¿Decrecimiento?

Clément Homs

El "decrecimiento" es percibido como una consigna más que como un programa consistente o como un proyecto de sociedad. Los debates en el seno de estructuras asociativas que van apareciendo poco a poco se preguntan sobre el sentido mismo de este término un tanto ambivalente: por una parte constatamos a la vez la carga radical de emotividad y de reacción reveladora en nuestro imaginario que suscita su utilización; por otra parte constatamos igualmente, la incomprensión y el malentendido sobre el verdadero objetivo que suscita este término.
En resumen, diremos que "decrecimiento" es un movimiento naciente pero que a la vez está calando en la sociedad aunque también sufre mucha incomprensión e incluso un rechazo radical [1] . El debate sobre la utilización de este término, iniciado en el seno del movimiento, continua, lo que pudiera desembocar en una reformulación del término (quizás bajo el nombre de "política de civilización" como lo defiende E. Morin por ejemplo, utilizándolo para oponerlo a lo que Besson-Girard llama la "descivilización material" [2]. Sea como sea, el término "decrecimiento" tiene el mérito de hacer reaccionar y atacar en su núcleo duro, en el ojo del huracán, a la "mega-máquina" capitalista, es decir, a la ideología irreal del crecimiento infinito del PIB, del petróleo y de la propaganda publicitaria.
Hay que recordar desde el principio, para evitar todo malentendido, que al hablar de decrecimiento lo referimos al crecimiento del PIB y no al sentido metafísico que comúnmente lo damos al término de "crecimiento". Los objetores del crecimiento no combaten el sentido metafísico del término crecimiento (crecimiento espiritual, crecimiento de los vínculos sociales, crecimiento del individuo que da lugar al arte, la música, la gran cultura, la ética, la religión). Proponemos, inversamente al crecimiento del PIB, la rabiosa intensificación de la auto-realización de la vida en cada uno de nosotros, de "ser uno mismo", de este "crecimiento interior y estar contento consigo mismo" que conforma nuestras ansias vitales.
Porque esta vida frugal, convivial, intensa, que desborda de vitalidad misma no se puede confundir con el objetivo del saber científico. Porque a esta vida no le da sentido la biología, sino que le da sentido una vida verdadera, es decir una vida que transcurra sin distancia ni diferencia con nuestra infinita ansia interior [3]. Este punto es fundamental para evitar que a los objetores del crecimiento se nos etiquete de "reaccionarios", "vichystas", "prehistóricos", o incluso como partidarios de un "retorno a la edad de piedra"...Insistamos: lo que criticamos es el Becerro de Oro de la ubicuidad planetaria pero también de la izquierda tradicional, que es la creencia en la virtud benefactora (en el sentido material, existencial e incluso moral) del aumento del PIB. El crecimiento del PIB no implica ni "felicidad perpetua", ni progreso moral, ni embriaguez vital en sí misma. ¡Y sin embargo esto es lo que nos han venido prometiendo todos los Adam Smith de la Tierra desde el siglo XVIII...y aun hoy prometen todos los discursos patronales, publicitarios y políticos tanto de la derecha como de la izquierda!.
Las leyes que guían nuestra acción no son las leyes del mercado, de la matemática, de la biología o de los cuerpos celestes, sino que son las leyes estéticas de la sensibilidad, las leyes del don, de la imitación, de la simpatía y de la empatía, las leyes de la ética y de la responsabilidad que tienen su fundamento en "el-mundo-sensible-de-la-vida" (vida no en un sentido biológico sino en el sentido fenomenológico). Nosotros no somos por tanto ni "tecnófobos" ni "anti-científicos", sino que criticamos la ciencia que se considera sola en el mundo y que se comporta como tal al convertirse en técnica. Defendemos la vuelta al momento histórico que precedió a la conmoción ontológica que supuso que la acción dejara de obedecer a las prescripciones de la vida para someterse a los principios de la eficacia [4]. Lo que combatimos, no es la ciencia o la técnica (lo que sería un tanto absurdo), sino esta creencia según la cual la ciencia es el único forma de acceder al conocimiento [5]. Para nosotros, junto al saber científico, también hay un lugar para el saber de la vida en sí misma.
