los pueblos, desde las comunidades hasta las instituciones y entidades del Estado. Tiene que haber regulaciones adecuadas, hay que hacerle un párele a la desregulación y el Estado debe tener una voluntad de cambio, porque con la alimentación no se juega. El poder de la gente tiene que emerger desde la base para garantizar que nuestra semilla y nuestros alimentos se protejan de manera real sin importar las presiones que ejerzan Monsanto y las transnacionales”.
UN AGRICULTOR CON TRADICIÓN FAMILIAR
José Riquelme (52 años) es casado, y tiene una hija de nueve años, Florencia. Es el tercero de diez hermanos, y su padre era hortalicero. En la familia sembraban cebolla, maíz y remolacha. Cuatro años después de su fallido debut como exportador de melón Braco, está plantando cebollas cuyos plantines vende a otros productores quienes –lamenta- no son orgánicos. “El Estado debería comprar nuestra producción, asegurar que los niños de las escuelas abastecidas por JUNAEB y los hospitales, tengan alimentos sanos, tendríamos alimentos más saludables y habría en consecuencia menos problemas en salud pública,” opina.
Riquelme se convirtió a la agricultura orgánica en los años 90, después de ser hospitalizado por intoxicación aguda con el insecticida clorpirifos, que aplicaba a sus cultivos. Se capacitó en producción agroecológica y desde entonces ha participado en diversas giras tecnológicas a Holanda, Alemania y Cuba. El año 2004 vivió la experiencia de la Feria Orgánica de Tokio BioFach y su futuro como exportador de productos sanos, parecía asegurado.
DICOM Y UN PADRE ARRUINADO
Con su hija Florencia recién nacida, el año 2004, después de la fallida cosecha José Riquelme se vio de pronto en el registro de DICOM, con cheques protestados, e incapacitado de continuar trabajando como productor agrícola. Por eso en la demanda solicita indemnizaciones por daño emergente, lucro cesante y daño moral, por un total de $170 millones de pesos.
En años anteriores el agricultor había exportado cebolla y zapallo orgánicos. Se había comprometido a exportar 12 mil cajas de melones verdes Braco (piel de sapo) a Alroprim, una sociedad comercial de Perpignan, Francia. Pronto vio que la mayoría de los melones no eran Braco.
En marzo de 2005 Rubén Albornoz, gerente comercial regional de Seminis, y José Miguel González, genetista de esa empresa, visitaron la plantación ubicada en Las Coles, cerca de Chillán, a pedido de Riquelme, constatando lo ocurrido. El agricultor presentó como prueba al tribunal, el “acuerdo y finiquito” por 15 mil dólares presentado por Albornoz luego de la visita, que no fue firmado por el afectado por insuficiente. Seminis reconoció la oferta en un juicio criminal previo que se hizo en 2007 sólo para probar los hechos.
Además del gasto en las semillas, Riquelme había invertido en arriendo del predio y de un packing; en riego por goteo, mulch, guano rojo, control biológico de malezas y mano de obra. Un informe técnico cifra las pérdidas en 70 millones de pesos con 98% de falla de la variedad Braco. La empresa francesa le había notificado que la pérdida ocasionada por el no envío de los melones alcanzaba a 120 mil euros.
LECCIONES APRENDIDAS
“Chile debería ser orgánico 100%, y sacaría los mejores precios por su producción de alimentos. La agricultura tradicional no puede ser agricultura extensiva, no puede competir en ese terreno. Hay que producir alimentos de calidad, libres de químicos y transgénicos. Para salir de la pobreza, un pueblo debe dedicarse a resolver su alimentación. Si no lo tiene resuelto, no puede llegar a ser desarrollado”, sostiene Riquelme, que ha seguido autocapacitándose en métodos de producción agroecológicos que no dañan al medio ambiente.
Su desastre fue con semillas híbridas, pero él también sabe que Monsanto produce además semillas transgénicas. Y destaca que el investigador francés Gilles Séralini ha hecho estudios que muestran lo que pasa con las semillas transgénicas que vende Monsanto: las ratas hembras alimentadas con maíz transgénico y Roundup mueren un año antes que las alimentadas con maíz convencional. Afirma: “Si hay dudas en estos productos, deberían abstenerse de autorizarlos. El efecto tiene que ver tanto con la transgenia y los cambios de ADN que se producen en la planta, como con el herbicida Roundup. En los cultivos transgénicos los químicos siempre van de la mano con la semilla manipulada genéticamente, se vende el paquete completo”.
¿Cree que la justicia chilena puede actuar sin dejarse amedrentar por Monsanto?
- Tengo muchas dudas. En otros países es evidente el tremendo poder que tiene esta transnacional. Cuando se toman acciones en su contra, amenaza con retirar sus productos del mercado, como lo ha hecho en Argentina por el problema de los royalties, o en Brasil. En Estados Unidos logra hacer leyes que le favorecen directamente.
El Ciudadano - Imagenes: Atrás, las variedades de melón Braco, verde oscuro, en primer plano (adelante) un melón calameño.