Si observamos la genealogía intelectual de las ideas sobre el decrecimiento, vemos que el primero en utilizar este término fue un alumno de Schumpeter, el economista de origen húngaro Georgescu-Roegen. El término "decrecimiento" del PIB, proviene directamente de la bio-economía, del que fue fundador; no se trata entonces de un slogan vacío ni se cae por su propio peso como un pájaro ya muerto al salir de su cascarón...Georgescu-Roegen funda la bio-economía al transferir los principios de la termo-dinámica a la ciencia económica [6]. Su tesis principal es que la reflexión sobre los objetivos de la economía (ya sea esta de orientación clásica, keynesiana, marxista...), es decir la ciencia económica en su sentido más amplio, descansa desde sus raíces sobre lo impensado de su propio fundamento: la materialidad de lo existente. La economía, denominada según la propia etimología griega del término como "ciencia de las leyes del lugar", abstrae totalmente de la realidad la finitud de la naturaleza. La ciencia económica desde sus inicios se coloca en la vía inmaterial apartando por completo la materialidad ecológica. La realidad tal y como es pensada por los economistas (marxistas, liberales, neo-keynesianos...) es fundamentalmente una realidad social y económica. Este "monismo ontológico" [7] conforma hoy en día todo el espacio intelectual del que se nutren todas las ciencias humanas, económicas, sociales, independientemente de sus tendencias y divergencias internas.
El hecho de abstraer la finitud de la naturaleza, entraña pronto un nuevo imaginario del crecimiento sin límite, la idea según la cual siempre podremos tirar sobre el "capital natural" (¡y sin embargo finito!): es la ideología productivista, que no se limita al propio capitalismo occidental, sino que se extendió también al "capitalismo burocrático" (en expresión de G. Debord), es decir al comunismo real.
Hoy en día esta tensión entre la ciencia económica y la naturaleza, desembocará o ya ha desembocado, en el expolio/estrago del Planeta. La tesis en boga y ya predominante cuando se citan los grandes del capitalismo está ya consensuada, y es que no hay necesidad de salir del sistema económico, de cambiar las estructuras de nuestra vida cotidiana, sino que habrá que utilizar la técnica y la ciencia (y sin embargo fuente misma de nuestro desequilibrio actual cuando son consideradas como el único medio de acceder al saber) para permitir que este sistema muerto que es la organización actual de nuestras sociedades, sobreviva. Es la tesis del desarrollo sostenible [8]
El mensaje fundamental que aporta la tesis del decrecimiento en la actual escena política, y sin el cual no estaría del todo claro la razón de ser de tal movimiento, es el de rebelar la aporía de las "falsas buenas soluciones" del desarrollo sostenible. Por tanto avanza la tesis del "efecto rebote" al criticar la trampa que supone el ahorro realizado con las energías alternativas (bio-carburantes...): el efecto del crecimiento del volumen es más importante que la reducción de la fuente del factor de contaminación. La utilización de energías alternativas en una sociedad de crecimiento es contra-productivo, y no hará más que aumentar el volumen global de contaminación emitida. El problema del desarrollo sostenible es que es un verdadero y trágico engañabobos, porque no es capaz de vislumbrar que el crecimiento anula por completo, por efecto del volumen, los efectos positivos de sus directivas. Las soluciones científicas y técnicas son por tanto un engaño porque no son nunca suficientes. Lo peor es que las reducciones en origen de los factores de polución que se realizan, son perdidas debido al incremento del volumen de los factores de producción reducidos: es el efecto contra-productivo que anula los efectos beneficiosos conseguidos. Con el desarrollo sostenible se consigue dar rienda a los excesos tecno-científicos que nos llevan a la catástrofe ecológica mayor y/o al "accidente integral" [9]. El decrecimiento lanza la idea de que no es solamente necesario cambiar el nivel de los factores de polución en origen (tesis del desarrollo sostenible y hoy en día del capitalismo internacional), sino que sobre todo es necesario cambiar nuestros modos de vida en lo concreto de cada acto, de cada saber-hacer cotidiano (praxis), ligando por tanto su proyecto al situacionismo, que no tenía otro fin como tal, que el de transformar los elementos de la vida cotidiana en un sentido revolucionario [10]. Por tanto no solo necesitamos derrocar al capitalismo, necesitamos también una "inversión civilizacional" (E. Morin). ¡No nos hace falta solamente una política, sino también una meta-política!. Una gran transformación de nuestros imaginarios.
Georgescu-Roegen no es ni de lejos, el único intelectual precursor del decrecimiento. Otras figuras de proa del movimiento han sido por ejemplo Karl Polanyi (la Gran Transformación), Marcel Mauss (el paradigma del don), Pierre Clastre (la sociedad contra el Estado), Ivan Illich (sobre la educación, el desarrollo, la técnica...), Jacques Ellul (sobre la técnica, sobre las estrechas relaciones entre el anarquismo y el cristianismo), Edgar Morin (sobre la ambivalencia del progreso), François Partant (sobre el desarrollo), Bernard Charbonneau (sobre la adaptación/desadaptación a un territorio), André Gorz (sobre Illich, la ecología política y la economía de lo inmaterial), Serge Latouche (sobre el antiutilitarismo), Alain Gras, Mario Buonatti, Gilbert Rist, Pierre Rabhi, Marie-Dominique Perrot, Jacques Grinewald...El decrecimiento nace de la crítica al desarrollo que es la crítica a las políticas de desarrollo entre los años 1950-1970 en los países "sub-desarrollados". Después de 1992 cuando el concepto de "desarrollo sostenible" se ratifica en la cumbre de Río, las críticas al desarrollo han reconocido en este nuevo concepto, una mutación ecológica del concepto de desarrollo: de ahí la consigna proferida: "¡Abajo la impostura insostenible del desarrollo sostenible!"
Este movimiento [11] nacido en muchos casos de una corriente "tercermundista" crítica sobre sí misma, se ha propuesto sobrepasar la propia crítica al capitalismo para hacer una crítica de las políticas de desarrollo [12], o como afirma E. Morin, de la civilización misma.
Hoy en día, una parte del movimiento ecologista radical nacido de la crisis suscitado por el balance de participación de los Verdes en la Izquierda plural, ha sabido hacer fructificar este nuevo movimiento radical y sin concesiones a los poderosos. Un poco por toda Francia, grupos de "objetores del crecimiento" se constituyen en "talleres" de reflexión, que comparten e intercambian para subvertir en lo concreto los deseos comunes evitando radicalmente las redes de producción y de distribución capitalista. Es el caso del movimiento A.M.A.P. en Francia o la constitución de huertos ecológicos colectivos en las afueras de las ciudades. Allí se están produciendo experiencias de auto-producción realizadas por mediación de empresas cooperativas de auto-gestión o de comunidades agrícolas. Un poco por todos los lados, los objetores del crecimiento practican la simplicidad voluntaria, una forma de sobriedad expresada en su forma de consumo. Esta estrategia seguida por el movimiento, es la del "aquí y ahora" del saber hacer de cada uno, y no el de un hipotético retorno a cualquier forma de sentido de la historia [13], lo que por lo demás acerca a los objetores del crecimiento con la corriente del "socialismo primitivo" de comienzos del siglo XIX [14]
El decrecimiento se ajusta al proyecto de eco-democracia de Takis Fotopoulos [15], de Raimon Panikkar [16] y de Alberto Magnaghi [17], tratando de desarrollar la utopía local mediante una revitalización del espacio concreto de nuestras vidas a través de una democracia de proximidad constituida en términos de "demos" y de "bioregiones". Aunque por el momento, como afirma Takis Fotopoulos, "presentarse a las elecciones locales nos da la oportunidad de cambiar a la sociedad desde abajo, que es la única estrategia verdaderamente democrática, frente a los métodos estatistas (que se proponen cambiar la sociedad desde lo alto amparándose en el poder del Estado) y los contactos con la denominada "sociedad civil" (que no pretenden nunca cambiar el sistema).
Imagenes: www.decrecimiento.info

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